El marco impresionante del vestíbulo del Teatro Bellini de Nápoles fue el lugar donde el médico y periodista napolitano Patrizio Fiore dio el bautismo a su nueva obra Una brava persona (Una buena persona), publicada por la editorial napolitana Homo Scrivens.
Se trata del quinto título de la producción literaria de Fiore, el cual, sin nunca abandonar la profesión médica, ya ha pisado las calles del periodismo científico y desde allí «me pareció casi natural el paso al artículo largo por antonomasia, y eso es la novela», explica en una entrevista exclusiva a Meer: «La elección del género de misterio es, por otro lado, el resultado del encuentro de dos de mis pasiones», dice. «De hecho, me gusta la literatura noir angloamericana, con Sir Arthur Conan Doyle y Edgar Allan Poe en primer lugar, pero también con Agatha Christie, Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Rex Stout y, luego me considero un cinéfilo selectivo de la época, es decir, amante de los filmes noir en blanco y negro como, por ejemplo, El misterio del halcón y El gran sueño o las primeras producciones de Alfred Hitchcock».
«Los personajes de Patrizio Fiore son reales, vivos, expresión de la cotidianidad napolitana, son personas que podríamos encontrar caminando por las calles de Nápoles, en esos lugares que siempre son bien identificables», afirmó en la presentación de Una brava persona Candida Carrino, directora del Archivo de Estado de Nápoles, que también destacó la capacidad del autor para construir la trama recurriendo, sobre todo, a sus conocimientos tanto médicos como periodísticos.
«Patrizio» le ha hecho eco a Serena Venditto, conocida autora de novela negra, «tiene dos puntos fuertes: el recurso a los diálogos, nunca finitos en sí mismos sino siempre dirigidos a proporcionar al lector pistas para construir el articulado mosaico de la trama y el uso del lenguaje napolitano, que se adapta a los personajes, según sean expresión de aquella antigua nobleza partenopea o gente del pueblo».
En la nueva obra de Fiore, conocemos a un joven Geremia Tolino, con su apodo «Attico», protagonista de la mayoría de sus novelas: cuando un peligroso y despiadado jefe de la mafia es asesinado en un estudio médico con cuatro puñaladas y también sus dos guardaespaldas son asesinados con disparos de pistola, la policía da palos de ciego y es Stefano Capece, el director de un periódico napolitano, Camera con Vista, quien decide encargar a su pupilo, Geremia Tolino, destinado a tomar su lugar en el futuro, la tarea de aclarar el pluriomicidio. El joven hace un excelente trabajo ayudando a desenredar la intricada madeja. Y con la ocasión, Geremia también resolverá definitivamente su insatisfacción existencial: su nombre de pila nunca le había gustado, pero un evento fortuito le ofrecerá la solución tan esperada.
Geremia Tolino, «Attico», es un periodista íntegro, honesto, que no se conforma con una primera respuesta, sino que quiere siempre llegar hasta el fondo en la búsqueda de la verdad. Aunque el autor no hace referencia específica al personaje, afirma que: «Attico es la expresión de un periodismo que hoy casi no existe, es decir, aquel periodismo en el que quien quería ejercer esta profesión tenía que gastar las suelas de los zapatos y no el fondo de los pantalones».
Hace referencia a los años 1950 y 1980, «cuando no había fuentes informativas ilimitadas como ahora, sino que quien quería saber algo, tenía que esforzarse por calles, barrios, ciudades y no simplemente sentarse en un escritorio». Attico, agrega Fiore, «me recuerda a esas redacciones de crónicas de periódicos en las que el jefe de redacción era, para bien y para mal, el poseedor de la verdad y conversaba a la par con el alcalde, el prefecto, el comisario y, a veces, incluso con aquellos que eran sus enemigos. Ciertamente, hoy en día, el acceso a las noticias es más amplio, así como el riesgo de su manipulación. Se necesitan más periodistas como Attico, que aman su oficio y defienden la verdad. Y luego Attico tiene otra gran virtud: ama su ciudad, un poco como los hijos que aman a sus padres a pesar de que no se les escapa que no son perfectos».
Mientras en la segunda mitad del siglo pasado la mayoría de las novelas negras fueron escritas por estadounidenses e ingleses, a partir del año 2000, comenzaron a aparecer a lo largo de todo el mundo. Y Nápoles no se quedó atrás. Preguntamos a Fiore a qué atribuye este exploit.
El escritor recuerda que «por muy extraño que parezca, Nápoles tiene una larga tradición en el género negro y puede considerarse la patria del giallo italiano (novela negra) gracias a un autor, conocido sobre todo por otro título de diferente género, La ciega de Sorrento. De hecho, el napolitano Alfredo Mastriani ya publicaba en 1852 Mi cadáver, ambientado en la capital partenopea y centrado en cuatro personajes, en los que, como sucederá en mucha literatura negra italiana y no solo, «la apariencia y la verdad chocan hasta explotar». Y Mastriani también puede ser considerado «el precursor del descubrimiento de la importancia de la medicina legal».
Además, agrega Fiore, «Nápoles, es una ciudad misteriosa por definición por el acervo de religiones que han albergado en ella, desde las relacionadas con los egipcios, los etruscos, los griegos, los romanos hasta el estrecho vínculo con las tres religiones monoteístas, y no podía dejar de proporcionar continuos puntos de partida a los escritores de novelas de misterio, así como su arquitectura y logística: Nápoles es una superposición de construcciones que han hecho que la parte subterránea sea quizás incluso más interesante que la expuesta y visible inmediatamente. Cualquiera que tenga la oportunidad de adentrarse en los meandros de la ciudad, visibles u ocultos, se convierte en parte de este misterio napolitano que muchos intentamos narrar».
Las novelas de Fiore también son de denuncia, de hecho, el autor une a la ligereza narrativa, grandes contenidos humanos y sociales. Por lo tanto, le preguntamos si cree que el noir tenga hoy una función social y si está de acuerdo con la afirmación de que la tarea del escritor es «medir lo que se ha olvidado» según afirma Derek Raymond en Hidden Rooms.
«Contar una historia», agrega Fiore, «supone conocer el contexto en el que se desarrolla. Nápoles es una ciudad gris, no en el sentido limitativo que se da demasiado a este adjetivo; es gris porque es una mezcla de blanco y negro, en la base de las diversas sombras de gris. Y blanco y negro se representan en Nápoles, por una parte, representados por la belleza de los paisajes y los entornos, por la cultura que impregna la ciudad o incluso por la solidaridad, el altruismo y la participación en la vida de los demás, y por la otra, por el descuido, la incivilidad, la opresión y el engaño tramposo».
El escritor está convencido de que «estas connotaciones antagónicas tan estridentes a menudo encuentran alojamiento en un mismo escenario, en una misma persona, aquí está el gris, lo que hace que los lugares y las personas sean altamente impredecibles, lo mejor para un escritor de misterio. Pero la narración, cuando sea posible, no debe renunciar a la denuncia social. «Lo intenté desde el principio» nos dice. De hecho, ya en Il Ricamo Mortale (El Encaje mortal), en el centro de la narración también hay algunos de los asesinos más peligrosos del siglo XXI, como pueden ser la exposición al asbesto, la contaminación atmosférica y los productos alimenticios adulterados. «Y lo intento siempre –concluye- teniendo al lado a un gran y entusiasta campeón, ¡mi Attico!».