La sinagoga sería un teatro y un centro de prostitución, una casa de ladrones y hospedaje para bestias salvajes (sermón 6:5). Un lugar de vergüenza y de ridículo (1:13), el domicilio del demonio (1:6), al igual que el alma judía es poseída por el demonio; sus ritos son criminales e impuros (3:1). Esas denuncias son entremezcladas con citas del texto bíblico, de las cuales se hace relectura. Los judíos son descritos como seres corruptos y criminales. Son asesinos de Cristo (6:1).1
«Asesinos de dios», una oración corta, pero quizá la más poderosa que jamás se podría usar contra cualquier grupo en un momento de la historia en el que el poder era controlado por la iglesia cristiana afincada en Roma. Los mitos2 que surgieron durante la Edad Media y la construcción de una otredad negativa dirigida a los judíos, fue suficiente para que, desde los escritos del Nuevo Testamento, se utilizaran algunos capítulos descontextualizados para afirmar tajantemente que los judíos habían asesinado a Jesús, el hijo de Dios, a quien el cristianismo según la doctrina de la trinidad es uno mismo con el padre, pues, como bien él lo afirmo «el padre y yo somos uno». Haber sido participes de la crucifixión en diferentes momentos en la que esta se lleva a cabo, desde la visión e interpretación que hace la Iglesia de los evangelios, fue evidencia suficiente para acusar a los judíos del delito más grande jamás cometido por nadie.
La Edad Media fue la época donde más afloraron mitos contra los judíos, las interpretaciones que realizaron los clérigos, papas, y sacerdotes comunes sobre los evangelios, fueron razones suficientes para señalar a los judíos y responsabilizarlos de lo que le había ocurrido a Jesús. Es justamente el señalamiento del asesinato de dios, el que encarna la maldición del judío errante, el judío maldito, el judío asesino de niños, el judío contaminador de pozos, el judío propagador de pestes y el judío usurero. Cualquiera que osara el infame título sería acreedor de todas las vicisitudes y maldiciones que cualquier persona pudiera ostentar. Haber sido asesino de dios significaba la maldición más grande que una persona pudiera vivir, en este caso, la maldición era hereditaria por lo que el judío que mató a Jesús o el que haya motivado su asesinato por las autoridades romanas, cualquiera que fuera, transmitió esa maldición a sus sucedáneos. Los cristianos lo interpretaron así cuando la multitud esbozó «sea su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos»,3 una forma de achacarse la culpa y la responsabilidad del deicidio, cuando en realidad, si la frase fue realmente dicha, no sería la primera vez que nos la encontramos en las escrituras bíblicas, más bien es una frase típica en ciertos contextos, si no que se trataba de una fórmula legal utilizada con frecuencia en el Antiguo Testamento, que señala que aquella persona que cometiera un delito, debía ser sometida al mismo castigo, que en este caso específico era la muerte.4
Pero esta frase que resulta ser la condena eterna para formular la acusación y dar el veredicto, es, por demás, cuestionable desde varios puntos de vista: en primer lugar, este importante relato solo se encuentra en uno de los testimonios de los evangelistas. En segundo lugar, Mateo no fue testigo del esbozo de la frase, hay que recordar que todos sus discípulos huyeron a excepción de Juan, quien no incluye dicha frase en su evangelio. La escena continua con Pilato trayendo a Barrabas, un supuesto criminal quien fue despreciado y odiado por en su momento, la estrategia era pedirle a la multitud que escogieran entre Jesús y Barrabas, pero nuevamente el intento de Pilato falló, la multitud enardecida y motivada por los sumos sacerdotes gritaba al unísono «crucifícalo, crucifícalo». Inmediatamente después, ocurre otro gesto que invita nuevamente al cuestionamiento y pone en duda la veracidad de la escena y me lleva al tercer punto: el lavado de manos de Pilato. Esta costumbre no es romana ni mucho menos, sino judía,5 y por lo que sabemos hasta hoy Pilato no había realizado ningún ritual de conversión ni tampoco era algo de práctica común fuera del judaísmo, y nada de lo que sabemos de la historia de Pilato nos indica que era filojudío, por lo que la escena escrita por Mateo es más que dudosa.
