Con 158.700 miembros, Serrateros del Mundo es uno de los grupos de Facebook que tiene más seguidores en España, América Latina y en las comunidades de habla hispana repartidas por todo el mundo, especialmente en los Estados Unidos. Cuando se anunció que este 2022 será el año de despedida de los escenarios de Joan Manuel Serrat, alguien posteó en el muro del grupo la propuesta de que se le otorgue el Nobel de Literatura.
Una iniciativa que hace una década podía parecer descabellada, pero que dejó de serlo cuando en 2016 la Academia Sueca distinguió con el máximo galardón mundial de las letras al cantautor estadounidense Bob Dylan. Fue un golpe a la cátedra que abrió un debate sobre la creación artística, sus formatos y soportes, pero que también obliga a remitirse a los numerosos factores, ostensibles o no, que operan a la hora de discernir un premio.
A sus 78 años, Serrat resolvió bajarse de los escenarios, aunque no de la música. El 27 de abril inició su despedida con un masivo concierto en Nueva York. Su gira abarca prácticamente toda América Latina, con un cierre regional en noviembre, mediante presentaciones en Santiago de Chile, Buenos Aires y Montevideo. El broche del adiós será en diciembre en su natal Barcelona.
Inició su carrera artística en 1965 y en estos 57 años no solo acumula fama y éxitos, sino también reconocimientos de organismos internacionales y un prestigio como un hombre comprometido con su tiempo, opositor a la dictadura franquista y defensor de los derechos humanos. No ha tenido reservas para apoyar internacionalmente causas progresistas, como su mensaje en diciembre de 2021 de respaldo al joven candidato presidencial de izquierda en Chile, Gabriel Boric, en vísperas de su confrontación electoral de segunda vuelta en que derrotó al abanderado de la extrema derecha, José Antonio Kast.
Un Nobel para Serrat haría justicia a la riqueza de sus composiciones propias, entre las cuales muchos «serrateros» tienen como preferida a Mediterráneo, tema central del álbum del mismo nombre que grabó en 1971. Sería también un homenaje a los poetas y a otros cantautores cuyas creaciones enriquecieron su repertorio musical, como Antonio Machado, Miguel Hernández y Mario Benedetti, además de Víctor Jara y Violeta Parra.
La autora de Gracias a la vida le dio asimismo a Serrat la clave de su reencuentro con Chile el 26 de abril de 1990 en un concierto en el Estadio Nacional de Santiago, que tituló Volver a los 17, con su interpretación precisamente de ese tema. Habían transcurrido en efecto diecisiete años desde su anterior recital en este país, al que se negó a retornar durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Cuando se le otorgó el Nobel a Bob Dylan, muchos chilenos sostuvieron que si Violeta Parra estuviera viva tenía merecimientos de sobra para aspirar al mismo galardón otorgado al autor de Like a Rolling Stone. Algo similar habrá ocurrido en muchos otros países. Por ejemplo, Brasil tiene en Chico Buarque de Hollanda a un sublime creador musical y luchador social, que es además novelista y dramaturgo. Su canción Oh, que será ha sido interpretada en muchos idiomas y replicada por cantantes de primera línea, al igual que Gracias a la vida.
¿Y qué decir de Silvio Rodríguez? El máximo exponente del movimiento de la Nueva Trova ha marcado a muchas generaciones que escuchan y corean sus temas políticos y románticos. Desde la acosada Cuba, este cantautor, nacido en 1946, ha llevado a todo el mundo temas inolvidables como La canción del elegido y Ojalá.
En fin, tal vez los peruanos citen a Chabuca Granda con La flor de la canela y Cardo o ceniza, los uruguayos a Alfredo Zitarrosa y Cuál de esas mozas y los venezolanos quieran rescatar en materia de grandes creadores a Simón Díaz y su Caballo viejo, para ratificar este maridaje entre la poesía y las canciones, que en casos como este instalan una suerte de literatura muy cercana a la gente y que no debe ser considerada un arte menor.
Al fin de cuentas, la musicalización de grandes piezas del género lírico ha sido también un vehículo para acercar al gran público a la poesía. El ritmo y una buena partitura conmueven más a quienes son renuentes a la sola lectura de un poema. A su vez, los cantautores ya citados y otros que serían largo enumerar han logrado esa fusión perfecta del arte poético y el arte musical, con versos profundos, cuya belleza se graba en las mentes.
Cuando Bob Dylan fue reconocido con el Nobel en octubre de 2016, el periodista español Fernando Navarro escribió en El País que su candidatura fue lanzada 50 años antes. En 1966 el poeta beat Allen Ginsberg y el profesor de la Universidad de Virginia Gordon Ball organizaron en Estocolmo un comité de campaña, proclamando al cantautor como «uno de los más grandes bardos y juglares norteamericanos del siglo XX».
Más allá de que pueda existir u organizarse un comité a favor de Serrat o que el gobierno y el mundo cultural de España levanten su candidatura ante la Academia Sueca, hay que reconocer que se trata de una carrera difícil, independientemente de los méritos del artista catalán, que los tiene de sobra.
La revisión histórica y estadística del Nobel de Literatura, al igual que de otros premios Nobeles, demuestra que pesan numerosos factores, algunos políticos y sobre todo estructurales, que remiten a las relaciones de poder en la industria cultural.
Desde que en 1901 se galardonara al francés Sully Prudhomme, se ha otorgado el Nobel de Literatura a 118 creadores: narradores, poetas, dramaturgos, ensayistas y a un músico. Por nacionalidades, encabezan el listado trece franceses, diez estadounidenses, ocho británicos y siete suecos, seguidos por Alemania, Italia y Polonia, con seis premios cada uno.
En cuanto a las lenguas en que escribieron los elegidos, el inglés tiene 32 premiados y las demás lenguas germánicas en conjunto 25 (sueco, alemán, noruego, danés e islandés). Hay 13 premiados que escriben en francés, 11 en español y seis en italiano. Las lenguas eslavas (ruso, polaco, checo y serbocroata) registran 15 galardonados.
Los 11 Nobeles en español se dividen en cinco de España, dos de Chile y luego Guatemala, Colombia, México y Perú, cada uno con un premiado.
El chino mandarín y el chino cantonés suman más de mil millones de hablantes y superan ampliamente el número mundial de angloparlantes, pero solo dos autores chinos han recibido el máximo reconocimiento literario. La India, país superpoblado, tiene el solitario Nobel de 1913 a Rabindranath Tagore, quien escribía en bengalí e inglés. Un nigeriano, una sudafricana y un sudafricano son los escritores de África ganadores del Nobel. Los tres escriben en inglés.
Como en los Óscares de la industria cinematográfica, también en la industria editorial pesan las transnacionales y hay una hegemonía de los países más ricos. Los Nobeles no escapan a esta realidad.
No obstante, el deseo y el sueño de un reconocimiento mundial a Joan Manuel Serrat, seguirá vigente. Es posible que los anhelos de sus seguidores no lleguen a la Academia Sueca, pero no cabe duda de que el genio creativo de este cantautor catalán trascenderá y permanecerá con o sin un Nobel.