En los tiempos que mi trabajo clínico estaba alejado de mi casa y de mi consulta, tomé la decisión de acudir a él en transporte público. Siempre he considerado esa decisión como acertada, por varios motivos. Por un lado, tengo consciencia de los peligros del cambio climático y la contaminación acústica, en estos asuntos mi conciencia es la misma que la del colibrí de la fábula.
Ardía el bosque y todos los animales huían despavoridos. El poderoso jaguar veía cómo un pequeño colibrí iba y venía del fuego al rio y del rio al fuego con su diminuto pico lleno de agua que vertía sobre el fuego. El felino con tono burlón le preguntó al colibrí si pensaba que con eso iba a apagar el devastador fuego, a lo que el pajarillo respondió: Yo solo trato de hacer mi parte para salvar mi casa.
Otro aspecto importante de esta decisión personal de caminar más y conducir menos se relaciona con combatir conductas sedentarias que perjudican la salud mental y física. Pocas personas ignoran que un estilo de vida inactivo es un factor de riesgo indiscutible para que se cultiven problemas cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, diabetes tipo 2, osteoporosis, así como aumento de aparición de depresión y trastornos de ansiedad severos.
Viajar en transporte público me ha proporcionado, además de todo lo que te acabo de comentar y cuyos efectos se ven mejor a largo plazo, la posibilidad de tener más tiempo para la lectura. En trayectos como aquellos, de treinta a cuarenta y cinco minutos dependiendo del atasco del tráfico, leía unas cuantas páginas de un libro de papel, y ocasionalmente en un e-book.
Leer tiene muchos y enormes beneficios, no solo nos abre las puertas a otros mundos activando nuestra imaginación y nuestro conocimiento en todos los sentidos, sino que, además, tiene una función terapéutica, que es de lo que te vengo a hablar en este artículo.
La lectura y su efecto terapéutico
Cuando leemos, cuando además lo hacemos de manera regular, con la rutina de esos hábitos que nos proporcionan calidad de vida, son muchos los beneficios que obtenemos para nuestra salud mental y para nuestro bienestar en general. La lectura, por ejemplo, es de gran ayuda en esas etapas de la vida en la que necesitamos reconstruirnos; cuando pasamos por una enfermedad, cuando nos recuperamos de algún accidente, cuando acabamos de perder el trabajo o sufrimos una pena de amor.
Cuando leemos propiciamos la conectividad cerebral, aumentamos la funcionalidad entre las áreas del cerebro relacionadas con el procesamiento emocional, como las distintas estructuras del sistema límbico, y la cognición social que se procesa en la corteza prefrontal, la amígdala y la corteza somatosensorial.
Esta conexión mejora la empatía y la teoría de la mente, esto es, la habilidad para comprender y predecir la conducta de otra persona, sus conocimientos, sus intenciones y sus creencias. Esto ocurre porque en la lectura hay algo más que el placer de las vivencias que nos proporciona lo que leemos y que obedece a un trabajo psíquico a través del cual establecemos un vínculo con aquello que nos construye, que nos da lugar, que nos da vida.
Existe evidencia científica sobre el hecho de que leer favorece una actividad cerebral similar a la que activaría la experiencia real, por lo que, en consecuencia, los mundos imaginarios de los escritores tienen efecto positivo en las estrategias que empleamos para afrontar nuestros propios desafíos personales y emocionales. La lectura propicia estados de motivación intrínseca que impulsan un «espíritu exploratorio» que actúa como un facilitador para aceptar realidades y facilitar cambios.
Aunque los efectos positivos de un libro varían según la persona que lo lee, existe un impacto sanador común a casi todas las personas que leen con asiduidad, y es su capacidad para la reducción del estrés. Un estudio de la Universidad de Roma, con base en las «Escalas de satisfacción con la vida de Diener», afirma que los lectores habituales, frente a las personas que no leen o lo hacen esporádicamente, tienen mejor humor y mayor capacidad para afrontar el estrés, porque la lectura les proporciona herramientas cognitivas para hacer frente a las dificultades de la vida.
Que leer ayuda a disminuir el estrés es una afirmación sobre la que existe consenso neurocientífico. Y es que la lectura, efectivamente, tal como mantener alguna actividad lúdica placentera o practicar ejercicio físico, puede contribuir a evitar o a equilibrar la precipitación de un síndrome de sobrecarga o cuadro de estrés.
