Después de una borrachera de esperanza, provocada por la Marea Rosa del 19 de mayo y confundir a México con la Alcaldía Benito Juárez o el Estado de Aguascalientes, la oposición mexicana está viviendo una de las peores crudas post electorales. No solo ganó Claudia Sheinbaum y será la próxima presidenta de México; Sheinbaum recibió 60% de los votos y ganó a lo largo de todos los grupos demográficos, entre los géneros, clases sociales, niveles de escolaridad y Estados de la República. Todo lo ganó Claudia Sheinbaum. En consecuencia, el Partido Morena arrasó, electoralmente, a la oposición; ganó mayoría calificada en la Cámara de Diputados y mayoría simple en la Cámara de Senadores. De las ocho gubernaturas, Morena se llevó seis: Yucatán, Morelos, Puebla, Veracruz, Chiapas y Tabasco.
La oposición quedó estupefacta. Solo votamos por Xóchitl Gálvez los mismos. Su voto duro. Mientras que el resto del país, todos los grupos sociales y demográficos fueron elegidos por Sheinbaum.
Carro completo. Ahora nos toca entender qué está pasando en México. Buscar explicaciones de la etapa política en que nos encontramos. Cualquier explicación o reflexión al respecto debe tener en cuenta el abrumador triunfo guinda. Para los que desaprobamos el proyecto y las políticas de López Obrador, del Partido Morena y la campaña de la ahora presidenta electa, buscar explicaciones al resultado debe ser empático y humilde: ¿por qué el 60% de nuestros conciudadanos no vieron los peligros y fracasos que nosotros vimos? Si los ven, ¿por qué los jerarquizan de modo distinto? ¿Qué ven ellos, qué ventajas ven en Morena que los opositores no estamos viendo?
Hay que intentar entender al otro. Quedó claro, 60% claro que lo que preocupa a la mayoría no es lo mismo que preocupa a ciertas clases medias urbanas ni al círculo rojo. Los votantes de Morena y Sheinbaum pueden ver el mal del gobierno actual, sus fallas y errores, pero valoran y jerarquizan de modo distinto a los votantes de la oposición. Sus preocupaciones son tan legítimas como aquellas que buscan un México republicano, democrático y liberal. ¿Qué nos ha dado, qué ventajas en concreto tienen esas entelequias políticas en comparación a Morena que nos voltea a ver?
La multitud de visiones y preocupaciones; quizás sea porque México es solo un Estado ni un Estado Nación. La diversidad cultural implica diversidad en preocupaciones, interpretaciones de los hechos, y su jerarquización.
En la década de los 80 México inició su proceso de transición democrática y liberación económica; se crearon instituciones y sistemas que transformaron a México. El proyecto (neo)liberal encontró en López Obrador su principal opositor, quien fue formando un movimiento político a su alrededor siempre en contra de las políticas de liberación económica, la democracia representativa y una cultura individualista. Después de dos intentos fallidos en el 2018 López logró llegar a la presidencia. Su gobierno se puede resumir en sus intentos por destruir las instituciones propias de la transición y resultados polarizantes: para sus seguidores vamos bien, para sus opositores vivimos en una continua línea de fracasos. Todos vemos la transformación política de México; para unos la formación por primera vez de un país popular, para los otros la destrucción de la democracia, la república y la formación de una dictadura.
La elección federal de este año se presentaba como la confirmación del proyecto nacional. Los resultados en las urnas confirman la confianza de los mexicanos al proyecto de regeneración nacional y dan el mandato de ir más allá. ¿Por qué? Propongo tres explicaciones.
López Obrador no es un político cualquiera, es el político más importante del siglo XXI mexicano. Nadie ha entendido a la mayoría de los mexicanos como él; sus intereses, preocupaciones, lenguaje y geografía. Le marcó la agenda a Fox y Calderón, y aprovechó la corrupción y frivolidad de Peña para llegar a la presidencia. Muchos hemos intentado entender a López y su popularidad, su aprobación por parte de la mayoría de los mexicanos.
Creo que López ejemplifica dos categorías de filosofía política y sociología. Por un lado, López cae en la definición de demagogo de Aristóteles, para el Filósofo cuando los gobiernos populares la ley es subordinada a los deseos de los muchos, surgen los demagogos que halagan a los ciudadanos, dan máxima importancia a sus sentimientos y orientan la acción política en función de estos. Tradicionalmente el término “demagogo” tenía una connotación negativa, sobre todo frente a la democracia donde la ley y la razón se imponían a la voluntad y pasiones populares; pero vivimos en otros tiempos y parafraseando a Taibo 2 (ideólogo de Morena) si ser populista es dar dinero a los que menos tienen, que me anoten en esa lista.