Argumentos para legitimar el asesinato de dios
La Biblia habla acerca de la participación de los judíos en el proceso en el que fue juzgado y sentenciado Jesús de Nazaret, quien se convertiría en el profeta principal, hijo de dios, por ende, el mismo dios según la doctrina de la trinidad. El Nuevo Testamento no lo relata de forma directa, pero deja caer la duda: los judíos formaron parte de un complot en el que se vislumbra un triunvirato: Caifás, representante religioso de los judíos; Herodes, representante político de los judíos; y Pilato, represente de Roma y responsable del orden y administración de la provincia romana en Judea. Los evangelistas mencionan en diferentes capítulos como los judíos, además de haber sido los organizadores de la muerte de Jesús, se hacen así mismos responsables de las consecuencias de sus actos. Pero el proceso a Jesús está lleno de contradicciones y de sombras, partiendo de que la única fuente con la que contamos no es un documento legal o vinculante en el que se pueda confiar como argumento al relato de los evangelios,6 específicamente como mencionamos más arriba el de Mateo, ya que estos no son documentos jurídicos, y además, estos son relatos de las interpretaciones de los autores consideraron preponderantes para que se preservara en la tradición cristiana, por ende, no son un documento histórico fiable para interpretación jurídica. Aun así, no dejan de ser una fuente de la que podamos encontrar un contexto para entender los últimos momentos de Jesús, no así para establecer con claridad si bien los judíos, como afirmaran líderes de la Iglesia, habían asesinado a Jesús.
Aunado a lo anterior, partiendo de que las afirmaciones de la Iglesia fueran ciertas o si acaso las insinuaciones que hace Mateo se aproximaran a la verdad fidedigna, el creyente debe de ubicarse en lo que significa la muerte de Jesús, partiendo de tres vertientes: en primer lugar, morir no fue un accidente y mucho menos una conspiración, sino que formaba parte del plan cristiano para la salvación de los gentiles,7 plan al que incluso Jesús estuvo dispuesto a renunciar por presentir lo que le ocurriría, «padre, si es posible, pasa de mi esta copa, sino que se haga tu voluntad».8 En segundo lugar, la muerte biológica y corpórea de Jesús producto de las heridas y el daño infligido no fue tal partiendo de la tradición cristiana, sino que fue un proceso necesario e indispensable para que el perdón de los pecados se llevara a cabo producto de la sustitución del sacrificio. Y, por último, el milagro de la resurrección, por lo que Jesús estaría (está para nosotros los creyentes, que interpretamos así las escrituras) vivo desde el primer momento en el que su discípulo, Judas Iscariote, lo entregó a las autoridades romanas.
Estos mitos fueron extendidos por toda la maquinaria de la Iglesia durante los siglos del I al IV,9 lo que favoreció el alejamiento de ambas corrientes religiosas, separándolas ineludiblemente, aduciendo, entre otras cosas, que el cristianismo y el judaísmo eran dos movimientos irreconciliables, ya no solo por la figura del mesías o por el supuesto deicidio, sino por la doctrina de la trinidad, volviendo contradictorio el monoteísmo judío con el aparente politeísmo cristiano.
Los estudios muestran10 que ha habido dos factores que han sido determinantes en la expansión y persistencia del crimen de deicidio, en primer lugar, es la extendida desjudaización del cristianismo y en segundo lugar la construcción de una narrativa acusatoria por parte de los cristianos que quería responsabilizar a los judíos de la muerte de Jesús. Estos puntos se hicieron más evidentes y la separación más profunda cuando ocurrieron las dos revueltas judías en la que los judíos cristianizados no habían participado, considerándolos así traidores, tanto en la del 66 d. C. como la de Shimon Bar-Kochba en el 132 d. C. En ambas los hebreos «buenos y fieles que permanecen cristianos»,11 como les llamó el emperador Adriano, habían dejado de lado a sus correligionarios haciendo así la ruptura definitiva que se seguirá afincando con el pasar de los años.
La interpretación que se hace del asesinato de Jesús por parte de los judíos es bastante antigua. Orígenes, fue uno de los primeros defensores de esta tesis durante el siglo III, estaba convencido de que la sangre de Jesús «cayó sobre todas las generaciones posteriores de judíos, hasta el final de los tiempos». De igual forma Melitón de Sardes (s. II), san Agustín (s. IV), san Jerónimo (s. IV), san Juan Crisóstomo (s. IV), Teofilacto (s. IX), Tomás de Aquino (s. XIII) y Calvino. Además, el padre de la reforma protestante, Martin Lutero afirmó que la miseria en la que vivían los judíos en su época, y su posterior condenación eterna, se debía a que habían rechazado al hijo de dios.12
San Agustín, considerado uno de los pensadores más prominentes no solo del mundo cristiano, sino del mundo occidental, afirma que, lo que hoy conocemos como la teología del reemplazo,13 con la llegada y con la muerte del mesías enviado, la Iglesia sustituye el papel central que tenía la sinagoga, a su vez que los cristianos sustituirían a los judíos, y que, además, es deber de la Iglesia enseñar las calamidades cometidas por estos que son el motivo de su castigo y desgracia. San Agustín prohíbe la matanza y la conversión de los judíos, pero deja el mensaje expreso de que su infamia debe de ser recordada por la eternidad. Pero es en la época de las cruzadas y en el momento de la instauración de la inquisición española donde el mito llega a su apogeo y las palabras llevan a la praxis. A partir de la Primera Cruzada, que tiene lugar entre 1096 y 1099, la situación va a cambiar de manera radical. El grito popular de la Primera Cruzada manejado por monjes, en el fatídico verano de 1096, será «bautismo o muerte», pero esta cruzada además marca un antes y un después en las decisiones que se tomaron en lo tocante a los judíos, a partir de ahí suceden una serie de prohibiciones para el ejercicio de profesiones de todo tipo. A partir del siglo XII, los judíos, que son considerados elementos satánicos, serán individuos que se les acusará de cometer los peores delitos, sin juicio previo o derecho a defensa.
