Cuando soy feliz, creo en Dios.
(Juan Gil-Albert)
Los poetas levantinos Juan Gil-Albert y Miguel Hernández son poetas de la Generación del 36. No por ser Gil-Albert menos conocido que su paisano Hernández, deja de ser menos importante como poeta de guerra.
Sabíamos que Juan Gil-Albert y Miguel Hernández coincidieron en la «Ponencia colectiva» del II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura inaugurado el 4 de julio de 1937 en Valencia; pero no cuándo ni dónde se conocieron.
Posteriormente, a toro pasado, 29 años después del primer encuentro, Juan Gil-Albert recordará a Miguel Hernández en Madrid en 1936, en su artículo: «Notas de un carnet. Miguel Hernández», Valencia, Ediciones La Rueda, 1965; y posteriormente en el Homenaje a Miguel Hernández, de la Revista de Occidente N.º 139, de 1974, donde escribe que conoció a Miguel un mes de abril de 1936 en la casa-imprenta de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez situada en calle Viriato número 73, Madrid, donde nuestros dos jóvenes poetas publicaron sus libros de sonetos en Ediciones Héroe. Hernández, publicó El rayo que no cesa (E. R. C) el 24 de enero de 1936, y Gil-Albert Misteriosa presencia (M. P.). A esta casa también acudían José Moreno Villa o Luis Cernuda, por ser vecino de los Altolaguirre. Escribió Gil-Albert que intercambiaron sus libros: (E. R. C) y (M. P.). Sin embargo, esta afirmación, propia de la memoria en el tiempo, no es del todo cierta, ya que el libro de (M. P.), se publicó un mes después del encuentro de abril del 36, el día 4 de mayo.
La fecha exacta del encuentro entre nuestros dos poetas no la sabíamos hasta que, en una carta del sacerdote y profesor valenciano, Alfonso Roig, dirigida a Josefina Manresa de fecha 04-04-1968, le da cuenta que un ejemplar de (E. R. C), dedicado, era propiedad de D. Juan Gil-Albert, firmado con fecha 6 de abril de 1936, día de la semana que era lunes. Por consiguiente, y como la publicación de (M. P.) fue en mayo, un mes después del encuentro del 6 de abril, no fue posible el intercambio de los poemarios aludidos por Gil-Albert, además el libro no llegó a ser distribuido, por cierre de la imprenta Héroe de Madrid.
Busqué el referido ejemplar de El rayo que no cesa, dedicado por Miguel Hernández a Juan Gil-Albert en el Archivo Alfonso Roig, digitalizado en la Biblioteca Valenciana Nicolau Primitui, y no está referenciado. Pero, por fortuna, en una exposición dedicada al sacerdote Alfonso Roig Izquierdo (1903-1987) en el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MUVIM) en otoño de 2017, titulada «Alfons Roig i la Generació del 27», se mostró el famoso y perdido ejemplar de El rayo que no cesa, que Gil-Albert le había regalado al sacerdote por la amistad que tuvieron. ¿Quién le puede negar a un sacerdote la petición de un capricho bibliófilo de esta índole? Además, existen cartas del sacerdote a Josefina Manresa pidiéndole leer la correspondencia de Miguel, pero Josefina no se la envió para su lectura.
Alfons Roig y Josefina Manresa se conocieron epistolarmente por mediación del poeta oriolano Manuel Molina. El padre Roig había conocido en 1955 en Roma a María Zambrano, y esta le dedicó el artículo «Presencia de Miguel Hernández» de 9-07-1978 en El País. Roig y Zambrano, mantuvieron correspondencia desde 1955 a 1985, de la que existe un epistolario en editorial Debast, edición de Rosa Mascarell.
En cambio, el ejemplar de Misteriosa presencia, que dice Gil-Albert haber entregado a Miguel, no se halla en el Legado de Miguel Hernández digitalizado por la Diputación de Jaén, porque, como he comentado, se publicó el 4 mayo, confirmado por varios autores como Jaime Siles (Congreso 2004-29), Alfredo Martínez de la Universidad de Queensland, o Manuel Parra Pozuelo en la revista AUCA, N.º 28, de junio 2013, donde además escribe Parra que el propio Gil-Albert trastocó deliberadamente el orden de publicación de Cadente horror por los sonetos de Misteriosa presencia; este como su opera prima, tal vez para inscribirse en el gongorismo de la Generación del 27. En este orden equivocado aparece en todas las bibliografías consultadas.
