Cada cierto tiempo aparecen expresiones o formas de decir las cosas que, por alguna razón desconocida, se van extendiendo hasta generalizarse y ser usadas de forma aparentemente mayoritaria. Hasta tal punto llega este «contubernio iletrado» que, cuando algún osado individuo utiliza correctamente el idioma, en ocasiones, es tratado por el «rebaño intelectual» como si el que estuviera en el error fuera ese sujeto.
Por ello, y con afán de poner negro sobre blanco algunas de las «burrerías» más extendidas, hago acopio, relación y explicación de algunas de ellas. No con el afán de que sirva de ejemplo y corrección pues, seguramente, los «atropelladores del idioma» no frecuentan estos lares, pero sí como terapia «exhortizadora». En cada ejemplo, a modo de fruslería, se incorporan chistes de mala calidad.
Si «siriera serido» será
Últimamente es común que cada vez más sujetos, de apariencia humana, utilicen el tiempo condicional cuando debe ser usado el presente de indicativo. Este uso, además de incorrecto, desorienta a los interfectos con preminencia de carácter sensible.
No acabo de entender cuando, tras la compra, por ejemplo, de dos barras de pan candeal, la persona empleada de la «tahona» dice con esperanzas de cobrar: «serían 2 euros». ¿Serían? Y yo me pregunto, ¿en qué caso hipotético «serían» si, de facto, yo me quiero llevar el pan. ¿Qué condición debe darse para que sean más allá de intercambio comercial?, ¿me está proponiendo otro tipo de trato sumado al pan que he requerido? No sé, me desorienta. Yo esperaba un: «son 2 euros». Pensar que hay una condición más allá del simple intercambio de pan-dinero, me llena de inquietud.
Viendo la tele comienza la rueda de prensa con cuestiones al ministro ponente. Entonces anuncia el periodista interviniente: «Sr. ministro, la pregunta sería…», ¿sería?, ¿y por qué no es? ¿No entiendes que si condicionas la pregunta quizás no te responda?
Se que cada vez, sin quererlo, me fijo más. Pero esa dictadura de los condicionales me está haciendo volar la cabeza porque pienso, seguramente de forma errónea, que vivimos en un mundo donde, hasta lo más objetivamente material, no existe y todo está permanente condicionado por condiciones (obsérvese la redundancia) que no conocemos y que, seguramente, responden a oscuros e inconfesables propósitos de quienes nos dirigen.
Bueno, como me dijo la empleada de otro comercio cuando al fin le pagué (a pesar del condicional): «Pues ya estaría».
«Aperturando» la apertura
Todo el mundo lo sabe. El verbo «aperturar» no existe. Entonces, ¿por qué hay entre nosotros ilustrados e intelectuales que insisten en decir: «se aperturó el expediente», «aperturaron un nuevo caso»… incluso, referentes del uso del idioma como son los llamados periodistas deportivos (¿periodistas?) afirman sin rubor: tal jugador «con su pierna izquierda, aperturó a la derecha».
Como tan masivo es y la mayoría jamás puede estar en un error, consulté el diccionario y, lo dicho, no encontré el verbo «aperturar». Como seguramente el ignorante sea yo, busque incluso por la H, no vaya a ser que el nuevo verbo empezase discretamente y sin sonido… nada, ni «aperturar» ni «haperturar».
En fin, mi desasosiego va en aumento, no solo ponemos condicionales en los presentes inamovibles y seguros, sino que «aperturamos» en vez de hacer aperturas o abrir casos. Así que, para terminar ese día más animado, me abrí una botella de vino, ¿o quizás la «aperturé»?
Por si acaso, vete ya in advance «preveyendo»
Lo diré sin anestesia, el verbo «preveer» no existe, al menos por ahora (nótese que hasta hace poco tampoco existían ni las «almóndigas» ni las «cocretas»). Seguramente, algunos «lumbreras» de taberna o redes sociales, afirman que «están preveyendo» o «hay que preveer las cosas»… mal.
Seguramente, el origen de este error está en el exceso de ilustración de los interfectos. Su exceso de conocimiento y la riqueza de su acervo lingüístico les hace mezclar los verbos «proveer» y «prever». Del exceso de conocimiento viene el error.
