Una de las frases más controvertidas de la filosofía del fútbol de los últimos tiempos, «Es mejor llegar que estar», parece llegar a su fin. Se refiere al rol del centro delantero y algunos entrenadores de moda quisieron imponerlo en base a sus reiterados éxitos con lo que se dio en llamar «equipos de autor».
Así es que Josep Guardiola, en su exitoso Manchester City, campeón de cuatro de las últimas cinco competencias de Premier League aunque nunca pudo ganar la Champions League en sus seis temporadas como entrenador pese a enormes inversiones en incorporación de jugadores, quiso continuar aquella brillante experiencia comenzada en aquel Clásico en el estadio Santiago Bernabéu, con el Barcelona ante Real Madrid, cuando venció 2-6 y colocó a Lionel Messi como un «falso nueve», que logró confundir a los dos centrales blancos que no sabían si quedarse esperando la llegada del joven argentino, o salir a romper la marca.
Aquello tuvo un éxito tan rotundo, que Guardiola decidió mantenerlo, rotando entonces a Samuel Eto’o hacia una de las bandas y desde ese entonces en adelante, fue repitiendo la consigna de que no hace falta jugar con un centro delantero fijo, que lo que importa en el fútbol es, al fin y al cabo, llegar con la pelota dominada desde espacios más atrasados. En otras palabras, y en otra de las tantas frases utilizadas por sus admiradores, «el nueve es el espacio» y ya no importa quién llegue ni cómo. Lo que interesa es que sorprenda al adversario.
Entonces, comenzaron las teorías sobre la poca necesidad de un nueve fijo, estacionado en el área, con la única característica de goleador porque, se descubrió tardíamente (aunque parecía que es mejor tarde que nunca), solo molesta, tiene poca movilidad y lo peor, se torna predecible para los rivales con sus escasos (y muchas veces torpes) movimientos.
Por aquel entonces (nos referimos al fin de la década pasada, principios de esta), el Manchester City era el ejemplo a seguir, al que se sumó el Leeds United de Marcelo Bielsa que había conquistado, por fin, el ascenso desde la Premiership a la Premier League, lo que, luego de un enorme movimiento de consenso de la prensa, llegó hasta la cima con la postulación de la FIFA en la terna de mejor entrenador del mundo del año en una calificación exagerada.
Bielsa contaba ya en la Premier League con la incorporación del brasileño/español Rodrigo Moreno, el pase más caro de la historia del club, que en aquel momento era el máximo goleador de la selección española y la gran referencia de su club de procedencia, el Valencia. Pero tras unos pocos partidos en el Leeds, y la aparición de Patrick Bamford en el ataque, el venerado entrenador argentino decidió colocar a Moreno en el banco de suplentes y luego, aún sin el goleador principal, lesionado, como doble volante central aunque un poco más adelantado, y su poder de gol quedó prácticamente anulado, así como aumentaron sus cotizaciones jugadores en otras posiciones como Kalvin Phillips o Raphinha.
Una vez más, la idea era que resultaba mucho mejor «llegar» que «estar», aunque ni bien fue despedido Bielsa, una de las primeras medidas que tomó su reemplazante, el estadounidense Jesse Marsch, fue colocar a Moreno otra vez de «nueve» y este inmediatamente respondió con lo que sabe, los goles, luego de haber atravesado una larga sequía.
Los sostenedores de que es mejor «llegar» desde el espacio que «estar» en el área parten, creemos, de una confusión en la interpretación de lo que es el «nueve» desde los viejos tiempos. Algunos de ellos se toman de «La Máquina» de River Plate de los años cuarenta, acaso uno de los mejores equipos de la historia del fútbol, donde su centro delantero, Adolfo Pedernera (el antecesor de Alfredo Di Stéfano), se retrasaba unos metros para ir a buscar la pelota y volver a atacar, combinando con sus compañeros más cercanos, José Manuel Moreno (ala derecha) o Ángel Labruna (ala izquierda) o ya combinando con los dos extremos (Carlos Muñoz y Félix Loustau), pero Pedernera, por más que bajara unos metros, nunca dejaba de ser el «nueve» del equipo.
Tomar el caso de Messi como «falso nueve» en el Bernabéu como una experiencia exitosa puede aceptarse, pero acaso la sorpresa fue al inicio. Luego, creemos, todo lo conseguido se basó mucho más en el genio del argentino que en la novedad táctica y por eso es que incluso ganando títulos, siempre la sensación que en estos años dio el Manchester City en sus partidos es que aquellos que ganó por tres goles, debió ganarlos por seis, aquellos que empató, debió ganarlos holgadamente, y aquellos que perdió, los pudo haber empatado.
¿A qué se debió esto? A la falta de un goleador que jugara en posición fija, como referente de área, que tuviera el olfato para saber dónde colocarse a la hora de empujar la pelota hacia la red contraria. Con la salida de Sergio Agüero al Barcelona, y la rotación que determinó que muchas veces Gabriel Jesús jugara por una banda (tal como Eto’o en el pasado en los tiempos del Barcelona), el Manchester City marcó muchísimos menos goles de los que pudo en base a ocasiones generadas, mientras que el Liverpool siempre tuvo un nueve de referencia como Roberto Firmino primero, y ante su caída de nivel, Diogo Jota o hasta Divock Origi cuando hizo falta. Por supuesto que cuando finalizó la temporada pasada, Jürgen Klopp pidió la contratación del uruguayo Darwin Núñez como «nueve», así como el Chelsea reemplazó la salida de Romelu Lukaku por Raheem Sterling y todavía negocia por Memphis Depay o algún otro goleador.
No es casual tampoco que el esquema más utilizado en estos años sea el de 4-2-3-1. El «1» final, no es otra cosa que el «nueve» tan famoso que los ideólogos del «llegar» ignoran o trataron de eliminar, mientras varios clubes se pelean por Timo Werner, el Inter aceptó gustoso la vuelta de Lukaku para un 4-4-2 con otro goleador, Lautaro Martínez. El Barcelona de Xavi Hernández (de quien es difícil decir que no pertenezca a una escuela cercana a la de Guardiola) invierte una fortuna en el polaco Robert Lewandowski, pero lo más notable es, sin dudas, que el propio Manchester City haya gastado un dineral en la incorporación del noruego Erling Haaland y del argentino Julián Álvarez, dos probados goleadores.
O sea que, sin decirlo, con los hechos, Guardiola está reconociendo que «algo» en su esquema no funcionaba en las temporadas anteriores pese a los recurrentes éxitos en el ámbito local inglés. ¿O será que Haaland terminará jugando de extremo derecho o izquierdo? Parecería un sacrilegio, ¿verdad? ¿Será que Guardiola, con Haaland y Álvarez en el plantel, seguirá creyendo que el nueve «es el espacio»? En pocos meses lo sabremos.