Tras unos años disfrutando de esta ácida sátira del mundo empresarial y económico, toca decirle adiós. Han sido 4 temporadas en las que la sucesión al trono de Waystar Royco oscilaba entre Kendall Roy, Shiobhan Roy y Roman Roy, al menos a priori.
El despótico, narcisista, implacable, abusador, machista, carismático y dictatorial Logan Roy parecía decantarse la mayoría del tiempo por su hijo Kendall, aunque dudaba de su estabilidad emocional y capacidad de liderazgo. Dudaba con razón. Solo hay que recordar los excesos de Kendall a lo largo de la serie, algún homicidio por ahí suelto tapado por la mano en la sombra de Logan o esos planos llenos de simbolismo en los que el agua reflejaba el estado de ánimo voluble y en continuo movimiento de este personaje.
Luego estaba Roman, brillantemente interpretado por Kieran Culkin. Apocado, histriónico, onanista y prepotente cuando la situación lo requería o no, pero, también, débil. Fue a lo largo de toda la serie un hombre acomplejado de sí mismo y abrumado por el maltrato psicológico de su padre y su familia. El chivo expiatorio que toda buena familia disfuncional necesita. Sin embargo, este personaje poseía capacidad de liderazgo e intuía bien las intenciones de sus oponentes. Lo cortés, no quita lo valiente, pero, al igual que su hermano, las máculas de imperfección no le hacían el candidato ideal.
Shiobhan, (Shiv) para los amigos y los espectadores, en líneas generales, fue una mujer insegura. Era más inteligente que sus hermanos en muchas ocasiones, pero tenía ese «síndrome del impostor» en un mundo patriarcal que le hacía no tomarse en serio sus propias ambiciones y, sobre todo, le hacía recular. Además, ella manejaba con maestría el storytelling político, mas no conocía prácticamente nada del mundo de las finanzas.
En definitiva, ninguno acababa de convencer al bueno de Logan Roy. Todos eran medianamente buenos, sangre de su sangre, pero siempre tenían un «pero» o una o varias taras: neurosis, problemas de drogadicción, exhibicionismo gerontófilo con la pobre Jerry… Cosas menores sin importancia. Miren que se esforzaron los tres a lo largo de toda su vida por conseguir la aprobación de su padre, pero nunca la tuvieron. Al menos tuvieron su aceptación, Logan interiorizó que entre los 3 no hacían uno bueno. Eso también es ser un buen padre.
Más allá de describir y desarrollar las taras de los 3 hermanos, creo conveniente mencionar una de las claves de por qué no se quedaron con la empresa: su infantilismo. Succession narra la vida de personas asquerosamente adineradas que llevan un tren de vida heredado, que ni mucho menos es fruto de la supuesta meritocracia liberal. Son niños que mientras se está fraguando el futuro de la empresa, se ponen a jugar con la comida en casa de su madre durante los últimos capítulos. Y sí, entiendo la otra lectura de esa escena, la tierna, la familiar. La búsqueda del apego después de la muerte de Logan, el refugio en medio del duelo sí, lo que ustedes quieran, no obstante, no dejan de ser 3 adultos comportándose como niños.
Y en esas aguas revueltas, en las que estos tres hermanos se encuentran en medio de sus complots y disparates varios, dos personajillos, dos hombrecillos venidos a más se fueron abriendo hueco. Hablo de Tom Wambsgans y del querido primo Greg. El primero no dejaba de ser el marido pobre de Shiv, el pueblerino muerto de hambre moviéndose en la gran ciudad y en la gran empresa como un turista. Le ocurre como a los provincianos que venimos a trabajar a Madrid sin conocer la vorágine diaria de esta ciudad, la idiosincrasia de la empresa privada y sus códigos no escritos. Pobre hombre.
A pesar de todo esto, Tom va aprendiendo a base de humillaciones, cambios de rumbo y cagadas a hacerse un hueco y, en especial, a ganarse la confianza y el respeto de su suegro después de serle leal en el asunto de los cruceros. Él fue más leal con su suegro siendo su yerno que sus propios hijos. No creo que haya que decir más.
Greg. Ese hombrecillo apocado, inseguro, altísimo, torpón, todo manos, que comienza la serie disfrazado en uno de los parques de atracciones de la empresa y termina siendo la mano derecha de Tom, el director ejecutivo de la compañía. Es, sin duda, el personaje más cercano al espectador y con el que más se puede identificar, sobre todo, por su origen social. Greg tiene una ambición que se va manifestando gradualmente, pero no es hasta la última temporada cuando comienza a exteriorizar una cara oscura y maquiavélica. El mismo comportamiento que ha ido aprendiendo de sus primos y de su tío Logan.
No negaré que tenía la esperanza de que Greg se quedase con la empresa. Algo irreal, es cierto, pero bueno, quedó cerca. Lo que sí me gustaría manifestar es que Greg encarna un ascenso social bastante realista. Comienza en el entorno laboral con inseguridades, va cayendo bien o siendo tolerado por los superiores, le putean, van delegando en él, coge experiencia y al final, termina siendo importante. Es el héroe del pueblo. Todos hemos sido alguna vez el primo Greg o el primo, sin más.