El asesinato de dios en la literatura moderna
El asesinato de dios para los judíos es comparable con lo vivido por Dimitri Karamazov, personaje ficticio del libro de Fiodor Dostoievski Los hermanos Karamazov. Dimitri, el más temperamental de los tres hermanos legítimos de Fiodor Pavlovich14 y el hermano mayor del tridente, es acusado falsamente de haber asesinado a su padre para reclamar una herencia, las sospechas se ciernen sobre él porque, en alguna ocasión, esbozó el deseo de matarlo, y además se encontraba con serios problemas económicos que hacían creer que lo había asesinado por esa razón. Dimitri es llevado a juicio donde es acusado y sentenciado incluso por conocidos de él; siendo inocente es enviado a la cárcel donde deberá purgar la pena y vivir con la marca de haber cometido un parricidio, que en el contexto en el que fue escrita la novela, y en el actual, no solo es motivo de vergüenza e indignación, sino que es portador de una maldición que lo perseguirá de por vida. Dimitri siendo inocente fue apresado y condenado a la vergüenza eterna, los judíos, fueron juzgados y condenados eternamente por un delito que no cometieron, y en el que la participación además de exigua es dudosa. Aliosha, el hermano misericordioso le cree a su hermano, pero duda en reiteradas ocasiones sobre si Dimitri está diciendo la verdad o está mintiendo sobre el asesinato, aun así, acepta la condena que se cierne sobre él, aun conociendo de último momento, después de la confesión de Pavel, que Dimitri es inocente.
Después del juicio cayó la condena, ni el mejor abogado pudo librar a Dimitri de la vergüenza y el castigo. Los mismos lideres de la Iglesia, aun sabiendo que los judíos no tuvieron participación en la muerte de Jesús, insistieron en que estos deberían pagar su condena, aunque solo fuese por ser sospechosos, los judíos, como Dimitri, tuvieron que soportar los señalamientos, los gritos, y sobre todo la condena de haber asesinado a su padre, a su salvador, al hijo de dios, a la encarnación misma del mesías que según el cristianismo, ellos esperaban. Dimitri, la encarnación del mal, estaba condenado a vagar solo por el mundo, a ser recluido y privado de su libertad, ninguneado, desaparecido, visto como un oprobio, como un germen, inadaptado y portador del mal: hijo del demonio porque solo alguien poseído por él podía cometer tal barbaridad.15 Dimitri era inocente, el verdadero culpable se lavó las manos y responsabilizó a otros sobre el delito que cometió él al asesinar a su padre. Los romanos encarnan a Pavel Fiodorovich, verdaderos responsables de la muerte de Jesús; Dimitri, a los judíos condenados injustamente; y Aliosha, a los cristianos crédulos que aceptaron la condena pero que sabían que eran inocentes.
El contexto del primer asesinato de dios fue el menos afortunado, los dos subsiguientes cayeron de buena gana. El siglo IV con el cristianismo a toda potencia, fue el peor momento para el deicidio, pero 15 siglos después, la muerte de dios se insertó en la cultura popular, primero fue el hermano del medio de los Hermanos Karamazov, quien en la novela afirmara de manera tajante que había que asesinar a dios de la mente de las personas, y que el mismo dios no era el creador del hombre, sino que había sido creado por él. Iván Karamazov es la representación de un contexto hedonista y que empezaba a rechazar a la religión cristiana como forma de expresión del destino de la humanidad; después fue Nietzsche, quien al igual que Iván, afirmara que dios había muerto,16 y que los deicidas no fueron los judíos, sino todos nosotros, la humanidad en el contexto de Europa del siglo XIX.
