La paz y el futuro de la humanidad dependen principalmente de tres países que dominan el tablero mundial: Estados Unidos, China y Rusia. Ninguno de los desafíos del presente y del futuro pueden ser resueltos sin el acuerdo de estos actores, como se ha demostrado en las actuales crisis en Ucrania o en Gaza, donde la guerra en el primer país dura ya un año y medio mientras que en Palestina ha superado los 300 días. Las posiciones discrepantes que mantienen estas potencias hacen que cada día aumente el número de muertes que suman miles de miles y que no se vislumbre por ahora una solución a estos conflictos. Naciones Unidas, organismo creado para evitar las guerras, fomentar la paz y la cooperación entre las naciones, ha demostrado su total incapacidad de resolver estas crisis por las limitaciones que le impone el principal órgano -Consejo de Seguridad- que concentra el poder real y donde, de nuevo, son las mismas tres potencias las que lo controlan.

Recordemos que tanto el Reino Unido como Francia, también miembros del Consejo de Seguridad, son socios de la alianza militar OTAN, la cual siempre ha sido dirigida desde Washington. Asimismo, es efectivo que países como la India o los que conforman la Unión Europea, juegan un rol relevante en el escenario mundial. India, con poder nuclear y poblacional, ha demostrado no estar dispuesta a alinearse con alguno de estos tres países y año a año ha incrementado su poder económico y militar manteniendo su independencia. En cambio, la UE, con todas sus tremendas capacidades para ser una potencia independiente, se ha alineado en los últimos años firmemente con los intereses de Estados Unidos.

La República Popular China y Rusia mantienen sistemas políticos centralizados con partido único, donde la política exterior es de cierta manera predecible. En el caso de Estados Unidos, con un sistema democrático al que suma su papel de potencia global, últimamente se han perfilado cambios sustanciales entre los partidos demócrata y republicano respecto a la visión del escenario internacional. Desde 1900 a la fecha, ambos partidos son los únicos que han gobernado ese país, con 12 jefes de estado republicanos y 9 demócratas. Pero la próxima elección presidencial del 5 de noviembre entre la actual vicepresidenta Kamala Harris y el magnate Donald Trump, puede ofrecer alternativas marcadamente diferentes con relación a los desafíos actuales que enfrentan Estados Unidos y la humanidad.

Un eventual triunfo demócrata significará probablemente el respaldo a la política impulsada por el presidente Biden en relación con Rusia, es decir, mantener el soporte material y político a la guerra en Ucrania, la exigencia del retiro de las tropas rusas desde territorio ucraniano incluyendo Crimea, así como el firme apoyo al ingreso de Kiev a la OTAN y el fortalecimiento de esta alianza haciendo lo posible por extenderla al Asia Pacífico. Con relación a China continuará la política de contención a la creciente expansión económica global de este país sobre todo en áreas de alta tecnología y el fortalecimiento de las relaciones políticas y militares en Asia Pacífico con países que rivalizan con China por temas territoriales.

La duda es qué ocurriría si vence el partido republicano. Si recordamos las palabras del expresidente Donald Trump, un día después, de la invasión de Ucrania del 24 de febrero de 2024, señaló que había sido el “acto de un genio”. Después declaró en una entrevista en The Clay Travis & Buck Sexton Show, citado por CNN, que declarar independiente a una parte del territorio ucraniano había sido “maravilloso”, agregando que era “la fuerza de paz más fuerte que había visto. Aquí hay un tipo que es muy inteligente. Lo conozco muy bien. Muy, muy bien”. La nota recuerda que el exmandatario señaló que “la gente de Crimea, por lo que he oído, preferiría estar con Rusia que donde estaban”, legitimando así, de hecho, lo obrado por Moscú en 2014.

De ahí el temor que existe entre los países de la Unión Europea ante un eventual triunfo del candidato republicano, quien ha sido claro en los mensajes que ha entregado respecto a su visión del papel de Estados Unidos en el mundo y garante de la seguridad de Europa. Todo tiene un precio, ha señalado Trump, por lo que los presupuestos de defensa europeos no solo deberán incrementarse sino destinar buena parte a la compra de armas estadounidenses. También se ha jactado el exmandatario que, durante los cuatro años de su presidencia, Estados Unidos no estuvo envuelto en ninguna guerra.

Al parecer, para Trump la amenaza a los intereses estadounidenses no proviene de Rusia sino de China. Por ello, de convertirse en presidente, acentuará la presión para cerrar espacios de comercio e inversión a Beijín, sobre todo en áreas de alta tecnología, como lo hizo durante sus años como presidente. En el caso de América Latina buscará que los países limiten su presencia en áreas consideradas estratégicas como son las comunicaciones, y recursos minerales de alta demanda. Para Rusia y su presidente, Vladimir Putin, parece no haber duda de que una victoria de los republicanos sería el escenario más favorable a sus intereses.

Evitar la expansión de la OTAN hacia sus fronteras, legitimar las anexiones de Crimea y las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, así como el levantamiento progresivo de las sanciones económicas, es lo que seguramente espera Putin. Es un misterio saber cuál de los candidatos, si la demócrata o el republicano, es el preferido de los chinos.

Su visión del interés nacional, así como su noción del tiempo, va mucho más allá de lo que podamos percibir y lo han demostrado muchas veces. Tienen plena conciencia del desarrollo y fuerza que han alcanzado en todos los planos y que están seguros aumentará. Saben que los plazos se cumplen y que se debe respetar lo acordado. Así recuperaron Macao de los portugueses, en 1999, después de cerca de 400 años de colonialismo. Lo mismo ocurrió con Hong Kong, devuelta por los británicos a China, luego de 156 años de ocupación. ¿Qué pasará con Taiwán o con las reclamaciones de las decenas de pequeñas islas en el Mar del sur de China, en el archipiélago de las Spratly o Paracel, que China disputa con Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunéi? ¿Se solucionarán los conflictos territoriales por medio de la negociación o por la fuerza?

Los temas de política exterior no son los que decidirán el voto de los electores estadounidenses, sino el estado de la economía, el precio del galón de gasolina, la inflación, el empleo y el pago de impuestos, principalmente. Difícil saber cuál será la participación electoral en un país de más de 300 millones de personas y donde en promedio vota el 60%. La elección será decidida por la población de las zonas profundas de los Estados Unidos, donde se estima que solo un 30% ha sacado pasaporte, a diferencia de los habitantes de las grandes metrópolis.

El resto del mundo sí estará pendiente de saber los lineamientos de los candidatos en política exterior: cómo afrontarán las guerras en curso o los desafíos para la supervivencia del planeta. No olvidemos que Trump ha sido un negacionista del cambio climático y que rechazó en 2018 el informe entregado por 300 científicos de las propias agencias especializadas estadounidenses, sobre los devastadores efectos que tendrá en la economía, salud y medio ambiente. Por ello los debates públicos que deberán tener lugar en los próximos meses darán luces respecto a los temas más importantes de la agenda global y los desafíos que enfrentará quien encabece el próximo gobierno de la primera potencia del mundo.