Albert Einstein fue uno de los más grandes científicos de la historia humana. Como físico teórico alemán se consagró siendo el creador de la teoría de la relatividad general, la cual revolucionó el pensamiento científico y el clima intelectual de su época.
Además de la nacionalidad alemana a través de su vida obtuvo las nacionalidades suiza, austriaca y estadounidense.
Nació en una familia judía, Ashkenazi, el 14 de marzo de 1879 en Ulm, Alemania. Realizó sus estudios primarios en una escuela católica y pasó su infancia en Múnich. Desde entonces aprendió a tocar el violín.
A los doce años era muy religioso de la tradición de Moisés, pero luego empieza a leer libros de ciencias que le estimularon el libre pensamiento y la tendencia a cuestionar las afirmaciones de los textos religiosos y a rechazar al Estado y las diferentes formas de autoridad. Originalmente tenía dislexia o dificultades para poder hablar.
En 1894 quiebra el negocio de su padre y su familia debe salir de Alemania. Estudia en el Instituto Politécnico de Zúrich donde, en 1900, se graduó como maestro escolar de secundaria en Matemáticas y Física. Allí también leyó a varios filósofos tales como Baruch Spinoza, David Hume, Immanuel Kant, Carlos Marx y Henri Poincaré. Un poco más tarde, en 1905, se doctoró en Física por la Universidad de Zúrich. Esa mezcla entre estudios formales de Física y lecturas informales de filósofos fue la plataforma intelectual de sus logros y aportaciones en el campo de la ciencia y de las ideas sociales y políticas.
Desde muy temprano puso en práctica su relampagueante sentencia: «La imaginación es más importante que el conocimiento».
En 1905, siendo Einstein un físico desconocido de 26 años que trabajaba en la Oficina de Patentes de Berna, Suiza, publicó un artículo académico conteniendo la Teoría de la Relatividad Especial. De allí nace su famosa ecuación E=mc2, la cual significa que la energía de un cuerpo en reposo (E) se puede calcular como la masa (m) multiplicada por la velocidad de la luz (c) al cuadrado. O como escribió Einstein: «Energía equivale a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado». De allí se deduce la equivalencia de la energía y la materia. Su teoría de la relatividad especial había nacido como una teoría del espacio-tiempo sin gravedad, superando la ley de la gravedad de Isaac Newton.
Diez años más tarde, el 25 de marzo de 1915, presentó ante la Academia Prusiana de Ciencias en Berlín su teoría de la relatividad general, la cual fue publicada en 1916. De esa manera completaba su teoría de la relatividad. Parecía guiarse por su pensamiento célebre: «Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados».
En 1919 su teoría de la relatividad fue confirmada por dos expediciones de científicos británicos que observaban un eclipse. Los datos obtenidos el 29 de mayo de 1919 comprobaron que la luz de los astros lejanos se dobla o curva al pasar junto al Sol, tal y como predijo Einstein cuatro años antes. Dicha confirmación le genera un amplio reconocimiento y admiración en los medios de prensa a nivel mundial y le fortalecen el prestigio en la comunidad científica.
Según la teoría de la relatividad general el espacio y el tiempo son relativos y forman un continuo llamado espacio-tiempo y que la masa de los objetos hacía que el espacio-tiempo se curvara. La teoría de la relatividad general es una teoría del espacio-tiempo con gravedad. Una teoría del movimiento válida para todos los observadores.
El ejemplo más fácil de entender que todo es relativo es el del tren. Imaginando que uno viaja en un tren a 100 km por hora a tu lado ves un auto que va a la misma velocidad que el tren, es decir a 100 km por hora. Según tu posición desde el tren el auto no se mueve, siempre está a tu lado, no se adelanta respecto a ti. Para el conductor su auto se está moviendo a 100 km por hora. Para el observador que va en el tren el auto no se está moviendo. De tal manera que el espacio, el tiempo y el movimiento dependen de la posición del observador, son relativos.
La teoría de la relatividad vino a reemplazar o digamos a enriquecer o superar a la ley de la gravedad de Isaac Newton y a contar con la presencia de objetos que se mueven a velocidades próximas a las de la luz. Marcó un antes y un después en la forma en que entendemos el universo. Gracias a que Einstein puso en práctica su propio concepto de la mente: «La mente es como un paracaídas… sólo funciona si la tenemos abierta».
Después de sus aportes el universo se entiende como un espacio-tiempo en plena expansión en el que todo es cambiante, todo está conectado y todo es relativo. El GPS de nuestros días no podría haber sido una realidad sin los descubrimientos del físico cuántico Einstein.
En 1921 se le otorga el Premio Nobel de Física por su descubrimiento de la ley del efecto foto eléctrico y no por su teoría de la relatividad, la cual al parecer no fue entendida por el jurado y aún generaba muchas dudas y controversias. El efecto foto eléctrico consiste en la emisión de electrones por un material al incidir sobre él una radiación electromagnética.
En 1923 fue nombrado director del Instituto de Física Kaiser Guillermo en Berlín. Más adelante recibió nuevas distinciones tales como la Medalla Max Planck en 1929 y la Medalla Benjamín Franklin en 1935.
Pacifismo y sionismo
Son muy interesantes las ideas de Einstein sobre asuntos sociales y políticos. Durante la Primera Guerra Mundial condenó públicamente la participación de Alemania, su patria. Asimismo, desplegó actividades pacifistas y también socialdemócratas y sionistas.
