El anciano científico de sesenta y dos años, para ese 1691, en primer término, se sintió conmovido y hasta cierto punto agradado cuando su amigo el cardenal, Pietro Antonio Pignatelli, ahora convertido en el Papa Inocente II, lo llamó para que fuese a Roma, para servir como su médico personal. Por fin gozaba de una coraza infranqueable ante la cual se estrellarían todos sus enemigos. Había sido acosado desde un principio, cuando trataron de negarle la posibilidad de estudiar medicina en Bolonia, simplemente con el pretexto de que no había nacido en dicha ciudad. Obteniendo luego el doctorado en medicina y filosofía en 1653, por su gran desempeño como estudiante, tres años más tarde fue llamado para dar clases como profesor de lógica en el mismo centro en que se graduó, iniciando sus estudios anatómicos con gran brillo, pero de inmediato se iniciaron los ataques de otros profesores celosos de su carrera en ascenso, acusándole de no seguir las enseñanzas de Galeno.
Abrumado por las críticas insensatas que recibía en la universidad de Bolonia aceptó de inmediato el ofrecimiento que le hizo el archiduque Leopoldo de Toscana de ser profesor de medicina teórica en la recién inaugurada universidad de Pisa. Allí comenzó su fama, y hubiera podido quedarse más tiempo, pero el mal clima afectó su salud, lo que motivó a que tres años después de estar en dicho centro académico, aceptara la invitación que le formularon nuevamente las autoridades de la universidad de Bolonia. Esa nueva estadía se prolongó por cuatro años y fue muy rica en grandes descubrimientos científicos que consolidaron su prestigio, no solamente en Italia, sino también en otros países europeos. Pero, nuevamente, fue víctima de sus colegas, que disentían de sus descubrimientos, entablando grandes controversias, que dejaban ver, no solamente el desconocimiento que tenían ellos de los grandes aportes que él estaba dando a la medicina, sino también de la envidia y celos que los dominaban y que reflejaban su gran miseria como seres humanos.
Nuevamente vinieron a su mente esos años de lucha incansable y de acoso intermitente, que no cesaba, pese a que su fama remontaba indetenible. Cansado de la diatriba y la estéril polémica, cuando en 1663 le ofrecieron ser profesor de medicina en la universidad de Messina, Sicilia, aceptó de inmediato sin titubear. Allí permaneció por cuatro años, continuando sus estudios con el microscopio, revelando la estructura de los tejidos, la vez que enseñando y practicando la medicina (Romero, R.).
Ya en Roma, como médico del santo padre, no tenía que preocuparse por responder a los que rechazaban y atacaban sus estudios. Tenía la máxima protección, pero no se sentía a gusto. Añoraba el ámbito académico y sus preciosos estudios con el microscopio. Pero así era la vida. Al menos pensó que sus últimos años, no iban a ser inquietados por sus enemigos. Marcello Malpighi había conquistado la paz de su espíritu.
Sus primeros años
Nació en Crevalcore, municipio de Bolonia, en la Emilia Romaña, cuando era un Estado papal, un 10 de marzo de 1628. Poco se sabe de su niñez, salvo que, al ser hijo de un pequeño propietario de tierras, creció en la finca familiar, siendo impulsado por su progenitor a iniciar estudios de gramática y que posteriormente, en 1646, entró a la universidad de Bolonia, pese a cierta oposición que se comentó. Tuvo la infortuna de perder a su padre y su madre, cuando tenía 21 años y, por si fuera poco, por la misma época, también a su abuelo paterno. Todo ello lo obligó a salir de la universidad para atender a sus pequeños hermanos, pero tuvo la entereza dos años después, de reanudar sus estudios hasta culminarlos con mucha distinción (Britannica).
En Bolonia, en su universidad fue nombrado profesor de lógica y se interesó por los estudios de anatomía. Pronto se afilió a un grupo o sociedad de anatomistas dirigido por su profesor de esa materia, Bartolomeo Nassari, casándose con su hija Francesca, poco tiempo después. Desgraciadamente ese matrimonio fue de muy corta duración, ya que ella falleció apenas un año después. Las desgracias continuarían afectando a Malpighi, ya que de seguido murió su suegro, el profesor Nassari (Romero, R.).
