Decía el respetado Nobel mexicano Octavio Paz en su magnífico libro El arco y la lira (1956) que «la poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono». Mientras que el legendario poeta peruano Arturo Corcuera mencionaba en su libro Vida cantada. Memorias de un olvidadizo (2017) que «cada libro mío es fruto de sufrimiento, de lucha, de tenaz optimismo. El poema, lo he dicho tantas veces, se escribe con palabras y palpitaciones». Igualmente, la estupenda poeta peruana Blanca Varela manifestaba en una entrevista televisiva que la poesía «es una manera de ser, una manera de estar en el mundo». Además, en una entrevista que realicé hace algunos años a la premiada poeta colombiana Piedad Bonnett, ella me confesó: «Mi poesía es un acto de fe. Mi escritura es un acto de fe. Porque cuando muere mi hijo lo que se me ocurre es escribir. Entonces, es un acto de afirmación de la vida». Todos estos conceptos literarios y estas actitudes vitales parecen encajar perfectamente en la forma de ser poeta y de crear poesía por parte de Navale Quiroz Cano (Apurímac, 1980), quien ha ganado recientemente el segundo puesto del I Concurso Nacional de Poesía FIVI 2023.

Además de ser poeta, ella es comunicadora social, así como docente de la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica y la Universidad Tecnológica del Perú. Es Magíster en Docencia Universitaria por la Universidad Alas Peruanas y tiene un Doctorado en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Desde los cinco años vive en Ica, la tierra del célebre escritor Abraham Valdelomar. Navale ha publicado los libros de poemas Siembra de espirales (Alastor Editores, 2019), Ondinas, el espíritu del agua (Ushuaia Ediciones, 2011) y Nohombre (Lustra, 2008). También forma parte de La duna amanece. Muestra de poesía femenina iqueña (El Conde Plebeyo, 2022), Voces de limo. Muestra de poesía peruana en diálogo con el territorio y con la vida (Cactus del viento, 2021), Poesía joven ultimísima. 21 poetas peruanas (Pléyade Ediciones, 2020) y Algo de cierto. Antología de poesía iqueña (Lustra, 2007). Asimismo, ha participado como poeta en el 2do Festival Panhispánico de Poesía organizado por Casa Bukowski Internacional (de Chile). Sus poemas han aparecido en antologías y revistas de España, México, Chile, Ecuador y Japón.

En la siguiente entrevista, la poeta Navale nos cuenta sobre las diversas motivaciones creativas de su último libro Siembra de espirales, así como nos revela su humanidad más transparente al compartirnos la historia de su vida llena de retos, la cual ha sido el germen de su poesía sugerente y reflexiva, donde siempre podemos encontrar un nuevo significado en sus poderosos versos.

Tengo que decir que es para mí un placer enorme poder entrevistarte, Navale. He leído tu último libro Siembra de espirales y es fascinante. Es de lo mejor que he leído, en los últimos años, de poesía peruana. ¿Cómo empieza en ti el acercamiento a la poesía?

A través de mi madre, porque cuando yo tendría de siete a nueve años, más o menos, mi mamá me pedía que me aprenda los poemas de memoria. Cada viernes me daba el poema que tenía que memorizar. Mi mamá es profesora, es jubilada. Y ella hacía que me memorice los poemas y que cada viernes le recite el poema que me había aprendido. Entonces, desde ahí a mí me gustaba. No sabía todavía de poesía, pero mi mamá me introdujo de esa manera. Y llegaba mi mamá de trabajar, cansada de estar parada enseñando y, por las várices, colocaba sus piernas en la pared y me decía: «Ya, ven, el poema». Y entonces yo le decía: «Sí, me acuerdo. Ya me lo sé». Y empezaba a declamar el poema. Lo declamaba, pero no era algo artístico en función de la declamación en sí o de la teatralización del poema, si no era el disfrute de la palabra misma. Ya me sabía el poema y yo le hablaba el poema. Más que recitaba, le hablaba el poema. Y mi mamá: «Muy bien, hijita». Yo estaba feliz. «Y ahora te vas a aprender este otro», y me daba otro libro, poema, fotocopia, lo que fuere. O un pedazo de periódico. Lindo. Así fue.

