En el esquema político del siglo XIX y el siglo XX, antes de la desintegración de la Unión Soviética y de la desaparición de los países socialistas, de las llamadas democracias populares de Europa, la dialéctica de la confrontación política era socialismo versus capitalismo. La lucha estaba dirigía a ver cuál sistema político resolvía mejor los problemas fundamentales de la gente, de los pueblos, sus necesidades económicas, culturales y también políticas.

Los países socialistas se estructuraron bajo férreas estructuras políticas de poder, generalmente bajo la supremacía de partidos únicos gobernantes, o de alianzas estratégicas y políticas, de otras fuerzas, bajo la conducción de los partidos gobernantes, de carácter comunista; partidos que se hacían llamar representantes de la clase obrera o trabajadoras.

La confrontación socialismo-capitalismo llevó también a la teoría política de la lucha de clases, de la clase burguesa enfrentada al proletariado, la clase trabajadora, derivado este esquema del análisis de Carlos Marx y Federico Engels, en el Manifiesto Comunista de 1848, así como de la creación, en 1864, de la Primera Asociación Internacional de Trabajadores, o la I Internacional, como fue conocida, fundada por Marx como una respuesta a las alianzas internacionales que tenían los sectores capitalistas en sus procesos productivos. Luego siguió, con igual espíritu, la II Internacional, que llegó hasta los inicios de la Primera Guerra Mundial y, con el surgimiento de la Revolución Rusa, la III Internacional, en el nuevo esquema mundial, del triunfo del proletariado en Rusia, para estimular el surgimiento de partidos comunistas y fortalecer las luchas internacionales de la clase obrera por el poder.

El desarrollo del movimiento obrero en el siglo XIX y sus luchas contribuyeron a darle ese carácter de clase a las luchas políticas de aquellos años. No casualmente los partidos socialdemócratas que empezaron a surgir se denominaron partidos obreros socialdemócratas, frente a las corrientes políticas liberales. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX la ruptura en el Partido Obrero Social Demócrata de Rusia condujo al surgimiento de los partidos comunistas, ya dirigidos bajo las enseñanzas de Lenin. Así empezó a desarrollarse el Partido de los Bolcheviques, la mayoría que se identificó con Lenin.

También, a finales del siglo XIX al calor de la Encíclica Rerum Novarum, cuando la Iglesia Católica, trata de dar una respuesta para identificarse con las masas trabajadoras y sus luchas obreras más importantes, que giraba alrededor de la organización sindical, el derecho de huelga, el justo salario y la rebaja de la jornada de trabajo a ocho horas, hace brotar las corrientes socialcristianas que empiezan a manifestarse en la propia organización sindical y nuevos partidos políticos bajo estas banderas filosófico religiosas.

Así, el siglo XX se desarrolló con tres tendencias políticas dominantes: comunistas, socialdemócratas y socialcristianos. En el sector de los comunistas el espectro se matizó con fuerzas sociales y movimientos políticos socialistas, revolucionarios, anarquistas, comunistas. En términos generales, siguiendo la tradición de la Revolución Francesa, en sus esquemas más amplios la división descansaba entre la derecha y la izquierda política, cada una de estas divisiones con sus sectores políticos o con sus particularidades organizativas.

Todavía hoy se habla de derecha e izquierda en términos generales. Los públicos cultos, educados, con buenas formaciones educativas, de cultura general y cultura histórica y política en particular, al hablar de izquierda y derecha lo hacen sobre la base de esa tradición de respeto a las ideas políticas de los distintos sectores sociales organizados, de respeto y tolerancia a los partidos políticos que se abanderan con ellas.

La sociedad estadounidense misma usa los conceptos de derecha e izquierda en la forma más amplia que se pueden usar, donde la izquierda en esa denominación y lucha política de los Estados Unidos no responde a los esquemas marxistas leninistas, sino a las viejas identificaciones de los movimientos obreros norteamericanos, sus centrales sindicales más importantes, con alguno de los partidos dominantes, el Demócrata o el Republicano, porque a la par de ellos también existen los otros partidos de la izquierda política, el comunista y otras vertientes socialistas, así como se han desarrollado corrientes neofascistas y neonazis en los Estados Unidos.

