En los conflictos, principalmente internacionales, se requiere de herramientas que garanticen beneficios para los actores involucrados; algunas no necesariamente tan potables como se creería. Quizás la más compleja es la manipulación de los discursos durante la interacción entre actores del sistema internacional.
El motivo de esta manipulación puede obedecer a la necesidad de influir en las personas sobre un determinado juicio de valores que pudiera favorecer o perjudicar la forma de actuar de un grupo o en el caso de los conflictos de un gobierno y su oposición.
En palabras del catedrático en Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, Alfonso López Quintás, el manipulador lo que busca es vencer a otras personas sin preocuparse de convencer, por lo que busca moldear la mente, la voluntad y el sentimiento para atraerlos hacia su perspectiva; priva pues a un ser pensante de su posición y la masifica estandarizándola con una posición inquisitiva. (López, 2004, pp. 9-14).
El lenguaje utilizado para referirse a un conflicto genera una posición de poder. Según las palabras de Michel Foucault, desde la posición presentada, y el carácter propiamente de presentar al público, los conceptos de juicio serán expresados por medio de los valores morales que durante siglos el ser humano heredado por generaciones, hasta convertir un elemento meramente de la costumbre, en parte de los paradigmas que dirigen su existencia.
La reiteración de una idea, su repetición constante sin que se analice o contradiga su tesis, se convierte en parte del ideario colectivo. Algunos términos que se emplean con regularidad se refuerzan en el vocabulario social y se aceptan como verdades populares.
En otro sentido, los términos dejan de verse como simples palabras y se transforman en un elemento con un sentido propio que quedará impregnado en el grupo al que vaya dirigido. Según Lev Vygotsky (1987, 1988), citado por el profesor y filósofo español-brasileño, Ángel Pino Sirgado:
…significado no es lo mismo que sentido. Para él, el sentido es la suma de los eventos psicológicos que la palabra evoca en la conciencia. Es un todo fluido y dinámico, con zonas de estabilidad variable, una de las cuales, la más estable y precisa, es el significado, que es una construcción social, de origen convencional (o sociohistórico) y de naturaleza relativamente estable...
(2000, p. 39)
En el lenguaje, por ser una construcción social, resulta oportuno involucrar el esquema del sentido con el cual se utiliza una palabra, porque sobre este aspecto se formará además la opinión acerca de eventos o sobre actores determinados. Cuando varias palabras se enfocan hacia una misma línea, el discurso se fortalece en las tendencias que pueda evocar. La forma en la cual se desarrolle un conjunto de ideas va a quedar impregnada en el juicio posterior que sobre ese aspecto pueda tener enfocada una población.
Vygotsky, entonces, incluye el elemento de la «significación» dentro del mismo significado, se involucra directamente a este en la función del contexto en el cual ciertas palabras son utilizadas.
En el mundo mediático y de las noticias, disponibles las 24 horas del día, las palabras empleadas por ciertos medios de prensa para referirse a hechos en particular son susceptibles a ser analizadas. Los titulares de las noticias; que, por cierto, son una parte importante de la exposición de la noticia, forman una lista de conceptos los cuales quedan en el ideario popular del enfoque que finalmente estos (los medios) quieran formar en el público meta.
Para ejemplificar las prácticas discursivas de la prensa, se puede mencionar un ejemplo de un hecho que causó pánico colectivo, a pesar de que al final se supo que se trataba de algo ficticio. El 30 de octubre de 1938 el periodista estadounidense Orson Welles decidió narrar una radio novela (La guerra de los mundos) al estilo de los boletines de noticias. Relataba una supuesta invasión marciana y el estilo utilizado por Welles generó tal impresión entre los oyentes, que muchos creyeron que lo narrado realmente sucedía.
Al final se resolvió todo el embrollo a pesar de las denuncias contra la cadena CBS que fue la encargada de transmitir la radio novela y demostró de esa manera la manipulación que un medio de comunicación masivo puede generar en los espectadores, ahora imaginemos ese panorama cuando en un mundo interconectado por las redes sociales y la inmediatez de la información se hace difusa la transmisión de noticias verdaderas, propaganda y noticias falsas, en muchos casos basadas en un discurso determinado por las agendas políticas.
El lenguaje discursivo en la región de Medio Oriente es un ejemplo de lo anterior, presentes en medios de prensa y medios de comunicación colectiva, abundan términos cuyo mensaje se construye al citar zona geográfica, agrupaciones involucradas y tiempo en el cual ocurre la noticia, los acentos subliminales o específicos utilizados en una situación narrativa que pueda ocurrir en ese momento.