¿Recuerdas cuáles fueron tus autores favoritos en esa época inicial?

Los clásicos. Vallejo, Neruda, esos me acuerdo más.

¿Empezabas con los poemas más sufridos o con lo más sencillo de Vallejo? ¿Los más experimentales?

En verdad, todos los de Vallejo, los más populares, todos. Ahora ya no me acuerdo muy bien.

Todo (el poemario) Los heraldos negros imagino.

Sí, Los heraldos negros. Los de Neruda también, De Benedetti también me acuerdo. Los demás, la verdad es que no recuerdo los títulos. Era muy pequeña.

¿Sientes que esas lecturas influyeron en tu poesía?

En mi forma de sentir, en mi forma de ser, en mi personalidad. Hasta en mi voz. Cómo hablo. Creo que funcionó muy bien en ese sentido, porque recuerdo luego cuando ya estudié en secundaria -a los doce años estaba en segundo de secundaria-, es que empezamos con literatura. Y el profesor Aparcana, que en paz descanse, empezó a enseñar qué era la poesía y entonces ahí me di cuenta recién qué era lo que había estado haciendo cuando era niña. Porque no sabía. Empezó con los sonetos, la clásica poesía española y luego latinoamericana.

Todo el tema teórico.

Sí, teórico. Hasta que dijo: «Bueno, mañana van a traer un poema escrito por ustedes». Y a mí me pareció increíble. Dije: «Descubrí el mundo». Realmente me encantó. Y lo disfruté tanto. Ese día estaba con el corazón totalmente emocionado, porque dije: «Yo voy a escribir un poema». Como los que ya había estado leyendo y declamando. «Yo voy a hacerlo, ¿pero de qué voy a hablar? ¿De qué?». Y mi primer poema fue a mi mamá. Se llamó Mujer valiente. Un poema que no quiero que nadie encuentre jamás (sonríe) porque, obviamente, lo escribió una niña de doce años, pero fue lindo y dije: «Sí, tiene que ser a mi mamá».

¿Y qué le pareció tu poema a tu mamá?

Mi mamá nunca ha sido de alabar y de aplaudir tanto así.

Me refiero al poema que le dedicaste. ¿Qué te dijo?

Sí, le gustó. «¡Qué bien, hijita!». Mi mamá como ha sido madre y padre para nosotros entonces es como que tiene un poco más de hombre que de mujer. No es tan «¡Ay, mi bebita! ¡Ay, qué linda!», que no sé qué. No. Ella es bien estricta. Entonces, como que no fue tan efusiva en ese sentido, pero sí «¡Qué bien, hijita! ¡Qué bien, mami!». Eso es todo. No más.

Pasando ya a tu libro Siembra de espirales, me llamó mucho la atención los elementos que tienes en muchos de tus poemas. Está muy presente el silencio, la naturaleza. Toda la naturaleza que tenemos nosotros cerca y todo el cosmos que está arriba, las estrellas. Todo esto que, imagino, ha sido y es, obviamente, parte de tus preferencias y de las cosas que más te gustan en la vida. Eres como una poeta de lo natural, una poeta de la naturaleza. Y también otra cosa que me llamó mucho la atención es todo este tema del nacimiento y el renacimiento. Hay un interés profundísimo sobre todo lo que tenga que nacer o renacer. O renace una persona o nace un ser humano, pero siempre hay alguien naciendo en tus poemas. Es muy interesante. No digo en todos, pero en muchos. ¿Cómo lo sientes tú?

