Creo haber escrito en otro artículo aquello de que me retiro al patio de los callados.

Trabajar en el silencio del hogar ha sido una experiencia de vida. Desde que fui despedido de Chile films el 11 de septiembre del 73 he sido independiente, lo que internacionalmente llaman freelance, entre nos, un simple y eterno cesante. Esto significa que realizo un trabajo por un periodo acotado, por ejemplo, lo que dura un film, y luego uno queda contemplando las estrellas. En mi caso me las he ingeniado para estar constantemente realizando proyectos culturales. Naturalmente que no todos remunerados ni sostenido por la familia.

Cuando vivía en Suecia tuve mi pequeño espacio en la casa en Viksjö, en las afueras de Estocolmo, lugar desde donde pude realizar las primeras pinturas relacionadas con mi futuro largometraje; digo así a que debían pasar los seis años en Suecia y siete en Mozambique para recién de regreso en Chile comenzar a planificar el sueño. Proyecto que finalmente se llamó Horcón, al sur de ninguna parte, y que se concretó en 2005. Otro film de mi paso por Suecia fue La Nacencia, realizado en España. En ese cuarto de trabajo también se forjo mi participación en la grabación del festival de música de Varadero, en Cuba para la TV sueca. Finalmente, desde allí se financiaron y planificaron los dos documentales que vine a realizar clandestino a Chile en 1982 y 83.

En Maputo, Mozambique, tuve un espacio más grande el cual contaba con una terraza mayor que la propia pieza. Fue allí donde tuve la oportunidad de recibir al maestro Fernando Birri y mostrarle mi reciente film realizado en Chile. Durante toda su estadía en Maputo Birri estuvo grogui por el calor. Lo abastecí de agua a lo largo de este periodo. Eran tiempos de guerra civil y los productos más básicos escaseaban. Yo tenía la “suerte” de poder viajar, ya sea a Suazilandia o Sudáfrica (escribo entre comillas debido a que en realidad era un auténtico peligro ir de shopping a los países vecinos). La guerra estaba en todos lados. Un amigo italiano tenía un Jeep y nos turnábamos para realizar ese verdadero safari. Traíamos alimentos para las dos familias para el mes. Aventurarse requería cruzar ríos cuyos puentes habían sido blanco de la guerra, solo montado en un Land Rover era posible cruzar el torrente del rio Nkomati.

Otro gran cineasta que pasó por aquel escritorio fue el gran maestro del cine documental Santiago Álvarez, autor del clásico cinematográfico NOW, film que se suele mencionar como uno de los precursores del videoclip. Santiago quedó muy contento cuando le comenté que en el Dramatiska Institutet en Suecia su film era una de aquellas obras que estudiamos en detalle junto a otros fantásticos filmes como La Batalla de Argel y El espejo de Tarkovsky, entre otros. Yo tengo una gran admiración por Santiago debido a que considero que un verdadero documentalista debe en su obra reflejar las diversas realidades que suceden por el mundo. Santiago estuvo filmado en vivo muchos de los conflictos acaecidos en el siglo 20, a diferencia de otros que desde la comodidad en Europa no fueron capaces de venir en dictadura a filmar.

Mi espacio de trabajo en Chile, mi atelier o escritorio, tiene las paredes abarrotadas de imágenes de mis filmes en diversos países. No faltan fotos de mi juventud en Quinta Normal junto a los cabros de la calle Ladrilleros. Un lugar destacado ocupa la raqueta de tenis fabricada con un perfil de aluminio que hicimos con el chico Ernesto. Seguimos el modelo de una antigua Slazenger que un colega arquitecto de mi padre me envió de regalo. Fue con esta pesada raqueta que di mi primer drive de izquierda, golpe que me llevaría a transformarme en jugador y entrenador de tenis. Actividad que ejercí en Suecia durante cinco años en el Viksjö Tennis Klubb. Mi siguiente paso como entrenador fue la de la selección de Mozambique. Hoy soy un activo jugador en los torneos ITF senior. Lo curioso de esto, y que no deja de sacarme una leve sonrisa, es que como senior he podido enfrentar y ganar nada menos que a Jaime Pinto y al boliviano Ramiro Benavides, jugadores de Copa Davis, entre otros personajes que ya jugaban cuando yo aún no me iniciaba en el este el más complejo deporte individual.