Aparte de su nombramiento como profesor de lógica, la universidad de Bolonia le ofreció un cargo de profesor de práctica clínica, que aceptó, pero encontró mucha oposición por parte de sus colegas, ya que rehusaba seguir los postulados de Galeno. Los malestares que ello le ocasionaba, amén de la enorme pena que sentía por la muerte de su esposa y de su suegro, hizo que no dudara en aceptar la plaza de profesor en la universidad de Pisa que le ofreció el archiduque de Toscana.
En su nuevo destino, Malpighi inició una amistad que duró tota su vida, con el profesor Giovanni Borelli, matemático y naturalista, quién había promovido la Academia del Cimento, una de las primeras sociedades científicas que existió. Muchas de las reuniones de la sociedad se hacían en su propia casa, que se convirtió así, en un laboratorio. Estas actividades fueron promovidas por el Gran Duque Fernando II. Allí, precisamente, se describieron las fibras espirales del corazón y los túbulos seminíferos del testículo, sin ayuda del microscopio. Muy pronto, en ese centro universitario, se comenzó a utilizar dicho instrumento tan valioso y el que más le sacó provecho fue justamente Malpighi (Historia de la Medicina. Biografías).
En Pisa, Malpighi continuó cuestionando los métodos de enseñanza de la medicina, como lo había hecho antes en Bolonia, pero al mismo tiempo, con el microscopio realizó experimentos con los cambios de color de la sangre, así como con otros problemas anatómicos, fisiológicos y de la práctica médica en general. Sin embargo, el clima de Pisa no le sentó bien a su salud y además ciertos problemas de su familia en Bolonia, hicieron que, en 1659, después de tres años, regresara a esa ciudad, en donde se le había ofrecido nuevamente ser profesor en su universidad.
En Bolonia, se le nombró profesor de medicina teórica y práctica, pero no olvidó sus investigaciones con el microscopio, siendo capaz de describir la estructura anatómica de diversos tejidos e incluso de proporcionar información sobre su funcionamiento. En ese tiempo, trabó contacto con algunos miembros de la escuela de Galileo y se hizo adherente a las ideas filosóficas mecanicistas. En 1661 realizó su descubrimiento más importante al descubrir la red de capilares, que efectuaban el circuito microscópico de las pequeñas venas con las diminutas arterias, que era el eslabón faltante de la teoría de la circulación de la sangre, muy bien elaborada por el médico inglés William Harvey (Fresquet, J. L.). Este ha sido considerado uno de los grandes descubrimientos en la historia de la medicina.
En esos mismos años también explicó, mediante estudios con el microscopio de los pulmones de ranas, la estructura de pequeños espacios de aire que estaban rodeados de pequeños vasos sanguíneos, lo que explicaba cómo el oxígeno se difundía en la circulación sanguínea, entendiéndose así, como en realidad se realizaba el proceso de la respiración (Romero, R.). Todos estos descubrimientos revolucionarios despertaron nuevamente la envidia y la ira de los dogmáticos profesores que continuaban siguiendo fielmente las obras de Hipócrates y Galeno.
Sus años de gloria
Buscando más tranquilidad y mejor espacio en donde investigar, Malpighi aceptó en noviembre de 1662, la invitación de ser profesor que le hizo la universidad de Mesina, en Sicilia, a instancias de su viejo amigo, el catedrático Borelli. En su nuevo destino, fue muy bien recibido y apoyado por el Vizconde Giacomo Ruffo Francavilla, reconocido como un patrocinador de la ciencia. En Mesina, continuó investigando, pero también, fiel a su costumbre, permaneció en la docencia y en la práctica médica. Con el microscopio identificó las papilas gustativas, considerándolas como terminaciones nerviosas, así como los componentes microscópicos de diversos órganos y tejidos como el cerebro, el hígado, el bazo, el riñón el nervio óptico, el tejido graso. De allí provienen los ampliamente conocidos nombres de la medicina como el corpúsculo de Malpighi, el glomérulo de Malpighi. En el año 1666, fue la primera persona que observó los glóbulos rojos de la sangre y señaló que ellos eran los que proporcionaban su característico color al líquido sanguíneo. Escribió dos opúsculos: De lingua y De externo órgano anatómica observatia. En el primero se refiere a las papilas gustativas que hay en la lengua y, en el segundo, describe los receptores táctiles (capa de Malpighi, estrato mucoso de la piel). Nuevamente todos estos descubrimientos que rompían el molde del pensamiento médico imperante le originaron nuevos detractores y envidiosos, que amargaron su existencia.