Sí. Varias cosas de las que has dicho… Todo es cierto, es verdad. Algo que tal vez no había notado, pero ahora que lo dices… Sucede que yo soy bien femenina y a mí me gusta mucho la naturaleza porque es con la Madre Tierra. Entonces, tengo una onda con el tema de la madre. Y la madre siempre da, recibe, también quita, obviamente, pero me refiero a que hace nacer cosas. Me encantan los árboles, la naturaleza, los pájaros, las nubes, el cielo, creo en el microcosmos y el macrocosmos. Todos tenemos un microcosmos que es, de repente, este que habitamos, y hay un macrocosmos que es ese gigantesco que no sabemos qué cosa hay. Pero también dentro de nosotros hay un microcosmos y nosotros somos el macrocosmos de ese microcosmos. Todo está relacionado y todo es natural. Todo es la naturaleza.

A veces, el ser humano como que se tapa, no quiere ver que somos naturaleza. Nosotros estamos hechos de la misma esencia de una piedra, somos lo mismo. No valemos más que un pájaro. Como dice en la Biblia: si Dios ama al pájaro, imagínate cuánto amaría al hombre, que se supone es a su imagen y semejanza. Yo pienso que somos y valemos igual que un pájaro, valemos igual que una flor, que un árbol, que una piedra, que el mar. No somos más. Somos parte de, somos lo mismo, somos iguales. Y creo que, de alguna manera, Dios ama toda su creación. Y nos ama a todos por igual. A todos. Así como ama al mar, a los peces, así ama a los humanos. Somos como estrellas.

Yo pienso que todo es luz. Nosotros también somos luz, solo que nos distraemos mucho con el ego y la personalidad. Nos distraemos y creemos que somos ese ego, pero nosotros no somos eso, es nuestra personalidad, así nos defendemos en el mundo, así habitamos, así nos relacionamos. Nos ven que somos sociables o alegres o iracundos o renegones, pero eso no es nosotros. Nosotros somos maravillosos, somos un pedazo de cielo, creación de Dios, somos hermosos. Y como tú dices, nacer y morir, renacer: todo está renaciendo. Justo hoy mi sobrinita me decía que la abejita que había muerto había dejado su aguijón. La colocó ahí en la tierrita. «¡Ay, ya no está!». Entonces, mi sobrino dijo: «Es que seguro se lo llevaron las hormiguitas». (Y ella respondió) «¡Qué pena, se la comieron!». Entonces yo dije: «Sí, qué bueno que se la comieron, porque ya esa abejita que murió sirvió de alimento para las hormiguitas que están vivas».

En función de ello, todo nace y renace. La vida, la muerte, todo está relacionado y nosotros simplemente estamos de paso. ¡Y qué bueno! No aferrarnos a estar vivos. ¿Para qué? No. Disfruta este momento. Si vives solamente un día, ¡qué bien! Viviste. Y cuando llegue el momento de irse y uno sepa que te estás yendo, pues despedirte agradecido por eso que viviste. Te despides, cierras los ojos y lo agradeces. Porque igual la vida no se acaba. Yo estoy muy segura de que existen otras vidas. Hay pruebas en todos los sentidos. Hay libros, médicos, psiquiatras, que han investigado al respecto. Hay hipnosis, hay todo. Hay pruebas de que la vida existe después.

Navale, tu primer libro fue del año 2008, te tomó siete años realizarlo. Ahora, tu tercer libro, Siembra de espirales, del año 2019, ¿cuánto tiempo te demoró? ¿La temática fue muy distinta?

Sí. El tercer libro la verdad es que, si lo pienso bien, lo escribí en un periodo de, más o menos, tres años, en un tiempo en el que mi vida estuvo bastante movida, de problemas personales, de salud. Bien sacudida mi vida en ese entonces. Estuve en cama seis meses, sin moverme, encerrada en mi habitación.

¿Un problema de salud?

Sí, de salud. Voy a contarte. No sé si deba contarlo. Yo estaba embarazada en ese entonces e iba a perderlo. Entonces, el médico dijo que tenía que estar inamovible y así estuve, pero muy sola. En verdad, estuve sola. No había nadie, solo yo.

