En cada ciudad hay un hotel inolvidable que se graba, con fuerza, en el lienzo de nuestros recuerdos, porque, así como los cementerios custodian las almas muertas, los hoteles son el refugio predilecto de las almas vivas.

Conocí el hotel, a finales de la década de 1970, cuando se escribían las últimas páginas de su fantástico libro, y apenas puedo retener de él, una borrosa imagen de una torre verde con grandes ventanas, elevándose detrás de la estatua del expresidente Jesús Jiménez Zamora.1

A pesar de recuerdo personal tan vago, el hotel ha permanecido como una constante en la nostalgia compartida de los cartagineses. A lo largo de casi siete décadas de existencia, sus habitaciones, salones y jardines, fueron testigos de eventos memorables de la ciudad.

Fue construido después del terremoto de 1910, en el mismo lugar donde estuvo el legendario chalet del poeta Rafael Ángel Troyo.2 Como mencionamos en un artículo anterior,3 la mansión de Troyo se levantó en un terreno conocido como Solar del Carmen, un lote que la Municipalidad de Cartago vendió en 1889, para financiar la construcción del parque central de la ciudad.

De sus dos nombres distintos (Hotel Francés/Hotel Holanda) y de sus más de ocho propietarios; pero sobre todo de sus incontables historias, tejidas entre sus viejas paredes, nos ocuparemos en este texto.

La realización de esta crónica ha sido posible gracias al apoyo de numerosas personas que generosamente compartieron sus recuerdos y testimonios, los cuales se reflejan en la parte final del relato. Entre ellas, destacamos a doña Johanna Fiesler Calvo, don Luis Corea Castro, el periodista Fernando Gutiérrez y el pintor Fernando Carballo Jiménez. También fue muy importante el aporte de los arquitectos Andrés Fernández y Luis Diego Ramírez. Expreso mi más profundo agradecimiento a todos ellos.

El Hotel Francés

Los orígenes del Hotel Francés se remontan al año 1898. En el Heraldo de Costa Rica (11 de septiembre), el inmigrante francés Marcel Genet, publica el siguiente aviso:

Hotel Central, antiguo Hotel Francés, Cartago. habiendo comprado este conocido hotel, tengo el gusto de ponerlo a disposición del público enteramente mejorado. Mis clientes encontrarán en él un buen servicio, muchas comodidades y la comida a la altura de los de la capital: cantina bien surtida, billar, baño etcétera; se habla francés e inglés.

Para el año 1905, según anuncios de periódico, Genet había vuelto a poner al hotel su nombre original: Hotel Francés. ¿Pero dónde se encontraba ubicado? Gracias al plano de Cartago del terremoto de 1910, hecho por el profesor Ramón Matías Quesada,4 sabemos que esta primera sede del Hotel Francés estaba frente a la casa del constructor italiano Quinto Vaglio,5 en el lado norte de la cuadra al norte de las «Ruinas» de la Parroquia.

Marcial Genet Girard nació en 1863, en la comarca Cabrières-d'Avignon,6 en Provenza. En Francia vivían dos hermanos: Bienvenido, que poseía la propiedad de sus padres en Cabrières, y Carolina, en Marsella. Alrededor del año 1880, Marcial cumplió con el servicio militar en Argel, en un regimiento de zuavos (La Nueva Prensa, 11 de marzo de 1927).

Después del servicio militar, tomó la decisión de probar fortuna en América. Primero lo hizo en México, donde se radicó, y luego se casó con doña Manuela Antonia Ramos Borduin, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. En ese lugar, el 3 de mayo de 1890, nació su primogénita, Eva María. Los Genet Ramos llegaron a Cartago, alrededor del año 1894 y, con el tiempo, la familia tendría dos hijas más. Las tres llegarían a casarse con destacadas personalidades de Cartago. Eva con Enrique Sancho Jiménez, Celia con Julio Peña (uno de los principales impulsores del Banco Crédito Agrícola de Cartago) y Odette con Enrique Pucci.

En el año de 1910, don Marcial y doña Manuela, como todos los habitantes de Cartago, fueron víctimas del inolvidable terremoto. La destrucción y la muerte se apoderaron de la ciudad, sembrando un manto de tristeza indescriptible. Incluso su modesto hotel no escapó a la ferocidad de la naturaleza; pero los Genet, en lugar de doblegarse ante la catástrofe, extendieron sus manos solidarias, en ayuda a los necesitados.

Superado lo peor de la tragedia, su gran espíritu emprendedor, los empujó a operar de nuevo el hotel, esta vez «frente a la estación del ferrocarril»,7 según lo anunciaban los periódicos en 1911.