En todo caso, no se trata deslegitimar al cristianismo o condenar a los evangelistas por haber mentido, y así librar a los judíos de la acusación deicida; independientemente de las interpretaciones, es más que claro que los responsables de la crucifixión de Jesús fueron el procurador romano, y los soldados que lo castigaron y dieron muerte en el calvario; la participación judía, si la hubo y nos fiamos de las escrituras, fue exigua y sin ningún tipo de acción que nos llevara a pensar que hubo un complot para asesinar a Jesús, quien indudablemente representaba un personaje incómodo para la doctrina judía de la época.
Notas
1 Cita vista en Tucci, M. L. (2016). Diez mitos sobre los judíos. Cátedra.
2 Es importante señalarle al lector que el autor aquí hace uso de la palabra mito con un sentido similar a fakenews, ya que los mitos cumplían la misma función que cumplen estas en la actualidad.
3 La confrontación se lleva a cabo en medio de un tumulto, según la Biblia en Mateo 27: 22-25, Reina Valera Actualizada, 2015. «Pilato les dijo: —¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el Cristo? Todos dijeron: —¡Sea crucificado! Y el procurador les dijo: —Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más fuerte diciendo: ¡Sea crucificado! Y cuando Pilato se dio cuenta de que no se lograba nada, sino que solo se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud diciendo: —¡Yo soy inocente de la sangre de este! ¡Será asunto de ustedes! Respondió todo el pueblo y dijo: —¡Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».
4 «Si alguno maldice a su padre o a su madre lo matarán; su sangre caiga sobre él» (Lv 20,9); «Si uno se acuesta con la mujer de su padre morirá; su sangre caiga sobre él» (Lv 20,11); «Si un hombre se acuesta con otro hombre, los dos morirán; su sangre caiga sobre ellos» (Lv 20,13). Cuando David se encontró con el soldado que había matado al rey Saúl, le dijo: «Por haber matado al ungido de Yahvé, tu sangre caiga sobre tu cabeza» (1 Sm 1,16). Y cuando Joab, general del ejército de David, mató al general Abner sin consentimiento del rey, David exclamó: «La sangre de Abner caiga sobre la cabeza de Joab y su familia» (2 Sm 3,29). También el profeta Jeremías, a las autoridades de Jerusalén, les dijo: «Sepan que, si me matan, sangre inocente caerá sobre ustedes y sobre toda la ciudad» (Jr 26,15). Estos versículos, así como la interpretación de estos, fueron tomados de Revista Criterio. (2011). La muerte de Jesús y la maldición de los judíos.
5 En diversos pasajes bíblicos, se realiza el ritual de lavado de manos cuando se ha derramado sangre inocente: «Que esta sangre inocente no caiga en medio de tu pueblo Israel» (Dt 21,1-9). «Lavo mis manos en señal de inocencia, dando vueltas alrededor de tu altar» (Sal 26,6). Y también: «En vano mantuve puro mi corazón, lavando mis manos en la inocencia» (Sal 73,13).
6 Para una mayor amplitud del mensaje sobre el proceso a Jesús, así como la fiabilidad de las fuentes y los relatos, véase. Ribas, J. M. (2013). Proceso a Jesús. Almuzara.
7 Hay que comprender aquí que la salvación también era para los judíos, por lo que la sangre de Jesús fue derramada justamente para perdonar sus pecados, por lo que, en caso de que algún cristiano aun hoy insista en que los judíos mataron a Jesús, pues la sola lógica nos indicaría que ese pecado fue perdonado partiendo del plan que el mismo Jesús dijo venir a cumplir por mandato de Dios.
8 Cita bíblica.
9 El relato que sigue a continuación, así como los datos acotados en relación con el supuesto deicidio, a menos de que se indique lo contrario, provienen de Tucci, M. L. (2016). Diez mitos sobre los judíos. Cátedra.
10 Ibid.
11 Cita extraída de Tucci, M. L. (2016). Diez mitos sobre los judíos. Cátedra.
12 Revista Criterio. (2011). La muerte de Jesús y la maldición de los judíos.
13 Movimiento carismático evangélico que afirma que las promesas para Israel y los judíos pasaron a manos de los gentiles que creyeron en Cristo, es decir, los cristianos. Véase. Showers, R. (2006). La teología del reemplazo.
14 En la novela los hermanos reconocidos de Fiodor son tres: Dmitri, el mayor; Iván, el del medio, el hijo ateo y hedonista; y Aleksei, el más espiritual y el menor de los tres. Pero además hay un cuarto, Pavel Fiodorovich, quien se rumoreo es hijo no reconocido de Fiodor. Para mayor amplitud del tema véase. Dostoievski, F. Los Hermanos Karamazov. Penguin.
15 El culpable resultó ser el hermano no reconocido de Fiodor Palovich, medio hermano de Dmitri.
16 Nietzsche, F. (2019). La gaya ciencia. Akal.