En julio de 1937, con motivo del II Congreso, celebrado en el hemiciclo del Ayuntamiento de Valencia (donde participaban 26 escritores españoles, con otros extranjeros), se encuentran de nuevo, ambos forman parte de texto de la «Ponencia colectiva» firmada por: Antonio, Sánchez Barbudo, Ángel Gaos, Antonio Aparicio, Arturo Souto, Emilio Prados, Eduardo Vicente, Juan Gil-Albert, J. Herrera Petere, Lorenzo Varela, Miguel Hernández, Miguel Prieto, Ramón Gaya y Arturo Serrano Plaja; y leída por este último. Entre los hispanoamericanos se hallaban: Nicolás Guillén, Octavio Paz, César Vallejo, Vicente Huidobro, Raúl González Tuñón, entre los más destacados.
Después del II Congreso no se volvieron a verse ni a escribirse. Miguel viajará a Rusia para el V Festival de Teatro Soviético; y Gil-Albert continuará en Valencia, después marchará a Barcelona y al exilio de Francia, México y Argentina.
En el poemario El hombre acecha de 1939 (del que conocemos la edición no distribuida de la Casona de Tudanca, Santander, de 1981) se cita a un Juan en la penúltima estrofa del poema «Llamo a los poetas», pero como no cita los apellidos, no se puede confirmar si se trata de Juan Gil-Albert, pero estoy seguro de que sí es Gil-Albert, sobre todo por la coincidencia del segundo apellido de Hernández, que era Gilabert que se diferencia prosódicamente por el guion de Gil-Albert. La teoría de que fueran Juan Rejano o Juan Larrea no se sustenta porque Miguel no los conoció personalmente.
No he encontrado cartas ni en los archivos ni legados de ambos «amigos». La ausencia de correspondencia o notas me la confirmó Jesucristo Riquelme el 13-03-2019, que ha publicado un libro ampliando el epistolario titulado Epistolario general de Miguel Hernández, EDAF, 2019. Gil-Albert sí mantuvo correspondencia con Josefina Manresa, al menos tenemos la nota de fecha 29 de abril de 1985, un años después del fallecimiento de Manuel Miguel (Manolillo) ocurrida el 23 de mayo de 1984 a los 45 años.
Biografía resumida de Juan Gil-Albert
El poeta y ensayista Juan Gil-Albert Simón se llamaba Juan de Mata Gil Simón, nacido en Alcoy (Alicante) el 1 de abril 1904, adaptó los apellidos de su padre Ricardo Gil Albert y se lo agregó como compuesto (Gil-Albert). Hijo de Vicenta Simón Belenguer, una familia perteneciente a la alta burguesía industrial alcoyana, sus primeros años de formación corrieron a cargo de un profesor particular y en un colegio de monjas de Alcoy. Cuando cuenta con nueve años, la familia se traslada a Valencia en pos de su padre, que abre allí un almacén de ferretería, e ingresa como interno en el Colegio de los Escolapios. Los veranos los pasaba en la finca alcoyana de El Salt. A mediados de 1934 se traslada a Madrid y se pone en contacto con los poetas de la Generación el 27, aunque a Juan se le catalogará de la Generación del 36.
En mayo de 1936, en Madrid, el impresor y poeta Manuel Altolaguirre le publica sus primeros libros en la editorial Héroe. Poeta bastante tardío, su primer poemario será Misteriosa presencia, en 1936, una colección de sonetos de tema amoroso, seguido del poemario surrealista Candente horror, y el poemario Son nombres ignorados, impreso en Barcelona sobre la consciencia de la guerra. La propuesta de María Paz Moreno señala la importancia del culturalismo en tanto que Juan Gil-Albert «necesita del culturalismo para llegar a sí mismo».
