Salió, derrumbando el brocal el amor
a clavarme la espuela y no sé
si abrazarlo, soltar a los perros o echar a correr.
O, tal vez, sepultarlo con un aluvión
de poemas que nunca escribí
de tan malos, de piedras y palos, de cardo y jazmín.
De mucha nadería, de poca desazón,
de destripar el día a golpe de tacón,
de dulce lejanía, de duro mascarón,
de fallecer contigo, contigo.1

Cortando las alas en nombre de la mediocridad

Imaginemos por un momento un mundo donde el éxito y el talento fueran recibidos con aplausos y ovaciones. ¡Qué utopía tan absurda! En la realidad, tenemos algo mucho más interesante y desalentador: el Síndrome de Procusto, una joya mitológica traída a la vida cotidiana por aquellos que, incapaces de destacar por sus propios méritos, prefieren cortar las alas a los demás, por patología o ignorancia. Este comportamiento, aunque suene a nombre de banda de rock alternativo, es en realidad una patología social con raíces profundas en la inseguridad, la mediocridad y, cómo no, hasta la paranoia.

Para los que necesitan un repaso de mitología griega porque sus clases de historia les aburrían más que un documental sobre el secado de pintura, Procusto era un fulano que tenía una cama de hierro y una obsesión bastante peculiar: que todos sus "invitados" encajaran perfectamente en ella. Si el desafortunado era demasiado largo, le amputaba las extremidades; si era corto, lo estiraba cual chicle de niño en clase. Esta leyenda clásica, en su encantadora brutalidad, es la metáfora perfecta para describir cómo algunos individuos manejan el éxito ajeno: si no encajas en su molde, mejor te recortan (o te estiran) hasta que no sobresalgas.

La mediocridad humana, entendida como aquello que se encuentra en el medio, lo común, lo que no destaca, es un fenómeno común. Es el estado de conformidad y de evitar el riesgo de sobresalir. La mediocridad es la zona cómoda donde las personas se sienten seguras porque no enfrentan críticas ni desafíos significativos.

Aquí, no se aspira a la excelencia ni se intenta superar los propios límites.

En la mediocridad, lo que prevalece es lo conocido y lo fácil. Las ideas y acciones se mantienen dentro de los parámetros aceptados por la mayoría. Esto puede resultar en una falta de innovación y progreso, ya que el cambio y la originalidad son percibidos como amenazas.

Es en este terreno donde el síndrome de Procusto encuentra su fortaleza, ya que cualquier intento de salir de la norma es rápidamente ajustado a la medida estándar, cortando las alas de quienes podrían volar más alto. En un entorno así, la creatividad y la individualidad se sacrifican en el altar de la homogeneidad, y el progreso se ralentiza, si es que llega a ocurrir. La mediocridad, entonces, no es solo la ausencia de lo excelente, sino la presencia activa de un freno al potencial humano.

Se da en muchos ámbitos sociales, bueno, en todos no, aquellos basados en relaciones afectivas es evidente que no se dará, pero sí en todos los demás, siendo quizás donde más se manifiesta en el ámbito laboral o profesional. Y, puede verse según se vea este artículo, que es mucho más común de lo que nos podemos creer a priori. Veamos.

No sé cómo te llamas,
ni siquiera sé de dónde has salido,
no sé de lo qué vas,
me lo puedo imaginar.
Cuando te veo, como hace poco,
saliendo de la carnicería,
me pones los pelos de punta,
me pasas electricidad.
Solo sé que quiero
volver a verte pasar
ondulando tu melena,
ignorando al personal.2

La inseguridad: el mejor amigo de Procusto

Primero, hablemos de la inseguridad. Esa vocecita interna que te dice que nunca serás suficientemente bueno y que el éxito de los demás es una afrenta personal. Para algunas personas, ver a alguien más triunfar o, mejor, destacar "ya sabrán los que me lean que no le encuentro sentido a la palabra “éxito” por carecer de sentido en mi opinión" es como ver a su némesis logrando lo que ellos nunca podrán. En lugar de inspirarse, prefieren actuar como el Procusto moderno, recortando los logros de los demás para no sentirse tan insignificantes. ¡Bravo! Qué manera tan madura de manejar las inseguridades. Es como si pensaras que la manera de resolver tu miopía es reventando las gafas de todos los demás.

