Estábamos en un mundo cortado en dos, eso estaba claro para mí. Por un lado, los que oprimen y se benefician de ello; por otro, los humillados, los ultrajados, en definitiva, las víctimas. Elegí muy pronto de qué lado estar, el de las víctimas. Pero ¡cuidado! Víctimas que levantan la cabeza, que se oponen, que luchan.
Hend Ben Haj Ali, tunecina-argelina de 59 años, antigua editora en una editorial y mujer de teatro, actualmente concejala del municipio de Túnez y presidenta de ANACOM, la Asociación Nacional de Concejales, hace unos días fue agredida físicamente y verbalmente y luego encarcelada durante varias horas, en violación de sus derechos, por un representante de la ley que debía hacerla cumplir y protegerla mientras ejercía sus funciones como concejala municipal. ¿Por qué? Simplemente quería hacer cumplir la ley a un conocido estafador, traficante de todo tipo y casero a costa de los migrantes y refugiados, que se proclama por encima de la ley, que nunca ha dejado de violar. El caso ya está bajo investigación judicial porque el Código de Gobierno Local, promulgado en mayo de 2018, no reserva ninguna protección «especial» para los alcaldes, ni para los concejales.
Estos representantes elegidos, con estatus de funcionarios públicos, están protegidos por el Código Penal tunecino, en la medida en que cualquier agresión cometida contra ellos se califica como «agresión contra un funcionario público o asimilado». Pero, ¿qué pasa cuando la agresión la comete la persona que debería hacer cumplir la ley y proteger a los funcionarios elegidos?
Hend no se ha callado y no se callará. Para ella, esta es una batalla más contra la corrupción que viene librando desde hace años a través de sesiones de audiencias filmadas de los testimonios de quienes, en todos los sectores, desde la agricultura hasta las aduanas, pasando por periodistas, magistrados, abogados, maestros, trabajadores sociales, entre otros, han acudido para denunciar, con pruebas, las violaciones y actos de corrupción e injusticia perpetrados desde 2011 hasta la fecha para poner al país de rodillas y desmembrar las estructuras del Estado.
Como un río en crecida, Hend habla con pasión y precisión. Este es su testimonio
Dirigente nata, libre y emancipada desde temprana edad, frecuentó desde muy joven los círculos estudiantiles de izquierda y fue llevada de la mano por los líderes de la izquierda tunecina desde la secundaria, época en la que ayudó a crear comités de acción sindical en las escuelas.
Nacida en el seno de una familia de sindicalistas de izquierda, tras la pérdida de su padre a una edad muy temprana, fue educada por su madre argelina, a su vez hija de la revolución argelina y heredera de una familia de mártires, que ya de chica repartía cestas para los moudjahidin contra el colonialismo francés.
Hend creció aprendiendo que las mujeres y los hombres son iguales en deberes, pero también en derechos y se apasionó por la cuestión palestina, frecuentando el Frente de Liberación de Palestina, el Frente Popular y a la OLP, que tenían su sede en Túnez, y se fascinó con las luchas de América Latina en la época de los levantamientos populares, luchas con una dinámica muy fuerte en ese momento, que repercutieron en la clase estudiantil y trabajadora de Túnez.
Electrón libre, inclasificable, que se niega a ser metido en un molde, hecho que molestó a muchos, porque «no pertenecía a nadie», Hend, sin embargo, participó en todas las luchas de la izquierda, contra la injusticia que esta sufrió en los años 80, durante la época de Bourguiba y luego la de Ben Ali, desde las manifestaciones hasta las reivindicaciones, desde los enfrentamientos hasta los comunicados.
Aunque no podía entender por qué, a pesar de tener los mismos objetivos, había tantas diferencias y contradicciones entre estas diferentes corrientes de la izquierda, se mantuvo al lado de ellas, permaneciendo libre en sus movimientos, ideas y acciones, negándose a ser asimilada a cualquier ideología que pudiera separar a los seres humanos entre ellos, siendo esta misma ideología una creación de los seres humanos, en la convicción de que el verdadero valor último es el valor humano, porque es intolerable e inaceptable, para ella, elegir la ideología y rechazar lo humano. Negándose a aceptar que las ideas puedan separar a los seres humanos, se fue alejando de la batalla tradicional.