Pese a los tiempos difíciles que corrían en la ciudad, don Marcial y doña Manuela tenían grandes aspiraciones y siempre soñaron construir un hotel propio, a su entero gusto. Destruido totalmente el chalet Troyo, por efecto del terremoto, los Genet se acercaron a aquella propiedad en ruinas, y establecieron una relación con sus propietarios, para operar un hotel en dicho lugar. Para mayo de 1911, la finca principal pertenecía a don Rafael Morúa Ortiz, un importante comerciante, que el 18 de enero de ese año vendió una parte del lote a doña Angélica Blanco Castro (Inscripción N.o 1 de la finca 25445. Datos de estudio registral histórico de la propiedad, Registro Nacional de Costa Rica).

Desconocemos el trato entre las partes involucradas, porque, aunque el terreno pertenecía, en parte a Morúa y en parte a Blanco, don Marcial y doña Manuela construyeron allí el hotel. Una crónica publicada en La Prensa Libre el 7 de febrero de 1913 señala que: «se ha dado principio a la construcción de un soberbio edificio, en el lugar donde estuvo el chalet Troyo, que será destinado al Hotel Francés». Y La Información del 8 de marzo, complementa esta noticia así:

El activo comerciante y empresario Marcial Genet ha hecho construir una casa muy cómoda y espaciosa en el lugar que ocupaba el chalet Troyo y en ella –cuando esté terminada—instalará un «boarding-house» a la moderna, donde podrán las familias de fuera venir a pasar alegres temporadas.

El hotel se edificó entre febrero y mayo de 1913, en el período de reconstrucción de la ciudad. Era una imponente construcción de dos pisos con sótano. Contaba con cincuenta departamentos, divididos en tres cuerpos, además de una amplia cocina de un solo nivel y un área de planchado. Arquitectónicamente, el edificio se enmarca en una corriente denominada stick style, como nos explicó el arquitecto y escritor costarricense Andrés Fernández Ramírez, quien generosamente nos proporcionó este comentario, para el artículo:

El Hotel Francés de Cartago era una edificación de arquitectura «stick style», lenguaje ecléctico norteamericano de la segunda mitad del siglo XIX. Dicha arquitectura se caracterizó especialmente por el uso de chillas o de piezas de madera en posición vertical, horizontal o diagonal, que manifestaban la estructura subyacente del edificio, al tiempo que permitía el forro de tablillas horizontales, de madera, también. En el caso del edificio que nos ocupa, no disponemos más que de fotografías de su fachada hacia el sur, la principal, por lo que podemos decir que estaba compuesta de un cuerpo central de dos niveles y uno semi subterráneo, pues el hotel se emplazaba sobre un pedestal de más de un metro de altura. A juzgar por las gradas que flanquean dicho cuerpo, puede suponerse con mucha seguridad, que ahí se albergaba, en primer nivel, la recepción y el vestíbulo principal del albergue. A partir de ese cuerpo central, se extendían a ambos lados las alas de habitaciones; la este, rematada por una esbelta torre de tres niveles y saliente, y la oeste por una torreta retraída. Los techos de tal conjunto, de pronunciada pendiente y cubiertas de hierro galvanizado corrugado, van de las dos a las cuatro aguas, lo que, junto a los amplios aleros, los corredores y balcones, le brindaban al edificio un aspecto de liviandad y sobria elegancia.

Desde una perspectiva social, este lugar se convirtió en el punto de encuentro por excelencia de la sociedad cartaginesa, a menudo compitiendo en la organización de eventos con el prestigioso Club Social.8 Gracias a su renombre, las reuniones de distinguidas personalidades de la capital y de otras provincias eran habituales en este lugar.

En el año 1916, el Libro Azul de Costa Rica,9 hizo una reseña del hotel de la cual extraemos las siguientes palabras:

Este elegante hotel, el primero en su género en Cartago, es el preferido por los turistas y personas de buen gusto por las comodidades que ofrece; situado admirablemente entre jardines, recibe directamente las brisas del volcán Irazú y ofrece un espléndido panorama que abarca toda la ciudad. Montado con todo el confort moderno, cuenta con un elegante salón de música, cómodos y espaciosos departamentos para familias, servicio de agua corriente, luz eléctrica, baños fríos y calientes, espaciosos y elegantes comedores. El Hotel Francés es muy renombrado en todo el país y muy conocido en el extranjero por las buenas referencias que dan de él los turistas que lo han visitado.

