Un político puede estar aislado dentro de una multitud que lo aplaude y vitorea; de hecho, es más común de lo que crees; ese es el caso del déspota, demagogo y troglodita político o, como yo lo llamo, el DDT político.

La psicología del déspota político se nutre de un deseo ilimitado de poder; busca la obediencia ciega de todos los miembros de su gabinete y que estos respondan a sus mezquinos propósitos e intereses; por eso solo se rodea de personas serviles e incondicionales. Al gobernante solo le importan sus deseos, su grandeza y acumular el mayor estatus posible, para preservar el liderazgo absoluto entre su “pueblo”. Lo puse “entre comillas” porque para preservar el liderazgo absoluto, el déspota político no dudará en utilizar la violencia, principalmente la verbal, a través del discurso demagógico, propagandístico y cargado de retórica, insultos, amenazas e incitación contra el pueblo (ahora sin comillas) que lo contraría.

El DDT político no dudará en cambiar de posición y llamar a ese “pueblo”: insurgentes, revolucionarios o cualquier otro ítem parecido. Y si eso no funciona, la violencia física y la represión, mostrando su verdadera cara de troglodita político.

El despotismo ilustrado o “despotismo benevolente” ilustra muy bien ese concepto de “pueblo” que tienen los gobernantes déspotas políticos, a través de la frase “Tout pour le peuple, rien par le peuple”, que se traduce literalmente como “Todo para el pueblo, nada por el pueblo’, pero suele citarse en español como “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Otra, sin duda muy recordada, que se le atribuye a María Antonieta, pero de la cual no existen pruebas fehacientes que confirmen que la haya dicho: “Qu'ils mangent de la brioche” (“si no tienen pan, que coman bollos”), comúnmente aunque mal traducida como “que coman pasteles”: frase que refleja la ignorancia e indiferencia del gobierno déspota hacia su pueblo, así como el escaso conocimiento de la situación real que vive el país y, valga la redundancia, de los que viven en él, producto de creer que “pueblo” son los que le rodean y alaban.

Y es que, en ese sentido, el gobernante déspota, el gobierno déspota, ignora, omite y no le da la más mínima importancia al “poder del pueblo”, el poder popular: ese concepto popular, que implica el ejercicio efectivo por parte del pueblo de los distintos aspectos relacionados al acontecer del país, incluido el político. De ahí que, como fue el caso de la Revolución francesa y muchos otros casos similares, cuando el pueblo se revela, hace ver su poder y manifiesta su insatisfacción con el gobierno déspota, pero sobre todo con el gobernante déspota y lo derroca, este no solo caerá del poder, verá de primera mano que, en realidad, estaba solo en el poder, que sus amigos no eran sus amigos; que sus seguidores no lo seguían a él, sino a sus ideas populistas.

El gobernante déspota derrocado debiera darse cuenta de que sus ideas populistas no eran más que eso: populismo puro y barato, demagogia y retórica política, una simple forma de engañar al pueblo y hacerle creer su verdad; que su verdad no era tal, sino una falacia. Eso, por no decir una mentira.

Ese DDT político derrocado debiera ver que la mentira y el engaño eran él, no quienes lo contradecían y querían hacerle ver la realidad; que su “pueblo” no eran más que sus lacayos servidores; que sus lacayos, al igual que él, no vivían más que por sus mezquinos intereses personales; que el verdadero pueblo era el que él siempre ignoró y despreció; que tener el poder no significa tener la razón; que la razón es la que dicta la realidad, no la idolatría; que aunque la mayoría haya creído su engaño, el engaño siempre seguirá siendo engaño; y por ende, y como lo ha demostrado la historia una y otra vez, al revelarse el engaño, al descubrirse el engaño, el mentiroso y la mentira quedan a la vista de todos. Que, como es de esperar, ya no le creerán, ya no lo seguirán, ya no confiarán en él. Se encontrará solo y aislado, aunque esté rodeado de una multitud que, obviamente, ya no lo aplaudirá, ni lo alabará.

Por eso, recuerda: “Cuidado con quien pisas al subir porque (quizás) te lo encontrarás al bajar”.