En el mundo del siglo XX, a partir de la Revolución Rusa de 1917, de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de 1922, y del surgimiento del llamado campo socialista, a partir de 1945 en Europa, con las revoluciones socialistas en el Asia, se desarrolló una lucha política, de características muy fuertes, que fragmentó el mundo en dos, el campo socialista y el capitalista.

A partir de 1945 con el avance del socialismo en Europa se impulsó la llamada Guerra Fría, que condujo a una mayor división mundial entre esos dos campos políticos. En los países occidentales encabezados por Estados Unidos, desde el fin de la II Guerra Mundial, con el lanzamiento de las bombas atómicas en Japón, y con la década macartista de los años 50, dirigida por el senador republicano McCarthy, la lucha, de mundo dividido en dos impuso simbólicamente las llamadas Cortinas de Hierro para Europa y la de Bambú para el Asia, procurando un aislacionismo con los países socialistas o que emergían a la construcción política económica de sociedades llamadas socialistas.

Entre las consecuencias de la Primera Guerra Mundial en las décadas de 1920 y 1930 surgieron movimientos políticos, especialmente en Italia y Alemania, llamados fascistas y nacionalsocialistas o nazis, que hoy tienen importante repercusión mundial, incluso en Europa, donde como consecuencia de la derrota de Hitler y Mussolini, estas manifestaciones políticas fueron restringidas y limitadas.

Por su parte, el desarrollo capitalista se fortalecía. Las clases dominantes en las sociedades capitalistas surgían alrededor del desarrollo industrial, empresarial, bancario financiero, en las diversas actividades productivas de la industria, el comercio, la agricultura. El surgimiento de las grandes corporaciones como los trust, los carteles, los monopolios y oligopolios, simbolizaron el avance del siglo XX y de la nueva etapa capitalista, llamada imperialista, que impulsó guerras, ocupaciones territoriales y fortalecimiento de los regímenes o sistemas coloniales con el propósito de ejercer control de áreas estratégicas de materias primas, de mercados de mano de obra barata y de mercados para colocación de productos caros realizados con esa materia prima y esa mano de obra barata.

La izquierda política, encabezada por los partidos comunistas, atizaba su lucha por el poder convocando a la clase obrera al poder político, a gobernar, desplazando de esos gobiernos a los grupos burgueses y oligárquicos. La lucha de la clase obrera por el poder seguía siendo bandera de los partidos comunistas en muchas partes del mundo, incluida América Latina, donde era una consigna que perdía su propio peso por el amplio desarrollo del Estado y las diversas formas de las economías nacionales, haciendo surgir un amplio espectro de clases y sectores medios urbanos y rurales, que hoy se expresan en una multiplicidad de partidos políticos y de orientaciones electorales.

La izquierda desaparecida con la caída de los países socialistas en 1991 se ha reagrupado en organizaciones y movimientos de diversa naturaleza. Su lucha política por la toma del poder, en nombre de la clase obrera contra la burguesía, el planteamiento clásico, ha desaparecido prácticamente del escenario de las luchas políticas y de las luchas electorales. Pero, en algunos países, al menos latinoamericanos, no ha desaparecido la lucha anticomunista en sus esquemas clásicos. Es frecuente observar cómo los gobernantes atacan a la izquierda, o a sectores políticos que los cuestionan, acusándolos de comunistas, acudiendo a los sentimientos y temores infundados durante la guerra fría del avance de estas tendencias y de su peligro para la democracia tradicional, con sus libertades y derechos ciudadanos.

Con el surgimiento de los movimientos populistas estamos viendo renacer nuevos lenguajes políticos, que se expresan no solo contra los sectores populares manteniéndolos en ese esquema de la guerra fría, sino también contra los sectores que tradicionalmente han gobernado como grupos oligárquicos, independientemente de cuáles son sus agrupaciones políticas partidarias, que les han permitido ejercer el gobierno, generalmente de modo alternativo. Así, por ejemplo, en el caso costarricense, el ejercicio del gobierno, al menos desde 1948 hasta hoy, ha estado y gravitado alternando entre dos partidos o fuerzas políticas, identificadas con las corrientes políticas socialdemócratas y social cristianas. De 20 gobiernos, han ejercido el control de 17 de ellos. Los últimos tres corresponden a nuevos grupos político-partidarios, y el último de ellos, el actual, responde a un nuevo sector político económico y financiero que quiere asirse con el control total del poder.

