A finales de la década de los años 20, el cine ya se había consolidado como forma de ocio y como arte. Con la llegada del cine sonoro se pudieron alcanzar nuevas dimensiones. En plena transición del cine mudo al cine sonoro surge en el Reino Unido un nuevo movimiento al que se conoce como Escuela Documental Británica, que fue determinante a la hora de establecer las bases del cine documental que conoceremos posteriormente.
La Escuela Documental Británica no se podría entender sin la importante figura de John Grierson, impulsor e ideólogo de esta escuela y del que muchos de los documentalistas que vinieron después seguirían sus pasos. John Grierson, de origen escocés, veía el cine documental como una herramienta para reflejar la realidad de una manera creíble y fiel, pero sin perder ese afán creativo y personal que tanto caracterizaba al cine. Para Grierson, el cine y el documental era un tipo de servicio público que se debía ofrecer a la gente, de tal forma que se tuviera fácil acceso a cada una de las piezas audiovisuales.
Tras su paso por Estados Unidos, donde se dio cuenta de la superficialidad que transmitían algunas de las películas de Hollywood, y especialmente motivado por sus ideas socialistas, le llevó en el año 1929 a rodar su primer documental, bajo el nombre de Drifters. La pieza documental fue financiada por la Junta de Marketing del Imperio (Empire Marketing Board) para defender los productos nacionales del Imperio Británico.
El objetivo de Drifters era publicitar la pesca de arenques en la zona norte de Reino Unido, donde se muestran las cuatro fases de la actividad, desde su partida y preparación de la pesca hasta su traslado a los distintos puertos y mercados del país. Si bien el documental intenta dar una imagen positiva del gobierno inglés y publicitar la buena calidad de los arenques británicos, Grierson aprovecha para hacer una defensa de la pesca como un trabajo tradicional pero esencial para el país, coordinado con los avances tecnológicos de la industria que estaba empezando a evolucionar. Inspirado en el montaje soviético de cineastas como Eisenstein y Vertov, y en la puesta en escena y el tratamiento de la realidad de Robert J. Flaherty, el realizador escocés se posiciona a favor de los trabajadores, en este caso de los pescadores, y las duras condiciones a las que están expuestos poniendo en riesgo constantemente sus vidas.
Gracias a la labor de Grierson surgió un nuevo lenguaje cinematográfico en el cine documental, desde la voz en off hasta el uso de los testimonios y entrevistas de la gente. Su pieza Drifters tuvo un gran éxito, y con ello nace el documental social, cuya tendencia era mostrar el día a día del mundo rural y urbano civilizado, en contraposición a los documentales previos de rodar en lugares lejanos y exóticos. El cine documental comenzó a dar voz a aquellos que hasta entonces habían pasado más desapercibidos: la clase obrera británica.
Grierson apadrinó a una serie de nuevos realizadores que siguieron cultivando el documental de corte social, como Basil Wright y John Taylor; que, gracias a la financiación de la Junta Imperial del té, realizaron en 1934 Canción de Ceylán (Song of Ceylon), un documental bastante innovador en su época por incluir nuevas técnicas y elementos nunca vistos anteriormente.
Song of Ceylon se presentó como propaganda de encargo a favor de la venta de té en Ceylán, siendo ésta una forma de justificar el imperialismo como una necesidad. Con una estructura circular, va señalando los ritos religiosos y ceremoniosos y la forma de vivir de la población de Ceylán, actual Sri Lanka. También se enfoca en la forma de vivir de sus aldeanos y como se adaptan al medio natural, así como la llegada de los sistemas modernos de comunicación y como afectan tanto a los lugareños como al terreno. Este documental fue uno de los más cuidados y logrados a nivel técnico del movimiento, y se introdujo de una manera novedosa el sonido no sincronizado con una narración en off.
El auge de la Escuela Documental Británica llegó a su fin tras la marcha de Grierson a Canadá y su entrada en el National Film Board, donde continuó filmando documentales. A pesar de la marcha de Grierson, la Escuela Documental Británica continuó de forma más o menos periódica hasta comienzos de la década de los 50, cuando el gobierno conservador de la época dejó de apoyarlo alegando motivos económicos.