Si paseando por algún pueblecito de Galicia te encuentras una casa con una rama de laurel en la puerta, enhorabuena, has descubierto un furancho.
Lo primero que debemos saber es que son exactamente los furanchos y porque los gallegos adoran comer en ellos.
Los furanchos son casas antiguas o partes de estas (garajes, galpones...) donde se venden los excedentes de vino de la cosecha de ese año, normalmente acompañados por platos típicos cocinados y servidos por los propietarios. También son conocidos como loureiros por anunciarse con una rama de loureiro (laurel) en su puerta. Se encuentran repartidos por todas las Rias Baixas, pero es muy difícil saber cuántos existen ya que no pueden publicitarse y solo abren unos meses al año, el tiempo que dura el vino joven en sus barricas. Afortunadamente hoy en día existen apps que nos indican donde y como encontrarlos. La aplicación más conocida se llama: Furanchos.
La decoración de los furanchos también es muy peculiar. Ya hemos hablado de la rama de laurel en la puerta que sirve para publicitarlos, y el interior del local también es de lo más enxebre (rústico), con suelos de tierra, paredes de piedra, mesas de madera y nada de manteles de tela, lo típico son los de hule. Todo ello acompañado de vino de casa y comida casera, lo que hace que una visita a un furancho sea toda una experiencia. Además, los precios suelen ser muy comedidos, algo que sorprende sobre todo a los visitantes de fuera de Galicia.
Comer en un furancho resulta muy atractivo, tanto para los gallegos que esperan ansiosos el comienzo de la temporada como para los forasteros que los visitan y se enamoran de ellos, descubriendo la esencia de la cultura y gastronomía gallega.
Los furanchos existen en Galicia desde hace más de tres siglos, y aunque hasta hace poco se consideraban clandestinos. En el año 1997 hubo un intento de legislación y otro en 2008 que los incluía como empresa de restauración, pudiendo así vender toda clase de bebidas. Pero en 2012 todavía más de la mitad de estos estaban sin legalizar y nadie sabía a ciencia cierta cuantos existían en ese momento, ya que sus propietarios no se inscribían en ningún registro ni solicitaban su legalización y simplemente con colocar una rama de laurel en su puerta veían llenarse el local y trabajaban como un bar o restaurante cualquiera.
Todo esto impulsó a que el gobierno regional aprobase una nueva ley para regular un sector hasta ese momento controvertido y muy caótico.
Según esta ley:
- Solo podrá abrirse tres meses al año, entre diciembre y junio.
- El vino no puede ser embotellado y debe proceder directamente del barril.
- Los viñedos deben estar inscritos en el Rexistro Vitícola de Galicia.
- Pueden ofrecer hasta un máximo de cinco tapas frías o calientes.
- Deben contratar un seguro de responsabilidad civil y cumplir las normas de sanidad.
Todas estas obligaciones están recogidas en el decreto del DOG N.º 216 de 2012/11/13.
En la actualidad los furanchos son legales y cumplen todas las normativas sanitarias. Cada ayuntamiento es el encargado de controlar y legislar los que se encuentran en su zona. Pero todo esto no hace que los furanchos pierdan su esencia, siguen encontrándose en localizaciones medio secretas y manteniendo todo su encanto rural, siendo el lugar preferido de muchos gallegos para disfrutar de la mejor cocina tradicional, con productos de la huerta, buen vino, música y mejor compañía.
Si estáis de paso por Galicia no dejéis pasar la oportunidad de visitar alguno y descubrir la esencia de la cocina y uno de los secretos mejor guardados de los gallegos.