Durante los años 70 aún vivíamos sumergidos en la llamada Guerra Fría. Enfrentamiento político entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Conflicto que abarcó desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1947 hasta 1991, cuando desaparece la Unión Soviética y el bloque de países miembros del pacto de Varsovia. Guerra Fría entre la OTAN y el pacto de Varsovia, conflicto que se vio manifiesto en nuestra región por la revolución cubana, y como guinda de la torta, por el triunfo de Allende, el primer presidente marxista elegido de forma democrática. Toda esta nueva realidad ocurría en el llamado patio trasero de EE.UU.
El llamado Tercer Mundo, o sea nosotros, los sudacas, los ‘cabezas negras’, sabemos de atropello, maltrato y repartija de nuestros territorios y recursos naturales por parte de las potencias occidentales. Si nos remontamos a la Segunda Guerra Mundial que principalmente envolvía a países europeos, podemos constatar el atropello ejercido en África por parte de las tropas beligerantes en ese conflicto. África, no solo sufrió su división y repartición de sus territorios por parte de los europeos, sino que también sufrió en su territorio la Segunda Guerra Mundial. La presencia de ejércitos extranjeros al mando de ilustres personajes del llamado Mundo desarrollado o Primer Mundo que desfilaron con sus tropas por este maltratado continente la componen el mariscal de campo Erwin Rommel, delegado de Adolf Hitler, le sigue el general Bernard Montgomery emisario de Sir Winston Churchill, no podía faltar en el desfile el influencer norteamericano Dwight Eisenhower, enviado por el presidente Franklin Delano Roosevelt.
Como corolario, hay que mencionar al llamado carnicero de Etiopía, el mariscal Rodolfo Graziani, quien no dudó en usar gas mostaza para cumplir las órdenes de Mussolini. Personajes siniestros de alguna galería de cera en un museo occidental que nos recuerda la estupidez humana y el atropello permanente de las potencias contra los más débiles. No es necesario hacer comentario sobre lo que significan los múltiples museos de Europa y USA que exhiben el arte saqueado a los países africanos principalmente.
Cuando vivía en Mozambique recuerdo haber escuchado a alguien decir algo muy cierto, muy verdadero, y de absoluto sentido común: «Cuando dos elefantes pelean, el que más sufre es el piso». Han pasado 50 años del Golpe de Estado en Chile y aún estamos pagando sus consecuencias. Ni hablar del costo que continúan pagando los países africanos y su gente. Basta ver cada día los noticieros de televisión para constatar la trágica realidad que viven miles de personas que diariamente sucumben en las profundas aguas del Mediterráneo, frente a glamorosos balnearios de la bella costa azul.
¿Qué expectativa tenemos hoy de poder imaginar vivir en un mundo mejor donde podamos desarrollarnos en paz, equidad y democracia?
Hoy asistimos en nuestras múltiples pantallas al terrible espectáculo de la guerra de Ucrania. Un conflicto donde al parecer para los gobiernos y empresarios europeos les interesa más el comercio de las armas, y la futura reconstrucción del país, que los miles de víctimas humanas. Pero las redes sociales de los ciudadanos europeos insensibles a esta realidad, no se activan, tampoco lo hacen para criticar y realizar alguna acción que impida que sus empresas desembarquen en África residuos tóxicos, o los inunden de conteiner llenos de desechos tecnológicos, o los arropen con prendas de vestir que desechan. A estos mismos ciudadanos, al parecer tampoco les interesa saber que sus Smartphones existen gracias al Cobalto que niños explotados en minas del Congo extraen desde diminutos túneles a gran profundidad arriesgando su vida. Apple, Google, Dell, Microsoft y Tesla, son lo que son, gracias al trabajo forzado de estos niños.
Hay que detener el mundo un instante, está girando demasiado rápido, y hemos dejado fuera a millones de personas que no han logrado ver resuelto ni la más básicas de sus necesidades. Debemos procurar que al menos, las cosas esenciales de la vida, todos las puedan tener resueltas, solo así, con un mundo más justo, más igualitario, permitirle girar.
No existe la solución mágica definitiva que resuelva el tema del crecimiento equitativo, que reduzca las tremendas desigualdades existentes en el mundo. Problema pendiente de todas las economías ya sean neoliberales, y en las donde el Estado tiene una importante intervención o donde el Estado tiene el control total.
El futuro es un enigma que en muchos casos provoca inseguridad y miedo.
A partir de esta realidad quienes participamos en el mundo del arte y la cultura, debemos reflexionar para encontrar ideas, y cambios a introducir en este ámbito que nos permitan desarrollar nuestra industria cultural, generando oportunidades a nuestros actores culturales, que signifiquen un avance y una contribución para la gente, y de esta manera el arte y la cultura puedan ser un generador importante en la tarea de contribuir para elevar el nivel educacional, etapa fundamental en el difícil y largo camino del desarrollo equilibrado en una sociedad del futuro.
Mi intención con este medio comunicacional es invitar artistas, intelectuales, y académicos para que reflexionen desde su ámbito, ofreciendo sus experiencias, vivencias y proponiendo ideas factibles de implementar que ayuden a cambiar la actual realidad.
El verdadero sentido de la vida que tenemos que rescatar, es el de compartir y no competir. La realidad política que nos domina nos empuja a ser exitosos, lo cual nos lleva a la infelicidad. El rol del Estado y sus aportes económicos al arte y la cultura debería ser para generar instancias donde los involucrados puedan intercambiar información, datos, experiencias y así generar un ambiente constructivo donde prime la colaboración en la búsqueda de un objetivo colectivo.
El Estado más que fomentar el éxito individual debe valorar la experiencia, la trayectoria y el aporte que el individuo ofrece a la sociedad.
El privilegio de ser artista debe ser asumido con responsabilidad. Debemos inducir a la reflexión sobre las realidades invisibles, olvidadas, que nos afectan. El Arte debe ser percibido por su belleza, por su capacidad de expresar, de emocionar, de transmitir ideas, y contenidos.
Hay una tarea pendiente que aún no asumimos. Somos más de 500 millones de hispanoparlantes en nuestro continente y estamos totalmente desconectados. Algo verdaderamente inconcebible cuando hoy la tecnología en las comunicaciones perfectamente podrían ser la solución que nos permitiera concretar el intercambio cultural y de esta relación virtuosa conseguir nuestra validación artística, sin tener que recurrir a Europa o EE.UU. como ha sido la costumbre de nuestras elites artísticas.
Hoy más que nunca como personas ligadas a la cultura y el arte, el paso del tiempo nos permite reaccionar frente a aquello que antes veíamos, pero no mirábamos.