En la mitología griega clásica, las ninfas eran divinidades que encarnaban la naturaleza y la fertilidad. La palabra original “ninfa” en griego antiguo significa “novia” o “mujer joven y atractiva”, por eso en la cultura clásica las ninfas eran representadas como jóvenes de aura sensual, muy atractivas, vestidas con túnicas semitransparentes, siempre de aspecto jovial, que podían vivir más de mil años sin envejecer (aunque no fueran inmortales), y que atraían de forma irremediable a los hombres. Las ninfas personificaban la sacralidad de la naturaleza, y en la cultura clásica griega se identificaban hasta cuatro tipos diferentes de ninfas:

  • Las náyades (que vivían cerca de los manantiales y los cursos de agua pura)-

  • Las dríadas (que se localizaban en los mejores ejemplares de árboles).

  • Las oréades (que habitaban las cimas de las montañas).

  • Y las nereidas (que vivían en ríos, cuevas, arroyos y mares).

El primer autor de la Grecia clásica que citó a las ninfas fue Homero en la Odisea (poema épico griego compuesto por 24 cantos, que fue compuesta en el siglo VIII aC), de manera que podemos afirmar que hace mas de 2800 años que se habla de las ninfas, lo cual no debe de extrañarnos si consideramos que pueden vivir hasta mil años. A pesar de esta vida idílica de las ninfas clásicas, su existencia no estaba exenta de tragedia, dramas y peligros, puesto que su atractiva naturaleza atraía a los dioses y a otros seres selváticos, como los describe el poeta romano Ovidio en la Metamorfosis (poema en quince libros que narra la historia del mundo desde su creación hasta la deificación de Julio César, terminado en el año 8 dC). Roberto Calasso (Florencia 1941- Milán 2021) escribió en 2005 La locura que viene de las ninfas, una colección de ensayos en que el autor nos previene que hay que tener cuidado con las ninfas.

Vemos pues que las ninfas han estado siempre presentes en nuestro mundo occidental, adaptadas en cada caso a las características de cada país, a su historia y a sus leyendas. En el Montseny también han habitado desde tiempos inmemoriales las hadas de agua, como muchas veces se han denominados las ninfas en este macizo montañoso catalán situado entre la provincia de Barcelona y la provincia de Girona, actualmente protegido como parque natural reserva de la biosfera. En Catalunya las ninfas siempre han sido representadas por las náyades, “mujeres de agua” que han intrincado sus orígenes clásicos con las leyendas de la mitología catalana, seres semidivinos que reciben el nombre catalán de “gojes”, “aloges” “encantades”, “paitides” o “nàiades”.

En todos los casos son bellas mujeres rodeadas de misterio, que peinan sus largas cabelleras rubias en las noches de luna llena al lado de arroyos y fuentes. Las gojes enamoran de manera irremediable a los hombres que las ven y, al casarse con ellos, los favorecen con riquezas, hasta que el hombre rompe el secreto haciendo público que su pareja es una mujer de agua, momento en el que deja de ser rico, pierde a su compañera y ve su vida convertida en una calamidad. De todas maneras, en el Montseny las leyendas se adaptan particularmente a cada fuente que está relacionada con las ninfas. Podemos encontrar “mujeres de agua” en la fuente de las Paitides, en la fuente de las Nàiades y en la fuente del Oro, entre otras.

La fuente de las Paitides se encuentra en el municipio montañés de Viladrau. Es una de las fuentes de más caudal, y más constante, de los casi mil manantiales del Montseny identificados. De su grueso caño brota un agua fresca, que según cuentan es de las mas buenas del macizo, y además cura de manera muy efectiva los cálculos renales. De toda la geografía catalana llegan hombres y mujeres para llenar garrafas de agua de la fuente de las Paitides, con la esperanza que las ninfas que habitan en ella solucionen sus problemas de salud, entre otros. El gran poeta catalán Guerau de Liost (Olot 1878 – Barcelona 1933) escribió un excelso poema dedicado en exclusiva a esta fuente, poema que hoy en día se encuentra gravado en la enorme estela de piedra que preside la fuente. El poema original escrito en lengua catalana canta:

Entre les feixes esgraonades,
cada una d'elles com un retall,
brollen tes aigües mai estriades.
com ansa llisa de pur cristall.

