Hace ya un año, en agosto de 2023, me dieron la mala noticia del deceso de mi primer tutor de tesis doctoral, Profesor Diego Rodríguez. Su muerte fue un muy personal y discreto anuncio desde semanas antes, el cual se mantiene aún en privado. Me recuerda, salvando las distancias, la pérdida del musico David Bowie. Nadie supo la causa hasta mucho después y con que gallardía la llevo. Donde realmente quiero centrarme en estas líneas es en los años que lo conocí con más alegría desde 2016 hasta 2022 cuando fue más que un maestro del Postgrado de Ecología en la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Diego, como le gustaba le dijeran, era un hombre fuerte y sano de 67 años cuando comenzamos a trabajar con ahínco en mi proyecto de conservación de tortugas marinas en el Golfo de Paria. Uno lo reconocía de lejos por su abundante cabello canoso. Al acercarse, una agradable voz de bajo tono te hablaba, y lo que más destacaba era su super buen humor. Era prolijo en chistes sencillos, y en ocasionales bromas semi pesadas como máscaras y maniquíes para asustar con elegancia a los incautos. Al conocerlo fuera de clases, gracias a los cafés y dulces que disfrutaba con frecuencia; encontrabas a un hombre humilde, aunque pleno de conocimientos consolidados en matemática, ecología teórico-practica, historia y filosofía.

De su vida académica y algo personal sé que ya estaba jubilado como Titular, sin embargo, seguía dando clases e investigando. Era hijo de emigrantes españoles, tenía dos hermanos, Gina Cohen era su esposa quien vive en Israel y su hija Patricia en California a quienes visitaba en vacaciones. Semanalmente hablaba por teléfono con ellas desde el estacionamiento del Instituto de Zoología y Ecología Tropical mientras degustaba un puro. Diego estudió Biología en la UCV en los 70s y el doctorado en California a la siguiente década, conociendo los grandes ecólogos de su tiempo como el Dr. Richard Levins pionero de la Teoría de las Meta poblaciones y el Dr. Francisco Ayala uno de los grandes biólogos evolutivos. En su oficina de la universidad hay varias fotos con alumnos, profesores, ecólogos famosos, y libros, libros, muchísimos libros. El me había regalado dos de sus textos relativos a la Ecología y la Evolución. Además de tener libros especiales de edición clásica. Igualmente era muy cuidadoso del lenguaje, tanto castellano como del inglés.

Por esos meses yo tenía más de una década de datos de campo con los cuales luchaba por cómo organizarlos, ningún profesor del postgrado podía ayudarme en sus ocupaciones académicas para el año 2018. La crisis socio económica venezolana estaba en su pico y los pedagogos buscaban un extra sin dejar sus compromisos con el alumnado. Diego no tenia esos apuros, y se interesó por mi trabajo en el oriente del país con las “conchudas”, él ya había trabajado con información de la tortuga arrau en el rio Orinoco, y me dijo: “Creo podemos hacer algo interesante con tus reptiles marinos”. Y en ese año y 2019 nos dedicamos a reconstruir las etapas del carey, estimando su supervivencia, calculando matricialmente sus tablas de vida, fecundidad y tasa de crecimiento poblacional que publicamos al año siguiente en una buena revista latinoamericana.

Un inciso importante de hacer es que, a finales de 2019, Diego presentó la edición final de su libro Apuntes sobre Ecología de Poblaciones en la Academia Venezolana de Ciencias en Caracas en el palacio de las Academias donde dio un discurso.

Volviendo con mis estudios, trabajamos también con el factor climático que suponemos mas influye en los anidamientos de la región para las dos especies más abundantes. Con ayuda de una amiga colega en los Estados Unidos procesamos la data satelital y se hicieron correlaciones hasta tener otra publicación en 2022 en una revista de oceanografía en Brasil. Mientras nos reuníamos semanalmente en su oficina cerca de la Facultad de Ciencias. El café nos quedaba a una breve caminata, sin embargo, salíamos de la Universidad a las panaderías vecinas e incluso más lejos, a veces yo llevaba algo de postre. Una vez su carro se accidentó y lo lleve al taller.

Incluso dedicó tiempo adicional para prepararme con mi examen doctoral ese mismo año, el cual aprobé evaluado por otros dos profesores. Mi proyecto de tesis estaba casi listo cuando sus ausencias comenzaron a hacerse mas frecuentes y prolongadas. A inicios de 2023 ya casi no hablábamos de libros, política e historia mundial, chistes, algo de nuestras familias, ni tampoco de los siguientes avances de la tesis. En febrero me dijo: “Me voy a España”. Entre marzo y julio chateábamos muy breve por WhatsApp, el se quejaba de su salud sin dar detalles. El 1 de agosto fue su último mensaje…

La partida de no retorno de Diego fue muy sentida por sus colegas y alumnos. Siempre lo recordaré como uno de los grandes profesores que abundan en la UCV, pero lo que más extraño de su persona será su agradable sentido del humor, su cortesía a manos llenas, tantos pupilos que ayudaba, como resolvía ecuaciones matemáticas rápidamente, y aquel conocimiento enciclopédico con una pedagogía infinita en los temas más elaborados de la ecología teórica.