¿En Ica?

En Ica. Mi vecina, que era una mujer maravillosa, me llevaba el desayuno todos los días al segundo piso donde era mi habitación. Mi esposo se iba a trabajar, mi vecina me daba el desayuno y se iba. Pero era mi único contacto físico, luego estaba todo el día sola hasta que llegaba la hora de almuerzo y mi menú. Yo por la ventana lanzaba una especie de bolsa con una soga donde me dejaban el menú y con ello subía y eso comía. Pero daba cinco pasos solo para el menú. Luego me sentaba casi echada, comía y todo lo demás lo dejaba fuera y no podía ni siquiera lavar los platos. Simplemente comía, me echaba, leía, seguía echada y no podía ni moverme. Estuve así seis meses. Lamentablemente, perdí al bebito. Todos esos meses estuve… Pero no funcionó. Igual perdí al bebito. No podía retener a los hijos.

Lo siento mucho.

He tenido varias pérdidas, no solamente esa. Por ello es que me quedé inmóvil. Porque ya había tenido otras antes. Y fue muy terrible. Fue un periodo de soledad, de meses de meses de no hablar con nadie. Por eso es que el libro tiene mucho silencio, mucha soledad. Habla de la habitación, del encierro, también del mundo interior porque eso me sirvió para poder estar conmigo misma, meditar. Las personas no sabían de mi situación, nadie supo. Fue muy doloroso. Pero todo eso sirvió para que yo madure, me sienta también más fortalecida. Porque, aunque no lo creas, el dolor enseña, el dolor te curte. Solo quien ha sufrido realmente puede ser feliz. Si no sufres, no sabes qué es la felicidad. Si no te duele, no puedes saber qué es la felicidad. Yo sé qué es la felicidad ahora que soy madre. Por fin. Que este (embarazo) también me costó muchísimo. No solo dinero, si no estuve también internada en una clínica. Y mi hijo, como nació antes de tiempo tuvo que estar también dos meses en incubadora y yo estuve esos dos meses viviendo en la clínica. Dos meses internada en la clínica. Dos meses antes me operaron y los otros tres meses en cama. Todo mi embarazo y después del embarazo fue así. Fue muy doloroso, muy difícil. Imposible también de decir nada a nadie, porque dije: «Bueno, ya…».

Es algo muy personal.

Exacto.

¿Y de ahí vino el título de tu poemario Siembra de espirales?

Siembra de espirales, sí. Porque el pensamiento es como una espiral. El ser humano está metido en este cosmos, en este universo. El universo es como una espiral. Todo es un principio y un fin. Del centro partes hacia afuera o tal vez de afuera llegues hacia adentro. Entonces, el fin y el principio es como que no se sabe dónde está.

Debe ser como Siembra de pensamientos, algo así.

Sí, de pensamientos, sueños, ideales. Era como sembrar para ver «ojalá que cosechemos, ojalá que funcione».

Una cosa que han hecho otros poetas también, pero que me llamó mucho la atención, es que tus poemas no tienen título.

Ah, sí.

¿Quieres dejar que los lectores sean los que le pongan el título?

Sí, porque a veces el título te sesga. Ya bastante tienes con el título del libro. Normalmente los títulos como que ya te van diciendo por dónde va y no te permiten descubrir y sentir el poema o lo que se cuenta, de manera más libre. Cada quien tiene la libertad y el derecho de sentirlo como tiene que ser y como lo sienta. La libertad de hacer el poema suyo. Eso es lindo.

¿Pero te disgusta cuando lees poemas con título o no?

No, normal.

No hay problema.

Sí, está bien. De repente yo pongo otros títulos, pero a veces también uno se siente corto con los títulos, porque siente como que no es fiel al poema, si no a una parte del poema que de repente no es. A algunos sí les he puesto un título, pero a otros mejor no porque no le va. Siento que no le va.