En 1933, Adolfo Hitler llega al poder del Estado y las milicias nazis proceden a quemar los libros de Albert Einstein y a expulsarlo de las Academias de Ciencias de Alemania. Ante la hostilidad y persecución del nuevo régimen, Einstein decide emigrar a los Estados Unidos y obtiene un trabajo en la Universidad de Princeton, Nueva Jersey. Matiza su postura pacifista original y dice aceptar la guerra solamente contra el régimen nacional socialista de Hitler.
En 1939, junto con otros físicos famosos, solicita al presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, la aceleración del proyecto de construcción de la bomba atómica «antes de que lo hagan los enemigos de la humanidad, es decir los nazis». Pero más adelante se posiciona contra las armas nucleares y la guerra.
Albert Einstein fue durante el siglo XX uno de los principales líderes y recaudadores de fondos del movimiento sionista político moderno que había sido creado en el siglo XIX por el periodista y escritor austro húngaro de origen judío Teodoro Herzl.
En sus discursos abogaba por un estado en el que compartieran los mismos derechos tanto los judíos como los árabes.
Se distinguió como uno de los fundadores y gobernador no residente de la Universidad Hebrea de Jerusalén hasta su muerte. Dictó la clase inaugural de dicho centro académico el 1 de abril de 1925. En su testamento legó todos sus escritos y su patrimonio intelectual a esa universidad.
Al fundarse el Estado de Israel en 1948 los dirigentes máximos del movimiento le ofrecieron la presidencia de la República. Ofrecimiento que declinó con modestia alegando que las relaciones humanas no eran su mayor fortaleza.
Al morir dejó en la mesa de luz el discurso laudatorio que escribía para la celebración del séptimo aniversario de la independencia de Israel.
Ideas sociales
Albert Einstein era muy rebelde y controversial con ideas difíciles de encasillar. Fue sobre todo un libre pensador al que no le gustaban los dogmas ni los sistemas establecidos en el campo de la ciencia, ni en el de la política. Una de sus frases más resonantes fue: «Los intelectuales solucionan problemas, los genios los previenen». Y durante toda su vida profesional se dedicó a poner en duda y a cuestionar el saber científico imperante. Sin genios del libre examen como Einstein la ciencia jamás podría avanzar.
Estaba muy orgulloso de pertenecer a la comunidad judía sin creer que su pueblo fuera «el elegido por Dios».
Fue un socialdemócrata e incluso un socialista democrático, pero no le gustaba el autoritarismo y el control estatal. No era hombre de partido ni de etiquetas ideológicas. Sí estuvo influenciado por la Revolución Rusa de 1917, pero nunca aceptó ni brindó apoyo a la llamada «dictadura del proletariado» ni fue miembro del Partido Comunista y declinó viajar a la Unión Soviética.
Le gustaba la filosofía de Mahatma Gandhi que entonces luchaba por la independencia de la India respecto de la potencia británica con los métodos de la desobediencia civil no violenta. Suscribió con Bertrand Russell el Manifiesto Russell-Einstein contra la guerra y a favor de la paz.
Fue un pacifista, pero aceptaba la guerra como necesaria únicamente contra el régimen antisemita de Adolfo Hitler.
En ideas sobre la religión oscilaba entre un agnosticismo y una especie de panteísmo inspirado en sus lecturas de Baruch Spinoza. Una vez que le preguntaron si creía en Dios contestó: «Creo en el dios de Spinoza, que es idéntico al orden matemático del universo». En algún momento de su vida proponía una religión cósmica que sintetizara al judaísmo, al cristianismo, al islam, al hinduismo y al budismo.
Promovió el federalismo, el gobierno mundial, el internacionalismo y el pacifismo, ideas que dieron origen a las Naciones Unidas. Criticaba los nacionalismos, sobre todo el alemán, aunque promovía un sionismo político y social demócrata, entendido como una socialdemocracia con libertades individuales.
En 1923 visitó España, donde estableció relación con el filósofo liberal José Ortega y Gasset. En Barcelona ofreció una conferencia en la sede de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) de tendencia anarco sindical. Allí estableció contacto con el dirigente ácrata Ángel Pestaña. Se confirmó allí cierto respeto hacia el anarquismo y al movimiento obrero en las ideas sociales de Einstein.
Durante su visita, el Rey Alfonso XIII de España le nombró miembro de la Real Academia de Ciencias.
Einstein tuvo dos esposas, Milena Maric y Elsa Einstein. Así como tres hijos.
Falleció a los 76 años, el 18 de abril de 1955 debido a una hemorragia interna producida por un aneurisma de aorta abdominal en el Hospital de Princeton en Nueva Jersey, Estados Unidos.
Sus últimas palabras las pronunció en el idioma alemán. No aceptó homenajes, ni funerales suntuosos y sus cenizas fueron esparcidas por el río Delaware para evitar que su tumba se convirtiera en centro de visitas o de peregrinación.
La revista Time le declaró «Persona y científico más preeminente del siglo XX».
En la ciudad de Washington, afuera del edificio de la Academia Nacional de Ciencias, se le erigió un monumento de bronce en el que Albert Einstein aparece sentado con manuscritos en sus manos.