En enero de 1937 cofunda en Valencia la revista Hora de España, cuya redacción está formada por Juan Gil-Albert, Rafael Dieste, Sánchez Barbudo y el murciano Ramón Gaya. A mediados de 1937, se unieron a ellos en la redacción la filósofa, María Zambrano, y Arturo Serrano Playa. Cuando Valencia se convierte en capital de la República, la casa de Juan Gil-Albert se convierte en centro de reunión de los intelectuales republicanos. Participa en la organización del II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, participa en la redacción de la famosa «Ponencia colectiva», y coincide con Miguel Hernández tanto en la ponencia como en el congreso, celebrado en julio en el salón de Actos del Ayuntamiento de Valencia, donde previamente se había trasladado el gobierno de la Segunda República.
Finalizada la guerra pasará a Francia y será ingresado en el campo de concentración Saint-Cyprien (Pirineos Orientales), posteriormente, una vez liberado, se traslada a México donde se convertirá en secretario de la revista Taller dirigida por Octavio Paz (al que había conocido en Valencia en 1937). También colabora con críticas de cine en la revista Romance. Colabora también en Letras de México y El hijo pródigo, con poemas y prosa. A fines de 1942 viaja a Buenos Aires y colabora en los diarios argentinos Sur y en la página literaria de La Nación. Allí conoce a Jorge Luis Borges. Publicará El convaleciente (1944).
Regresó del exilio a Valencia en el verano de 1947, viviendo ahora un exilio interior fuera de las corrientes dominantes hasta la muerte de Franco. Era propietario de una casa familiar en Alcoy. Años después, hará apariciones públicas y conocerá al poeta de Oliva, Francisco Brines, a Ricardo Bellveser, Carlos Rovira, a Luis Antonio de Villena, se integrará en la vida poética y a los homenajes. En 1983 el Instituto Alicantino de Cultura pasó a llamarse Juan Gil-Albert, dependiente de la Diputación de la misma ciudad. Fallecido en Valencia el 4 de julio 1994, a los 90 años.
Antecedentes de Candente horror, la influencia de Pablo Neruda
El poeta chileno Pablo Neruda (Premio Nobel de Literatura en 1971), es una figura clave en las obras primeras de Juan Gil-Albert, según Manuel Aznar Soler. Componer Residencia en la Tierra le supuso a Neruda casi diez años (1925-1935) de trabajo de inspiración. Pertenece Neruda a ese grupo de poetas que encabezan la renovación vanguardista de la poesía impura y con el que destacan los sudamericanos: César Vallejo, Vicente Huidobro y Raúl González Tuñón.
A finales de la década de los 20, el poeta vive en remotos países en calidad de cónsul de Chile, y se deja sentir en su obra la soledad que sufrió en esos lugares: el ocio se convierte en poesía. En 1935, Pablo Neruda se instala en Madrid y se relaciona con el Grupo de los del 27. Ese mismo año publica un manifiesto titulado «Por una poesía sin pureza» (atacando los preceptos juanramonianos —poeta puro—, con quien no se llevaba bien) en donde asegura que todo cabe en el proceso poético (incluyendo los temas más abruptos o las imágenes más desagradables o exóticas); principios poéticos recogidos en el manifiesto fundacional de la revista madrileña Caballo verde para la poesía, 1935. Piensa Neruda que todo es poetizable, en poesía no se ha de rechazar deliberadamente ningún tema. Tutor de la poesía impura. En modo alguno debe llevarnos esto a pensar que este tipo de poesía son composiciones venidas a menos.
Residencia en la Tierra influyó, sin duda alguna, en Juan Gil-Albert, que lo debió leer. Encuentra Gil-Albert en R. T. un mundo abierto a la palabra y a las imágenes para librarse de la tiranía de la métrica y poder abrirse al surrealismo. Así, encontramos violentas imágenes que evocan un mundo de destrucción. En definitiva, la obra refleja la visión confusa de un mundo caótico y laberíntico que se desmorona por sí mismo. Para intentar salvarse, el poeta busca apoyo en el amor, en la visión positiva. También conoció Neruda a Miguel Hernández a quien le influenció de poesía impura para algunos poemas que no gustaron a su amigo Ramón Sijé.
La ciudad para Neruda es un espacio nefasto que le produce esa sensación de confusión, caos e incoherencia y, para resaltarla, hace uso de conceptos paradójicos, ya que, persigue captar la arbitrariedad de las cosas y los sentimientos. Un buen ejemplo de ello es el poema «Walking around».
