A mediados de la década de los 50, en Europa surge una serie de movimientos y vanguardias cinematográficas. Estos movimientos cinematográficos pretendían ser una respuesta al cine imperante de Hollywood, y también una manera de expresar y reflejar la preocupación social y cultural de aquella época. En Reino Unido nace una nueva forma de hacer cine; muy influenciada por las vanguardias europeas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, especialmente por el Neorrealismo italiano. La expansión de la televisión en Europa, que provocó un notable descenso del número de espectadores en las salas de cine, y la imposibilidad de competir con el cine de Hollywood, que ya se había convertido en la primera potencia cinematográfica mundial; llevó a la industria británica a replantear su forma de hacer cine.
El papel del Instituto Británico del Cine (British Film Institute) fue fundamental como punto de partida del nacimiento de este movimiento cinematográfico; ya que se empieza a apoyar a nuevos cineastas provenientes del teatro, entre los que destacan nombres como Tony Richardson, Lindsay Anderson, Lorenza Mazetti y Karel Reisz. Al igual que sucedió con la Nouvelle Vague en Francia unos pocos años después, estos realizadores participaron en una revista llamada Sequence, donde compartían su cinefilia y pasión por el cine y firmaban artículos dando su opinión acerca de la situación de la industria y la latente y urgente necesidad de renovar el cine.
En el National Film Theatre de Londres se proyectan de forma conjunta las primeras obras cinematográficas de estos directores, Together de Lorenza Mazzetti, O Dreamland de Lindsay Anderson y Momma don´t allow de Tony Richarson y Karel Reisz. En ese mismo lugar, en febrero de 1956, se presenta el Primer Manifiesto del Free Cinema, donde se empiezan a apreciar los primeros rasgos de la doctrina y pensamiento del movimiento. Estos nuevos cineastas se unieron tiempo después al movimiento cultural y teatral conocido como los jóvenes airados (Angry Young men), que reclamaban un cine más puro y atrevido, alejado del academicismo y clasicismo imperante en la industria. Buscaban la reconstrucción y renovación del séptimo arte a partir de un cine libre, expresivo y comprometido con la sociedad. Esta implicación social, heredada del cine documental de las décadas anteriores, se centra en reflejar la realidad con la máxima fidelidad y realismo posible, con un inconformismo social y una crítica a la burguesía y al sistema establecido.
La mayoría de las obras audiovisuales pertenecientes al Free Cinema se caracterizan por buscar una mayor autenticidad, alejadas de las películas de estudio y de gran presupuesto. Los cineastas optaban por rodar una gran parte en exteriores y espacios naturales, para así poder mostrar esas calles frías y húmedas propias de los suburbios urbanos. Se introduce también un nuevo protagonista, el proletariado; reencarnado en un personaje en concreto con sus problemas y aspiraciones, en vez de ser representado como un colectivo social como se venía haciendo previamente.
En su afán incansable por mostrar la realidad de la forma más objetiva posible, el argumento de cada película no es más que una excusa para reflejar el día a día de las clases trabajadoras; quienes luchan para que su vida sea lo más digna posible, enfrentándose a cualquier obstáculo o circunstancia que se le ponga por delante. Los cineastas daban una gran importancia a la renovación estética, con una puesta en escena más funcional que expresiva, acorde a cada historia y personaje.
Por otro lado, el Free Cinema, estrechamente relacionado con la literatura, presta más atención a los ambientes y personajes que a los elementos técnicos y estéticos. La historia sirve de nexo para presentar personas llenas de amargura e inconformismo, aislados y alienados fruto de la sociedad egoísta y la vida fría e impersonal de la ciudad. Este grupo de cineastas comienzan a introducir en sus películas novedosos temas nunca antes mostrados en el cine, o bien, tratados de una manera mucho más ambigua y sugerente. Algunos de estos temas son la posición y papel de la mujer en la sociedad, el incierto y precario futuro de los jóvenes de clase obrera, el aislamiento del ser humano o la homosexualidad.
Terminada la década de los 60, algunos de estos directores se pasaron al cine comercial de Hollywood que tanto detestaban. Esta cuestión, junto a la creciente pérdida de interés de seguir cultivando este tipo de cine, el Free Cinema dio a su fin. A pesar de ello, surge una variante del movimiento que sigue cultivando el realismo y el cine social; impulsada por algunos directores como consecuencia de la crisis económica y social provocada por las políticas liberales y conservadoras de Margaret Thatcher. Entre estos directores se encuentran nombres a destacar como Stephen Frears, Mike Leigh o Ken Loach.