La tremenda aceleración de los cambios globales y su interacción están acrecentando la complejidad de los problemas y su solución, poniendo en riesgo la gobernabilidad democrática. En los gobiernos predomina una actitud reactiva, y en las democracias es inevitable la disputa por ganar la próxima elección y ocuparse de las necesidades inmediatas que afectan a las familias. La capacidad de gobernar se torna crecientemente difícil debido a la lógica cortoplacista. Los países que no tienen mirada de futuro ni vocación de colaboración caen en el conflicto menor, en la disputa estéril, que limita la posibilidad de construir un futuro mejor y alcanzar un mayor bienestar para la mayoría.
Cuando los países no poseen capacidad de avizorar los cambios mundiales ni de entender como impactan en la vida nacional se puede perder el rumbo y tomar decisiones equivocadas. La gestión cotidiana, cargada de urgencias, limita la capacidad de los gobiernos de anticipar y deliberar sobre escenarios alternativos de largo plazo. Los programas de gobierno propuestos a la ciudadanía son sobrepasados a corto andar por hechos no previstos ni anticipados. Los nuevos desafíos mundiales deben integrarse a los planes nacionales. Un Estado nacional no es capaz de gestionar solo, aisladamente, el efecto de los fenómenos globales en la vida interna del país. Se necesitan alianzas y grandes acuerdos.
Es indispensable incrementar, por tanto, la capacidad nacional de detectar los fenómenos nuevos, estudiar su desenvolvimiento, realizar consultas y diálogos para conocer la percepción ciudadana, y luego concordar prioridades estratégicas. El Estado debe poseer una capacidad propia de pensar a largo plazo de manera permanente, y trascender los periodos de gobierno de cuatro años. La velocidad digital y tecnológica, los cambios en biotecnología, climáticos, en salud, sociales, económicos, cibernéticos, geopolíticos, y también los cambios culturales, de comportamiento de las distintas generaciones repercuten considerablemente en la gobernabilidad de los cambios deseados. Es esencial introducir dentro del gobierno una mayor capacidad prospectiva y balancear mirada corta con mirada larga. Para ello es necesario adecuar las instituciones para cumplir esas nuevas tareas.
La prospectiva, la estrategia y la gobernanza anticipatoria
Los métodos de planificación que empleábamos antaño se han tornado obsoletos. Antes el mundo era más predecible, las tendencias se desplegaban lentamente y se preparaban planes quinquenales que guiaban la acción por periodos prolongados, no se necesitaba una continua revisión, tampoco preocupaba lo que pasaba allende las fronteras.
Se han desarrollado métodos y prácticas nuevas que elevan el potencial de buen gobierno. Una de ellas es la prospectiva estratégica. ¿Qué es la Prospectiva (Foresight)? Es un proceso sistemático, participativo, de recopilación de información de inteligencia para una visión de largo plazo, destinada a mejorar decisiones en el presente y realizar acciones conjuntas. Nos invita a considerar el futuro como algo que podemos crear o moldear, en vez de algo ya definido. Estudios analíticos de futuros posibles, desconectados de acciones posibles, no se consideran Prospectiva. Por lo tanto, las actividades de prospectiva solo deben emprenderse si es realmente posible plasmar el futuro ejecutando tareas con un propósito compartido.
El método de proyecciones lineales ha dado paso a una exploración de distintos escenarios posibles, donde convergen especialistas en distintas áreas que analizan los principales tendencias mundiales, los “game changers” o factores de cambio, los “drivers” o fuerzas que impulsan transformaciones y, lo más importante, que intentan descifrar de qué forma interactúan los procesos, por ejemplo los riesgos de la articulación entre inteligencia artificial y biotecnología en el desarrollo de cambios genéticos, los progresos en medicinas y los riesgos como creación de patógenos letales.
La idea de gobernanza anticipatoria se ha extendido y sintetiza la prospectiva y la estrategia. Gobernanza Anticipatoria (Anticipatory Governance) se refiere a la inserción y aplicación de la Prospectiva Estratégica en toda la arquitectura de gobierno, incluyendo análisis de políticas, focalización, decisiones, instituciones, legislación, prácticas, redes para promover una cultura de futuro en las estructuras del Estado. Se trata de un ejercicio que promueve debates nacionales que faciliten los entendimientos. Se favorece una interacción política entre Ejecutivo y Parlamento, una coordinación con regiones y con el sector privado, que perduren en el tiempo y den estabilidad.