Es más sencillo, señores «académicos». «Prever» significa ver con anticipación y se rige por las mismas normas verbales que «ver», aunque algunos no lo han visto (venir). En el caso de que el hablante esté provisto de pensamiento, solo debe darse cuenta de que prever se conjuga como ver: preví, previó, previendo. Por el contrario, proveer usa la misma forma que leer: proveí, proveyó, proveyendo.
Así es que, a buen proveedor, prevenciones previstas y consecuencias «proveyidas».
La bajada a los infiernos de la conciencia (consciente)
Poco tiempo ha, leí una campaña de concienciación sobre una grave enfermedad y de sus formas de prevención. Decía el cuerpo del texto, «debemos tomar consciencia para prevenir esta enfermedad». Vamos a ver si lo entiendo, según esta frase, hay que conocer la existencia de esta enfermedad, sin más y, según se desprende de la frase, no sabiendo si la enfermedad es buena, mala o debemos someter su valoración por algún tamiz moral, escala de valores o gravedad.
Sí. Como todos los lectores habrán reparado, aquí la patada en los «cataplines» del idioma lo aporta la palabra «consciencia». Seguramente la persona docta que lo redactó, por error usó esa palabra en vez de usar «conciencia», que es la que quería utilizar.
Cuando tomamos consciencia, nos damos cuenta de la existencia de algo, sin ningún tipo de valoración moral, gradación o adjetivación ulterior. Cuando se utiliza la palabra «conciencia», sabemos que es importante, una vez tomamos posición moral o aplicamos nuestra escala de valores, evitar algo o intentar tener algo. Ya sé que no estoy descubriendo nada nuevo, nada que un buen usuario de redes sociales no sepa de antemano (con ese docto background se parte ya en las redes sociales y en la comunicación empresarial).
Si alguien, Dios no lo quiera, no distinguiera el sentido de ambos vocablos, y un día viese como un pobre anciano es asaltado en plena calle, podría, al tomar «consciencia» del hecho, saber de su existencia, pero no hacer nada ya que no aplicaría ninguna categoría moral. Al llegar a casa comentaría a sus hijos: esta mañana ha llovido, he comprado dos barras de pan y han acuchillado a un viejo en la calle. Fin de la cita.
No es que le falten cosas, es que está malito
Muchas veces escuchamos que tal persona, por ejemplo, adolece de liderazgo. O sea, estamos diciendo que, más allá de que dicho individuo tenga o no liderazgo, está enfermo. Como tal, y más si queremos hablar de liderazgo, saber que ese señor «está malito» no aporta nada reseñable. Máxime en estos tiempos de pandemia en los que todos, de una forma u otra, estamos malitos.
¿A qué se debe este atentado? Seguramente a que, con perdón, algún poeta de terraza de verano creyó que «adolecer» es sinónimo de «carecer» y de ahí, alguno lo puso en un WhatsApp, de ahí al Twitter y, ya se sabe, acabó en la columna de un afamado escritor que lo usó en su columna de un dominical.
Lo que realmente significa «adolecer» es «tener o padecer algún defecto o enfermedad». Es decir, si alguien afirma, «esa empresa adolece de liderazgo», está diciendo que en esa empresa están todos enfermos o tienen problemas de salud, no sabemos si causados por carecer de liderazgo, pero, enfermos, están, eso seguro. Esperemos que esa empresa no sea una farmacéutica, ¡sería el colmo! (esas cosas, hay que «preveyerlas», hombre).
Las queridas rebuznancias
En ocasiones algunos emisores de mensajes insisten en juntar dos palabras de sentido similar, análogo o casi igual y que, precisamente por esto, no aportan nada al mensaje. Sí, ahora mismo seguramente no caéis en algún ejemplo, pero los hay a «cienes», muchos de ellos originados en los foros y cenáculos de los más conspicuos oradores.
¿Muestras?, ahí van: «ambos dos», si son ambos, ya sabemos que son dos. «Puños cerrados», claro, si no estuvieran cerrados, sería una mano. «Accidente fortuito», no hay noticias de que se planifique algún tipo de accidente. «Deambular sin rumbo», o acaso, ¿deambulas hacia tu casa? «Nexo de unión», claro, el único nexo de desunión que se conoce es el matrimonio. «Totalmente gratuito», lo único gratuito que hay a medias se llama subvención. «Cita previa», sí, porque si la cita no es previa, se llama retraso. «Lava volcánica», imagino que esto se usa por lo común de otros tipos de lava, además, que no quepa duda, si se lava, es porque estaba sucio…
Y muchos más que no voy a comentar: «Sorpresa inesperada», «hecho real», «funcionario público», «peluca postiza», «protagonista principal»… o el preciosísimo «destino final».