En este sentido, se ha venido manifestando el populismo de nuevo tipo, que adquiere forma gobernante y trata de organizarse políticamente hacia el futuro en Costa Rica. Su principal arremetida, en la campaña electoral que lo llevó al gobierno, en una segunda ronda electoral en el 2022, fue el ataque del actual presidente, Rodrigo Chaves, a la corrupción nacional representada por los partidos Liberación Nacional, socialdemócrata y la Unidad Social Cristiana, socialcristiano. El segundo, fue contra sus principales líderes, algunos activos en política en ese momento. En estos dos puntos contó con la simpatía generalizada de amplios sectores de la población que venían desencantándose de esos partidos, lo que ya habían demostrado en las elecciones del 2014 y 2018, donde esos partidos fueron desplazados del gobierno.

En tercer lugar, contra los “privilegios” resultantes de las luchas sociales, en beneficios económicos y salariales de los trabajadores en general, y de los sistemas de pensiones o de jubilaciones, así como de los funcionarios con altos salarios en la administración pública, que empezó a llamar “ticos con corona” y adjetivizó denigrantemente. En cuarto lugar, atacando a los medios de comunicación social e informativos, de servir a esos grupos dominantes y de haberse aprovechado de enormes sumas de dinero, billonarias del erario público, por publicidad estatal al servicio de esos gobiernos, sus dirigentes y partidos políticos, llegando a llamar a los medios “prensa canalla” y “prensa sicaria”. En quinto lugar, haciendo un reconocimiento y valoración positiva del desarrollo democrático nacional desde 1948, para terminar, recientemente, haciendo una crítica a todo el sistema político, democrático y representativo del país.

Para el presidente, lo que se ha desarrollado desde 1948 es “una dictadura perfecta”. En nada se aleja del planteamiento de la lucha de clases tradicional que consideraba a los grupos gobernantes, grupos dictatoriales, representantes del gran capital, de la burguesía y de la oligarquía político dominante. Para el presidente Chaves, esta dictadura fue el establecimiento de grupos en el poder que tomaron por asalto todas las instituciones públicas, para doblegarlas y someterlas a su servicio e intereses. Con ese control, han nombrado todas las autoridades públicas e institucionales que les han servido, constituyéndose en una democracia de “vivazos”, señalando que la democracia real, del pueblo, no se ha dado; que él es la viva representación de esa nueva democracia real que quiere hacer vivir en cada costarricense.

Recientemente, una calificación internacional al país lo llamó como una típica economía de jaguar, haciendo un símil con los países asiáticos denominados tigres. La denominación del jaguar la ha asumido como slogan y emblema del gobierno, y a título personal se presenta como el jaguar de la República, el depredador que necesita el Estado para eliminar todas las trabas existentes que no le permiten gobernar, como él afirma. Con ello impulsa reformas importantes contra los controles públicos establecidos desde 1949 en la Constitución Política, arremete contra funcionarios públicos nombrados legislativamente desde hace 20 años de manera consecutiva en sus puestos.

En las últimas intervenciones del presidente, presentándose como ese jaguar, de manera desquiciada, casi enloquecida y perturbada, hasta se puso a gruñir o hacer ruidos como si fuera el rugido de un jaguar, enfatizando que a toda esa estructura le había llegado su jaguar, el encargado de acabar con todo eso, y de iniciar una nueva Costa Rica.

Contra su percepción, la visión internacional en el Índice de Democracia, del periódico The Economist, Costa Rica se posiciona como la mejor del continente y la número 17 del mundo.

Para el presidente Chaves fueron unos genios, unos “arrechos”, los que hicieron creer al pueblo que el país era la democracia perfecta de ellos, cuando lo era de sus grupos dominantes, y que las instituciones no estaban para servir al pueblo sino para servir a los intereses de los grandes ricos de esos partidos.