Con este espíritu evolucionó libre de cualquier cadena ideológica, considerada por sus compañeros como indomable, se encontró, fortuitamente y por la más feliz de las suertes, en una compañía de teatro comprometida, tras haber conocido al director que luego se convirtió en su marido.
La cultura es lo único que puede cambiar el mundo, no la ideología, el teatro fue una gran revelación para mí, el escenario es la mayor escuela de la vida.
Al no admitir que las ideologías puedan separar a las personas y con su firme convicción que solo la cultura puede unir, se encontró de forma natural y afortunada en una compañía de teatro, «El Halaqa» («El Círculo»), donde pasó 20 años de su vida haciendo solo teatro comprometido.
Un gran punto de inflexión en su vida, una experiencia extraordinaria, gratificante en todos los sentidos y en todas las regiones del país y del mundo, bajo las luces, siempre solicitada, desbordada por los aplausos de un numeroso público que escuchaba, en una dinámica de debate, discusión e intercambio. Una estrella del teatro comprometido, que pudo y supo florecer y hacer oír su voz, para transmitir y discutir lo social y lo político.
Lamentablemente, la revuelta popular de 2011 rompió esta dinámica, la voz cargada de emoción de Hend se interrumpió; el teatro la extraña. Se vio obligada a dejarlo todo por sentido del deber, para dedicarse exclusivamente a defender a su país en todos los ámbitos, a denunciar las violaciones orquestadas y los asesinatos cometidos por quienes han gobernado desde 2011.
Túnez siempre ha sido una sociedad dirigida por mujeres desde la noche de los tiempos, eran ellas las que tenían el poder, aunque en la superficie pareciera estar en manos de los hombres, pero, en realidad, eran las mujeres las protagonistas. El Código del Estatuto Personal no hizo más que consolidar esta situación.
El Código es un gran logro en términos de legislación, que impuso una forma de vida y comportamiento en la sociedad, rompiendo con los zitunos que querían imponer la ley islámica, comúnmente conocida como Sharia. Nuestras abuelas lucharon por la liberación de Túnez, portaron armas y contribuyeron a la resistencia. Ya eran libres por su existencia, por sus acciones. Nunca estuvimos completamente subyugadas a la religión o al dogma, aunque las leyes de la época fueran injustas.
La mujer tunecina, por principio, siempre luchó y se hizo valer; la primera mujer líder en la que se inspiró Hend, y cuyos pasos siguió, fue su madre. Para ella, la mujer tunecina es Alyssa, Kahena, Jezia elhlalia, Arwa la kairouana, Bchira Ben Mrad, Saida Manoubia. Ninguna de estas mujeres se doblegó, y todas las que las siguieron enseñaron los valores de la libertad y la dignidad, que lograron completamente sin libros ni ideologías.
Túnez resurgirá de sus cenizas porque es una cuestión genética, nunca ha sido sometida a lo largo de los siglos.
Una chispa vendrá. Somos una mezcla excepcional y mágica, principalmente gracias a las mujeres. En esta década, las mujeres han estado a la vanguardia, movilizándose, como generadoras de valores y custodias del templo, son una gran escuela para el resto del mundo.
Estas son las mujeres que, en los años 60 y 70, ya estaban en la primera línea, que ya se manifestaban, que sufrían encarcelamientos y torturas. Y en los últimos diez años han sido otras mujeres las que se han enfrentado a los fundamentalistas, contra la injerencia de los lobbies islamistas y sus partidarios, para desafiarlos, soltar sus máscaras y denunciarlos. Estas son las mujeres que han realizado un trabajo colosal para defender los derechos de los mártires y de sus hijos y que han defendido la soberanía del país.
La mayor violencia que hemos sufrido ha sido la de algunos gobiernos occidentales que, en nombre de los derechos humanos "occidentales" y de la democracia de corte occidental, que hoy cuestiona el propio concepto de laicidad, han querido cambiar nuestro modo de vida, nuestro modelo basado en el respeto a la libertad de las mujeres, para hacernos aceptar los preceptos islámicos y cuestionar la identidad de la mujer tunecina, guerrera y libre.
Pasará a la historia que, si ha habido un retroceso en el respeto a los derechos de las mujeres, ha sido en esta década, desde 2011 hasta la actualidad.