En el año 1921, los Genet Ramos formalmente adquirieron la finca del hotel, cuando doña Angélica Blanco Castro vendió su parte a doña Manuela Ramos por 2500 colones. A partir de ese momento, de acuerdo con transacciones posteriores, doña Manuela, llegó a ser dueña de la totalidad de la finca, lo que incluía la parte que previamente había pertenecido a don Rafael Morúa Ortiz. En consecuencia, desde 1921, doña Manuela se convirtió en la dueña absoluta del hotel.

Durante el tiempo en que M. Genet y su esposa administraron el hotel, este alcanzó picos de popularidad, como cuando el presidente Alfredo González Flores asistió a la Pasada de la Virgen de los Ángeles, en 1914. En dicha ocasión, se llevaron a cabo el almuerzo y varias actividades en el hotel. Sin embargo, también hubo momentos difíciles, como cuando don Marcial se vio involucrado en un episodio rocambolesco de falsificación de billetes, en el año 1915.

En 1926, don Marcial se enfrentó a una enfermedad complicada que requirió una cirugía de emergencia realizada por destacados médicos como Castro Cervantes, Rojas, Figueres y Jiménez Núñez, en un intento por salvar su vida. Sin embargo, el resultado no fue el esperado. Don Marcial falleció el 6 de marzo de 1927 en casa de su yerno, Enrique Sancho Jiménez, rodeado de su familia y acompañado por Mons. Claudio María Volio, obispo de Santa Rosa de Copán y gran amigo de ellos. Tras su muerte, el hotel quedó bajo la administración de doña Manuela, con el apoyo de sus hijas.

El Hotel Francés en manos de Carl Strom (1928 – 1930)

La apertura del Canal de Panamá en 1914 marcó un importante auge económico y turístico para el país vecino. Sin embargo, con el tiempo, Costa Rica también comenzó a cosechar los beneficios de tan grandiosa obra. Uno de los sectores más favorecidos fue el agrícola, pues se estableció en Cartago una «Agencia del Canal de Panamá», comprometida a adquirir todas las cosechas de los agricultores, especialmente las de papa.

En abril de 1928, el estadounidense Carl Strom, quien se desempeñaba como administrador de comisariatos de la zona del Canal, arrendó el Hotel Francés por un período de cuatro años. Gracias a su talento empresarial y a su experiencia como camarero en barcos y restaurantes, logró un hito significativo a principios de la década de 1920, al obtener el arrendamiento de todos los restaurantes del Canal (The Panama Canal Review, 5 de marzo de 1954, p. 12). El contrato entre el Canal y Strom se extendió hasta el 15 de mayo de 1934; por lo tanto, durante 1928 y 1930, el Hotel Francés, indiscutiblemente, formó parte del selecto grupo de hoteles asociados al Canal de Panamá.

Durante esta era, el hotel se convirtió en un destino popular, tanto para turistas estadounidenses como panameños; pero también había espacio para eventos nacionales, como la gran cena dedicada al presidente don Cleto González Víquez, para inaugurar los festejos cívicos, en septiembre de 1928, o el homenaje al gobernador Luis García Aragón, en un evento amenizado por una orquesta local, a la que asistieron personalidades del comercio y de la banca.

A pesar de los considerables esfuerzos del empresario, el turismo nunca alcanzó las cifras que él esperaba. En consecuencia, el diario limonense The Searchlight (La Linterna) informó el 4 de octubre de 1930 que Strom decidió poner fin a las operaciones del hotel «debido a la escasez de turistas que viajan aquí» y como resultado, canceló su contrato y devolvió las instalaciones a su propietaria.

Sin embargo, una década después, doña Manuela recibió una oferta por parte de empresarios holandeses para hacerse cargo del hotel, marcando así el inicio del período holandés.

El Hotel Holanda (Cartago) y Hotel Panamerican (San José)

La Prensa Libre del 22 de septiembre de 1942 informa que han llegado a Cartago los socios Johannes Fiesler Visser y Laurens Walles Somer, exjefes de la Compañía Real Holandesa de Vapores (KNSM),10 para hacerse cargo del hotel. Se menciona que planean implementar mejoras, como un amplio salón de baile con cantina, y que reabrirá sus puertas el 1 de diciembre, bajo el nombre de Hotel Holanda. El contrato de arriendo, fechado el 28 de septiembre, se estableció por un período de cinco años.

El cambio de nombre trajo consigo numerosas transformaciones en este pequeño micromundo, que no pasaron inadvertidas en la ciudad. Fue una transición cultural y geográfica, una radical mudanza del encanto francés al espíritu holandés. La Torre Eiffel cedió su lugar a los molinos de viento, el rojiazul dio paso al naranja, la flor de lis a los tulipanes, y las manzanas de Cézanne fueron sustituidas por las hipnóticas estrellas de Van Gogh.