Para él, el “jaguarrrrr”, el momento de detener esos grupos ha llegado, convocando a todos los jaguares del país en su cruzada patriótica, para poder establecer la verdadera democracia del pueblo, por el pueblo, para el pueblo y con el pueblo de jaguares. El rugido como expresión, es propio de los animales, lo que es propio de los humanos enojados en situación similar es bramar, manifestar su voz con ira.

Contra este lenguaje oficial del rugido o del gruñido no hay oposición. Los afectados se sienten agredidos, acorralados, sin capacidad de respuesta. Para los demócratas, el ataque los ha dejado aturdidos. No hay voces ni debate alrededor de estos conceptos. La izquierda no tiene la bandera de la lucha antiburguesa ni antioligárquica.

Lo más peligroso es la instrumentación de este leguaje oficial, que ni siquiera la izquierda costarricense ha utilizado para enfrentar a los grupos oligárquicos nacionales, aquellos que los tuvieron en la ilegalidad por 25 años y los que le devolvieron la legalidad hace 49 años.

Lo claro es, que el animal alfa de la Casa Presidencial, el “jaguarrrr”, representa en este momento una lucha feroz contra grupos burgueses, financieros, económicos, oligárquicos tradicionales. Su lenguaje populista y de ascenso del populismo en el país, exhibe una lucha intra oligárquica, de nuevos grupos oligárquicos, de nuevos ricos, imponiéndole a los grupos tradicionales el miedo de la acción estatal contra sus intereses y sus procedimientos de acumulación de capital y de riqueza. Ya lo ha hecho contra medios de comunicación e informativos. Ha debilitado otros medios, ha fortalecido a los medios de comunicación rurales y al Sistema Nacional de Radio y Televisión Nacional.

La división social y política en el país, oficialmente hoy, es entre el “jaguarrrr”, representando a todo el pueblo por el que dice querer gobernar, contra las estructuras institucionales que han usado y controlan las viejas cúpulas oligárquicas y de corona tradicionales…

El “jaguarrr” está logrando atemorizar a toda la jungla política nacional. A no ser que le suceda lo del tigre del cuento de mi Tía Panchita, de nuestra escritora Benemérita Bacional, Carmen Lyra: “Tío Conejo y el Yurro”, donde el mentado tío Tigre, tan gallote, se había hecho gato bravo con el yurro de agua en un verano muy seco, y no dejaba a nadie más acercarse a beber. Los animales estaban que no hallaban para donde coger, hasta que tío conejo les ofreció librarlos de aquella amenaza y lo que hicieron fue burlarse y decirle que no iba a poder.

Tío Conejo le pidió prestado un gran jícaro a una viejita, le hizo un hueco a un panal de avispas y donde le empezó a chorrear la miel encima, se revolcó varias veces en un hojarascal y luego en más miel y más hojas hasta quedar irreconocible y de gran tamaño.

Así disfrazado se fue hasta el yurro aullando a través del jícaro y haciendo mucho ruido con las hojas, hasta que a tío Tigre, que estaba echando un sueñito junto a la poza, se le erizó todo el pelo donde vio aquello que con voz profunda decía:

-¡Uh! ¡oh! ¡chis! ¡chas! ¡Soy el Hojarascal del Monte! ¡Se me quiso oponer un elefante y me lo comí! ¡Pobre de quien se me oponga!

Frente a semejante amenaza, tío Tigre en un sudor, se arrodilló mansito y le dijo que solo había ido a echarse un trago de agua, a lo que el Hojarascal respondió con voz de trueno dentro de la jícara:

-¡Ajá!, ¿con que esas tenemos? ¿Con que has venido a ensuciarme mi yurro? ¡Ahorita verás!

Y ya se le iba a lanzar encima cuando tío Tigre se las pintó sin esperar segundas razones, en tanto tío Conejo se acercó al agua a saciar su sed y a lavarse toda la miel y las hojas.

Después, buscó a los demás animales y les dijo:

-Bueno, ahora sí, manada de inútiles, vayan a beber agua, ya está todo arreglado.

Es un pleito entre grupos oligárquicos, de los nuevos que quieren apropiarse de la piñata gubernamental, de los viejos grupos, sin controles de ningún tipo, usando al pueblo.