Desde comienzos del siglo 21 Rosario tuvo un gusto por lo marginal, lo ilícito. Siendo una ciudad portuaria, siempre necesitó entretenimiento para aquellos que pasan momentáneamente por estas calles. Comenzó con los prostíbulos, teniendo un prominente distrito rojo hasta su desmantelamiento en los años 30, luego una fuerte presencia del juego ilícito, teniendo su propio hipódromo e incontables sucuchos para la “timba”, como le decimos en Argentina. Trata de blancas, casinos clandestinos y ya, a partir de 1970, narcotráfico.

Rosario, la tercera ciudad más grande de la Argentina y el puerto más importante del país, se encuentra este 2024 afligida por el cúmulo de decisiones políticas y económicas de los últimos 40 años, desde precisamente 1978. Esta aflicción es la del narcotráfico, que ha llegado a niveles de violencia descomunales y comparables con los mecas de la violencia del narcotráfico en otros puntos de Latinoamérica.

En febrero comenzaron a matar civiles debido a un intento del gobernador de la provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, de parecer el presidente de Ecuador Bukele, subiendo fotos a las redes sociales amedrentando encarcelados con conexión a estas redes criminales. Como respuesta, las pandillas que aterrorizan la ciudad decidieron elevar la apuesta y atacar civiles trabajando en los sectores de mayor uso como el transporte público y las estaciones de servicio, esencialmente paralizando la ciudad.

Es una desdicha que esta ciudad con tanta belleza y bagaje cultural se encuentra perpetuamente sofocada por inoperancia política, con el municipio, la gobernación de la provincia y hasta nación, carentes de imaginación para abarcar el problema. Pero ¿cómo llegamos a esto?

Carlos del Frade, un periodista ahora político de la ciudad de Rosario, dijo al respecto:

El 24 de abril de 1978, por un acuerdo que habían establecido la dictadura de Videla en la Argentina y la dictadura de Banzer en Bolivia, llega un primer cargamento de 200 kilos de cocaína al puerto de Rosario. Fueron presentados como 200 kilos de azúcar [...] Era para liberar todo el noroeste argentino para lo que ellos llamaban ‘los cocaleros bolivianos’, a partir de ese momento, este 24 de abril se van a cumplir nada menos que 46 años de lo que ahora lo llaman los paraguayos ‘la hidrovía de la cocaína’. De los cargamentos de cientos de kilos de cocaína que van a distintos lugares del mundo quedan en Rosario los eslabones inferiores de la cadena de la comercialización del narcotráfico, que son estas 47 bandas narcopoliciales barriales que tenemos de hace por lo menos 15 años en la ciudad y que se van renovando, dividiéndose mutuamente para seguir peleándose por el territorio y el dinero que esto genera.

Dado este contexto, la ciudad se encuentra en una situación delicada. Los cimientos de esta problemática se establecieron hace ya 40 años, y la participación de la policía está desde el principio. En plena dictadura militar, por razones inciertas (de las cuales podríamos esbozar con alguna tranquilidad que probablemente haya intervención del imperio estadounidense, dado su predilección por desestabilizar la región) los poderes fácticos decidieron introducir esta industria ilícita y en el camino, atarlo incondicionalmente a las fuerzas de seguridad. Las mismas, además, como ladillas escurridizas, se introdujeron en las “barras bravas” de los equipos de fútbol de la ciudad. Por otro lado, nos encontramos también con sujetos dentro del poder financiero y político entongados con estas mafias delictivas.

Entonces, para repasar. Rosario, una ciudad con una belleza inconmensurable y una cultura vibrante y latente, tiene un tumor delictivo que atraviesa todo su cuerpo social. Se encuentra en el poder político, se encuentra en las fuerzas de seguridad, se encuentra en los clubes de fútbol y se encuentra como instituciones establecidas dentro de los mismos barrios. En respuesta a este escalamiento, el gobierno de Milei y, particularmente, la ministra de seguridad Patricia Bullrich, decidieron establecer un pseudo estado de sitio en la ciudad, con las fuerzas federales invadiendo como un ejército ocupante, frenando a cualquier persona (cuanto más marrón, mejor) y cortando la circulación.

¿En qué terminará esto? No lo sé, la naturaleza cíclica de las intervenciones estatales a la violencia institucional de la ciudad toma color, no funcionó en el 2008, en el 2015, en el 2018 y probablemente no funcionará ahora. Se necesita de dirigentes que tengan ganas de pelearse con el statu quo, imaginación y vocación de cambio. Colombia se encuentra en un proceso de desmilitarización de las fuerzas federales y un desmantelamiento de sus industrias de narcotráfico, Brasil redujo la intervención de las fuerzas en las favelas y mejoró las condiciones sociales de sus más desprotegidos, tenemos referencias en toda la región para tomar nota. Solo queda alguien que tome la batuta y empiece a correr.