Siendo un hotel de estilo europeo, era obvio que la cruda realidad del Viejo Continente no estaba ajena a la vida de sus propietarios. La reapertura coincidió con uno de los momentos más atroces de la Segunda Guerra Mundial, cuando Hitler ordenó el exterminio de los judíos, en los países ocupados por las fuerzas nazis. A pesar de los tiempos tumultuosos derivados de la guerra, Fiesler continuaba introduciendo mejoras en el hotel, entre ellas una cocina de primera, dirigida por un jefe de cocina holandés, almuerzos y cenas abiertos al público en general, así como servicios especiales para banquetes, matrimonios y bautismos.

En diciembre de 1943, ocurrió un evento significativo para la empresa de Fiesler y Walles al adquirir el Hotel Metrópoli, en el centro de San José, que pertenecía a don Víctor Céspedes Duke. Posteriormente, el nombre del hotel se cambió a Hotel Panamerican.

Johannes Fiesler nació el 10 de septiembre de 1887, en Zandvoort, un municipio antiguo en Holanda Septentrional, cuyos orígenes se remontan al año 1110 d.C. En 1947, su esposa, Annie Zwerver Dunant, llegó a Costa Rica con su hijo único, André. Una de las hijas de André, doña Johanna Fiesler Calvo, quien actualmente reside en Cartago, compartió una cantidad inapreciable de datos y documentos familiares para este artículo, a los que nos referiremos más adelante.

Durante los años en que el hotel fue administrado por Fiesler y su esposa, hubo una considerable afluencia de turistas, en su mayoría holandeses, procedentes de Curazao, Aruba y Panamá. El clima, la tranquilidad y las amplias comodidades que ofrecía Cartago constituían una importante atracción para ellos.

Además del turismo, el hotel fue testigo de importantes actividades políticas y militares, así como de grandes logros municipales. El 27 de octubre de 1945, en su salón principal, más de cien personas, entre militares y civiles, instaron al presidente de la república, Teodoro Picado, a nombrar a su hermano, el general René Picado, como secretario de Seguridad Pública. Al año siguiente, en 1946, la Municipalidad de Cartago dio por concluida la obra de cañería iniciada en 1905 bajo la dirección del Ingeniero Ramón Picado.11 El día del evento, al sellarse la inmensa tapa de concreto para el tanque de distribución,12 con el apoyo logístico y económico del Servicio Cooperativo Interamericano de los Estados Unidos, se celebró un gran evento en el hotel. Durante este, se pronunciaron discursos por parte del Mayor Harris del Servicio Cooperativo, don Arturo Volio Jiménez, el gobernador don Guillermo Iglesias, Mr. Shanks, el ingeniero Murillo, don Rogelio Coto Monge y Rogelio Coto Troyo.

Doña Manuela Ramos v. de Genet falleció el 28 de agosto de 1946, en compañía de sus tres hijas. Posteriormente, sus restos fueron sepultados en el Cementerio General de Cartago, junto a los de don Marcial. En consecuencia, el hotel pasó a ser propiedad de sus hijas, como se evidencia en la Inscripción No. 1 de la finca 44671, registrada el 17 de abril de 1947. Dicho registro muestra que el valor de la finca ascendía a 95,000 colones y que la propiedad se distribuyó equitativamente entre las tres hijas.

Dado que el contrato de alquiler con los holandeses tenía una duración inicial de cinco años, este permaneció vigente hasta septiembre de 1947. Considerando que J. Fiesler continuó operando el hotel, es razonable suponer que el contrato se renovó, extendiéndose por al menos cinco años adicionales.

Don Johannes Fiesler sentía un profundo cariño por el hotel y su inigualable entorno. Una de sus pasiones era juguetear, en los jardines, con una lapa roja (Ara macao) de exuberante plumaje escarlata, que solía repetir palabras y comer de su mano. Mientras caminaba por el gran balcón del segundo piso, don Johannes contemplaba un paisaje espectacular. La espesa bruma de Cartago envolvía la vista hacia el sur, creando una atmósfera especial: la estatua de don Jesús Jiménez de espaldas, el bullicio del mercado en pleno auge, la antigua casa de don Fello Vargas, y en el jardín del hotel, dos imponentes árboles de jacaranda (Jacaranda mimosifolia) y uno de matasanos (Casimiroa sapota), donde se mecía con gracia su lapa roja. Frente al hotel, la calle sin salida siempre lucía llena de automóviles Ford, Dodge y Willis Overland. Además, los trenes procedentes de Limón llegaban de manera constante, transportando a panameños y antillanos, la clientela más apreciada del hotel.

