Políticamente, estoy por menor desigualdad social, mayor respeto y cuidado del medio ambiente, por una reducción del consumo, transparencia en el más amplio sentido, mejor educación, libertad, participación social y un respeto absoluto a los derechos humanos, incluyendo una gestión de la pública administración basada en la idea de servicio al ciudadano y con un control que impida y castigue cualquier forma de corrupción.
Además, soy partidario de una gestión que propenda a valorizar los bienes comunes, la cultura y favorezca actitudes colaborativas y altruistas, creando espacio para una creciente autoorganización de las actividades económicas desde la base (como las cooperativas), dentro de un sistema secular basado en una meritocracia, que tienda hacia el respeto de todos, sin diferencias entre los sexos, religión u origen étnico y que favorezca y privilegie una fuerte movilidad social.
Mi modelo de sociedad es la sociedad abierta, diversa y subsidiaria, donde sea cuestionada y eliminada toda forma de discriminación. No pienso absolutamente que esto sea de derecha, pero tampoco me considero como una persona de izquierda, pues pienso que estas distinciones han perdido absolutamente el sentido. Por otro lado, si Maduro, en Venezuela u Ortega en Nicaragua son de izquierda, entonces yo soy lo contrario, como soy contrario a todos los regímenes despóticos y autoritarios que imponen los intereses de unos pocos a las grandes y marginadas mayorías.
Pienso también que el espacio privado debe ser protegido y que cada uno tenga la posibilidad de vivir su vida como quiere. Estoy por la eutanasia, el aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo, el Estado separado de la Iglesia, la prohibición del proselitismo religioso y me opongo a cualquier forma de fundamentalismo.
En mi mundo no existe un dios, ni menos verdades absolutas. Odio toda forma de tiranía y no acepto la desinformación ni la manipulación. Creo en la autodeterminación, en el diálogo y la participación directa. Cada día estoy menos convencido de la validez de la «democracia representativa» y del papel imprescindible los «partidos políticos».
Cada uno tiene que estar consciente de sus valores e ideas. Cada uno tiene que confrontarse con los demás en un intercambio abierto que nos haga reflexionar y reevaluar nuestras posiciones. Cada uno tiene que defender la libertad y usarla constructivamente. Cada uno debe valorar los principios que sustentan nuestros derechos civiles, individualidad, posibilidad de expresarnos e informarnos, aceptando siempre la diversidad en el sentido más amplio. Tenemos que redefinir y defender la democracia y distinguir claramente entre lo que se dice y se hace, con todas sus posibles implicaciones.
Nuestras sociedades están en crisis, nuestras instituciones han sido superadas y tenemos que rescatar todo lo positivo y rechazar lo negativo participando activamente en el diálogo político y con el coraje de aceptar que a menudo estamos equivocados y que tenemos que cambiar de opinión. Todo diálogo es una reflexión y toda reflexión es un diálogo. Esta es la esencia de la democracia y tenemos que participar sin enceguecernos y conservando siempre una apertura mental.
Nuestro futuro dependerá de la capacidad de crear nuevas soluciones, de abrir nuevos espacios. De experimentar, mejorar y establecer, de consenso y de prioridades.
Durante mucho tiempo hemos considerado la democracia como un derecho, como un estado social que persiste en el tiempo, como una realidad inalterable y con instituciones difícilmente superables. Pero no es así, la democracia es un sistema vivo, en un contexto, donde todo cambia; y es por esto, que hay actualizarla, defenderla y redefinirla en un proceso constante.
La tecnología, nuevas formas de organización y comunicación han superado la democracia de décadas atrás. La complejidad ha aumentado y en vez de fáciles eslóganes supuestamente válidos para toda situación, tenemos que volver a pensar y rediseñar lo que somos, queremos y buscamos. Esta reorientación hacia el futuro exige pragmatismo, menos ideología y más humanidad. Los problemas que afrontamos en estos momentos comprenden la sobrevivencia misma de la humanidad y su solución representará una nueva forma de política basada sobre en el bien social y la capacidad de cambiar.