Un artículo publicado en el diario The New Yorker sobre la biblioterapia, afirma que quienes tienen el hábito de leer duermen mejor, presentan menores niveles de estrés, una autoestima más alta y menor depresión. La biblioterapia es un término de principios del siglo XX en un contexto de experimentación en psicoterapia, que tenía el objetivo contener el estrés postraumático de las personas que habían sufrido los tormentos de la guerra.
Le he leído a José Luís Borges que la lectura debe ser una forma de felicidad. Sin duda, así es para quienes encuentran en ella espacio y tiempo de bienestar y calidad. Escribió Nuccio Ordine, en su ensayo La utilidad de lo inútil que: «nutrir el espíritu es tan importante como alimentar el cuerpo». Y si uno es feliz disfrutando de algo deliciosamente sano ¿por qué no lo va a ser leyendo algo deliciosamente entretenido o interesante?
Leer tiene un efecto transformador, influye sobre las áreas del cerebro encargadas del procesamiento de la información, de la conectividad neuronal y de la memoria, y de esta manera es capaz de estimular las áreas del sistema límbico que están involucradas en las respuestas emocionales y conductuales y, más concretamente la estructura conocida como el haz del cíngulo, que es una de las circunvoluciones de la superficie medial de los hemisferios cerebrales, asociada a las respuestas de placer y felicidad.
Leer mejora nuestra memoria en todas sus funciones y capacidades. Tanto a nivel semántico o de significados, como la memoria asociativa, por la que vinculamos palabras a determinadas emociones o circunstancias, y, cómo no, la memoria ejecutiva que contextualiza significados específicos, palabras y contextos determinados. Estos beneficios sobre la memoria del hábito de leer facilitan la adquisición de competencias para comprender mejor a las personas, a los contextos y, en consecuencia, tomar buenas y mejores decisiones, más creativas, interesantes, educadas y eficientes.
Probablemente lo sepan muchas personas, y para los que no lo saben, conviene que sepas que la lectura tiene un efecto protector del deterioro cognitivo que se va produciendo a lo largo de una vida. Es decir, de un funcionamiento cerebral más adecuado. En este sentido, debemos considerar a la lectura una manera de autocuidado. Como cualquier otra forma de cuidar nuestra salud, física o mental, leer necesita ser una rutina en nuestras vidas.
Lamentablemente, cada vez se lee menos. Las razones del descenso de la lectura de libros no están demasiado claras, quizá las nuevas formas de entretenimiento instantáneo tengan mucho que ver en este descenso, como, igualmente está ocurriendo con otras actividades culturales, como el cine. Este descenso es notorio, no porque hayan aumentado las personas que nunca han leído un libro, sino, sobre todo, en el hecho de que las personas que tienen hábito de lectura leen menos cada vez.
En este sentido y, entendiendo la lectura como una buena forma de entretenimiento, además de como un recurso terapéutico que nos puede proporcionar indudables beneficios para nuestra salud mental, permíteme que te indique algunas claves de interés para mejorar o recuperar el hábito de leer.
Cómo adquirir un mejor hábito de lectura
La lectura es, al menos para alguien como yo que lee todos los días, una especie de «vicio virtuoso y sanador», con capacidad para mejorar la vida de las personas en muchas de sus realidades. Así que, para ir terminando con este artículo, quiero hacerte las siguientes consideraciones desde el convencimiento de que leer no nos promete nada, tampoco nos hace más inteligentes, tan solo, quizá, un poco menos ignorantes.
Encuentra algún momento en el día para leer, con el tiempo se consigue que aumentemos los minutos que dedicamos a la lectura. Para alcanzar este objetivo puede ser necesario que cambies tu forma de pensar sobre la lectura. No es algo aburrido, al contrario, considera la lectura de cada libro como un logro personal fortalecerá el concepto que tienes de ti mismo, de ti misma.
Un espacio sin interrupciones y con buena luz aumentará tu interés por la lectura. Pero, leer se puede hacer en muchos lugares, así que, si llevas la lectura contigo facilitarás las mejoras en el hábito de leer.
Estas breves claves que te comento parten de una premisa singular y es la de que no te obligues a leer en ningún momento. Si comienzas a leer algo y no te encaja o no es lo que esperabas, déjalo. Un libro, decía Julio Cortázar, «no empieza en la primera página, ni acaba en la última», por lo que lo más importante para mejorar en el hábito de leer y en todos sus beneficios, es entender que existen lecturas para todos los gustos.