Don Johannes falleció el 22 de noviembre de 1949, a los 62 años. Su última morada, como era de esperar, fue el hotel, y desde allí su cuerpo fue trasladado al cementerio. Doña Annie falleció en San José en 1994, a la edad de 92 años. Ambos reposan en una tumba familiar, ahora a nombre de doña Johanna Fiesler, en el Cementerio General de Cartago.

Los hermanos Kopp asumen el Hotel (1949)

En el año 1949, tras la muerte de don Johannes, dos hermanos holandeses, Cornelio y Teodoro Kopp Jürgens, llegaron a Costa Rica para asumir la gestión del hotel, junto con todo su mobiliario, empleados y, por supuesto, la bella lapa roja de don Johannes que, evidentemente, se entendía bien con los holandeses.

Cornelio, con 34 años, dejó atrás Holanda y se trasladó a la isla de Curazao. Allí escuchó hablar de un lugar en el centro de Costa Rica con un clima atractivo durante todo el año, lo que lo llevó a verificar personalmente esa fantástica descripción. Posteriormente llegó Teodoro, para ambos asumir el negocio completo de hotelería que estuvo en manos de J. Fiesler, su esposa y el Sr. Walles; es decir, tanto el Hotel Holanda como el Panamerican. Cornelio se quedó administrando el hotel de Cartago y Teodoro el de San José. De aquí en adelante, ambos hoteles compartieron muchas cosas, como publicidad, empleados, menús,13 oferta de licores,14 y por supuesto, clientes.

El 24 de diciembre de 1950, los graduados del Liceo de Costa Rica del año 1901 celebraron en el Hotel Holanda su 50o aniversario, con la presencia de exalumnos notables de aquella generación como Solón Núñez, José Pablo y José Fabio Garnier Ugalde, Macabeo Vargas, Adolfo Esquivel, Víctor Manuel Bonilla y Juan Luis Polini. En 1954, los bachilleres de 1939 del Colegio de San Luis Gonzaga también se reunieron en el hotel para celebrar y homenajear al profesor Víctor Lizano Hernández. De igual forma, el hotel fue lugar de un homenaje al príncipe rumano Miguel Sturdza, por parte del Círculo de Estudios Alejandro Aguilar Machado, el 13 de marzo de 1965. En ese momento, el príncipe residía en Cartago, después de haber dejado su país, donde había ejercido como ministro de relaciones exteriores, y se desempeñaba modestamente como profesor de francés, en el Colegio de San Luis Gonzaga.

El Hotel Holanda también fue partícipe de importantes eventos cívicos, como la inauguración del servicio de ambulancias en Cartago, el 3 de junio de 1951, seguida de un almuerzo en sus instalaciones. El hotel organizó bailes y conciertos benéficos, contando con la participación de destacadas orquestas como la de Isaac H. Barahona15 y la Orquesta Sinfónica-Rítmica-Coral del maestro Hugo Mariani.16 A pesar de la tranquilidad que generalmente imperaba en el hotel, también se vivieron episodios de gran inquietud. En junio de 1951, un incendio en la fábrica de candelas de don Basilio Chryssopulos, situada a pocos metros del establecimiento, dio la impresión de que el propio hotel estaba envuelto en llamas.

Además de este incidente, el hotel también fue escenario de actividades delictivas. En 1954, una peligrosa banda de estafadores internacionales se alojó en el hotel antes de ser detenida, y ese mismo año, Alfonso Martínez, un antiguo miembro del gobierno derrocado de Jacobo Árbenz en Guatemala, se refugió en el Hotel Holanda, con un millón de dólares en efectivo, lo que desencadenó una intensa búsqueda por parte de las autoridades.

A pesar de los múltiples desafíos que había enfrentado durante su administración, don Cornelio nunca dudó del potencial del hotel, por lo que decidió adquirirlo, en 1958. El 8 de abril, las hermanas Genet Ramos cerraron el ciclo del negocio de sus padres al vender «la finca y el derecho de explotación del hotel con todos los implementos a don Cornelio Kopp Jürgens, en 75,000 colones» (Finca 44671. Inscripción No. 2. Registro Nacional de Costa Rica).

Cornelio Kopp continuó explotando y operando el hotel. Lo hizo desde 1949 hasta 1975, es decir, por al menos 25 años, convirtiéndose en uno de los propietarios con más tiempo al mando del establecimiento. El 20 de junio de 1975, don Cornelio vendió el hotel a una sociedad anónima perteneciente a otro ciudadano holandés, por 175,000 colones. Posteriormente, alrededor del año 1979, el hotel fue demolido y en su lugar se construyó un parqueo,17 que opera en la actualidad, en manos de la misma sociedad.

