Ningún continente ha provocado tantas guerras en la historia de la humanidad como lo ha hecho Europa. Solo en el siglo XX fue responsable de los dos conflictos mundiales que, sumados, arrojan la mayor cantidad de muertos, heridos, lisiados, desaparecidos, genocidios y desplazados que se tenga memoria. Debemos agregar, en la última década del siglo pasado, las guerras balcánicas en la ex Yugoslavia y Kosovo que dejaron alrededor de 150 mil víctimas. Ya en el siglo XXI podemos sumar la iniciada en 2014 entre Ucrania y Rusia -Donbás- que apoya a los separatistas rusos y que se mantiene hasta hoy, con alrededor de 14 mil muertos y 25 mil heridos. Los vientos de una guerra de proporciones amenazan otra vez al continente donde se encuentran seis de los 10 mayores países exportadores de armamentos en el mundo. Puestos en orden de producción y ventas, la lista la encabeza Estados Unidos seguido de Rusia, luego Francia, Alemania, China, Reino Unido, España, Israel, Corea del Sur e Italia. Al revisar el informe anual de SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute) de diciembre de 2020, vemos que las exportaciones de armas de las 25 mayores empresas productoras, alcanzaron la cifra de 361.000 millones de dólares, que representó un aumento de 8,5% en relación con el año 2018. Tres países europeos, de cinco, concentran el 75% de las ventas en el mundo: Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania y China.
La paz en Europa ha sido siempre efímera, como nos recuerdan los libros de historia. El término de la Segunda Guerra Mundial generó grandes esperanzas en un nuevo orden mundial, pero ello no ocurrió. Surgieron dos nuevas potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. Rápidamente se extendió la Guerra Fría y se crearon dos alianzas militares: la OTAN (Organización del Tratado Atlántico del Norte) en 1949 y el Pacto de Varsovia, en 1955. Europa continuó produciendo armas, modernizando sus ejércitos y las cuatro décadas de paz finalizaron al desaparecer la Unión Soviética, en 1991, los países socialistas y el surgimiento de nuevos Estados. La ex Yugoslavia y después Kosovo, se sumieron en una guerra ante los ojos de Naciones Unidas, de la OTAN y de la entonces Comunidad Económica Europea (CEE). Se repitieron las escenas de campos de concentración, genocidios, masacres, violaciones, bombardeos, destrucción de ciudades, limpieza étnica y desplazamientos humanos, los que fueron vistos en la televisión, ante la mirada impasible de los cascos azules, enviados para proteger a la población civil. La desaparición del Pacto de Varsovia supuso ingenuamente que se disolvería la OTAN, pero ello no ocurrió, por el contrario, se fortaleció con el ingreso de los nuevos estados independientes que se unieron al acuerdo militar como medio para protegerse de Rusia. De 12 países en su origen, hoy la OTAN suma 30 y se encuentran en lista de espera Ucrania, Georgia y Bosnia y Herzegovina, mientras que neutrales, como Suecia y Finlandia, participan en maniobras militares conjuntas. Así como todos los comandantes supremos del Pacto de Varsovia fueron soviéticos -un claro mensaje de quien manda- lo mismo ha ocurrido hasta hoy en la OTAN: todos han sido estadounidenses, incluyendo al actual.