Nunca antes, ni siquiera en la época de Ben Ali o de Bourguiba, una mujer ha sido insultada sociológicamente y mentalmente, humillada, tratada como una hereje y una libertina o una puta, como en esta década en la que nos han gobernado los islamistas.
Antes había respeto, Hend dirigía un club y los jóvenes del barrio la protegían de los islamistas, mientras que, desde 2011 hasta hoy, las mujeres, lambda y líderes, dirigentes de empresas y proyectos, líderes de partidos, están siendo humilladas, insultadas, agredidas. La regresión se produjo durante este periodo, en el que los islamistas inocularon el pensamiento wahabí, incluso la élite de izquierda tunecina se acomodó a ellos. Es una vergüenza. Lo más grave, por desgracia, es que algunos jóvenes reproducen este pensamiento vil, arcaico y degradante para las mujeres.
El 25 de julio de 2021 fue un viento de esperanza... Mi sueño es las mujeres al frente. Somos pioneros en los derechos de la mujer y en el código laboral.
Las mujeres del Sur compartimos esta voluntad de vivir por decisión propia, nos hemos convertido en una realidad incuestionable e inquebrantable, pero no podemos ser libres si no estamos en un país soberano.
La globalización ha destruido las culturas, la identidad que era la esencia de la libertad, el enriquecimiento del mundo y de la humanidad, el punto de referencia de cada ser humano en todas partes. Ha destruido los valores humanos, nos ha reducido a máquinas y nos ha convertido en seres homologados, similares, sin tener en cuenta nuestras diferencias y especificidades, sometidos a un poder oculto, a un gobierno mundial cuyos actores ni siquiera conocemos. Hoy hablamos de la era covid y de la era postcovid. Nos dirigimos directamente a nuestra pérdida y a la derrota de lo humano que es la esencia misma de la existencia.
Nosotras, las mujeres, rechazamos este nuevo modelo contra el que vamos a luchar, queremos ser nosotras mismas en nuestro propio país con nuestra historia, nuestra herencia, nuestra cultura, nuestra identidad, nuestra experiencia. Aceptamos a todos y queremos vivir en paz con todos, porque lo que nos une es el ser humano. Defendemos la riqueza, la especie animal, ¿por qué no defendemos al ser humano? ¿Cómo sobrevivirá a esta devastación?
Al compartir estas preocupaciones con nuestras amigas y nuestros amigos del sur de África y de América Latina, necesitamos urgentemente encontrar puntos comunes y de encuentro con estos pueblos que son similares a nosotros. Todos sufrimos la misma agresión insidiosa, utilizamos las mismas herramientas de lucha, en la gestión y el gobierno local, en la economía ciudadana y la solidaridad, y trabajamos juntos en soluciones comunes para la salvación común. Somos capaces de tener verdaderos lazos culturales y de cooperación económica entre nuestras culturas ancestrales, incluso en nuestra forma de vida, nuestros gestos, nuestra forma de hablar, nuestra postura. Ha llegado el momento de soñar juntos en otro mundo y de luchar contra los gobiernos hostiles.
Hace falta llevar un proyecto alternativo, con objetivos comunes y mucha perseverancia, pero sobre todo por uno. La justicia igualitaria, es el corazón de todas las luchas: el Observatorio de las Tunecinas y los Tunecinos por la Justicia Igualitaria.
Así, Hend, con el apoyo de sus compañeros de diferentes sectores, acompañada y respaldada por otras mujeres, entre ellas Ayda Ben Chaabane, y por hombres, jóvenes, expertos en derechos humanos y juristas, lucha por sacar a la luz la verdad y denunciar las injusticias perpetradas por un sistema judicial sometido a influencias políticas proislamistas y oportunistas, contra todos los sectores de la sociedad tunecina y en todos los ámbitos, para destruir, una a una, las estructuras del Estado: la independencia del poder judicial, su soberanía y su papel de mediador indispensable en el mundo.
Juntos, su batalla por la justicia igualitaria ha alcanzado su punto álgido en el marco de su nuevo proyecto.
El Observatorio de las Tunecinas y los Tunecinos para la Justicia Igualitaria, 70 años después de la independencia, tras la creación de la República y el Estado tunecino, ¡en qué punto está con la justicia!
Nos corresponde, a las mujeres y los hombres de este país, reconstruir los puentes que el capitalismo, el patriarcado y la corrupción han destruido...