Recuerdos y testimonios

Fernando Carballo Jiménez, pintor cartaginés y Premio Nacional de Cultura Magón 2021, nos comparte sus recuerdos ligados al Hotel Holanda. Empieza contando que un día, en la década de 1970, el escritor Daniel Gallegos Troyo (1930-2018), llevó a él y a otros artistas al Hotel Holanda. Estando todos en el sótano, donde se encontraba la cava de vinos, Gallegos les comentó, lleno de emoción, que aquellos ladrillos eran parte de lo que en su momento fue el chalet de su abuelito, el poeta Rafael Ángel Troyo. Carballo también recuerda que, en su infancia, sus lugares preferidos para esconderse, mientras jugaba con sus amigos, eran el parque Jiménez y aquel imponente hotel, siempre envuelto en el misterio, justo frente a su casa. Recuerda que, en la entrada, después de un portoncito, había unos árboles de jacaranda que alfombraban el suelo con sus hermosas flores color lila, en contraste con el plumaje de una inquieta lapa roja, cuyos saltos, de rama en rama, alegraban a los chiquillos. A la derecha, se encontraba un pequeño sendero que llevaba a una encantadora fuentecita de hierro fundido. También recuerda que en uno de los salones del hotel había un bello piano de cola, y las paredes internas estaban decoradas con láminas de latón repujado. Todas las mesas estaban cubiertas con sobres de mármol, lo que daba al lugar un aire de elegancia y distinción.

Johanna Fiesler Calvo es la única nieta sobreviviente de Johannes Fiesler y Annie Zwerver, los primeros dueños holandeses del hotel. Doña Johanna reside en Cartago y comparte con nosotros su vínculo especial con el pasado familiar. Ella nació en 1951 en el Hotel Panamerican de San José, dos años después del fallecimiento de su abuelo Johannes. Con tristeza, relata que su padre, André, el único hijo de Johannes y Annie, perdió la vida en un accidente automovilístico, el 2 de noviembre de 1957, a la temprana edad de 30 años. Después de narrar la tragedia de su padre, mejora su tono de voz al contarnos que, después de mucha insistencia, logró rescatar una gran cantidad de tesoros de su abuela que se creían perdidos. Entre estos tesoros se encuentran fotografías increíbles que capturan la vida cotidiana de sus abuelos en Holanda, así como pasaportes, cartas, tarjetas postales, menús y por supuesto, imágenes del Hotel Holanda y del Hotel Panamerican.

Es posible que a muchos lectores les resulte familiar el apellido Dunant, el segundo apellido de doña Annie. En efecto, este tiene una conexión con el suizo Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja Internacional. Doña Johanna nos revela que su abuelita era sobrina nieta de H. Dunant, lo que añade una capa adicional de significado a la historia de su familia. Finalmente, doña Johanna comparte con nosotros unas palabras memorables de su abuela, doña Annie, que siempre resuenan en su familia: «salí de una guerra para entrar en otra», en referencia tanto a la Segunda Guerra Mundial como a la guerra civil de Costa Rica, en 1948.

Fernando Gutiérrez Coto, periodista cartaginés, comparte con nosotros su recuerdo del hotel. Según Fernando, es probable que el hotel cerrara sus puertas a principios de la década de 1980. A finales de los años 70, él asistía, con alguna frecuencia, a reuniones de un grupo cultural conocido como Círculo de Cartago. Muchas actividades especiales, por ejemplo, aniversarios de fundación del Círculo se hacían en el Hotel Holanda. El grupo estaba conformado por filósofos, escritores y artistas, y tuvo sus raíces en el Círculo de Estudios Alejandro Aguilar Machado, fundado en el Colegio de San Luis Gonzaga, en 1956. Uno de los miembros más comprometidos e influyentes del Círculo fue el filósofo Roberto Murillo Zamora (1939-1994). A lo largo de varios años, el grupo recibió a destacados filósofos y pensadores que impartieron conferencias memorables. Entre ellos Constantino Láscaris C., que era un invitado frecuente, así como Jorge Enrique Guier Esquivel, Ramón Madrigal, Teodoro Olarte, Francisco Amighetti y Nora Chacón Quesada.