De las experiencias internacionales
Ante la vertiginosidad de las innovaciones tecnológicas los países desarrollados han continuado fortaleciendo sus análisis de posibles escenarios futuros para discernir mejor las oportunidades y riesgos. Los casos de mayor interés que hemos estudiado para diseñar una nueva institucionalidad pública son los de la Unión Europea, Finlandia, Singapur, Francia, España, Canadá y EE. UU. Todos ellos reúnen información, preparan estudios y propuestas a plazo largo, como 2040 o 2050. Todos se proponen mejorar la coordinación interna del gobierno, y operar en red con los demás equipos e instituciones. Van configurando un sistema, constituido por las distintas organizaciones especializadas que se interconectan entre sí para actuar con eficacia.
Eso organismos y equipos entregan informes periódicos a los actores públicos y privados y colaboran a elaborar una visión de conjunto. Entre los informes más recientes destacan Europa 2040, Francia 2030, España 2050, que alimentan la reflexión colectiva y los programas de partidos, candidatos y gobiernos.
La ola que viene
Los fenómenos mundiales deben estar claramente presentes en nuestro análisis del futuro. A lo menos, cuatro grandes desafíos obligan a anticipar lo que viene: la desigualdad, la digitalización, el cambio climático y la gobernabilidad democrática. La interacción entre ellos requiere adoptar un enfoque integral, que articule los procesos tecnológico-productivos con los fenómenos sociales, jurídicos y éticos.
En el tema de la desigualdad, la Agenda 2030 ha sido una guía para la inclusión social y la convivencia nacional y mundial. Chile debe cumplir su compromiso. En el campo digital y de la Inteligencia Artificial podemos intensificar programas en la dirección trazada por las Naciones Unidas, que contempla el llamado “Global Digital Compact”. En materia de cambio climático podemos generar habilidades siguiendo el ejemplo de la Unión Europea que ha concordado el “Green Deal”, un acuerdo de vanguardia. La CEPAL, a su vez, está ampliando la capacidad prospectiva latinoamericana y promueve la instalación de grupos de futuro en los Parlamentos de la región. Un evento global de primera importancia es la primera Cumbre del Futuro de las Naciones Unidas, en 2024, y la firma del Pacto de Futuro por los países integrantes de esa institución. Debe ser una referencia para guiar a los gobiernos.
La experiencia chilena: avances y desafíos futuros
En Chile los primeros intentos de planificación asomaron en CORFO en la década de los años 50, luego siguió ODEPLAN (1967-90) y MIDEPLAN (1990-2011). En 2011 se cerró ese ministerio y alguna de sus facultades se trasladaron al ministerio de Desarrollo Social, para evaluar proyectos. Posteriormente se constituyó la Comisión Nacional de Innovación para el Desarrollo, CNID (2005), y finalmente el Consejo de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, CCTCI, incluido en la ley que creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (2019). Algunos ministerios han creado equipos para estudiar programas de largo plazo o reformas mayores, lo mismo en empresas o asociaciones privadas, universitarios.
Ejemplos de éxito de aplicación de estrategias de largo plazo se han verificado en relaciones exteriores, con los sucesivos acuerdos de libre comercio con los países del mundo; en programas de largo plazo en obras públicas y en energía. También se han elaborado numerosos estudios con estrategias de largo plazo en minería, forestal, cibernética, recursos hídricos, transporte, futuro del trabajo, formación técnica, entre otros, por organismos públicos y privados. En algunos casos ellos han motivado acciones efectivas, en otras han sido esporádicos y sin continuidad. En la sociedad civil también han nacido grupos como el Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia creado en 2014, que edita una revista sobre los cambios de largo plazo a nivel mundial y nacional y reúne y organiza conversatorios. Sus integrantes han jugado un papel central en la preparación de un proyecto de ley para crear una nueva institucionalidad, tarea impulsada y coordinada por la Comisión de Futuro del Senado.
Aun con estos logros, Chile está atrasado, las iniciativas se dispersan y carecen de suficiente coordinación interinstitucional para gestar un proyecto nacional compartido.
