Hace muchos años que en Chile ha habido grupos importantes de personas que anhelábamos el reemplazo de la Constitución que actualmente nos rige, nacida en época de la dictadura, que a nuestro entender no cumple con las necesidades que se exige por la ciudadanía del país. No era un tema relevante para los partidos políticos ni para los gobiernos. No estaba en «tabla» para nada. Sin embargo, las protestas pacíficas y masivas de octubre de 2019 terminaron dando impulso a lo inesperado: a un plebiscito donde el 80% de la ciudadanía votó en favor de que se genere una Nueva Constitución a través de Constituyentes independientes a los partidos políticos que debían de ser elegidos democráticamente para redactar ese nuevo texto. Analicemos que sucedió y a qué hemos llegado.
1) ¿Por qué una Nueva Constitución y qué esperaríamos de la misma de acuerdo al sentido común?
La actual constitución chilena no genera los rumbos adecuados que el país necesita para generar procesos que lleven a mejorar la sociedad y la institucionalidad del país. Por eso mismo, el 80% de los votantes sufragó por el «Apruebo» en el plebiscito de octubre de 2020 para un proceso constituyente que llevará a un nuevo texto constitucional.
Había que terminar con un Estado débil, con un sector privado que en casos determinados no tenía penas efectivas por las estafas y otras formas de aprovechamiento ilícito; había que acabar con los privilegios que generaban frustración e indignación ciudadana. Había que generar una sociedad armónica, con instituciones legitimadas ante la ciudadanía que funcionaran eficiente y honestamente; había que terminar con la politiquería de «los buenos contra los malos», que ya está obsoleta.
Había que generar las bases para ir cambiando desde la educación de jóvenes y niños, la actual «cultura chilensis» de relativismo ético, de dobles estándares, en que se busca cuáles son «mis derechos para exigirlos» mientras se olvidan los deberes que hay que cumplir para que esos derechos se puedan concretar. Había que generar procesos para ir legitimando la institucionalidad del país que estaba altamente deslegitimada.
Entre tantos aspectos, ese era el tenor que debía tener el texto Constitucional por el que votamos casi la totalidad del 80% que aprobamos en el plebiscito para que haya una Nueva Constitución.
En ese plebiscito también se aprobó la formación de una Convención Constituyente (CC) con candidatos que fuesen independientes de los partidos políticos. Lo cierto es que implícitamente esperábamos como candidatos para la convención a gente realmente «independiente y capaz» no contaminadas en ideologías rígidas y monotemáticas y con capacidad para escucharse y dialogar. Pero no hubo evaluación previa de los candidatos.
Al momento de ese plebiscito «de entrada» se desconocían los procedimientos de elección que iban a existir para la CC. Esta elección de constituyentes no fue sobre la base de una votación popular en su totalidad, dado que quienes reglamentaron esas candidaturas y nombramientos postularon cierta cantidad de convencionales elegidos «a dedo» fuera de la votación popular, en representación de ciertas minorías. Al momento del plebiscito esto no se sabía. Una variable de gran importancia en el texto resultante para ser sujeto de plebiscito futuro, que vamos a analizar. El próximo 4 de septiembre se viene este plebiscito de «salida» donde debe sufragarse entre aprobar o rechazar el texto propuesto por la CC que ya se conoce de manera sustancial.
Dicho futuro plebiscito a mi entender, no se trata de un tema político o ideológico más: se trata de un tema de sentido común de gran importancia.
Aun cuando algunos partidos políticos hayan tomado «posiciones» al respecto, la decisión de voto no debería pasar en ningún caso por lo ideológico o corporativo, ya que al votar hemos de pensar en el país en toda su diversidad. El voto ha de reflexionarse y decidirse desde el punto de vista de si ese texto realmente nos lleva a más certezas para una mejor sociedad, a un país que apunte a satisfacer las reales y prioritarias necesidades de la gente y a la armonía relacional en lo social. Una sociedad en permanente conflicto o con grandes incertidumbres no funciona.
2) ¿Qué se podría esperar de una Constitución moderna a la altura de las posibilidades objetivas del mundo y de Chile de acuerdo al sentido común?
Una Constitución adecuada, moderna, ha de entregar rumbos claros al país generando bases relacionales e institucionales de respeto mutuo en la diversidad y tareas con reconocimiento de sus procesos en el tiempo para que las Instituciones se vayan legitimando e incentivando a que nuestra democracia se vaya mejorando y actualizando.
Todo ello en procesos de mejoramiento continuo con sistemas adecuados y amigables de participación activa ciudadana. Generando armonía social y eficiencia tanto pública como privada y mixta, todas ellas complementarias en sus respectivas funciones, priorizando el bien común ciudadano.
Con respeto al estado de derecho; con derechos humanos para todos, sin dobles estándares, lo que va de la mano con las responsabilidades humanas/sociales de cada cual.