También cuelgan varias pinturas, entre ellas, de mi madre y mi padre, quienes se conocieron estudiando en Bellas Artes. El resto son de mi autoría y corresponden a pinturas que son parte de mis filmes. Lo mío es una especie de multimedia que se corona con una especie de ensayo o relato. El espacio mayor de las paredes está ocupado por más de cincuenta fotografías muy bien enmarcadas. Son mi disco duro, no virtual. Son imágenes que describen momentos de mis diversas actividades. Son mi IA. Desde imágenes con mis colegas filmando en Gamla Stand, en Estocolmo, otras en España filmando La Nacencia, editando y filmando varios de mis filmes en Mozambique, en la costa de Malindi, en Kenia; otras apreciando las bellas del Tropicana, cantando en la Bodeguita del Medio, o conversando con Pablo Milanés en su productora de la Habana, en el Estadio Nacional con mis colegas del cuerpo de árbitros en la final de la Copa Davis de 1976 entre Chile e Italia.

En fin, son imágenes que en un abrir y cerrar de ojos me transportan a mi pasado. Pasado que es el algoritmo que define todo lo que hago. Todo esto en un segundo piso que llamo “la nube”. Piso donde en una esquina está un viejo sillón vintage de cuero que usamos varios años en las grabaciones del programa Off the Record, sillón que tuvo el privilegio de acoger a personajes de la cultura y el arte como el cuervo Oscar Castro, Raúl Zurita, Redoles, Horacio Salinas, Carmen Berenguer, German Marín, Elsa Poblete, Gustavo Meza, Francisco Brugnoli, Marcela Serrano, Manuel García, Padura, Paco Rivano, Emilio Pacheco, entre cientos más.

A un costado del famoso sillón esta una mesa y varias sillas que fueron patrimonio del restaurante Azul Profundo y del Café Off the Record. Magnificas réplicas de las sillas de barco que están en la casa de Neruda en Isla Negra, elaboradas por el maravilloso artesano Nicolás Quesille, padre. Sentados en ellas grabamos a Raúl Ruiz, Bolaño, Lemebel, Poniatowska, Gonzalo Rojas, Volodia, Balmes, Rivera Letelier, Rosa Montero, Almudena Grande, Andrés Pérez, Uribe, Poli Delano, Dorfman, Radrigan, Cebrián, Celorio, Bayly, Cercas, Herralde, Ángel Parra, Skarmeta, Airas, Monsivais, Barquero, Vila Matas, Bryce Echenique, Jorge Díaz, Elikura, Humberto Maturana, Lee Anderson, Coloane y una infinita lista de grandes personajes de la cultura hispanoamericana. Personajes de los cuales extraje, sin su consentimiento, parte de su sabiduría.

Al igual que en mi atelier, decoré las paredes del café Off the Record con las fotografías de los cientos de invitados al programa de TV. Fotografías que enmarqué en las típicas bandejas de torta, blancas de cartón. Eran cientos de artefactos que adornaban los muros del Café Off the Record. La difusión que llegó a cumplir el Café Off the Record, con sus tertulias, exposiciones, y muestras de cine, junto a los 28 años del programa de TV, y a la revista cultural Off the Record, motivaron al director del Museo de Arte Contemporáneo, Francisco Brugnoli, a invitarnos a exponer las bandejas de cartón con rostros a dicho Museo. Francisco inauguró la exposición diciendo:

El off de Off the Record
Off the Record, el programa y el café, constituyó en su duración y por la gran variedad de sus invitados un lugar de emisión discursiva fundamental en la estructura, re-estructura, de nuestra ciudadanía. Desde ellos se crearon en el espacio directo de la conversación, o en la emisión televisiva, los acuerdos y contradicciones siempre necesarios a un ejercicio cuya permanencia es garantía de existencia. Entonces, ¿por qué no sacar de su actual escondite esos testimonios embandejados de las presencias expuestas, para devolver a estos su condición propia de testigos presenciales? ¿Por qué no volver nuevamente a servir generosamente, en cada una de sus bandejas, esas propuestas casi siempre críticas desde sus miradas allí suspendidas? Este fue nuestro desafío, especialmente en la coherencia de un trabajo que hemos sostenido en el tiempo sobre el gran tema de la ciudad, especialmente intentando sobrepasar su condición de artefacto urbano, para ir a la de su determinante, el ciudadano, que de pronto, ante el deslumbre del artefacto, parece desaparecer.

(Francisco Brugnoli, MAC, octubre/noviembre 2010)

Es el momento de hacer un homenaje a Armando Uribe, a Francisco Brugnoli y naturalmente al Café Off the Record. Hoy es la revista la que mantiene el legado de difundir valores culturales universales a través de la colaboración de una infinidad de artistas, intelectuales y académicos de diversos países que entregan desinteresadamente su creación, la cual posibilita la existencia de este vehículo comunicacional de tracción colectiva. La revista nació en el Café Off the Record, en el año 2007; en su inicio era en papel y duró solamente un par de años debido al costo de imprimir. Hoy gracias a la tecnología digital e Internet fue posible que volviera a circular desde septiembre de 2019 a la fecha.

Acabo de terminar de pintar una escena ocurrida en el Café Off the Record, en la cual vemos a Armando Uribe realizando un monólogo durante el acto inaugural de la exposición de collage de su amada esposa Cecilia Echeverría. Esta pintura y las bandejas de torta con los rostros de los invitados componen una exposición homenaje a Off the Record, a Armando Uribe y a Francisco Brugnoli, muestra que se complementará con un videoarte donde el protagonista es Uribe y su monólogo. Video que está en etapa de postproducción y se titulará “Café Off the Record. Cuando quieran, Como quieran y Con Solapa”. Esta frase fue el título que Armando le dio a su monólogo.

Estar en el patio de los callados, para tomar distancia del protagonismo, disfrutar del silencio del escritorio, es lo más bello y motivador que puede existir, muy necesario para la creación y realización de ideas que duermen acumuladas en mis libretas, en notas del celular o en archivos en la pantalla del computador. Desde la pandemia que vivo en las afueras de Santiago. Distancia física razonable del centro de la capital. Lugar donde todo solía ocurrir hasta la llegada de la pandemia. Fueron tres años en los cuales las redes sociales y la internet se tomaron la escena y hoy son protagonistas. Vivir en la distancia me ha permitido concentrarme aún más en rescatar mis vivencias, mis experiencias, entender la importancia de estas en la interpretación del presente, fórmula natural y lógica para fundamentar mis futuras creaciones. El fenómeno con el uso de los medios digitales me ha permitido sentirme más cerca que nunca de todo. La combinación de imagen, palabra y medios digitales permiten que cada uno pueda expresarse sin la necesidad de que alguien nos convoque. Hoy depende de uno lograr entender los acontecimientos y su significado.

Debemos perder el miedo a los males que todos los días nos anuncian. Siempre hemos salido adelante a pesar de guerras mundiales, de crisis económicas, de dictaduras, de apartheid, de esclavitud, caídas de imperios y catástrofes naturales. Hoy nos asustan con la IA. Sin embargo, la IA nos permite entender mejor cómo somos, ya que es una simulación del cerebro y nuestros pensamientos. Debemos entender y aceptar que la naturaleza humana no puede cambiar porque esa es su naturaleza.