En el período a que hace referencia Fernando, el Círculo estaba presidido por el filósofo Guillermo Coronado. Las reuniones solían llevarse a cabo en una sala ubicada en la planta baja del hotel, que tenía una atmósfera tenebrosa, casi parecida a un sótano, según nos comenta. Otros filósofos que asistían a estas reuniones incluían a Álvaro Zamora y Mario Campos, entre otros. Después de cada reunión, el grupo solía dirigirse a un bar o soda en el primer piso, para disfrutar de una taza de café y continuar con las interminables tertulias filosóficas.

Luis Corea Castro, costarricense de 62 años nos comenta lo siguiente. Trabajé con don Cornelio Kopp, hacia mediados de 1978. Él era amigo de unos primos míos, y a través de ese contacto, me trasladé a vivir a Los Lagos de Heredia, donde residía don Cornelio. Me parece que el Hotel Holanda comenzó a desmantelarse a mediados de 1978 o principios de 1979, porque sus dueños tenían planes de convertirlo en oficinas de negocios. Yo en lo único que participé fue en ayudar a desocupar parte de su mobiliario, que en su mayor parte fue vendido. Mi mamá tenía una cómoda que don Cornelio le regaló. Creo que él fue el último propietario o quizás pariente de su último dueño. Recuerdo que en el jardín había una fuente, aunque no estoy seguro de qué material estaba hecha. Me contó don Cornelio que la fiesta de graduación del Dr. Mario Alvarenga se celebró allí, y luego este continuó siendo un cliente frecuente del restaurante. También era utilizado por jugadores y administrativos del Club Sport Cartaginés. Trabajé para don Cornelio hasta principios de 1980. Él vivía en Los Yoses y construyó una casa en Vista de Mar de Ipís. También conocí a don Teodoro, aunque tuve poco trato con él. No llegué a conocer el Hotel Panamerican, pero recuerdo que don Cornelio era muy amigo de don Hans Van Der Wielen, el dueño del hotel Bougainvillea. Don Cornelio falleció a causa del cáncer, alrededor de 1990, ya que él vino a conocer a mi hijo mayor, cuando nació en noviembre de 1985.18 Don Cornelio fue una persona excepcional, muy generosa, empática y profundamente religiosa. Incluso fue uno de los invitados a mi boda.

Epílogo

La historia del Hotel Francés/Hotel Holanda constituye un emocionante viaje a través del tiempo, donde se entrelazan dos continentes y tres países, a lo largo de siete décadas. Este lugar inolvidable atestiguó las ilusiones de visionarios empresarios como Marcial Genet, Manuela Ramos, Carl Strom, Johannes Fiesler, y los hermanos Kopp, cuyas huellas se han ido borrando con el paso del tiempo. No obstante, en la nostalgia compartida de la ciudad, su imagen aún perdura, aunque de manera difusa. Al escribir este artículo hemos pretendido que las nuevas generaciones no olviden el hotel; pero también hemos querido rendir homenaje a estos valerosos inmigrantes que sacrificaron todo persiguiendo sus sueños, al punto de hacer de esta tierra su morada final.

El Hotel Holanda se convirtió en un símbolo de elegancia y tradición, donde su historia se fusionó con la cultura y la hospitalidad cartaginesas. Aunque desaparecieron sus altas paredes, sus hermosos árboles de jacaranda, sus limpias habitaciones y sus elegantes salones, el hotel sigue vivo en la memoria de aquellos que tuvieron el privilegio de conocerlo. Fue mucho más que un lugar para alojarse. Fue un capítulo inolvidable en la historia de Cartago y Costa Rica.