Que se atiendan las situaciones pendientes en los diversos ámbitos de manera civilizada y armónica a través de acuerdos, donde la despolitización vaya haciéndose parte de la manera de gobernar priorizando las necesidades ciudadanas. Gobernando y legislando conociendo de manera sistemática las reales necesidades de la gente, desde las competencias, conocimientos, experiencias, y antecedentes personales y éticos de quienes gobiernan, legislan y trabajan a fin de generar certidumbres básicas de funcionamiento social y económico que estimulen la generación de recursos para la satisfacción de las necesidades de la ciudadanía como un todo. Un texto que genere una sensación de ser parte de un país que nos considera a todos/as priorizando el bien común ciudadano.
El texto constitucional que se plebiscitará no está ni en el espíritu ni en la intensión de lo que hemos señalado que es lo que la enorme mayoría del país anhelamos. Una enorme pena y una posibilidad que estamos despilfarrando por visiones «ideologistas» y politiqueras. Oportunamente envié a la CC esta propuesta de esquema de texto constitucional: Documento definitivo enviado a la Constituyente el 9 de enero 2022.
3) Una visión paradigmática
Por miles de años la humanidad ha estado sometida al paradigma de «lucha entre opuestos por prevalecer», donde determinados grupos humanos pretenden imponer sus creencias, deseos o ideologías a todo el resto. El mundo se divide entre amigos/enemigos y la capacidad de escucharse y dialogar es nula. Esto lleva que, al existir conflictos, muchos de ellos se traten de «resolver» imponiendo las visiones de cada cual incluso por la violencia. Aparentemente ese ha sido el paradigma que imperó en todo este proceso constituyente.
Para generar un texto constitucional con las características señaladas en el punto 2, ilustradas con la propuesta de esquema de texto que envié a la CC, se requiere que los Constituyentes encargados de redactar la Nueva Constitución tengan un estado de consciencia mínimo y fundamental: Que nuestra condición de seres humanos nos hace esencialmente ignorantes y frágiles, que nadie es un «iluminado ni dueño de la verdad». Eso genera una actitud de trabajo que aleja la soberbia y nos hace más humildes. Nos abre hacia el escucharnos con empatía y dialogar a fin de generar los necesarios acuerdos para confeccionar el texto a plebiscitar. Este tipo de personas dejan de funcionar en el actual paradigma, para ir alimentando el que ha de surgir y evolucionar paulatinamente en los próximos años, si es que la humanidad actual no decide autodestruirse.
El paradigma que ha de ir surgiendo es el paradigma «de inclusión mutua de los opuestos en su diversidad». Ello se traduce a efectos de un trabajo «constituyente» en renunciar a imponer condiciones previas, visiones polarizadas y actitudes de soberbia para abrirse a escuchar y tomar acuerdos. Aparentemente ese nivel básico de consciencia no se dio entre el grupo de personas que como conjunto terminaron entregando el texto que ya se conoce.
4) Las falencias del texto que se perfila como definitivo a plebiscitar
Las enormes falencias del texto conocido de la CC surgen al depender de las interpretaciones que se hagan, de las consecuencias de las medidas que se proponen, del nivel de politización y polarización existente y de las frustraciones que se produzcan ante las expectativas que el texto genera, que junto al contexto que estamos viviendo, puede llevarnos a tragedias que nadie desea.
En este link se puede leer el texto que en definitiva se someterá a plebiscito de «salida».
¿Por qué señalo que el texto que en definitiva se someterá a plebiscito tiene enormes falencias? Escuchemos lo que nos dice Jorge Schaulson, persona ligada al izquierdismo de centro hace un análisis que vale la pena escuchar.
Un grupo autoconvocado, autodenominado «Amarillos por Chile», ilustra estas falencias con algunos ejemplos:
Sistema de gobierno
La Convención ha optado por un presidencialismo atenuado y un bicameralismo asimétrico que no existe en ningún país. Se trata de un experimento a nivel mundial que debilita los contrapesos que suelen acompañar a los sistemas presidenciales. Esta propuesta, sumada al hecho que desaparece el Poder Judicial como poder del Estado y se radica el poder real en un órgano unicameral como el Congreso de Diputados y Diputadas, rompe con los equilibrios entre los poderes del Estado que son propios de una democracia constitucional.
Estado plurinacional y Autonomías Territoriales Indígenas
Los países donde existe algo similar son muy distintos al nuestro. En Bolivia el 62% de la población es indígena y hay 36 pueblos reconocidos en la Constitución, mientras que en Ecuador es el 42%. En Chile menos del 12% declara pertenecer a pueblos indígenas y la gran mayoría vive integrada en grandes ciudades. ¿No habría sido mejor un reconocimiento constitucional de los pueblos originarios o habernos declarado un Estado intercultural, por ejemplo? El proyecto, en cambio, propone autonomías territoriales indígenas que gozarán de un estatuto jurídico muy superior a las demás entidades territoriales, con potestad de autodeterminación y libre determinación. La mayoría de los chilenos no quiere una Constitución indigenista, pero sí aspira al reconocimiento de los pueblos originarios.