Qué hacer en Chile
Nuestro país debe dar pasos innovadores para mejorar su capacidad de gobernar. Una de las creaciones más relevantes ha sido la Comisión de Futuro del Senado que organiza anualmente los Congresos de Futuro, reconocidos a nivel mundial y abierto a la juventud. Otra iniciativa ha sido elaborar un proyecto de ley para crear una instancia en el Estado encargada de prospectiva y estrategia, que proponga prioridades que conciten acuerdos amplios, y que se extiendan durante varios gobiernos. Esa iniciativa se encargó a una comisión que realizó 25 sesiones, reunió a numerosos expertos nacionales e internacionales, y culminó con la participación de los cuatro presidentes de la República vivos en ese momento, para recoger sus ideas sobre como diseñar una institución que sirva a la presidencia para orientar al gobierno. Los criterios y propuestas dieron lugar a la publicación del libro Gobernanza Anticipatoria, disponible digitalmente.
EL proyecto de ley elaborado fue acogido por el gobierno, realizó algunas modificaciones y lo envió a tramitación al Congreso; ya se inició su discusión en particular en el Senado. Su aprobación ayudará a impulsar planes ambiciosos compartidos por la ciudadanía y sus regiones.
Construir una estrategia compartida, de largo plazo
Chile se encuentra ante una oportunidad única para entrar a una nueva etapa de desarrollo tecnológico y de bienestar, con inclusión social y sustentabilidad ambiental. Contamos con recursos naturales y humanos, y capacidades nacionales que no existían hace una década. Es imperiosa la descarbonización del planeta y ella exige de recursos que Chile posee y son la palanca para un nuevo salto: el cobre para la electrificación del planeta, el litio para la acumulación de energía, y la energía renovable, especialmente solar. Estas capacidades generan nuevos espacios de expansión, empleo, investigación que, bien aprovechados, pueden transformar el futuro. Abrirán camino a actividades fundamentales como la producción de hidrógeno verde, la desalación de agua de mar, la instalación de centros de datos, que necesitan agua para enfriar y energía verde, y fortalecerán la infraestructura digital. Requerirán una infraestructura de calidad y son la base para emprender nuevas actividades industriales y de servicios.
En el campo de la energía, de la infraestructura, de la agricultura y la acuicultura, de la producción forestal, de la astronomía por cielos limpios, nuestro país puede adquirir un nivel tecnológico superior en investigación e innovación, sintonizado con la mayor demanda mundial de alimentos y de productos madereros, menos contaminantes para la construcción. Esta etapa obliga a ejecutar un plan ambicioso de formación de gente capaz de llevar a cabo las nuevas faenas. Es una mirada de futuro que debe ayudarnos a preparar las capacidades nacionales en consonancia con los grandes cambios mundiales que se avecinan.
En nuestro país se ha puesto en marcha otra valiosa iniciativa encabezada por la Fundación Encuentro del Futuro y la Comisión de Futuro el Senado, junto a todas las universidades chilenas encabezadas por el Consejo de Rectores. Se trata de una reflexión de largo alcance para estudiar y convenir los objetivos prioritarios de Chile y las formas de alcanzarlos. Esas ideas serian valiosas para iluminar los debates que acompañaran las campañas presidenciales de 2005 y la preparación de programas de los próximos gobiernos.
El futuro y la democracia
Los efectos no solo inciden sobre nuestro desarrollo productivo y bienestar económico-social; tienen un impacto de envergadura sobre la democracia. Uno de los grandes debates mundiales es si la democracia es capaz de resolver estos enormes desafíos que se vienen sobre el presente, con libertad, equidad y visión de largo plazo. Hay quienes sostienen que las instituciones democráticas no son capaces de superar esos desafíos, que se fragmentan y miran solo el corto plazo, que con nuevas guerras y una pugna mayor entre China y Estados Unidos la incertidumbre aumentará. Y, por ende, afirman que los sistemas autoritarios son más eficaces para encarar la inseguridad que inquieta a la humanidad. Los desafíos de futuro ampliarán las amenazas a la democracia y la tarea es renovar instituciones que fortalezcan el diálogo, la inclusión y la unidad para alejar los riesgos que acechan. Las democracias requieren de un proyecto de futuro compartido que sume fuerzas sociales y creatividad en torno a una empresa común.
Chile debe de crear esos espacios institucionales para facilitar acuerdos políticos y sociales de futuro. Avanzar en ese terreno asentará la democracia, mejorará la capacidad de gobernar y la calidad de vida. A esa misión puede contribuir la prospectiva, la estrategia, la gobernanza anticipatoria para constituir un sentido de comunidad en torno a un proyecto común, en democracia. La democracia necesita futuro.