La inseguridad personal puede tener un impacto significativo y perjudicial no solo en quien la padece, sino también en quienes los rodean. Puede generar desconfianza ya que una persona insegura puede proyectar su desconfianza hacia los demás, lo que puede deteriorar las relaciones personales y profesionales. Pueden interpretar acciones inocuas como amenazas o críticas, generando tensión y conflictos. Además, estos inseguros tiene una clara necesidad de afirmación, buscan constante validación y aprobación de los demás, lo que puede ser agotador y frustrante para sus amigos, familiares y colegas. Y, para complicar la cosa, pueden tener un comportamiento controlador, donde estas personas intentan manejar las acciones y decisiones de los demás para sentirse más seguras.

Esto puede crear un ambiente opresivo y resentimiento en las relaciones. El impacto en el mundo laboral puede devenir en “micromanagement”, los líderes inseguros tienden a micro-manejar a sus equipos y colegas, socavando la autonomía y creatividad de compañeros y colaboradores. Además, conlleva la falta de colaboración. Las personas inseguras pueden ser reacias a compartir ideas por miedo al rechazo o a ser eclipsadas por otros, lo que perjudica el trabajo en equipo.

En definitiva, genera un ambiente negativo. Un entorno de trabajo donde prevalece la inseguridad puede volverse tóxico. Los rumores, la competencia desleal y el sabotaje pueden proliferar, afectando la cohesión y la eficiencia del equipo.

En resumen, la inseguridad no solo afecta al individuo que la padece, sino que también puede causar un daño considerable a su entorno, deteriorando relaciones, afectando la productividad en el trabajo y generando un ambiente negativo e insalubre.

La inseguridad no surge de la nada. Es el resultado de años de comparación constante con los demás, de sentir que nunca se está a la altura, y de una sociedad que glorifica la perfección cuando lo más humano, lo más humanamente admirable, es errar. Las personas inseguras, en lugar de trabajar en sus propios defectos y aceptar sus propias virtudes, prefieren nivelar el terreno de juego a base de ataques y críticas, desde las más burdas a las sofisticadas o escondidas, ya digo que hay algo de auto desconocimiento en esta forma de comportarse. Es más fácil señalar los errores de los demás que enfrentarse a los propios, aunque, reitero, de forma inconsciente.

Ya no te sigo, ya no sonrío.
Mira qué entradas, me he vuelto viejo,
Estereotipado. Cansinos gestos.
Perdí la voz. Me dabais miedo.
Estoy enfermo, cómo envejezco.3

Mediocridad: la zona de confort de Procusto

La mediocridad es otro caldo de cultivo para este encantador síndrome. Los mediocres tienen una habilidad especial para sentirse incómodos con la excelencia ajena. Imaginados una oficina donde todos son felices en su apacible incompetencia hasta que llega alguien que, ¡oh, sorpresa!, sabe lo que hace. Nada mejor para un mediocre que arrastrar a ese talento prometedor a su pozo de mediocridad. Porque, claro, esforzarse por mejorar está fuera de discusión. Es mucho más fácil criticar y sabotear desde el desconocimiento a los demás. Si eso no es una estrategia ganadora, no sé qué lo es.

Digamos que la mediocridad es, sobre todo, un refugio seguro. La mediocridad ofrece una zona de confort que es difícil abandonar. Es un lugar donde las expectativas son bajas y el esfuerzo es mínimo. Para muchos, ver a alguien romper ese molde es una amenaza directa a su cómoda existencia. Es como si alguien trajera luz a una cueva oscura: duelen los ojos y hace que todos se den cuenta de cuánto han estado conformándose con menos. Es la caverna de Platón, pero no con personas que ven las sombras deformadas porque están en una cueva sino con personas que ven las sombras deformadas por voluntad propia ya que el sol que les muestra la realidad de las figuras les asusta y genera pavor.

"Ah, la famosa caverna de Platón. Imaginen que yo, Procusto, soy el guardián de esta cueva. En la caverna, los prisioneros están encadenados de manera que solo pueden ver las sombras proyectadas en la pared, ignorantes de la verdadera realidad detrás de ellos. A mí me encanta esta situación.