El poeta chileno no llega nunca a la oscuridad, pues deja siempre una especie de rendija de luz-lógica que permite la compresión intuitiva del poema. El surrealismo de Residencia en la Tierra, a pesar de su aparente hermetismo, es descifrable y el lector puede desentrañar los secretos de la obra con un poco de atención y perspicacia. De hecho, muy lejos queda esta poesía de la que profesa César Vallejo en Trilce (1922) o Vicente Huidobro en Altazor o viaje en paracaídas (1931), o Raúl Gonzales La rosa blindada (1936), en homenaje a la insurrección obrera de Asturias en la España republicana del 34. Aun así, percibo un lenguaje muy personal como en Candente horror con clara influencia de las corrientes anarquistas y libertarias de la época.
Residencia en la Tierra supone un recorrido por la vida del poeta y sus frustraciones, y nos dan cuenta de su evolución anímica de un hombre solitario e introspectivo. Posteriormente, escribiría una tercera residencia que incluye «España en el corazón» en donde se duele por la Guerra Civil española y por la muerte de su amigo Federico García Lorca. Miguel Hernández le dedicó a Neruda «Oda entre sangre y vino a Pablo Neruda» y el prólogo de El hombre acecha (1939) con referencia a su hija Malva Marina, enferma de hidrocefalia. Miguel Ángel García Guerra escribe en Portal Solidario:
Los expertos en la obra de Pablo Neruda (Selena Millares, Enrico Mario Santi, Alain Sicard, Saúl Yurkievich) estuvieron de acuerdo en que la influencia del poeta chileno solo se detecta claramente en la Generación del 27 y queda diluida o prácticamente inexistente en los creadores españoles posteriores. Esta fue una de las conclusiones de la mesa redonda, en la que participaron estos especialistas, celebrada ayer por la mañana en la tercera jornada del Congreso internacional Pablo Neruda en el corazón de España, que se está celebrando en la Diputación desde el lunes (Córdoba, del 15 al 19 de noviembre de 2004).
Para Selena Miralles, hay que diferenciar entre presencia e influencia de Neruda en la literatura española. Desde esta óptica, el poeta chileno tiene mucha presencia, pero solo una gran influencia en la Generación del 27, siendo su obra «Residencia en la Tierra» (1933), la que tiene mayor protagonismo en la literatura española. Los poemarios «Canto general» u «Odas elementales» no se reflejan en los autores españoles.
La tesis del profesor José Carlos Rovira, de la Universidad de Alicante, es precisamente que en toda la obra poética de Neruda emerge la tradición española, como no puede ser menos. Como el propio Rovira afirma en la reedición de la antología Fuentes de la constancia (Cátedra 1984:20):
Y hay que zambullirse continuo y desordenado en mares lejanos que se llaman Platón, Píndaro, Anacreonte, Teócrito, Dante, Ronsard, Leopardi, Nietzsche, Proust, André Gide… y en mares próximos que se llaman Maragall, Azorín, Unamuno, Gabriel Miró, etc. Con quien tuvo Gil-Albert relación personal un año antes de su muerte [Madrid, 1929].
Mucho se ha escrito sobre un texto como Candente horror (febrero de 1936), que tan solo contiene 18 poemas de vanguardia surrealista del poeta alcoyano Juan Gil Albert (1904-1994), el cual, según Jaime Siles (2007:42), «es el primer libro de poemas escrito por Juan Gil-Albert y, como tal, hay que verlo». Se explica así en la prosa —o poema en prosa— que lo abre y que es un extracto de las «Confesiones a tres jóvenes comunistas» (aunque su primer libro fue La fascinación de lo irreal, publicado en 1927). Si tomáramos este primer libro como generacionista, Gil-Albert pertenecería por derecho propio a la Generación del 27. También escribe Siles que Candente horror es un libro de rebelión política y social (2007:47). Manuel Valero Gómez, nos dice que Candente horror «es un libro de una belleza trágica, que representa la colisión entre la realidad objetiva y el mundo interior del poeta», comentado en su tesis doctoral sobre la presencia de Gil-Albert en la poesía española del siglo XX (2014:85).
Son poemas en prosa, en clave surrealista, denuncias de la situación de penuria social en que vivían los obreros, particularmente en la zona industrial de Alcoy, con su importante industria textil, que bien conoció Gil-Albert por ser hijo de un empresario dedicado a la industria de la ferretería (leer Memorabilia), y por vecindad conocía los problemas sociales y económicos de la comarca, de la región levantina y española. El título del poemario Candente horror lo toma el poeta de «La noche» verso 13 «un candente horror para sus vidas».