Las tensiones de hoy se han originado por varios motivos incluyendo la extensión de la OTAN hacia el este, es decir hacia Rusia, así como la anexión de Crimea -que pertenecía a Ucrania- por parte de Moscú, a través del plebiscito de 2014, considerado ilegal. En 1954, esta fue cedida por el líder soviético Nikita Jrushchov a Kiev, pero siempre estuvo bajo control de Moscú. La península tiene una larga historia de dominaciones, habiendo sido parte del imperio romano y conquistada numerosas veces hasta que Catalina la Grande, en 1783, al derrotar a los otomanos, la incorporó al imperio ruso. La anexión que efectuó en 2014 el presidente Vladimir Putin respondió a intereses históricos, geopolíticos (base naval de Sebastopol en el Mar Negro) y al hecho que el 77% de la población tiene el idioma ruso como lengua madre, el 11% el tártaro y solo el 10% el ucraniano, de acuerdo con el censo de 2001. En Ucrania, el 17,3% de la población es étnicamente rusa y más del 40% de los ucranianos usan esa lengua como materna. Otro motivo adicional son las disputas por el acuerdo ruso- alemán de construcción de los gasoductos Nord Stream I y II que cruzan por el Mar Báltico desde Siberia hasta Alemania. El I ya está funcionando desde 2011, mientras que el II fue concluido en septiembre del 2021, con una inversión rusa de 11 mil millones de dólares. A la fecha, no ha sido inaugurado por las tensiones existentes y las presiones de Washington a Berlín. Estados Unidos siempre se opuso a su construcción por estimar que generaba dependencia de Europa occidental en un área muy sensible como es la energía, donde ya por el territorio de Ucrania cruzan otros gasoductos rusos que abastecen a varios países occidentales generando cerca de dos mil millones de dólares anuales que favorecen a Kiev.. Pese a ello, el gobierno de la Canciller Angela Merkel aprobó la construcción del segundo gaseoducto que va directamente desde Rusia a Alemania -por el Mar Báltico- sin tocar territorio ucraniano y rebajando significativamente los costos para los usuarios occidentales. En 2017, con las sanciones vigentes a Moscú, la empresa estatal rusa Gazprom designó presidente del proyecto al ex canciller federal alemán, Gerhard Schröder. Nord Stream II fue finalizado en septiembre de 2021, con una inversión de 11 mil millones de dólares de Moscú, pero no ha entrado en funcionamiento por las presiones de Estados Unidos.
La región de Donbás es el punto caliente hoy de la disputa con Washington. La verdad es que la guerra se inició allí en 2014 y las tensiones se han mantenido por la proclamación de independencia de sus dos regiones apoyadas por Moscú, que actualmente mantiene 100 mil soldados en la frontera con ese país. La OTAN, a través de la voz de su secretario general, ha advertido que el riesgo de una guerra en el continente es «real» y que sería un «error estratégico» de Rusia si atacara a Ucrania. Por su parte el presidente estadounidense, Joe Biden, ha amenazado a Moscú señalando que cualquier ataque a Ucrania tendría graves consecuencias económicas y también de «otro tipo». Las negociaciones diplomáticas, hasta el momento, entre los representantes de la Casa Blanca y el Kremlin continúan en Ginebra sin resultados alentadores. Rusia no cederá en su oposición al ingreso de Georgia y Ucrania a la OTAN señalando que no puede aceptar que las bases militares occidentales lleguen hasta sus fronteras. En la región del Donbás, casi el 40% de sus habitantes son rusos, de acuerdo con el censo ya citado. Si Rusia ataca a Ucrania entrarán en vigencia medidas económicas y financieras muy duras acordadas por Washington con sus socios de la Unión Europea. Moscú ha señalado que no tiene intenciones de atacar, pero las maniobras militares son muy intimidantes. Seguramente cuentan con que un enfrentamiento quebraría de inmediato la frágil unidad de los países, donde la mayoría de la población no cree en las soluciones militares y no están dispuestos a que sus soldados vayan a morir al lejano este europeo.
Por el lado ruso el discurso nacionalista tiene amplio apoyo de su población que reivindica su historia imperial. Putin lo expresó con claridad: «La desaparición de la Unión Soviética representó la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX». La experiencia histórica da la razón a los vecinos de Rusia respecto a temer una eventual invasión por parte de Moscú. Los países que no son miembros de la Unión Europea saben que el camino de ingreso pasa necesariamente por afiliarse a la OTAN. Rusia ha recordado que el año 1962, cuando Moscú intentó instalar misiles a 90 millas de Estados Unidos, en Cuba, se opuso y plantó sus naves para impedir el paso dejando al mundo en ascuas por el temor de una guerra entre ambas potencias.
Cuando se inician escaramuzas militares o una invasión de territorio, nadie puede saber cómo terminará. Europa tuvo un período de 46 años de paz hasta la guerra de los Balcanes que duró 10 años e involucró a la OTAN que durante dos meses y medio bombardeó Belgrado en 1999, dejando entre 1.200 y 5.000 muertos dependiendo de las fuentes. Hoy de nuevo la paz está en peligro mientras los productores de armas sonríen ante el aumento de las ventas. Rusia tiene claro su poder y superioridad militar convencional en Europa. Además, abastece a la parte occidental con gas. Naciones Unidas y la Unión Europea pasan a ser actores secundarios en esta trama donde Estados Unidos y Rusia son los principales. En una guerra, como siempre, los más afectados serán los civiles que mueren en los bombardeos, verán sus casas destruidas para que, finalmente, los políticos terminen llegando a un acuerdo y se estrechen las manos frente a las cámaras.