En el año 2021 se estrenó la película Oslo, la cual fue dirigida por Bartlett Sher y está inspirada en la obra del mismo nombre de J. T. Rogers que narra las negociaciones secretas que condujeron a la firma de la «Declaración de Principios sobre Acuerdos de Autogobierno Provisional», conocida popularmente como los «Acuerdos de Oslo» entre israelíes y palestinos en el año 1993. Lleva este nombre porque fueron negociados gran parte en esta ciudad noruega, mostrando grandes dotes de diplomacia, a pesar de las tensiones que se vivían en ese momento.
La película, apegada en parte a lo que ocurría en aquel momento en la previa de que se llegase a un acuerdo, muestra el proceso de negociación, con sus correspondientes dificultades para poder llegar a generar la confianza para el desarrollo de estas, demostrado por años de enfrentamientos y de no tener un proceso real para la creación de un ambiente oportuno para impulsar soluciones positivas.
Un detalle que destacar, fuera de la situación solamente de la película, es que los acuerdos como tal tienen un antecedente inmediato de importancia, la conferencia de paz de Madrid del año 1991 donde se empezaría a plantear la posibilidad de negociar salidas diplomáticas a los enfrentamientos entre árabes e israelíes, ya para este momento principalmente entre israelíes y palestinos. Las conversaciones en la capital española fueron patrocinadas por Estados Unidos y la URSS en un gran hito del mundo posterior a la bipolaridad de la Guerra Fría y tenía como objetivo principal que se pudiera llegar a acuerdos que impulsasen soluciones basadas en la fórmula «paz por territorios».
Entre los elementos importantes de un régimen internacional, se desarrollan los conjuntos de normas, principios, las instituciones, los procedimientos y regulaciones para el oportuno trato entre actores internacionales, principalmente los Estados, pero en este caso se menciona a la OLP, que posteriormente evolucionaría a la Autoridad Nacional Palestina, con quienes no solo se pretendería impulsar lo básico para negociar con Israel, sino que también se tomaría en consideración los elementos para fortalecer las bases de un futuro Estado palestino independiente.
En este punto, el régimen internacional debe ser impulsado a través del derecho internacional como herramienta para lograr sentar esas bases de confianza y poder llegar a un acuerdo entre las partes enfrentadas en condiciones en las cuales sea lo más efectivo para todos los involucrados.
Aportando a este aspecto, algunas de las dificultades para generar este ambiente de conciliación mostrados en la película y que son el reflejo de lo que ocurrió durante los procesos de Oslo se encuentran:
- La falta de reconocimiento entre las partes para poder entablar un diálogo sincero y directo, el cual resta importancia a los interlocutores, lo que ya de entrada marca un diálogo estéril y poco efectivo.
- Las presiones de otros actores para evitar que haya acercamientos entre las partes debido a intereses geopolíticos en la región del conflicto.
- La complejidad y la sensibilidad en cuanto a los temas de disputa entre los actores involucrados para entender la importancia de resolver problemas de manera integral y negociada: seguridad, cooperación, asentamientos, derecho de retorno de los refugiados, Jerusalén y otros que puedan ser esenciales en el proceso de pacificación.
Es importante mencionar que las bases del derecho para lograr superar los principales problemas del conflicto están enfocadas en las resoluciones de las Naciones Unidas, en particular la resolución 181 del año 1947 que planteaba la solución de «dos Estados para dos pueblos»; la resolución 242 del año 1967 que propondría el retroceso de los territorios obtenidos por los israelíes hasta las fronteras anteriores al conflicto armado de ese año bajo la consigna de «fronteras seguras y defendibles», que se reitera en la resolución 338 del año 1973 posterior a la Guerra de Yom Kipur, donde se consignan los mismos criterios.
Uno de los aspectos más importantes sobre los Acuerdos de Oslo que no se consideran en cuanto al conflicto entre israelíes y palestinos, lo cual es esencial para la resolución a corto y mediano plazo, así como para llegar a una solución definitiva y relativamente beneficiosa para todas las partes, es la necesidad de tomar decisiones consensuadas, de caso contrario, cualquier acción que promueva medidas de forma unilateral podría causar una ruptura en el orden adecuado para llegar a un acuerdo que pueda poner fin a las confrontaciones.
De lo anterior, aparte de la cesión de territorios, del reconocimiento y otras acciones, debe contar con el soporte y visto bueno de la contraparte, así como el apoyo de los actores internacionales encargados de darle apoyo y soporte tanto a nivel político como material para llevar adelante el proceso de manera efectiva, por cuanto cualquier decisión tomada que vaya en una ruta distinta a lo que se requiere a nivel estructural podría convertirse en un retroceso y en un estancamiento de las negociaciones.
Esta situación es la que, finalmente, ha impedido que se llegue a una paz justa y duradera, y que lo único que funcione de una manera más o menos «buena» sea la coordinación de temas de seguridad y cooperación entre Israel y los territorios de la Margen Occidental administrados por la Autoridad Nacional Palestina a través del COGAT y otras oficinas en temas de inteligencia tanto palestinas como israelíes. Sin embargo, los temas territoriales, de soberanía y de refugiados se encuentran en un punto totalmente muerto y por desgracia, lo que ha gestado son más enfrentamientos, con especial atención en la región de Gaza que está gobernada por una organización que no se sujeta a los principios ante los cuales la ANP surge como vocero oficial de todos los palestinos para la consecución del objetivo de impulsar un Estado soberano que conviva en paz junto a Israel.