Adam Smith fue un filósofo moral británico y escocés nacido en Kirkcaldy, pequeño pueblo de pescadores cerca de Edimburgo, Escocia, Reino Unido, hacia mediados del año 1723, es decir hace más de 300 años.

Fue un pensador de la segunda mitad del siglo XVIII, tiempo de la Ilustración y de la Revolución Industrial. Junto con John Locke son los dos máximos representantes del iluminismo anglo-escocés.

La mayoría de los economistas actuales le consideran el fundador de la ciencia económica moderna y del liberalismo económico, aunque en su Historia del pensamiento económico, el autor estadounidense Murray Rothbard cuestiona tales afirmaciones. Según Rothbard, autores como el irlandés afrancesado Richard Cantillon, los franceses François Quesnay y Turgot y los representantes de la Escuela española de Salamanca serían, entre otros, los primeros economistas y fundadores del liberalismo económico.

Pero, sin duda, la obra de Smith fue monumental y marca toda una época en la historia de las ideas económicas y sociales. Incluso autores como Carlos Marx en medio siglo XIX no podrían ser entendidos sin comprender primero a Adam Smith y sus teorías sobre el valor, el valor de uso, el valor de cambio, el precio de las mercancías, la acumulación de capital y la división del trabajo, entre otros temas.

Smith es célebre sobre todo por sus contribuciones al pensamiento económico, especialmente contenidas en su obra cumbre Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones conocida editorialmente como La riqueza de las naciones y publicada en el año 1776.

Hay, sin embargo, un capítulo de dicha obra que no es muy comentado y es el que se denomina «De los ingresos del soberano o del Estado» (Capítulo V). En él vienen incluidas las ideas de Smith sobre el papel del Estado y más específicamente sobre las funciones que debe tener el Estado.

Para Adam Smith la primera función del Estado es la de defensa de sus ciudadanos respecto de enemigos externos. O dicho con sus propias palabras: «El primer deber del soberano (o Estado) es el de proteger a la sociedad de la violencia e invasión de otras sociedades independientes…» Y según agrega: «dicha función solo puede ser cumplida mediante una fuerza militar». Más adelante afirma que dicha función solamente puede ser cumplida si se cuenta con una «defensa pública aceptable». Dicha defensa se puede concretar o mediante un ejército permanente o por un sistema de milicias. Aunque se permite afirmar que: «Una milicia, no importa de qué manera haya sido disciplinada y adiestrada, siempre resultará muy inferior a un ejército permanente bien disciplinado y entrenado…» Y agrega: «Cuando la defensa de una nación civilizada depende de una milicia, está permanentemente expuesta a ser conquistada por cualquier nación bárbara vecina». Y sigue argumentando el autor escocés: «Un ejército permanente bien reglamentado es superior a cualquier milicia».

Más adelante afirma que: «Las personas de principios republicanos han mostrado recelo frente a un ejército regular, en tanto peligroso para la libertad. Y ciertamente lo es, siempre que el interés del general y los más altos oficiales no esté íntimamente conectado con el apoyo a la constitución del Estado».

En resumen, sobre este punto Adam Smith recomienda la conformación de un sistema o ministerio de defensa pública, preferiblemente sobre la base de un ejército permanente, en el que el poder militar esté sometido al poder civil y a la Constitución de la república. Esa sería la fórmula preferida por el autor escocés para defender a la sociedad de la violencia o invasión que proviniera de otros Estados.

La segunda función del Estado, según Smith, es la de crear un poder judicial independiente e imparcial para proteger a sus ciudadanos de las injusticias y opresiones de otros miembros de su propia sociedad. O como escribió textualmente:

El segundo deber del soberano (o Estado), es el de proteger en cuanto le sea posible a cada miembro de la sociedad contra la injusticia y opresión de cualquier otro miembro de la misma, o el deber de establecer una administración exacta de la justicia…

Sobre esta materia promueve la independencia y separación del poder judicial respecto del poder ejecutivo. O como escribió textualmente: «Para que cada persona se sienta plenamente segura de la posesión de cualquier derecho que le corresponda, no solo es necesario que el poder judicial esté separado del poder ejecutivo, sino que debe tener con respecto a este poder la máxima independencia». En este punto se nota una influencia de las ideas de John Locke contenidas en su Segundo tratado sobre el gobierno civil.

La tercera función del Estado es, según el filósofo escocés, la de construir y mantener instituciones y obras públicas Entre ellas nos recuerda que se incluyen desde luego las instituciones para la defensa pública y para defensa de la justicia, pero además contempla otras tales como las que facilitan el comercio de la sociedad y las que promueven la instrucción del pueblo. Sobre las que facilitan el comercio enfatiza:

Resulta evidente y no necesita prueba alguna el hecho de que la realización y conservación de las obras públicas que facilitan el comercio de cualquier país-como caminos, puentes, canales navegables, puertos etc. requieren un gasto muy diverso en las diferentes etapas de la sociedad.

