Recapitulemos: hasta ahora me referí a la historia del hombre, de su formación biológica desde los primeros homínidos hasta nosotros, homo sapiens modernos, además de la aparición de muchos de nuestros rasgos más importantes y distintivos como el andar bípedo, el parto con asistencia, el uso del fuego y el lenguaje. Luego expuse lo que era, y sigue siendo, la sociedad y por qué aparece y se preserva a través del tiempo, para pasar a continuación a cómo vivían los cazadores recolectores y el problema típicamente parasitario-malthusiano del cual padecían. Finalmente, nos quedamos con la revolución agrícola, y dos de sus instituciones más importantes: la familia individual como centro de cría exclusivo de los bebés y la propiedad privada sobre la tierra, como solución parcial al problema parasitario-malthusiano.

Pero en artículos anteriores ya había anunciado que este no era el final, y la superpoblación era una piedra todavía presente en el zapato de la humanidad.

Si bien la revolución agrícola trajo un alivio parcial, al final el número de humanos seguía siendo mayor que el aumento de la producción de alimentos. Los hombres habían abandonado el parasitismo natural, habían dividido el trabajo de forma tal que este estaba segmentado más complejamente -había herreros, comerciantes, artesanos, etcétera-, la familia y la privatización de la tutela de los niños tuvieron su génesis, la población y sus variaciones estaban controladas y se empezaba a acumular capital y progresos tecnológicos. Todos estos fueron, sin que quepa la menor duda, avances de valor inconmensurable en la historia humana pero no bastaron y en palabras del profesor Hans Hermann Hoppe:

...la mayor productividad provocada por el nuevo modo de producción no parasitario representado por la agricultura y la ganadería se agotó rápidamente nuevamente por el aumento del tamaño de la población.1

Solo una última revolución que modificase otra vez el modo de producir sería capaz de equilibrar el bienestar material y los cambios demográficos de una vez por todas.

La revolución industrial acaecida en primer lugar en Inglaterra a finales del siglo 18 es la tan dichosa innovación económica.

Ilustremos esto con el siguiente gráfico:

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En el eje vertical se representa la población mundial en millones de habitantes y en el eje horizontal los siglos de historia humana.

Al comienzo de la revolución neolítica (11000 a. C.) la población en todo el mundo era de 4 millones de personas, 6000 años después era de 5 millones. Luego de eso el crecimiento poblacional se incrementó aceleradamente y para el 3000 a. C. había 14 millones de humanos en la tierra, 2000 años más tarde la especie humana alcanzó los 50 millones de especímenes para lograr los 100 millones a mediados del último siglo antes de Cristo. A partir de ahí y tal como dice el gráfico la población mundial creció lenta y constantemente hasta los 720 millones de seres humanos a las puertas de la revolución industrial a finales del siglo 18.

Este segundo gráfico indica la evolución de la renta per cápita a lo largo de la historia humana:

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Es interesante hacer notar cómo no hubo un gran cambio en lo que a rentas per cápita se refiere desde el comienzo de la historia humana hasta hace sólo 200 años, y es solo en este momento cuando se produce esta “gran divergencia” de aumento grande e inmenso del ingreso por habitante.

En este panorama, el salario siguió, y sigue, en aumento globalmente y la población tampoco paró de crecer, todo esto a niveles nunca antes vistos y por fin la trampa maltusiana llegó a su fin.

Gracias por su atención y nos vemos en otro artículo.

Notas

1 Hans Hermann Hoppe, Progreso y declive: Una breve historia de la humanidad, capítulo segundo: "Sobre el origen de la propiedad y la familia", 2015.