Ha sido noticia recientemente la renuncia de 15 jugadoras de la selección española femenina absoluta a volver a ir convocadas con el combinado nacional si el seleccionador, Jorge Vilda, sigue en el cargo. Los nombres de las 15 jugadoras no tardaron en saberse; Ainhoa Vicente, Patri Guijarro, Sandra Paños, Amaiur Sarriegi, Leila Ouahabi, Lucía García, Mapi León, Ona Batlle, Laia Aleixandri, Claudia Pina, Aitana Bonmatí, Mariona Caldentey, Lola Gallardo, Nerea Eizagirre y Andrea Pereira.
Lo cierto es que las jugadoras son valientes y muy coherentes con su discurso; ellas ya se habían reunido con el presidente de la federación, Rubiales, para tratar el tema, ya que se encontraban muy desilusionadas con algunas decisiones, con el nivel de los entrenamientos y con los resultados en el campo.
Se puede discutir, quizá, si las jugadoras han ido demasiado lejos. Pero lo que no se puede discutir es la incompetencia del seleccionador, que lleva siete años en el cargo y no ha logrado ningún resultado destacable, ni tampoco ganar a ninguna selección puntera, pese a tener la mejor generación española de siempre, con el núcleo del Barcelona que ganó la Champions League en 2021 y que lleva tres finales de la máxima competición continental en cuatro años.
Ha habido muchas críticas a las jugadoras por su actitud, pero lo cierto es que, si se tratara del seleccionador del combinado masculino, ahora Luis Enrique —pero fuera quien fuera—, con esos resultados no habría sobrevivido ni la mitad de tiempo que Vilda ha tenido. Y menos si el nivel fuera tan potente como el que ofrece ahora el fútbol femenino español, que hoy día el del masculino tampoco lo es.
Jorge Vilda cambió su voto en la elección de Luis Rubiales como presidente de la RFEF, y para muchos ahí radica el enrocamiento del presidente con el actual entrenador, que no tiene ninguna experiencia ni credencial para estar al frente de la selección absoluta femenina, siendo su única experiencia en las selecciones femeninas inferiores.
La RFEF, en un comunicado con toques de barra de bar que parece escrito por el propio Rubiales, se ha cerrado en banda con su seleccionador, una vez más, aceptando el pulso de las jugadoras que, si se mantiene, no volverán a ir convocadas si no se disculpan. Era una respuesta previsible, pero lo cierto es que es insostenible para España renunciar a esas quince jugadoras, especialmente en algunos casos muy sangrantes de jugadoras importantes de presente y futuro para el fútbol español, como Patri Guijarro y Aitana Bonmatí, por ejemplo.
En cualquier otro equipo, de nuevo, ante los malos resultados, el entrenador habría saltado, pero éste fue renovado por dos años más al inicio de la Eurocopa del pasado verano, en la que Vilda defraudó de nuevo, especialmente ante la anfitriona Inglaterra en cuartos de final, cuando el equipo vencía 1-0, y acabó cayendo en la prórroga 2-1. Esa renovación da una posición de fuerza al técnico, pero conviene pensar por qué tantas jugadoras quieren un cambio y se arriesgan tanto a menos de un año del Mundial, en el que España podría aspirar a grandes cosas si tuviera a todas. Y a un/a entrenador/a competente.