No es difícil de imaginar a un jovencito de 17 años llamado «Memo», oriundo de Guadalajara, trabajando en un set televisión y detenerse un momento durante la jornada, para observar en silencio cómo se desarrolla el trabajo de un director detrás de cámaras mientras filma una telenovela.
Alguna vez, ese «chamaco» -con el importante apoyo de sus padres- ya hacía sus pinitos con una cámara Super 8 con la que incluso ganaba concursos en la escuela. Alguna vez tuvo que tumbarse al suelo y ensuciarse para obtener la mejor toma, el mejor ángulo. Alguna vez, tuvo que trabajar como artista de caracterización para darle vida a personajes de serie B, hasta fundar su propia compañía de maquillaje y perseguir también su propio sueño de ser un director. Alguna vez, tuvo que llevarle el café a algún director o productor de turno para pagar su «derecho de piso» hasta poder encontrar su propia voz como artista y hacerla escuchar ante el mundo.
Hoy, ese joven es ahora un señor de 58 años con una carrera multipremiada, que ahora vive en una casa-museo donde conviven personajes monstruosos e icónicos, fascinantes e «incomprendidos» que ocupan cada rincón de su vivienda. Es uno de los grandes referentes del cine fantástico a nivel mundial y también un orgullo mexicano y latinoamericano. Sin embargo, ha sido un largo recorrido hasta aquí.
Muy pocos artistas poseen el talento, calidad visual, sensibilidad y exquisito vuelo artístico para encontrar la belleza en la monstruosidad y la realidad en la fantasía. Y ese es Guillermo del Toro, el genio con corazón de freak. Del Toro, quien ahora arrasa en la temporada de premios con su versión animada de Pinocho, y que a lo largo de los años nos ha regalado historias con personajes extraños que se ven envueltos en situaciones tan extraordinarias como terroríficas, bajo el prisma de la fantasía y el horror. Tan sólo hagamos un breve compendio de su filmografía para comprobarlo.
En el Laberinto del fauno, una niña ingresa un mundo de hadas -cual Alicia- para escapar del horror de la Guerra Civil y salvar a su hermanito. En Hellboy, un demonio rojo y malhumorado, pero de buen corazón, lucha contra monstruos para salvar a una humanidad que lo odia. En Cronos, se explora el terrorífico deseo de ser inmortal. En Blade II se aborda la maldición de vivir como un inmortal. En Pacific Rim cumple el sueño infantil de ver una pelea de kaijus vs mechas en pantalla grande. En Crimson Peak ofrece un alarde visual de horror gótico. En La forma del agua surge un romance de una bella y una bestia que son más parecidos de lo aparentan, mientras que en El Callejón de las almas perdidas cuenta las desventuras de un perdedor que arruina todo lo que ama.
Podremos encontrar influencias muy marcadas en su obra, tanto en la literatura de H.P Lovecraft, Edgar Allan Poe, Mary Shelley, Lewis Caroll, como en el cine y las películas de horror de Universal y Hammer. Aquellas mismas que veía de niño y despertaban su fértil imaginación.
Toda esa amalgama de influencias forjó a un cineasta con un estilo visual exquisito y elegante narrativa que suele otorgarles a sus películas, además de una estética depurada en cada uno de sus planos. La oscura guarida del Fauno, la caótica habitación de Hellboy, el tenebroso laboratorio donde tienen capturado al Hombre Anfibio, la mansión viviente y espeluznante de Crimson Peak o las futuristas instalaciones de los Jaegers en Pacific Rim son sólo algunos ejemplos de la asombrosa imaginería visual que ostenta el tapatío.
Por otro lado, ¿qué podemos también decir del Guillermo como persona? Conocida es su paciencia y sencillez para acceder a tomarse fotos con sus admiradores -según la experiencia de un amigo mío- y su ánimo para impulsar a aspirantes a directores a perseguir sus sueños. Muy conocida es su generosidad, ayudando a cineastas más jóvenes a hacerse un hueco en la siempre difícil industria hollywoodense, como en el caso de Andy Muschietti, director del mega éxito de terror IT, a quien apoyó luego de ver su primer cortometraje. Es además un gran impulsor del cine de su país a través del Festival de Cine de Guadalajara del cual es fundador.
Del Toro, posee una mente lúcida y llena de sabiduría. Maestro de los aforismos, Guillermo suele dejarnos frases que invocan a la reflexión más sesuda con total espontaneidad. Tras ganar el Globo de Oro en 2018 una periodista le preguntó: «Usted tiene una habilidad extraordinaria para ver el lado oscuro de la naturaleza humana, la fantasía y el terror, pero a la vez es una persona realmente alegre y amorosa. ¿Cómo logra ese balance?».
Guillermo sólo atinó a contestar: «soy mexicano», desatando las risas de los presentes. Sin embargo, profundizó aún más su respuesta: «En cierto sentido nadie ama la vida más que nosotros, porque somos muy conscientes de la muerte. La belleza de la vida convive de cerca junto al único lugar al que todos vamos a ir: todos en este planeta estamos en un tren cuyo destino final es la muerte. Así que durante el camino vamos a vivir: belleza y amor y libertad. Creo que cuando se suprime uno de los dos lados de la ecuación [la oscuridad o la luz], se convierte en un panfleto. Cuando tomas en cuenta la oscuridad para contar la luz, es la realidad».
Hay varias razones por la cual su versión de Pinocho -que está arrasando con los premios cinematográficos por mejor filme animado- se siente tan especial, sin embargo, una de ellas sería su profundo mensaje existencialista. Pese a abordar temáticas más oscuras como el maltrato infantil o la crueldad del fascismo, Pinocho es una historia narrada con gran sensibilidad y belleza visual que indaga sobre el significado de la vida, de la paternidad y la muerte, pese a ser protagonizada por marionetas que cobran vida, gracias a la compleja y depurada técnica del stop-motion. Del Toro le brinda nuevos aires a un clásico -el cual se refleja en los 15 años invertidos en su realización- que, a su vez, sirve como un sentido homenaje a su madre, quien falleció en octubre de 2022.
«Vi la película cuando era niño y es un filme que me unió con mi mamá para toda la vida. Me afectó porque Pinocho veía el mundo como yo lo veía. Me enfureció un poco que la gente le exigiera obediencia a Pinocho, así que quería hacer una película sobre la desobediencia como virtud y decir que no debes cambiar para ser amado», explicó el director.
Cuando ganó el Globo de Oro por su película La forma del agua, Del Toro emocionado, explicó su fascinación por estos personajes en un inspirado discurso: «Desde mi niñez he sido fiel a los monstruos. He sido salvado y absuelto por ellos. Creo que los monstruos son los santos patronos de nuestra maravillosa imperfección. Personifican y permiten la posibilidad de fracasar y vivir. Durante 25 años he creado pequeñas historias raras, hechas de movimiento, color, luz y sombra. Y en muchos sentidos, estas extrañas historias, estas fábulas, han salvado mi vida».
Talento, genio, humildad y sabiduría son algunas cualidades que definen al maestro quien, desde hace varios años, es un alto referente del cine de fantasía y horror. Donde Luz y Oscuridad conviven juntas y se enfrentan en un combate eterno al que nosotros asistimos fascinados.