Alguna vez creo que he hablado de la falta de autocrítica generalizada que reina en la sociedad española. Todo es una huida hacia adelante, el desacuerdo y la crítica son ofensas imperdonables y las situaciones se reducen a un conmigo o contra mí absurdo.
Un gran ejemplo es el caso de Amaya Valdemoro: una extraordinaria exjugadora de baloncesto, quizá la mejor que España tuvo. Pero la madrileña es una desastrosa comentarista de baloncesto. Una auténtica calamidad. Sus comentarios que muestran una escasa preparación y son altamente sesgados, a favor del Real Madrid de básquet y de sus intereses. En las retransmisiones de Movistar estos han desquiciado al resto de aficiones durante años, y las cosas llegaron a un nuevo nivel esta temporada.
En la reciente Copa del Rey en Granada, que muy a pesar de Amaya ganó el Barcelona tras una emocionante final con el Madrid, la ahora comentarista fue silbada por todas las aficiones presentes, excepto la madridista. Hablamos de las siete aficiones restantes de los equipos participantes en esa gran competición, de un formato emocionante y vibrante, y que en su mayoría se quedan en la ciudad y viendo los partidos hasta el final, a pesar de que su equipo pueda estar eliminado.
Pues bien, la reacción de Movistar y de la gran mayoría de periodistas deportivos de la casa ha sido de un vergonzoso corporativismo. Las infinitas críticas que recibe Valdemoro en redes y en servicios de atención al usuario de Movistar, más la pitada, han sido calificadas como «acoso» por algunos de los profesionales de la casa, como si la gran mayoría de las aficiones del baloncesto nacional, que no tienen un entorno tan viciado como el fútbol, estuvieran equivocadas y tuvieran algo en contra de la que fue un icono deportivo del país. Absurdo.
Las críticas de estos profesionales a las aficiones son difíciles de entender, más allá del compañerismo; mirar deportes en Movistar vale mucho dinero, no es una cuota barata, y si encima no te puedes quejar cuando los profesionales que allí trabajan no hacen, o no hacen bien, su trabajo, entramos en una situación demencial de total exposición de los aficionados. Incluso se ha dado la solución de quitar el audio de los dispositivos que se usen. Pero eso es perderse la mitad de la experiencia.
Todo buen aficionado al, por ejemplo, baloncesto, puede querer ver los partidos con comentaristas que aporten tanto como, por ejemplo, «Piti» Hurtado en Dazn, o narradores tan brillantes como Lalo Alzueta, un madridista confeso al que todas las aficiones adoran, así que poner el mute nunca debería ser una solución que se proponga de manera seria.
Nadie de Movistar ha reaccionado, la afectada no ha dicho ni pío. No ha habido autocrítica en ningún sitio, de ningún tipo, y nadie va a tomar ningún tipo de medida. Y se dibujan en el horizonte unos playoffs de la ACB en el que, a buen seguro, y como en los pasados años, habrá polémica con las retransmisiones de Movistar.