Estado Regional
Los chilenos quieren descentralización, pero no un Estado regional y cuasi federal, de regionalismos autonómicos que no tiene que ver con la historia de nuestro país. Este giro radical tiene lugar mientras el país transita desde el Estado unitario centralizado a uno descentralizado producto de las reformas constitucionales y legales de los últimos años. No queremos la fragmentación institucional del país y tampoco la proliferación de más y más instituciones, duplicidad de funciones y burocracia en el nivel regional. Podemos terminar con una institucionalidad político-administrativa que entrabe en vez de facilitar el desarrollo de las regiones.
Sistemas de justicia
No solo se elimina el Poder Judicial entendido como Poder del Estado, reduciéndolo frente al Poder Ejecutivo y Poder Legislativo, sino que se cambia por sistemas de justicia, así, en plural, estableciendo sistemas jurídicos de los pueblos indígenas que coexisten en un plano de igualdad con el Sistema Nacional de Justicia. Adicionalmente se crea un Consejo Nacional de Justicia como órgano externo a la judicatura, el que deberá designar y evaluar a jueces y juezas, con un peligro evidente de politización.
Son solo algunos ejemplos, un botón de muestra del afán maximalista y refundacional que ha animado a la Convención Constitucional. Se encuentran falencias y problemas en muchas áreas imposibles de enumerar en este breve texto.
Se argumenta que de todas maneras será mejor que la Constitución actual originada en el 80 y que «en el camino» se podrán resolver los problemas que deja planteados. Esta parece una invitación a la ciudadanía a conformarse con una nueva pero mala Constitución, con una Constitución que claramente no está a la altura de Chile ni de la esperanza manifestada en el Apruebo del plebiscito de entrada. Parece inaceptable resignarse con un supuesto «mal menor», en un país con larga y reconocida tradición constitucional.
5) Concepto fundamental de lo que ha de tener un texto Constitucional
La base fundamental que hace que el texto constitucional que se propone por parte del plenario de la CC además de ser muy extenso, adolezca de severas fallas, es que muchas de sus propuestas están sujetas a ser interpretadas. Muchas no tienen claridad en sus significados ni en su alcance. Un texto constitucional no entrega propuestas poco claras e indefinidas sujetas a ser interpretadas. Un texto constitucional no ha de ser interpretable, sino una referencia muy clara para la relación y comportamiento de toda la sociedad. De ese texto constitucional se derivan las leyes del país.
Valga la redundancia, ha de entregar rumbos claros para la sociedad, tareas para las diversas instituciones y orientaciones para satisfacción de necesidades, todo ello en procesos para trabajarse en el tiempo con visiones de mejoramiento continuo. Son las leyes las encargadas de definir aspectos de detalle, protocolos y/o procedimientos. Y ellas han de dar el alcance y el espíritu de las mismas.
Entonces, no se trata de interpretar de cierto modo el texto: se trata de que no debe ser interpretable sino muy claro en su significado y en sus alcances. La estructura misma del texto está imbuida en el paradigma de «lucha entre opuestos por prevalecer» que es exactamente lo que, a estas alturas del desenvolvimiento del conocimiento, la tecnología, la filosofía humana y ética, se requiere superar. El texto que ha resultado en muchas materias está sujeto a interpretación.
Es importante leer el texto de manera «textual» (valga la redundancia), que se plebiscitará, ya que de no aclarar el alcance y significado de muchos conceptos que se proponen o garantizan, invalidan su calidad. Ilustrando lo señalado: las nuevas «naciones» que tendríamos al interior de Chile, (plurinacionalidad), dependerá de cómo cada organización o grupos tribales interpreten esa «garantía constitucional» como «derechos» para su «nación», y desde la «autonomía» que se les reconoce en términos genéricos podrían exigir cualquier cosa con un claro peligro de que la violencia actual se instale definitivamente y sin mayor control.
Otro tema no menos importante, es el del Poder Judicial. Sin duda alguna que se trata actualmente de una Institución garantista de la delincuencia, bastante deslegitimada que necesita cambios integrales. Pero cambios que la mejoren.
Aparentemente cualquiera sea el resultado de «salida» en el plebiscito, el país, la sociedad chilena, quedará dividida con consecuencias que desconocemos.
Hemos perdido así una oportunidad única para generar lo que la enorme cantidad de chilenos anhelamos: una sociedad en proceso de armonía relacional y de bienestar ciudadano. Se impuso el paradigma de «Lucha entre opuestos por prevalecer». Por ahora, estamos en más de lo mismo. Una gran pena y frustración.