En segundo lugar, López es un claro ejemplo de un fenómeno político estudiado por filósofos y sociólogos como Marx, Weber, Spengler entre otros, llamado Cesarismo (por Julio César). El cesarismo define un sistema de gobierno centrado en la autoridad suprema de un líder y en la fe en su capacidad, al tiempo que se encuentran entre elementos democráticos y dictatoriales, justo como el régimen fundado por Julio César. Estos líderes, surgen en momentos de inflexión política, se presentan como la alternativa para regenerar la sociedad y conjurar hipotéticos peligros internos y externos. Y “al insistir en la vinculación directa entre líder y pueblo, va de suyo que el “cesarismo” desestima los mecanismos usuales de mediación política y, en ese sentido, habita en él un espíritu antiparlamentario (…). Por último, el “cesarismo” aparece siempre asociado a la vivencia de un momento de “crisis” o de “peligro”, lo que evoca un regusto de “excepcionalidad”, siempre requerida para afrontar la coyuntura, ya sea el brete tanto real como generado o meramente imaginario” (Jiménez Colodrero, 2021, p. 102).
La demagogia y el cesarismo tienen una dimensión epistemológica. Pues el líder es quien define la verdad, su palabra es el criterio de verdad de los juicios y proposiciones. No miente, pues él-ella son quienes dicen que es verdad y que no.
El 2 de junio mostró, con evidencia de sobra, que la demagogia y el cesarismo de López se transmite a Sheinbaum. Principalmente por mérito de ella. Uno de los errores más frecuentes de la campaña electoral fue suponer a la candidata como sujeto pasivo, quien simplemente dejaba que otro, López, hiciera las cosas por ella. Por su actuar, su campaña, sus mensajes Claudia fue capaz de hacerse con el poder simbólico de López Obrador. Y ese poder simbólico compartido tiene el poder de convocar a tantos votantes.
La demagogia o populismo y cesarismo de López y ahora de Sheinbaum, viene acompañado de una narrativa muy poderosa y mexicana. La narrativa de la 4t es más cercana a la cultura y creencias dominantes entre los mexicanos que la narrativa de la Transición Democrática. Los partidos, políticos e intelectuales de la transición democrática nunca fueron capaces de formular una narrativa “mexicana” que justificara el cambio de régimen, sus instituciones, políticas y modelo económico. Incluso desperdiciaron la oportunidad del bicentenario de la independencia y centenario de la revolución, para formular una narrativa y forma de entender la actualidad y proyecto político de una República Liberal. A diferencia de Morena que desde entonces, antes de ser partido político ha venido construyendo y comunicando la suya.
La única narrativa con la que la Transición Democrática pudo influir fue en una narrativa económica-neoliberal, donde las personas somos lo que consumimos. Nuestra vida está reducida a ir a comprar a Costco, algunos para consumir otros para revender (micro, pequeños emprededoritos). Pero nadie se preocupe, que esta es compatible con la narrativa de la 4 transformación.
Todo lo anterior nos lleva, me parece a la principal razón que explica los resultados electorales el manejo por parte de las campañas de la propaganda electoral. Recordemos que según Edward Bernays, psicólogo y fundador de la propaganda y control de masas, el ejercicio de la propaganda es reducir toda la complejidad de una decisión política a dos alternativas masticables o manejables por un auditorio de brutos. Los ciudadanos, no tienen la capacidad de entender por sí mismos la complejidad y totalidad de los temas por lo que es necesario que una élite, haga una preselección. Se reducen las alternativas a una proporción práctica para que la población tome una decisión.
Tanto la coalición “Sigamos Haciendo Historia” como “Fuerza y Corazón por México” generaron sus propias propagandas. Y la evidencia nos muestra, que mientras la coalición oficial generó una propaganda muy exitosa, la propaganda opositora fue un terrible fracaso. Sheinbaum encabezó una campaña que defendía, en una narrativa muy mexicana y con la veracidad que otorgan los césares (Claudia y Andrés), que la cuarta transformación va bien, que los cambios desde un mal pasado muy cercano se están llevando a cabo y que no debemos permitir que ese mal pasado de corrupción, clasismo y desigualdad regrese.
Por su lado, la campaña opositora y sus propagandistas dieron una campaña que solo resonaba entre los que ya estaban convencidos, en su Echo chamber, en su voto duro. Hablaban sin entender al auditorio nacional; un montón de señoritos medianamente ilustrados que no entienden el país donde viven. Le presentaron a los votantes dos opciones: instituciones o dictadura; y les respondieron que prefieren un gobierno que los voltee a ver a unas instituciones que no les han dado nada, aún ante el riesgo de un régimen autoritario. Para complicar las cosas para la oposición es el abrumador desprestigio, justificado, que cargan los partidos tradicionales PAN, PRI y PRD. Hoy son marcas, símbolos de la corrupción, cinismo y abusos de poder.
Y siguiendo la descripción del poder de Michel Foucault, no existen hechos solo interpretaciones y la política es un campo de batalla de narrativas queda claro que el resultado de la elección del 2 de junio fue producto de la épica nacionalista de Morena y la incapacidad de la oposición de entender los intereses y motivaciones de los votantes y ofrecer un relato liberal, republicano y democrático alternativo.
Referencias
Jiménez Colodrero, A. (2021). “Max Weber y el cesarismo. Fuentes y contexto de la problemática”. Conceptos históricos, 7(12), 100-135. Disponible en este enlace.