Si alguno de esos prisioneros se atreve a liberarse y descubrir la luz del exterior, yo lo espero en la entrada, listo para ajustarlo a mi lecho. Si es demasiado alto, cortaré sus aspiraciones. Si es demasiado bajo, estiraré sus ambiciones hasta que encajen perfectamente en la mediocridad que yo, y solo yo, considero aceptable. Así, mantengo la armonía de la caverna, asegurándome de que nadie se eleve por encima de su asignada sombra, porque, después de todo, ¿quién necesita la verdad cuando las sombras son tan cómodas y uniformes?

Por cierto, sí, la mediocridad es una zona de confort, de hecho, es una zona de confort con muchas estancias y a todo lujo, como podemos ver en la próxima descripción:

Bienvenidos a la Zona de Confort del Mediocre: ¡El Lugar Donde Nada Cambia y Todo Permanece Cómodamente Aburrido!

  • Sala de Estar del Estancamiento: Aquí, el sofá es tan cómodo que te envuelve como una madre sobreprotectora. Las paredes están decoradas con diplomas de "Esfuerzo Mínimo" y "Participación Básica". Nadie se levanta del sofá a menos que sea absolutamente necesario, y los libros en la mesa de café tienen polvo suficiente como para cultivar un pequeño jardín.

  • Cocina de las Excusas: En esta cocina, se sirven platos calientes de "Lo Intenté" y "Mañana Empiezo". El menú del día incluye:
    "Sopa de Estoy Bien Así"
    "Ensalada de Alguien Más Lo Hará"
    "Pastel de No Estoy Preparado"
    El chef principal, el Señor Mediocre, nunca cambia la receta porque, bueno, ¡siempre ha sido así!

  • Oficina del Mantenimiento del Status Quo: En la oficina, los papeles se amontonan con ideas que alguna vez fueron geniales pero que se dejaron enfriar hasta volverse irrelevantes. La misión principal aquí es evitar cualquier tarea que implique salir de la norma. Los correos electrónicos de oportunidades son marcados como "Leer Más Tarde (Nunca)".

  • Sala de Juegos de las Justificaciones: Aquí, los juegos favoritos son "Culpemos a Otros", "La Vida es Injusta" y "Podría Haberlo Hecho Mejor". Cada victoria se celebra con una gran cantidad de autojustificación y cero responsabilidades personales.

  • Dormitorio de los Sueños Postergados: En el dormitorio, los sueños se guardan en cajas etiquetadas como "Algún Día" y "Quizás Después". Las alarmas nunca suenan temprano porque "cinco minutos más" es el lema del mediocre. Las camas son tan blandas que cualquier intento de levantarse temprano se convierte en un fracaso cómodo y predecible.

¡Así que siéntete libre de visitar la Zona de Confort del Mediocre! Pero cuidado, una vez que entras, es difícil salir, porque aquí, la monotonía es el rey y el esfuerzo es el villano.

Recuerda, aunque la mediocridad puede ser un lugar cálido y seguro, nunca te llevará a ningún lugar emocionante. ¡Sal de ahí y explora el mundo fuera de la zona de confort!

Redacta informes con sus rimas,
envía sonetos por el fax
que recita muy formal
a todos los demás.
Hemorragia en la impresora,
brotan versos sin parar
en folios que se enamoran
del que viene detrás.4

Paranoia: el toque de gracia

Y no podemos olvidar la paranoia. Esa maravillosa capacidad de ver amenazas en cada rincón. Para los paranoicos, el éxito de los demás no es solo molesto, es una conspiración en su contra. La idea de que alguien podría ser simplemente bueno en algo les resulta tan absurda como un unicornio tocando la flauta. Así que, en lugar de celebrar los logros ajenos, se dedican a destruirlos. Porque, ¿por qué no? Si todos son una amenaza, mejor eliminar la competencia antes de que te coman vivo. Una lógica impecable, digna de una película de espías de serie B protagonizada por seres humanos de clase B.

La paranoia puede llevar a conductas extremas y, a menudo, irracionales. La constante sospecha y el miedo a ser superado pueden hacer que una persona tome medidas drásticas para socavar a aquellos que consideran una amenaza. Desde sabotajes pequeños y sutiles hasta campañas de difamación abiertas, los paranoicos no se detendrán ante nada para proteger su frágil sentido de seguridad.

