Viernes por la tarde. Me encuentro enfrente de dos bares. Uno está lleno y el otro completamente vacío. «Si no hay gente, será por algo», pienso yo. Y me meto en el local que está a rebosar. Y como yo, hicieron muchas más personas, confiando en la aparente popularidad del sitio. Pero, una vez dentro y tras dudar de mi elección me pregunto: ¿por qué me he dejado guiar por los demás? ¿Tendría que haberle dado una oportunidad a ese sitio vacío que hacía esquina?
Esta decisión, con aparente escasa relevancia, se debe a un fenómeno concreto. A un efecto que hace que nuestra mente procese la información de manera selectiva, dando lugar, muchas veces, a decisiones de las que nos podemos arrepentir. Porque elegir un restaurante u otro no parece importante, pero ¿qué pasa cuando lo que está en juego es nuestra carrera profesional? O nuestro tiempo. O la diversidad e inclusividad en nuestra empresa. O la igualdad de género. Ahí, la cosa cambia.
¿Qué son los sesgos cognitivos?
Los sesgos cognitivos son atajos que toma nuestra mente, formas de pensamiento rápidas e intuitivas, menos laboriosas que el razonamiento analítico, que sí tiene en cuenta toda la información pertinente.
El concepto fue introducido en 1972 por los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky para explicar ciertas tendencias a las decisiones irracionales en el ámbito económico. Y desde entonces, gracias a las investigaciones en psicología cognitiva y social, se han identificado una multitud de sesgos en muchos más campos.
¿Cómo afectan los sesgos cognitivos a nuestra vida?
En nuestro día a día tomamos miles de decisiones y la mayoría de ellas, más de las que creemos, son inconscientes e irracionales. Estas son decisivas en nuestro futuro personal y profesional y si queremos entender y tomar más consciencia de ellas para poder controlarlas, es importante analizarlas primero.
Debemos tener en cuenta que una de las causas que más influye en que tengamos una visión sesgada de la realidad es nuestro entorno. Cuestiones como la cultura o las influencias sociales determinan en gran medida nuestra manera de tomar decisiones y en cómo afrontamos cada paso que damos.
Un claro ejemplo, como decía antes, es estudiar una carrera. Seguro que conocéis a alguien que lleva 3 años estudiando una carrera que detesta pero que no es capaz de dejarla para dedicarse a otra cosa porque «ya ha invertido demasiado tiempo y recursos» y por ello necesita terminarla. Aparentemente, parece la decisión más lógica. No vas a echar por la borda 3 años de tu vida cuando solo te queda 1 más para acabar esos estudios, ¿verdad? La respuesta, como os imagináis, tiene trampa.
Se trata de un sesgo cognitivo conocido como coste hundido. A causa de este, nuestro subconsciente distorsiona la realidad y obstaculiza la toma de una decisión racional. El coste hundido es el culpable de que nos veamos obligados a sacar rendimiento de un esfuerzo irrecuperable, por eso si hemos invertido tiempo, recursos y/o dinero en algo, sentimos la necesidad de amortizar esa inversión.
Lo más interesante es que la vida está llena de costes hundidos. Desde ese buffet libre en el que comes hasta explotar, el ver una película que no te gusta porque «ya vas por la mitad» o ese acontecimiento para el que tienes entradas y sientes la obligación de ir para «rentabilizar el dinero gastado». Ponte en la situación de que esas entradas te las han regalado, hace mal tiempo, te encuentras mal y, en definitiva, no te apetece. Como el dinero no es tuyo, no tendrías problema en quedarte en casa, pero ¿y si sí lo fuese? Te verías obligado a tomar la decisión contraria. Ahí está el sesgo. Estás tomando la decisión sin tener en cuenta toda la información porque necesitas constantemente sacar provecho del dinero que has invertido. Lo mismo ocurre con el buffet. Si estás lleno, no comas hasta tener que desabrocharte el último botón de tu camisa o pantalón porque se trata de un dinero que, comas más o menos, no vas a recuperar.
Os aseguro que interiorizar el concepto de coste hundido os va a hacer la vida mucho más fácil. Yo, por ejemplo, ya no como hasta empacharme y eso, quieras que no, es un respiro tanto físico como mental.
Al principio os contaba mi dilema entre los dos restaurantes. Pues se trata del sesgo conocido como efecto de arrastre. Es la tendencia a hacer o creer en algo porque muchos lo hacen, viéndose nuestro comportamiento influenciado por el de una mayoría. Un claro ejemplo es el del contenido que se hace viral. Se comparte más cuanto más viral es y se hace más viral cuanto más se comparte. Es la pescadilla que se muerde la cola. Por eso, la próxima vez que veas ese número 1 de tu plataforma de streaming favorita, piensa si de verdad te interesa dicho contenido, ya que tomar la decisión de verlo porque lo ve todo el mundo, se debe a un sesgo cognitivo.
Si seguimos hablando de las plataformas y su oferta de contenido, te habrás dado cuenta de los planes de suscripción que ofrecen. Siempre suele haber 3 opciones a las que podemos llamar «el bueno, el feo y el malo». La opción más económica es la más limitada y «casualmente» tiene poca diferencia de precio con la opción 2, y esta última a su vez con la opción 3, la más completa.
Esto se conoce como efecto señuelo y su objetivo es introducir una nueva opción con la idea de decantar la elección del usuario hacia la que más interese a la marca. En este caso, si solo tuviésemos 2 tipos de suscripción, una barata y otra cara, cada una con sus pertinentes características, decidiríamos entre una y otra de una forma más lógica. Pero al ponerse en juego esta opción intermedia, que nos hace de puente entre la primera y la tercera, hace que veamos la diferencia de precio mucho menor de lo que es. Lo mismo ocurre con las palomitas del cine o los cafés de cadenas como Starbucks, donde acabas por pedirte la opción más cara porque se va muy poco de precio comparándola con la más barata.
Y es que, aunque no lo parezca, nuestro día a día está lleno de decisiones inconscientes, como cuando nuestro cerebro fija su atención en aspectos concretos haciendo que el resto de cosas pasen desapercibidas. ¿Te ha pasado alguna vez que algo que acabas de conocer empieza a aparecer en todas partes? Se trata del sesgo de ilusión de serie y es la razón por la que una mujer embarazada no deje de ver embarazadas, una persona que está pasando por una ruptura sienta que todas las canciones que escucha hablan de desamor o por la que cuando te compras un coche nuevo, veas ese mismo modelo en todas partes. ¿De repente todos tienen tu mismo coche? No. Es que tu mente hace que te fijes más en la gente que lo tiene, pasándote desapercibidos todos los demás.
Controlar los sesgos cognitivos no es tarea fácil, pero empezar por detectarlos puede ser el primer paso. Intentar no actuar desde estados irracionales nos va a ayudar a no equivocarnos y a tomar mejores decisiones. Antes de decidir, siempre que puedas, intenta reflexionar las cosas, analízalas desde distintas perspectivas y ten en cuenta toda la información que se te presenta.
Mañana también saldré, pero esta vez decidiré mejor a qué restaurante ir.