Notas

1 La estatua de bronce, obra del escultor venezolano Eloy Palacios Cabello, fue inaugurada el 18 de junio de 1903. Para más información acerca del expresidente Jesús Jiménez y su estatua centenaria consulte el artículo. Brenes-Tencio, Guillermo. La fabricación estética de Jesús Jiménez Zamora. Revista de Ciencias Sociales, Universidad de Costa Rica. 2022.
2 Casa de matrimonio del poeta Rafael Ángel Troyo Pacheco con Lydia Jurado Acosta, construida entre 1902 y 1903, y destruida en el terremoto de 1910. El lugar corresponde, en la actualidad, al Parqueo Cristal y Veterinaria El Camión, contiguo al parque Jesús Jiménez, por el lado norte.
3 Orozco-Abarca Sergio. Del Solar del Carmen al chalet del poeta Rafael Ángel Troyo. Rastros e historias de la transformación de Cartago. Meer. Junio, 2023.
4 Plano disponible en la revista Páginas Ilustradas. VII. 253. San José, 9 octubre 1910. P. 8. Colección SINABI.
5 Quinto Vaglio (1851-1931) fue un artesano cantero y constructor italiano. Su casa fue de las pocas que resistieron el terremoto de 1910. Fue demolida, alrededor del año 1990, para construir un centro comercial.
6 Cabrières-d'Avignon es una comuna francesa del departamento de Vaucluse, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul. Es un sitio pintoresco, caracterizado por la presencia de «piedra seca», donde destacan muchas casas antiguas hechas con esta técnica ancestral, rodeadas por las montañas del macizo de Luberon. Toma su nombre del provenzal «capra», cabra.
7 Así se indicaba la dirección en anuncios de prensa, por tanto, no está clara la ubicación de este hotel en 1911. Pudo ser un local no determinado «frente a la estación del ferrocarril» o bien, ya un hotel provisional, en el lote donde estuvo el chalet Troyo (Solar del Carmen).
8 El Club Social de Cartago fue fundado en el año 1908, y su edificio propio fue inaugurado en 1923.
9 Libro Azul de Costa Rica, publicación del año 1916, producida por Latin American Publicity Bureau. Destinado a inversionistas y turistas del exterior, el libro era una revista pictórica y biográfica que abarcaba temas variados de Costa Rica, con artículos sobre historia, geografía, estadística, comercio, industria, agricultura, obras públicas etc. Hay una edición electrónica gratuita en el sitio de la Biblioteca Nacional de Costa Rica (SINABI), y otra edición electrónica muy completa, de venta en el sitio Forcos de Costa Rica.
10 La compañía real de vapores de Holanda (Koninklijke Nederlandsche Stoomboot Maatschappij) era una compañía naviera de Ámsterdam, que funcionó desde 1856 hasta 1981, y fue una de las principales líneas navieras en los Países Bajos. Operaba cargueros de tamaño medio, con alojamiento limitado para pasajeros. Durante su apogeo (1939), la empresa contaba con 79 buques, de los cuales 48 se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial. En 1972, cambió su nombre a KNSM BV, parte de la empresa matriz KNSM Group NV. En 1981, se fusionaron en Nedlloyd.
11 La primera cañería de la ciudad fue inaugurada en octubre de 1873, es decir, hace 150 años. De aquella gran obra solo queda uno de sus símbolos: la Fuente de los Delfines, ubicada en la plaza de la Basílica de los Ángeles, a la espera eterna de una restauración, que nunca llega.
12 Construido en el año 1931, en el distrito del Carmen. El sitio aún existe (diagonal sureste de la plaza de fútbol), y hoy alberga tanques de agua municipales.
13 El martes 8 de marzo de 1949, el menú de la cena, tanto en el Hotel Holanda como en el Hotel Panamerican, fue crema de verduras, filete de pescado estilo Bordelaise, con ensalada, y minute steak, con repollo morado y papas parisien, y de postre: piña frita & café. Datos incluidos en un documento propiedad de la señora Johanna Fiesler Calvo.
14 Un anuncio en el Diario de Costa Rica, 9 de agosto de 1951, informa que en el Hotel Holanda se ofrece un fino licor holandés «Bols» (de Erven Lucas, Bols, de Ámsterdam), cuyo distribuidor exclusivo en Costa Rica era el Sr. Sigurd Roy Holstad, y en el Panamerican ofrecían otro licor llamado «Boone Kamp» (Wildbrunner Boonekamp). Ambos licores, de fabricación muy antigua, se siguen produciendo y vendiendo en 2023.
15 Isaac Barahona Suárez (1880-1956). Profesor, instrumentista, maestro de capilla, compositor de un gran número de obras. Padre de los músicos e instrumentistas Lubín y Francisco Kiko Barahona.
16 Hugo Mariani (1899-1966). Italiano, argentino, uruguayo. El archivo del «Dia Histórico» de La Nación, señala que la historiadora Virginia Zúñiga Tristán, considera al profesor Mariani como el «padre» de la Orquesta Sinfónica Nacional. Nació en Messina, Italia, en familia de músicos. De pequeño fue llevado a Buenos Aires, donde su padre dirigió una pequeña orquesta. Hugo hizo su primera presentación en público como violinista a los 7 años. Estudió en el Conservatorio Liszt, de Montevideo, y cuando tenía 13 años el famoso músico francés Camille Saint-Saëns, que estaba en Montevideo, lo escuchó, perplejo, interpretar su Rondó Caprichoso. Cuando el músico francés dirigió la Orquesta Sinfónica de Montevideo, Mariani debutó como solista y obtuvo un éxito rotundo.
17 Ver nota 2.
18 Según datos del Tribunal Supremo de Elecciones, don Cornelio Kopp falleció el 15 de junio de 1992, a los 77 años.