Ahí tienes un poema, en la página 49, interesantes sus últimas cinco líneas. Tiene diez versos, pero las últimas cinco, la segunda mitad del poema, dice: «Este libro es un gran campo escrito / cada línea un surco agrícola / arado sobre hojas inmortales / ellos crecen su vida desde el bosque hasta mi mesa / la escritura es siembra». ¿Siempre escribes para sembrar?

Lo que pasa es que mi abuelo era agricultor y yo creo que eso me ha pegado tanto, porque desde chica siempre vi cómo se sembraba. Sembrábamos en marzo y sembrábamos en septiembre. Y era lindo porque veías que esta vez tocaba sembrar choclo, esta vez tocaba sembrar alfalfa.

Cada año era una siembra distinta.

En el año sembrábamos diferentes.

Varias veces al año.

Y era toda una fiesta. Era lindo. Yo creo que eso se me quedó porque me encanta mucho la tierra, la naturaleza. Recuerdo mucho no solo la siembra sino también la cosecha, la siega. Yo tendría, más o menos, unos nueve años cuando mi abuelo me dio una hoz para cortar la alfalfa. Yo creo que ningún abuelo daría a un niño de nueve años una herramienta tan peligrosa, pero él confiaba en mí y me dio esa seguridad y me dijo: «Mira, tienes que hacer así la alfalfa y tú vas y cortas ahí. Haces esto y cortas. Comienza». Entonces, yo dije: «Si mi abuelo me dice que lo haga, tengo que hacerlo».

No te quedaba otra.

Sí. Y lo hice y me sentí muy bien. Aunque parezca mentira yo creo que eso es importante. Eso se me quedó. El ver los surcos, la tierra plana, con esas líneas que dan alimento, que son vida, me recordaron a las líneas de los libros. Escribes y también parecen surcos, líneas, que dan vida a otros. Dan vida a las historias, a las personas que los leen. Son también frutos.

Los surcos de la tierra son como los surcos de la palabra.

Así es.

Tu poema de las páginas 35 y 36, me pareció bien interesante porque es un poco distinto del resto de poemas. Trata de salvar a alguien. Al parecer es un hombre que amas. Y la voz poética de ese poema aconseja dejar a ese hombre que no se deja ayudar y que tiene cerradas las puertas de su habitación. Y tus últimas líneas de ese poema, de dos páginas, dicen: «Casi me convence / pero mi corazón de cajón / me dice que debo insistir / tumbar la puerta y sacarte de allí / que no te quedes mirando por la cerradura / cómo salta el sol al otro lado. / Pero has decidido ser una pared / y por más que me extiendo / te quedas en silencio / sin oír ni sentir tu propia voz. / Mi padre insiste que solo abrace a las puertas que se expanden / y ya deje a los muros / como una lápida en su tumba». ¿A quién quería salvar la voz poética en este poema?

Si te dijera, no vas a creer, pero es a mí.

¿A ti misma?

A mí misma. Y mi padre es Dios. Era como que me dejaba vencer yo. «Ya de una vez déjate. Ya no puedes más». Lo que pasa es que yo he tenido muchos dolores en la vida, muchos sufrimientos, desde chica. Miles de cosas. La lucha contra el terrorismo, cuando casi asesinan a mi padre delante mío los terroristas.

¿En Ica?

No, en Chalhuanca. Yo soy de Apurímac. Cuando era muy chica, huyendo del terrorismo nos fuimos a Ica. En Ica, la soledad… Mi padre nos dejó. Tuvimos que crecer mi hermanita menor, mi mamá y yo solas, en la pobreza máxima, no teniendo qué comer. Cosas muy duras. Casi en la mendicidad. Siempre Dios ha estado. Siento que si me ha ido bien en la vida es porque me ha ido mal en la vida. Y eso me lo ha dado Dios. Desde la cosa más difícil y dura. Tantas cosas que he pasado… Te imaginarás…

Pero yo creo que es porque lo has sabido procesar. Porque hay gente que le va mal y no lo sabe procesar.