Ejemplificando lo mencionado arriba, no es lo mismo hablar de agrupaciones terroristas para referirse a grupos como Hamas, Yihad Islámica, Hezbollah o Jabhat Fateh ash-Sham, que usar la palabra «milicianos o fundamentalistas islámicos» para procurar «potabilizar» sus acciones o legitimarlas con respecto a alguna de las partes.
El periodista con experiencia en el campo de los medios de comunicación cuenta con dominio para manejar con pericia la semiótica; disciplina encargada de analizar los lenguajes y la representación que estos tienen para los individuos. Los términos, signos generales y mensaje deseado, son entonces manejados de forma sutil para llegar a la meta deseada.
Si retomamos el pensamiento anterior, el término «terroristas»; evocará un sentimiento de maldad en la acción realizada por el grupo. En cambio, en la segunda palabra utilizada para referirse a estas mismas agrupaciones, se entiende que al ser «fundamentalistas» o «milicianos», sus acciones son propiamente justificadas por dogmas religiosos o por una lucha en la cual se encuentran inmersos. Un asunto de mera semiótica, utilizada para apaciguar los ánimos o influir en posteriores juicios de valor.
Así se cumple lo expuesto por Vygotsky sobre el sentido dado a la palabra. El juicio de valor (basado en los estándares de moralidad) que pueda generar cualquiera de los dos términos, se transforman pues, en una construcción del discurso que acarrea por sí mismo una perspectiva social aceptada o rechazada plenamente por los miembros de un colectivo específico; principalmente hacia quienes vaya dirigido el discurso, porque es esencial tomar en cuenta que los elementos discursivos tienen un público meta y que depende de la agrupación a la que vaya dirigida.
Ejemplo de lo anterior; manteniéndose sobre la situación del Medio Oriente, no es lo mismo la forma como se presentan los titulares de un evento ocurrido en Jerusalén donde ocurra el asesinato de israelíes a manos de ciudadanos árabes (o palestinos), algunos medios palestinos señalarían la acción como «heroica» y exaltarían la imagen de los perpetradores, mientras que en la prensa israelí el ataque sea considerado terrorismo y fuertemente criticado.
El discurso tiene mercados meta distintos y, en las condiciones actuales del conflicto, cada parte tiene un objetivo distinto para fortalecer su posición frente a la opinión pública local.
Ahora bien, en la sociedad actual de la información a tiempo real, con el aceleramiento del comportamiento humano, provoca que, al intentar informarse, se reciban las noticias de manera más directa, puntual, y con menos filtros posibles. Esto puede verse como algo positivo, pero al mismo tiempo negativo, porque circula mucha información que carece de fuentes fidedignas, o que son recicladas de otros eventos.
De esta manera, el uso de ciertos términos en un encabezado noticioso va a generar cierta predisposición sin leer o escuchar la noticia; hay una construcción previa de juicios de valor basados solamente en el sentido de las palabras expuestas en dicho titular.
Los medios de noticias ya dejaron atrás la idea preconcebida de ser simples informantes o comunicadores. Han logrado desarrollar una construcción semiótica y de opinión sobre grupos de personas. Por esta razón, cuando se realiza el abordaje de los medios de comunicación, muchas veces se transmiten pensamientos estereotipados en el titular de la noticia, que para los más «inocentes», pasan desapercibidos.
Los preconceptos realizados por el titular son entonces, una carga sesgada de tendencia y una lanza con objetivo, para poder realizar una condena contra alguna de las partes del conflicto. El uso de un discurso dicotómico, «buenos contra malos», «débiles contra fuertes», «víctimas y victimarios», construye un sesgo previo al desarrollo de la noticia. Es un viaje sin retorno entre lo que se desea se considere aceptado y aquello que se pretende sea rechazado.
La transformación del discurso, con una estructura lingüística, tiene como fin codificar los valores dentro de la propia presentación y añadir un elemento de juicio más severo entre un accionar con respecto al otro. Por lo anterior, se puede indicar como lo expresara el sociólogo Pierre Bourdieu, que los discursos son jugados para aumentar los valores del peso social y cultural codificado.
En palabras del teórico Michel Foucault:
…en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada, y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por objeto conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad
(Foucault, M., 1985, p. 11)
Se deduce quizás que aquel que sabe asumir el rol de controlar el discurso, tendrá en su poder la posibilidad de dominar el acontecimiento de la manera que le plazca y a la vez, ejercer el control del panorama que llegará a los demás; se convierte en este caso el forjador de la percepción.
Notas
López, A. (2001). La manipulación del hombre a través del lenguaje. Madrid, España.
Foucault, M. (1985). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI.
Pino Sirgado, A. (2000). O social e o cultural na obra de Vygotsky. Educação & Sociedade, vol. XXI, núm. 71, julio, pp. 45-78. Centro de Estudos Educação e Sociedade Brasil.