Ton marge dóna granada userda.
Les cueretes beuen de tu.
D'una pomera que ja s'esquerda
neda en tes aigües el fruit madur.

Quan les pageses tornen de missa
amb la caputxa plegada al braç,
tasten de l'aigua bellugadissa.

I quan reprenen, testes, el pas,
entre les herbes de la païssa
troben la calma de llurs quintars.

La fuente de las Nàiades se emplaza al pie del monasterio de Sant Marçal del Montseny, junto al rio Tordera. Es una fuente de origen muy antiguo, que fue reconstruida por última vez en el año 1971, dedicada al abad Oliba (Besalú, 971 - Sant Miquel de Cuixà, 1046), conmemorando el milenario de su nacimiento. Oliba fue una de las figuras con mayor influencia en la cultura catalana y un gran impulsor del arte románico. La fuente de las Nàiades se encontraba en mal estado a mediados de siglo XX, motivo por el cual el Centro Excursionista de Sant Celoni decidió restaurarla. El diseño de la nueva fuente fue obra del joven delineante Xavier Panareda, que proyectó un prisma triangular central del que manan tres caños. Xavier me explicó hace pocos años el porque de los tres caños. Pensando en el diseño de la fuente se le presentó Dúnia, Señora del Mundo, que le explicó su problema:

Tengo tres hijas, tres náyadas, de nombre: Rocío, Niebla, y Lluvia; las tres cada cual más guapa y querida por mí, están empeñadas en mantener el uso exclusivo de una de mis gracias: el agua. Te necesito para que me busques una solución y se acaben así, las codicias entre mis hijas.

De esta manera Xavier encontró la inspiración del prisma triangular con los tres caños, uno en cada cara y, una vez construida la nueva fuente, así de feliz le respondió la Señora del Mundo:

¿Ves qué contentas están mis tres hijas? Ya no hay razones ni envidias. ¡Y mira que juntas! aunque cada una vaya por su parte y a lo suyo.

Y aún hoy en día de cada caño brota agua, aunque según esta leyenda, correspondiente a cada una de las ninfas hermanas.

La fuente del Oro del Montseny, situada en el viejo camino medieval que subía desde Viladrau al importante santuario de Sant Segimon, está rodeada de grandes castaños centenarios. Cuenta una leyenda antigua que en las noches plateadas, en especial la noche de la víspera de San Juan, aparecen las ninfas para lavar su ropa en el riachuelo que corre entre el bosque y que recoge el agua de la fuente del Oro. Lavan la ropa y la ponen a secar a la luz de la luna mientras cantan bellas canciones ininteligibles para los seres humanos.

Hace un centenar de años, tres chicos de tres importantes masías cercanas, estuvieron espiando a las mujeres de agua y, en un descuido de éstas, saltaron sobre ellas pudiendo recoger una de las prendas que estaban secándose antes que las hadas consiguieran recogerla. La prenda de ropa se convirtió en oro puro, que se repartieron entre los tres. Al siguiente año los tres chicos volvieron también la noche de la víspera de San Juan, sin avisarse entre ellos, por codicia para no compartir el nuevo pedazo de oro que pensaban usurpar a las ninfas. Pero esta vez, se molestaron entre ellos y no pudieron recoger ninguna pieza de ropa, y como castigo las ninfas hicieron aparecer en la montaña las grandes rocas que ahora dificultan el camino de subida hasta el santuario de Sant Segimon.

Las ninfas se encuentran apegadas a nuestra civilización occidental desde la antigua Grecia hasta este primer cuarto de siglo XXI, conviviendo con la Inteligencia Artificial y con el gran desarrollo tecnológico actual. Quizá los humanos deberíamos ser menos pretenciosos como especie dominante, antes de que sea demasiado tarde y destruyamos nuestro planeta, y volver la vista a los clásicos, que consideraban la Naturaleza (en mayúsculas) una divinidad, y a las ninfas sus protectoras. Conservemos nuestras fuentes más mágicas del Montseny, de Catalunya y del mundo en general ¡Que nos ayuden las ninfas! Quizá deberemos hacer como Odiseo en el siglo VIII a.C., que al reconocer su isla natal exclama:

Ninfas Náyades, hijas de Zeus, nunca creí que volvería a veros, pero ahora os saludo con dulces súplicas.