Es muy común en ambientes laborales que sen este tipo de paranoias. Aunque en realidad, lo que existe, son personas paranoicas, un día vislumbre algo parecido a una llamada oficina de la paranoia:

Bienvenidos a la Oficina de la Paranoia: ¡Donde Cada Movimiento es Sospechoso y Cada Mirada Tiene un Significado Oculto!

Cada oficina tiene a ese compañero que cree ser un detective privado. Vamos a llamarlo “Sherlock Sillón”. Sherlock está convencido de que cada conversación en los pasillos es una conspiración en su contra. ¿Dos colegas riéndose en la esquina? Definitivamente están complotando para robarle su túper del almuerzo.

Nuestra querida agente "Agente Café-secreta" se pasa más tiempo cerca de la máquina de café que en su escritorio. Ella tiene un oído muy afinado y está segura de que la elección entre café con leche y café solo revela secretos profundos sobre los proyectos de la empresa. Un café descafeinado es, por supuesto, una señal de que alguien planea renunciar.

Luego tenemos a "Capitán Bandeja de Entrada". Este personaje analiza cada correo electrónico con la intensidad de un criptógrafo de la Segunda Guerra Mundial. Si un email dice "Hola a todos," Capitán Bandeja de Entrada piensa: "¿Por qué 'todos'? ¿Acaso no se atrevió a saludarme personalmente? ¡Seguro hay algo turbio aquí!

El "Inspector Papel Jam" está convencido de que los atascos de la impresora son sabotajes personales. Cada vez que la impresora falla, se pone a investigar quién usó la máquina antes que él. "Apuesto a que fue Facundo, siempre me está saboteando…"

Agente Ascenso X" siempre está en alerta máxima. Cree que cualquier cambio en la dirección de la empresa es un complot para impedir su ascenso. "¿Un nuevo jefe? Seguro que ha venido para quedarse con mi puesto. ¿Por qué han cambiado el color de la sala de reuniones? ¡Claramente es para distraerme!

Finalmente, tenemos al "Vigilante del Escritorio". Este individuo tiene un radar para detectar cualquier mínima alteración en su territorio. Un bolígrafo movido dos centímetros hacia la izquierda significa que alguien estuvo hurgando en sus cosas. ¿Un post-it que no reconoce? Sin duda, una nota secreta de alguien que planea usar su grapadora sin permiso.

¡Así que, bienvenidos a la Oficina de la Paranoia! Donde cada gesto es una pista y cada susurro, una trama. Recuerda, aunque la paranoia puede ser entretenida, no dejes que te absorba. ¡A veces, un café es solo un café y un email solo dice "Hola a todos: porque en realidad es para todos!”

El Síndrome de Procusto no solo se manifiesta en la crítica y el sabotaje, sino también en una necesidad obsesiva de hacer tangible que se está trabajando, que se está ocupado, que uno es un esforzado comprometido, etcétera, aunque ese trabajo no aporte valor. Para aquellos que sufren de este síndrome, la cantidad de trabajo visible es más importante que la calidad del mismo. Necesitan demostrar constantemente su ocupación y relevancia de la manera más tangible o cuantificable posible, y lo hacen de las maneras más inútiles e irritantes posibles.

Una persona con el Síndrome de Procusto se asegura de estar siempre ocupada enviando comunicaciones de cualquier tipo para hacerse visible, para hacerse sentir, aunque el 90% de ellos no aporten nada útil. ¿Por qué ser eficiente cuando se puede ser irritantemente prolífico? Además, les gusta, por ejemplo, tener muchas reuniones e ir a todas porque nada dice "soy importante" como arrastrar a todos a una sala -física o virtual- para discutir trivialidades. Estas reuniones suelen ser una mezcla de preguntas absurdas, comentarios redundantes, afirmaciones crispantes o afrentas categóricas, diseñado para que todos recuerden su presencia sin aportar realmente nada de valor.

Estos individuos también necesitan que se cuente con ellos para todo. Quieren estar en todos los proyectos, en todas las decisiones, y asegurarse de que nadie se olvide de su "importante" contribución. Si no se les reconoce, incluso, mejor, si no están (con estar, a veces, les vale). si no se valora su constante esfuerzo por estar en todas partes, se enfadan. Y no es un enfado cualquiera, es un enfado dramático, digno de un premio a la mejor actuación o de unas pastillitas de colores de las buenas.