Sí.

Y le sigue yendo mal hasta viejos. De niños hasta viejos. Pero en tu caso sí lo has procesado adecuadamente.

Sí, porque nunca he necesitado psicólogo ni cosas así, porque lo he procesado. Pero todo gracias a mi madre, yo pienso. Porque ella me enseñó a agradecer todo en la vida, a amar la naturaleza y a confiar en que Dios nos está viendo todo el tiempo, en todo momento. Incluso, en el momento más terrible, si sucede es por una situación necesaria. Es por algo. Entonces, he aceptado todo lo que me ha sucedido. Y agradezco que haya sido así. Por eso escribo. Porque seguramente no hubiera sido poeta si no hubiera tenido tan difícil la vida, las cosas. Pero la pregunta era del poema, ¿verdad?

Claro. Aparentemente está dedicado a un hombre, pero tú realmente lo escribiste por ti.

Por mí.

Y que tu padre es Dios.

Sí.

Lo que pasa muchas veces con la poesía: tiene muchos niveles de significado.

Sí.

Y eso es lo potente. Por eso es que a mucha gente le gusta escribir poesía. Porque tú interpretas A y el otro interpreta B.

Es mejor que otro interprete otra cosa, lo que sienta, lo que quiera. Porque si empiezo a decir realmente lo que es cada poema, dirían: «Ah, no. Yo lo entendí distinto». Entonces, que cada quien lo haga suyo.

Pero más allá de tu explicación, fácilmente pasa como un poema de un padre que aconseja a su hija no amar a alguien que no deja que lo amen y que no deja que lo ayuden. Está muy bien hecho. Nos engañas muy bien a los lectores.

(Ella sonríe). Gracias.

Y luego tienes varios poemas amorosos o aparentemente amorosos.

Sí.

Como el primero, con el que abres tu libro. Es muy bonito cómo hablas del amor desde las situaciones que tú creas para el poema. Por ejemplo, en el primer poema dices, en las últimas ocho líneas: «Estrenas mi corazón y lo que contiene / mi sangre bebe de tu sangre blanca impoluta. / Pero acaba pronto / porque empieza a amanecer / y en unas horas habré de estar completa / deja que nazca el sol / para estar ante tus ojos / contemplándote». Y luego tienes el siguiente poema, que está en la página 15 y es un poco más de adulto, no tan puro como el primero, porque es una mujer, aparentemente, que ama a un hombre y se entrega a él «hasta el próximo encuentro, marinero».

Sí.

Y en los versos del 7 al 11 dice: «Tu música ha revelado que el cielo existe / que los misterios no están en los astros / ni en Dios / sino más bien en la vida, Tú / y en la muerte, yo sin ti». Fácilmente podrías ser una discípula de Pedro Salinas, el poeta español. Con esa facilidad de hablar del amor, de hacerlo sencillo en un poema. Cosa que es difícil, porque a veces los lugares comunes abundan en los poemas amorosos.

Sí, en verdad yo estaba bien enamorada en estos poemas. El amor es una experiencia que todos nos merecemos vivir. Y así fue. Disfruté mucho el amor en todas sus etapas, desde la pasión, el enamoramiento. También el desengaño, el desencanto.

Los poetas lo pasamos peor en el desencanto.

Y está bien, porque así es el amor, sorpresivo. Y me ha llevado por todo. Yo me he enamorado, lo he disfrutado, lo he vivido al máximo y luego me casé (sonríe). Y el amor continúa, claro que sí, pero ya en otros niveles.

Muchas gracias, Navale, por la entrevista, y todos los éxitos para tu cuarto libro que ya estás preparando.

Gracias.

Estoy seguro que vas a ser una de las mejores poetas en este país.

Gracias a ti, querido. Gracias.

Nota

Todas las fotografías que acompañan esta entrevista literaria (excepto la 2 y la 4) fueron tomadas por Gianmarco Farfán Cerdán.