Por ti mismo, con tu mecanismo
Muchos de los lectores creerán que he escrito este artículo «de motu propio». Nada más lejos de la realidad. En realidad, lo he escrito por iniciativa propia, es decir, motu proprio. En ocasiones, cuando se dice en el lenguaje hablado, motu proprio, aparece algún «ultracorrector» que te indica, no, propio.
Viene del latín y, nada más y nada menos que, del latín eclesiástico. Se utilizó por primera vez cuando el papa Inocencio VIII, en el 1484, redactó un documento por su propia iniciativa y voluntad. Y, de ahí, como sabemos, ha ido pasando a los telediarios, a los «feisbus» y a las conversaciones de los polígonos, deformado.
Para evitar errores que puedan acarrear algún tipo de estrés psicosomático y diarreas gaseosas, desde estas humildes líneas propongo utilizar «por propia voluntad», «espontáneamente» o el cultismo «tú mismo con tu mecanismo». Hablando de mecanismos, si este mecanismo lo tienes en propiedad, no tengas dudas de que es una moto, de ahí lo de motu (moto) propio (en propiedad por compra, donación o expoliación).
En fragancia de mucha gente
Sé que los chistes malos que incorporo en este árido tema que trato —ese es el objetivo, esconder el verdadero objeto de mis líneas—… perdón, retomo, sé que los mencionados chistes malos no me harán salir en loor de multitud, entre otras cosas, porque, aunque llevamos tiempo escuchando que debe decirse loor de multitudes, es incorrecto. ¡Toma! Esta sí que no la esperabais, ¿eh?
Como se va a crear polémica si alguien llegase a leer esto, me apoyaré en el Diccionario panhispánico de dudas, aunque no me apoyaré mucho por si lo tiro. La expresión en olor de multitud no es muy antigua y su origen se debe, volvemos a lo eclesiástico, por analogía con el olor de santidad y similares. En muchos textos clásicos se utiliza la palabra olor con el sentido de que la «cualidad a la que se alude se exhala como un aroma».
La cuestión es que, como el rebaño se impone a la oveja negra ilustrada, de forma mayoritaria se interpretó olor como algo negativo, entiéndase maloliente. De ahí que, algunos chispillas lo modificaran por loor, que significa elogio o alabanza, cosa esta, incorrecta.
La construcción «en loor» es correcta, pero debe de ir seguida del nombre que expresa la persona o cosa a quien se alaba, no quien la realiza. Es decir, y para que también lo entiendan los votantes de todos los partidos, en loor de multitud significa que alguien alaba a la multitud, no que alguien recibe alabanza de esta. Que, puestos a ser educados y formales, está muy bien que te saquen en olor de multitud y tu loes, es decir, alabes, a los que efectúan este noble acto contigo (de bien nacidos, es ser agradecidos).
Para terminar este apartado, claro está que todo lo que sea loable, hay que loarlo públicamente, porque lo importante para la gente de lo loable es que lo hable.
Qué es la problemática
Muchos de los que estáis leyendo este texto, pensaréis que vengo desarrollando una serie de problemáticas más o menos interesantes o, por contra, una serie de problemáticas que no tienen sentido y se basan en un postureo petulante e impostado. Puede ser, no os quito la razón, únicamente os quito la razón en que la palabra «problemática» como sustantivo es incorrecta. Bueno, no exactamente incorrecto, digamos que no es correcto y que muestra tintes un poco «paletiles» o «paleteros».
¿Por qué decir: tenemos varias problemáticas, en vez de decir, tenemos varios problemas o situaciones complejas (o similar)? Ya, ya… sé que lo utiliza mucha gente, es casi universal, y raro es el día que alguien en ese parnaso de «cultez» que es la televisión, no se oiga con fruición. Incluso políticos, escritores, periodistas… pero no está bien, no, no.
La palabra «problemática» existe, claro que sí, pero es un adjetivo. Hay personas problemáticas, situaciones problemáticas… incluso puede que haya problemas problemáticos (si no fuera porque es redundante), pero problemáticas a secas, no existen. Por eso, cada vez que oigo que hay una problemática, me pregunto myself (redundancia) y me responde el poeta:
¿Qué es la problemática?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es problemática? ¿Y tú me lo preguntas?
Problemática… eres tú.