Hasta hace muy poco la inteligencia no tenía apellido. Era una condición meramente humana. Los desarrollos tecnológicos han hecho que se ponga de moda un tipo específico de inteligencia que no es biológica y es, además de llamar la atención, disruptiva.
La red y las noticias están llenas de artículos sobre la IA, incluso yo escribí uno aquí hace unas semanas, pero hay algo que empieza a parecerme más disruptivo todavía: que nos estamos olvidando de la inteligencia no artificial.
La inteligencia biológica ha sufrido (y está sufriendo) grandes cambios que nos marcan mucho más que la propia aparición de la IA. No sé si os habréis dado cuenta, pero el ser humano que nos muestran los documentales de historia o los libros de texto se parece poco al que vive hoy en día. La inteligencia, en épocas pasadas, estaba marcada claramente por un baremo académico y por logros reconocidos a nivel social. Era más bien una representación externa de lo que ocurría en el interior de los individuos y, en línea con este concepto, era bastante individualista.
Actualmente, la inteligencia biológica es mucho más tangible y directa, más social y humana. Es sensible, cultural, frágil. La inteligencia de los hombres debe compartirse y, cuando no se hace, forma parte de un conjunto de elementos oscuros que alejan a unos individuos de otros. El capital ha marcado las diferencias entre personas inteligentes. Los que trabajan con su inteligencia para el bien de unos pocos y los que se las ingenian para el bien común. La inteligencia es más un proceso que un fin, como lo fue alguna vez, y esos procesos pueden ser solidarios o individualistas. No hay medias tintas, la inteligencia biológica funciona diferente según el objeto de esta y los desarrollos para el bien de la humanidad son de una manera y los desarrollos para el comercio son de otra.
La inteligencia no artificial tiene sentimientos
Creo que esta es una de las grandes señales que marcarán los siglos que vienen por delante. La IA puede que supere en capacidad de tratamiento de datos a la IB (Inteligencia biológica), pero nunca la superará en capacidad de analizar el comportamiento y desarrollo humanos.
La IB es intrínsecamente social, aunque tenga usos individualistas. La IA será siempre extrínsecamente individualista. Podrá tener usos sociales, pero no existe una asociatividad originaria. Las IA pueden trabajar en conjunto, pero no buscando el bien del conjunto, siempre habrá (como en todo sistema electrónico y programado) un maestro y varios esclavos. Es así, no es biológica, no hay una interdependencia vital, sino una interdependencia maestro-esclavo en la que el primero ordena y los demás obedecen y cumplen con el objetivo marcado. Los seres biológicos inferiores (hormigas, hienas) trabajan así, pero el ser humano, que tiene una inteligencia superior a la de esos seres, ha aprendido a trabajar en equipo y hacer que la suma de las aportaciones sea superior al resultado aritmético, porque multiplica las partes que aportan con progresos e invenciones que añaden un valor mayor que el esperado. No se trata solo de aprender (como hacen las IA) sino de desarrollar para todos, crecer juntos, mejorar las siguientes generaciones…
También existe el egoísmo y la discriminación, eso también es fruto de la IB, pero no creo que la IA aporte algo más positivo. Los egoístas y discriminadores que usan la IB, aun haciéndolo tienen de fondo un sentimiento humano que niegan. Están negando su propio ser social cuando actúan de esa manera individualista. La IA no tienen ni pizca de sentimiento. Para una IA odiar y amar tienen el mismo sentido: una serie numérica que alterará el resultado según un aprendizaje preestablecido, ni más ni menos.
Empecemos a hablar de la inteligencia no artificial y tratemos de encauzarla, porque puede que use la IA para convertirse en ella (en lugar de que ocurra lo contrario) y en ese caso, puedo anticipar que estaremos perdidos.