Después de enfadarse, el individuo con Síndrome de Procusto verá una conspiración en su contra. Porque, claro, la única razón posible por la que no se le valora como cree merecer es que hay un complot para derribarlo. Es aquí donde su paranoia entra en pleno apogeo. Todos están en su contra, desde el jefe hasta el becario que apenas conoce su nombre. Este tipo de pensamiento no solo es autodestructivo, sino que también crea un ambiente de trabajo insostenible y tóxico para todos los demás.

Yo soy tu sombra,
donde tu vas, yo voy detrás.
Te seguiré de día y de noche,
debajo del coche, detrás de tu avión.
Yo seré tu sombra haya o no haya sol,
si tu vas a Hong-Kong, yo me iré a Hong-Kong.
Dirás que soy un plasta y tendrás razón.
Tan sólo quiero estar detrás de ti.
Detrás de ti.5

El impacto de Procusto

¿Y qué resultados obtenemos de todo este recorte de alas y nivelación hacia abajo? Un ambiente tan tóxico que hasta las plantas de oficina se marchitan más rápido. En el trabajo, los empleados talentosos se desmotivan, la productividad se desploma y, si tienes suerte, tal vez ganes el premio a la empresa más disfuncional del año. Las reuniones se convierten en campos de batalla donde el objetivo principal es quién puede hacer sentir peor a quién. ¿No es maravilloso?

Cuando el Síndrome de Procusto se infiltra en una organización, el efecto es devastador. Las ideas innovadoras son sofocadas antes de que tengan la oportunidad de florecer, y los empleados se convierten en sombras de lo que podrían ser. En lugar de un equipo cohesionado trabajando hacia un objetivo común, se obtiene un grupo de individuos cada uno cuidando su espalda y desconfiando de los demás. La cultura de colaboración se convierte en una cultura de competencia destructiva.

Para cambiar verdaderamente la dinámica de Procusto, es necesario un esfuerzo concertado y sostenido. Las organizaciones deben implementar políticas que fomenten el reconocimiento y la celebración de los logros. Los líderes deben ser modelos de comportamiento, mostrando cómo el éxito de uno puede ser el éxito de todos. La capacitación en inteligencia emocional y habilidades de comunicación puede ayudar a las personas a manejar mejor sus inseguridades y a ver el éxito ajeno como una oportunidad de aprendizaje.

En un mundo ideal, podríamos aprender a celebrar el éxito ajeno como una fuente de inspiración, en lugar de una amenaza a nuestra existencia mediocre. Pero, mientras llegamos a ese utópico escenario, recordemos que el Síndrome de Procusto está en todas partes.

En resumen, el Síndrome de Procusto es una manifestación trágica y común de las debilidades humanas: inseguridad, mediocridad y paranoia. Superarlo requiere un esfuerzo consciente para promover una cultura de reconocimiento y apoyo mutuo. Solo así podremos cortar de raíz esta patología social y crear un entorno donde todos tengan la oportunidad de prosperar.

Para superar el Síndrome de Procusto, algunos sugieren promover una cultura de aceptación y crecimiento personal. Claro, porque es tan fácil como cambiar de marca de café. Lo que realmente necesitamos es una dosis de realidad: aceptar que todos tenemos inseguridades, que la mediocridad es un refugio cómodo y que la paranoia es solo un síntoma de la vida moderna. Pero, si realmente queremos cambiar, tal vez deberíamos empezar por reconocer los logros ajenos sin sentir que nos amenazan personalmente. ¿Suena difícil?Probablemente. ¿Vale la pena? Definitivamente. ¿Lo lograremos? Bueno, eso ya es otra historia.

Notas

1 El más sucio de todos los nombres. Marea, del álbum Los potros del tiempo. 2022.
2 Pinturera. Tijuana in blue, del álbum Sembrando el pánico. 1990.
3 Estoy enfermo. Golpes Bajos, del EP No mires a los ojos de la gente. 1983.
4 Fotocopia. Josele Santiago, del álbum Loco Encontrao. 2008.
5 Yo soy tu sombra. Los Nikis, del álbum Submarines a pleno sol. 1987.