Cuatro letras nos hacen temblar, sentir mariposas en el estómago, que el corazón se acelere y tengamos un montón de señales físicas que expresan la vibración de la emoción más nombrada y deseada por el corazón humano: el amor.
Amor con mayúsculas, negrilla y subrayado si es posible, es lo que deseamos y anhelamos los seres humanos. Es tan fuerte la emoción del amor que cuando la sentimos, nos mueve las entrañas, afecta la respiración en forma de suspiros, acelera el ritmo de los latidos del corazón, altera la capacidad de concentración de la mente y activa pensamientos repetitivos e incluso obsesivos, cuando estamos sumergidos en la intensidad del Amor.
Estarás pensando en el amor de pareja, en la idea romántica que nos han trasmitido sobre la necesidad de encontrar la media naranja, como si fuéramos frutas incompletas incapaces de hacer una buena ensalada o un delicioso zumo que nos nutra la vida y todos los sentidos.
Pensar en el amor también nos remite al relato de las historias de final feliz cuando inicia la vida en común, como si fuera un cierre cuando realmente es apenas el comienzo del camino en pareja. Nos dejamos llevar por la ilusión de los cuentos de hadas que terminan con el típico fueron felices y comieron perdices, que omiten la letra pequeña de las complejidades de la convivencia, que es cuando realmente empieza el aprendizaje de amar al punto de tolerar los hábitos distintos y las costumbres ajenas que aceptamos como parte de vivir con quien amamos. ¡Porque hemos de amar para adaptarnos a hábitos ajenos, como los olores naturales de las acciones humanas que se generan al expulsar los excedentes líquidos y sólidos del cuerpo! Eso es parte del amor, igual que aceptar las costumbres distintas del ser con quien vives y convives simplemente porque le amas.
Podría escribir párrafos enteros sobre el amor de pareja, como lo hacen en las revistas del corazón que hablan de todo menos de amor, o de las aplicaciones especializadas en encontrar tu otra mitad o la pareja afín según los análisis del algoritmo y de los gustos que expresas. Sin embargo, nada de eso he de mencionar, porque el énfasis del Amor es mucho más que el encuentro con otro corazón para sentirnos amados. Para empezar, el Amor pasa por encontrarnos con nuestro propio corazón, con el Ser que Somos, para conocerlo, reconocerlo, abrazarlo y amarlo como lo más importante de la esencia humana.
El principio y el final es el Amor Propio, porque cuando nos amamos podemos amar en plenitud y totalidad, sin dependencias ni exigencias, sino con la libertad total de saber que el amor está en nosotros y por tanto no depende de nadie externo. Amar es aceptarnos, reconocernos en todo lo que somos: lo bueno y lo malo, lo bonito y lo feo, lo luminoso y lo oscuro, de manera que nos integremos para ejercer la posibilidad de querernos, transformarnos y amarnos tanto como deseamos que nos amen. Porque todo está adentro del corazón, en nuestro interior, para que se expanda y comparta, al punto de amar-nos tanto que podemos soltar a quien amamos para que sea libre y feliz: simple y sencillamente porque eso es el Amor incondicional.
Amor Incondicional, esa emoción que nos habita y que cuando la sentimos nos permite dejar en libertad a quienes amamos, porque Amar es permitir que cada uno siga su camino sin ataduras, dependencia, ni egoísmos. Amar es ver nuestro propio ego para dejar de reconocernos en él, aceptándolo como parte de la experiencia humana, pero no como la guía del corazón que es el que realmente ama.
Es bonito amar, más cuando reconocemos que existen muchos tipos de AMOR, pues es tan expansivo y diverso que existe el de la familia, el de la madre y el padre que nos fecundaron dándonos la oportunidad de vivir la experiencia humana; también está el de parientes cercanos, el familiar y el del núcleo que nos cobijó en el abrigo de lo que llamamos hogar. El amor se manifiesta en la madre que nos parió y el del padre que aportó su semilla, con todas sus características humanas e historias de vida, el de hermanos, tíos, el padrino o la madrina que ejercieron su rol. También está el amor de todos aquellos que fueron y son parte de nuestro entorno vital en la infancia, adolescencia y juventud. De quienes escogimos más allá de los lazos de sangre o filiales, para conformar nuestra familia y el clan o la tribu que nos acompañará en distintos tramos de la experiencia humana.
Con el paso del tiempo los amores cambian, aunque existen algunos que siempre están, como las amistades de toda la vida, los primos a los que más me arrimo; así como los compañeros de aventuras, además de la incondicionalidad de progenitores que por Amor nos acompañan, incluso a pesar de nosotros mismos cuando les cuestionamos. Así ha de ser el amor de la familia -aunque no siempre es así porque tenemos familias disfuncionales e historias de vida complejas-, el amor está ahí, de distintas formas y expresiones que deberían permitirnos aceptar sin juzgar a quienes realmente amamos.
Amarnos es aceptar que no existen los errores ni los fracasos, porque ambos son aprendizajes y experiencias que nos permiten evolucionar, sin juzgar ni juzgarnos. Por eso es esencial comprender que amar es empezar por amarnos a nosotros, para así manifestar armónicamente el amor que sentimos hacia otros seres humanos y expandirlo incluso a los animales y vegetales. Porque como siempre, la naturaleza nos ofrece ejemplos de maravillosos de auténtico Amor: el que sentimos por los seres que llamamos mascotas o compañeros peludos que hacen parte de nuestra familia o el de las plantas maestras que nos guían hacía nosotros mismos, para vernos y aceptarnos, crecer y aprender.
Sintonizar con el amor de la naturaleza es tan impresionante que es difícil de describir lo que se siente cuando abrimos el corazón para ser parte del todo vibrante de la fusión en la unidad, de la libertad y la armonía del Ser Siendo el Amor Incondicional. En eso los pueblos originarios del planeta son grandes maestros que nos trasmiten la capacidad que tenemos de conectar con el todo al que pertenecemos, siendo una partícula que vibra desde el latido del corazón armonizándolo con el ritmo de la tierra y del infinito.
El Amor es tan vibrante que cuando conectamos con el corazón de otros o estamos cerca de nuestros amados, podemos llegar a sentir su dolor, su tristeza y también somos felices con su alegría. Amar es tener la capacidad de olvidar los rencores por episodios del pasado, pues se comprende cuan humanos somos y el lugar que cada uno ocupa en el juego de la vida. Amar es desear para el otro corazón lo mejor, que se cumplan sus deseos, es aceptar su camino, aprendizajes y decisiones sin juicios ni prejuicios. Amar es darlo todo sin guardarse nada, es abrir el alma para tomarse de la mano viviendo las subidas y bajadas del camino de la vida, sin esperar nada más que amar-nos en la unidad de esa maravillosa emoción cuya esencia hemos de recuperar y reivindicar en todos los sentidos. ¡Porque vinimos a esta experiencia humana a amar-nos!