Sus trabajos científicos en Mesina llamaron la atención del mundo científico europeo y en especial de la Royal Society in London, que lo invitó a publicar artículos. De allí en adelante, periódicamente envió comunicaciones en forma de letters que fueron publicadas en Philosophical Transactions of the Royal Society, culminando esta asociación cuando en 1669, fue nombrado Miembro Honorario de dicha sociedad.
Luego de pasar cuatro años en Mesina, decidió por tercera vez asentarse en Bolonia. Se desconocen las verdaderas razones por las que tres veces regresó a su alma máter, pese a que nunca allí lo habían tratado del todo bien. Esta nueva estadía en Bolonia coincidió con el pináculo de su fama como creador de la histología. No solamente estudió los órganos y tejidos humanos, sino también de larvas y gusanos. Así, por ejemplo, en 1669, describió la estructura y el desarrollo del gusano de seda. Cuatro años después, estudió en profundidad, la embriología de los pollos, extendiendo pocos años luego, sus estudios microscópicos, a diferentes plantas, entrando de esa manera, en el campo de la botánica. Fue uno de los pocos académicos de su época que se dedicó al estudio de las plantas, publicando el estudio más completo que en ese sentido se realizó. Siempre aspiró a conocer la estructura de la materia viviente, de allí sus estudios con el microscopio de plantas, animales y muestras de seres humanos.
En 1671, describió unos saquitos o cavidades localizadas entre los vasos y las fibras de las plantas, que denominó «de utricula seu sacculi» y en 1671, en su Anatome plantarum describió estos saquitos con ese mismo nombre, que poco después, Nehemias Grew, llamó células, palabra originalmente escrita por Robert Hooke en 1665. Otros de sus hallazgos fueron que la bilis era secretada por el hígado y que su color uniforme, echaba por tierra la vieja enseñanza de que tenía diversos colores. Ya había asegurado que la orina se formaba en los riñones. Erróneamente llegó a pensar que la materia viviente estaba compuesta de glándulas muy pequeñas que se encargaban de mezclar o separar los líquidos del organismo, pero estas investigaciones pavimentaron el camino para que después Virchow formulara la teoría celular.
Sus últimos años
Su última estadía en Bolonia, si bien fue coronada por el éxito mayor en su vida de investigador, también estuvo caracterizada por el máximo encarnizamiento de sus enemigos que, con gran saña, no solamente negaban y atacan sus grandes aportaciones al conocimiento científico, sino que incluso llegaron en 1684 a quemar la villa en que vivía, destruyéndola totalmente, quedando quemados sus libros, artículos propios y de extraños, así como su amado microscopio. Este hecho atroz, afectó más su ya deteriorada salud. Fue algunos años después, cuando su viejo amigo, el Papa Inocente XII lo invitó a Roma para ser su médico personal, elevadísimo honor que no pudo rehusar. En esa ciudad, fue nombrado conde, siendo además elegido miembro del Colegio de Doctores en Medicina. Esos altísimos reconocimientos llevaron cierta paz a su atribulado espíritu.
Continuó su actividad académica siendo profesor de la Escuela de Medicina Papal y tuvo tiempo para escribir un extenso tratado que incluía los más importes hallazgos científicos que hizo durante su carrera de cuarenta años como investigador. Pero su salud estaba ya muy deteriorada y el padre de la histología, la botánica y el primer gran anatomista de insectos, falleció por un accidente cerebrovascular el 19 de noviembre de 1696 en la ciudad de Roma.
Notas
Bellés, X. (2007). Marcello Malpighi (1628-1694). Primer gran anatomista de insectos.
Fresquet, J. L. (2001). Marcello Malpighi. Embriología. Informe especialidades. Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia (Universidad de Valencia-CSIC). Octubre.
Historia de la Medicina. Biografías. Marcello Malpighi (1628.1694).
Romero, R. (2011). Marcello Malpighi (1628-1694), founder of microanatomy. Int. J. Morphol. 29(2):399-402.
Toffoletto, E. y Riva, A. (2023). Marcello Malpighi. Italian scientist. Encyclopedia Britannica. Marzo, 6.