Con múltiples lecturas he elaborado una hermenéutica profana de los poemas, incluido el prólogo del propio poeta, que muy bien pudo llamarse: «Dedicatoria a tres amigos comunistas», puesto que no aprecio prólogo, al menos, con el propósito en el que se escriben. Mis comentarios nunca podrán contener la totalidad del sentido de los poemas, porque para ello habría que entrar en el pensamiento del poeta y sus vivencias. Mis comentarios aportarán una especie, llamémosle andamio semántico, para que el lector se apoye en ellos y le facilite su propia interpretación. Aunque, también, me he servido de otros andamios semánticos analíticos como los trabajos de Manuel Aznar Soler, Pedro J. de la Peña, José Carlos Rovira, Pedro García Cueto, M.ª Paz Moreno y Joaquín Juan Penalva.
Para acercarnos el sentido del horror poetizado hemos de situarnos en el contexto histórico la convulsa Segunda República española y meses antes de la Guerra Civil, que valiéndose de un lenguaje surrealista como instrumento de expresión, destila, en algunos versos hermetismo y metáforas surrealistas, lo cual le permite al poeta ahondar en sus visiones, pensamientos y angustias, de lo que percibe la voz poética como la insurrección socialista de la llamada Revolución de Asturias del también llamado «Octubre Rojo» de 1934, durante el denominado «bienio rectificador» (republicanos de derechas que pretendían revisar la Constitución progresista de 1931), llamado también «bienio negro» por las izquierdas que perdieron las elecciones de noviembre de 1933, que constituye el periodo comprendido entre las elecciones generales de noviembre 1933 y las de febrero de 1936 durante el que gobernaron los partidos de la derecha conservadora republicana encabezados por el PRR de Alejandro Lerroux, aliado con la derecha católica de la CEDA y del Partido Agrario.
Como dijera Luis Antonio de Villena en varios artículos (amigo personal que fuera de Juan Gil-Albert), en la poesía gilalbertina se oculta un filósofo en el lenguaje lírico, juicioso de que el lenguaje poético es más complejo que el lenguaje en prosa. Fue olvidado tras su exilio a México, pero este metafísico del verbo hubo de ser rescatado de los abismos del olvido en los años setenta gracias a Francisco Brines, por su amistad con el editor catalán Jaime Gil de Biedma y Carlos Barral, a partir de la publicación de Fuentes de la constancia (Ocnos, 1972) edición de José Carlos Rovira, el cual llama poderosamente la atención de los críticos (la segunda reedición es de Cátedra de 1984).
La profesora María Paz Moreno (Universidad de Cincinnati) en su libro fundamental para conocer al poeta alcoyano, Culturalismo en la poesía de Juan Gil-Albert, IACJGA, Alicante, 2000, afirma que son:
[…] pocos los estudios de extensión y profundidad considerables [...] En 1977, la revista sevillana «Calle del Aire» le dedica su primer número, donde se recogen algunos artículos que siguen siendo aún hoy fundamentalmente dentro de la crítica gilalbertina […] Sin embargo, todavía hoy predomina un gran desconocimiento en torno a la figura de Gil-Albert y el valor de su obra […] César Simón, sobrino de Gil-Albert y autor de una tesis doctoral sobre él, ofrece un acercamiento esencial en «De su vida y obra» (1984), que constituye un estudio de tipo tradicional, valioso por ser el primero de este tipo sobre Gil-Albert y porque asienta las bases para estudios posteriores.
Notas
García Cueto, P. (2015). Los homenajes a Juan Gil-Albert. Sinepsada.
Gil-Albert, J. (1982). Concierto en mi menor, La trama inextricable, Memorabilia, Obras completas en prosa. Valencia: Instituto Alonso el Magnánimo.
Fernández Palmeral, R. (2019). Glosada de candente horror. Amazon.
Peña, P. J., de la (1982). Juan Gil-Albert. Madrid: Júcar.
Valero Gómez, M. (2014). La presencia de Juan Gil-Albert en la poesía española del siglo XX. Tesis doctoral. Universidad de Granada.