Hace unos días el creador de contenido, Erick White, presentó en una sala de cine su nuevo podcast Me puse a pensar, marcando un hito que rompe con el estigma que rodea a los creadores de contenido en Venezuela. Erick, apuesta por algo menos comercial, pero trascendental; está creando un think tank, un espacio donde cultivar las ideas en medio de un sistema que persigue el pensamiento crítico. Un motivo que me llevó a querer escribir mi opinión sobre el tema y su relevancia en esta era de cambios que, de manera silente, comienza a renovar a nuestros referentes culturales. Estamos en una etapa de nuestra historia como país en la que surgen nuevos talentos de las cenizas de un país reducido a la cultura partidista.
Pecando de reduccionista: la influencia en redes dentro de Venezuela parece venir en un manual Para dummies, —esa conocida serie de libros que nos enseña cómo hacer cosas complejas de manera sencilla— donde todos parecen querer copiar una receta preestablecida de conductas erráticas con el fin de generar revuelo en la opinión pública. Una receta que tiene notable efectividad en la población, pero que poco innova, incluso, llega a ser repetitiva para quienes seguimos de cerca la nueva generación de celebridades de nuestro país. Son pocos quienes se atreven a hacerse un apellido, no parece existir un interés en seguir los ejemplos de los grandes nombres como Valentina Quintero, quién con sus blogs de viaje nos enamoró de nuestro país, o al reconocido escritor, —que también es youtuber— Ángel David Revilla, «Dross». Dos ejemplos de lo que es crear una carrera pública con propósito. Algo que se extraña, pero que cuando lo vemos surgir en pleno 2024, no podemos solo mirar a otro lado.
Erick, oriundo de la ciudad de Valencia, segunda cuna de la farándula venezolana, decidió irrumpir entre los influencers de receta y crear un espacio para las ideas. Su propuesta, presentada en una de las cadenas de cines más importantes del país; es un podcast que, al mejor estilo de los formatos de BBVA, busca plantear problemas internos, a veces difíciles, desde un formato que todos puedan llegar a comprender. Una manera de cultivar el pensamiento crítico de nuestra población. En Venezuela, debido a la censura y la influencia del modelo político sobre la cultura, no es fácil crear espacios culturales de este tipo. Hay un monopolio evidente en los medios de comunicación que son capaces de censurar realidades visibles a través de la cancelación de palabras. Pese a que no se hable de política, siempre existe un miedo constante a expresarse con libertad, allí radica la importancia de crear un think tank desde el interior de una de las ciudades que mueve más eventos de influencia a nivel nacional.
Me puse a pensar, un nombre sencillo pero que alberga un sin fin de matrices de opinión que volarán en las mentes de quienes se animen a escuchar el podcast. Un ejercicio de introspección necesario en un país donde poco se habla sobre ideas, ideologías y mucho menos de emociones. Nos catalogan desde hace años como uno de los países más felices del mundo, una afirmación que puede ser cierta, si no fuera porque somos humanos y nuestra realidad se aleja mucho de ser algo fácil de afrontar. Algo que deja secuelas en nuestro tejido social. ¿Hace cuanto no surgía de una figura influyente una idea tan prometedora para nuestra sociedad? Hace mucho tiempo.
Venezuela se enfrenta a grandes retos, estamos atravesando una etapa que amerita una renovación tanto del poder político como de nuestros referentes culturales, no podemos construir un país desde la vanidad y el humor de caja de cereal. Erick está enfrentándose, al igual que Isaías Landaeta, Valentina Quintero, Receta Positiva, Josue ‘Mundo de Plastilina’ y muchos otros grandes influencers a esa renovación cultural tan necesaria. Una ruptura muy adecuada al viejo humor repetitivo y carente de ideas. En una sociedad como la nuestra, donde la mayor necesidad es la educación, es admirable apostar por quitar vendas, abrir ojos y cultivar el pensamiento.
Vamos a cambiar como país, pero primero tenemos que cambiar como ciudadanos.