Se ha puesto a pensar por qué —con toda la evidencia física, natural y científica que existe; pese a estarlo viviendo en tiempo real y en carne propia y pese a que, como la ciencia lo predecía, sus efectos a nivel mundial son cada año mayores, más intensos y frecuentes— hay personas que aún insisten en negar que el cambio climático es real. Y no solo insisten en negar que es real, también insisten en asegurar tajantemente que esa nueva y catastrófica realidad que vive el planeta entero es producto de la conspiración de los líderes que presiden países totalitarios que, valga la redundancia, conspiran en contra de sus propios líderes.
Así, los de occidente como Estados Unidos culpan a los de oriente como China por conspirar contra sus líderes y crear supuestas máquinas de cambiar y alterar el clima y enviarles todo tipo de calamidades; como sí en el otro lado, no ocurriera lo mismo y por supuesto que, los del otro lado, hacen lo mismo, culpando a los de este lado de utilizar toda su ciencia para desestabilizar su economía y derrocar a su amado líder, para así establecer su régimen imperialista y esclavizar a todos sus ciudadanos; como si los de este lado no dijeran y afirmaran cosas similares de los terribles y satánicos comunistas.
Algo similar ocurre con los negacionistas de las vacunas a nivel mundial, más conocidos como antivacunas. Los movimientos antivacunas no solo niegan la ciencia, sino que, al hacerlo, ponen en riesgo sus propias vidas, las de sus familiares, sus amigos y todo aquel que los rodea —al momento de estar cerca de antivacunas infectados con COVID-19 o cualquier otra enfermedad extremadamente contagiosa y mortal que surja después; porque, ciertamente, surgirán otras—, dado que, gracias a la reticencia de los antivacunas a vacunarse, los nuevos virus como el SARS-CoV-2 han incrementado y magnificado su capacidad de mutación, adaptación, ocultamiento y resistencia a los tratamientos médicos y clínicos.
¿No es eso absurdo? Ciertamente, lo es. Pero lo más absurdo es que, ese absurdo negacionista es producto del fanatismo. Nuevamente, perdonen la redundancia.
Así es, el fanatismo nubla y ciega la mente de quien lo padece; al punto de que, es incapaz de ver, oír o sentir otra cosa que no sea lo que el producto de su fanatismo: persona, ideología, creencia o tendencia, le dicen que: piense, diga o manifieste. Por eso, a un fanático, a un verdadero fanático, se le puede manipular como se antoje y se le puede obligar a hacer lo que se antoje. El producto de su fanatismo es quien manda sobre él o ella; nunca, la persona misma, ya que, su voluntad no le pertenece; el dueño de su voluntad es el producto de su fanatismo.
Absurdo, nuevamente, así es, absurdo; pero increíblemente cierto y preocupante. El fanatismo causa en la persona que lo padece en grado severo una enajenación mental y psicológica; por eso:
Psicológicamente, la persona fanática manifiesta una apasionada e incondicional adhesión a una causa, un entusiasmo desmedido y persistente hacia determinados temas, de modo obstinado, algunas veces indiscriminado y violento.
Sigmund Freud, enunció que el fanatismo es un mecanismo de defensa ante la infelicidad y la inseguridad emocional personal. De hecho, esta inseguridad muchas veces puede llevar a exigir a los otros cambios que uno mismo no puede hacer. En «Psicología de las masas y análisis del yo», hace una analogía entre el engaño en el que se está en un estado de «enamoramiento», donde el yo se ve empobrecido y el objeto de amor se enaltece, y el de las masas frente a su líder: fascinados, dormidos, obedeciendo a su merced sus órdenes sin ningún tipo de crítica, es decir fanatizados. Vemos coincidir esta actitud en el fanático frente a su líder.
Jung afirmaba que la intensidad del fanatismo es directamente proporcional a la duda: «Cuanto más trata de rechazar la duda, más fanática se vuelve la actitud consciente», de tal forma que ante el «paroxismo de la duda», el sujeto recurriría a una «exagerada defensa», es decir, al fanatismo.
Erich Fromm define el fanatismo como un intento de escapar de la soledad, el deseo de establecer vínculos afectivos con otras personas que creen iguales, disminuyendo así el miedo a la libertad y a la soledad al mismo tiempo (Funcionamiento psicológico del fanatismo).
Así es, literalmente, a peor autoestima, mayor fanatismo. Por eso, su definición técnica es:
El fanatismo es un comportamiento humano caracterizado por una defensa desmedida e irracional sobre algún tema o área determinada. El sentimiento que domina el fanatismo es la pasión.
Así que, procure no ser un nuevo fan del fanatismo, el absurdismo y el negacionismo. Y empiece a creer más en usted mismo y en sus propias capacidades.