Por otra parte, en cuanto a instituciones docentes afirma que son de dos clases: «las destinadas a la educación de la juventud y las destinadas a la instrucción de las personas de todas las edades».

Más adelante agrega que otras instituciones que favorecen el comercio son: las instituciones de acuñación de moneda y el correo. Asimismo, escribe textualmente que:

El objeto de las obras e instituciones públicas mencionadas es facilitar el comercio en general. Pero para facilitar alguna rama concreta se necesitan instituciones específicas, que también requieren un gasto particular y extraordinario.

Y más adelante agrega: «La protección del comercio en general siempre ha sido considerada esencial para la defensa de la comunidad, y por ello una parte necesaria de la labor del poder ejecutivo. Por eso se ha dejado a dicho poder la recaudación y asignación de los aranceles generales de aduanas». De manera que la construcción y mantenimiento de las aduanas sería otra función del Estado.

En fin, para Smith el Estado debe construir y mantener tanto instituciones educativas como instituciones que facilitan el comercio, tales como construcción de caminos, puentes, canales, puertos, etc., así como servicios de correos y acuñación de moneda. El autor resume las características de las instituciones y obras públicas que debe promover y construir el Estado:

El tercer y último deber del soberano (o Estado) es el de construir y mantener esas instituciones y obras públicas que, aunque sean enormemente ventajosas para una gran sociedad, son sin embargo de tal naturaleza que el beneficio jamás reembolsaría el coste en el caso de ningún individuo o número pequeño de individuos y que, por lo tanto, no puede esperarse que ningún individuo o grupo reducido de individuos vayan a construir o mantener.

O dicho con palabras más simples: la construcción y/o mantenimiento de tales instituciones y obras no serían rentables para el inversionista o los inversionistas privados.

En resumen, las funciones del Estado según Adam Smith eran las siguientes:

  1. Defensa pública con un ejército permanente.
  2. Poder Judicial para la administración de justicia imparcial e independiente del Poder Ejecutivo.
  3. Instituciones y obras públicas que facilitan el comercio: caminos, puentes, canales, puertos etc. Así también aduanas, correos y acuñación de moneda.
  4. Instituciones de educación para jóvenes y adultos.

Se puede concluir entonces que no podemos catalogar a Adam Smith como un autor anarquista o anarcocapitalista puesto que, en lugar de proponer la abolición o eliminación del Estado, le otorga al este ciertas funciones que ya fueron mencionadas. Más bien se confirma que estamos ante un pensador liberal clásico que promovía un Estado pequeño.

En comparación con las funciones que tienen los Estados en el siglo XXI la propuesta de Smith es la de un Estado pequeño o mínimo con pocas funciones muy concentradas en las áreas de defensa, justicia, comercio y educación.

Le faltó mencionar los poderes legislativo y federal, incluidos por cierto de manera muy destacada en el Segundo tratado sobre el gobierno civil (1690) del autor inglés John Locke. Así también le faltó distinguir entre policía y ejército.

El énfasis dado al comercio es propio de un autor que refleja y promueve los fines e ideales de la Revolución Industrial, la libertad natural, el crecimiento económico, el progreso y el libre comercio.

El énfasis dado a las funciones educativas es muy propio del Iluminismo del siglo XVIII o siglo de las luces. La educación se veía como un medio para avanzar hacia el progreso.

Es un hecho que Smith no era un politólogo, ni desarrolló la agenda del liberalismo político tanto como lo hizo John Locke. Pero tampoco la cuestionó. Es decir que daba como un hecho que en su tiempo el mejor gobierno era el del gobierno civil, el estado de derecho y la libertad política, aunque personalmente se dedicó a investigar la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, es decir a un objeto de estudio de lo que hoy día llamamos la ciencia económica.

Pero sí es interesante constatar que en su obra maestra el profesor escocés Smith tenía ideas claras sobre la importancia y la necesidad del Estado y sobre las funciones que en su tiempo debía tener.

Notas

Álvarez Araya, O. (2022). Pensadores de política y economía. San José, Costa Rica: Ediciones Pensamiento.
Locke, J. (2018). Segundo tratado sobre el gobierno civil (1690). Madrid: Tecnos, Clásicos del Pensamiento.
Rothbard, M. (2013). Historia del pensamiento económico. Madrid: Unión Editorial.
Smith, A. (2018). La riqueza de las naciones. Madrid: Alianza Editorial. Estudio Preliminar de Carlos Rodríguez Braun.