En un mundo de acelerada globalización y creciente complejidad, la diplomacia, y la Academia Diplomática, enfrenta el desafío de fortalecer su organización para desarrollar nuevas capacidades analíticas y propositivas. El análisis permanente de las tendencias mundiales y de los impulsores del cambio (drivers y game changers) es indispensable para concebir escenarios posibles y formular estrategias nacionales e internacionales de desarrollo.
Chile necesita reforzar su capacidad pública en prospectiva y estrategia
Chile necesita fortalecer una capacidad pública de análisis de escenarios globales, de seguimiento de las principales tendencias, y capaz de difundir sus conocimientos al resto del aparato público, de la sociedad civil, regiones, empresas, universidades, con el fin de promover reflexiones, realizar consultas sobre el futuro, y proyectar las estrategias de desarrollo en cada una de las áreas prioritarias para el avance nacional.
Lamentablemente, nuestro país no posee hoy las capacidades suficientes. Las instituciones actuales son frágiles y exiguas ante la magnitud de las tareas a realizar. La capacidad existente de prospectiva y estrategia no se ha extendido ni consolidado. Se han realizado esfuerzos en algunos ministerios y servicios, como minería, energía, agricultura, inteligencia artificial, política internacional, defensa nacional, entre otros, pero lamentablemente no existe una instancia de coordinación y ensamble entre ellos. La iniciativa más importante en el Estado es la Comisión de Futuro del Senado, que ha realizado una potente actividad de reflexión nacional. También ha habido una labor relevante de instituciones privadas dedicadas a temas públicos, en infraestructura, minería, agua, digitalización, desarrollo 2030.
Además, en 2014 se creó el Consejo Chileno Prospectiva y Estrategia para alentar la discusión de estos temas, mediante de publicaciones y encuentros. Asimismo, se han creado repositorios de estudios de largo plazo, de gran utilidad para los que realizan prospectiva. Menciono dos de ellos: el de la Unión Europea, llamado Orbis, y el que hemos desarrollado en el Dialogo interamericano, que agrupa más de 1000 estudios de largo plazo, clasificados por temas.
Monitorear y estudiar las principales tendencias globales
Al menos se pueden distinguir cinco grandes tendencias globales que requieren un seguimiento permanente, así como un monitoreo de las políticas y estrategias propuestas por otros países avanzados, para anticipar, captar las oportunidades emergentes y contener riesgos. Esas cinco son: el cambio climático, la salud pública y pandemias recurrentes, ambas amenazantes para la especie humana; la desigualdad y las formas de reducirla, a nivel global y nacional, con nuevos pactos sociales; el acelerado avance científico tecnológico, disruptivo, su utilización para resolver los grandes problemas de la sociedad y la regulación de sus potenciales dilemas éticos; y la gobernabilidad democrática, como condición imprescindible para el avance del desarrollo nacional y la ejecución eficaz de programas.
La complejidad de estos temas requerirá de un trabajo colectivo internacional en red, al cual las instituciones chilenas deben integrarse y, a la vez, se debe constituir una red horizontal entre las instituciones nacionales especializadas, que rompan la lógica vertical, en silos, de los sistemas actuales de gobierno.
Chile debe constituir equipos para anticipar las tendencias y cambios, en particular el conocimiento de las innovaciones y transformaciones que movilizarán la acción de la humanidad.
Política internacional, ciencia y tecnología
Uno de los campos del conocimiento que deben ser profundizados por la diplomacia es la ciencia y la tecnología. La prioridad será detectar transformaciones potenciales, buscar alianzas con empresas, centros de investigación y expertos, formar equipos chilenos para ampliar la capacidad nacional en los sectores y actividades de mayor importancia para nuestro desarrollo y ventajas comparativas.
Las actividades económicas que probablemente dominarán el escenario de nuestro futuro son, entre otras:
Las energías renovables, en particular solar e hidrógeno verde, que requerirán de un esfuerzo científico tecnológica propio, no depender solo de inversionistas extranjeros que vienen y van. En este terreno, Chile puede alcanzar posiciones de vanguardia a nivel internacional.
Los alimentos, perseverar en la idea de “potencia agroalimentaria”, incrementar la investigación en biotecnología, cultivos, ganadería, y acuicultura. En esta última, el trabajo en el océano Pacifico es prioritario por razones productivas y medioambientales, la protección de flora y fauna, la diversidad.
Nuevas fuentes de agua, la desalación, la gestión de cuencas, infraestructura. Chile deberá privilegiar sus inversiones en capital humano y productivo para , la protección ambiental, el ahorro de agua, las normas legales. El agua es y constituirá una fuerte restricción al desarrollo de la zona central y de sus habitantes. También en silvicultura existirá una prioridad tanto por la absorción de CO2 como por la producción de maderas tratadas para una construcción menos contaminante y reciclable.
La minería verde, incluyendo al litio y otros productos. Sobre esta materia, está en preparación una estrategia minera 2050 que debe orientar las acciones, acrecentar la productividad, reducir contaminación, y adentrase en las tecnologías verdes, agua, solar, electromovilidad.
El desarrollo digital, la formación y capacitación de hombres y mujeres en ciencias de la computación, inteligencia artificial, robótica, procesamiento y almacenamiento de datos. Como se dice habitualmente, los datos son el petróleo del futuro. Nuestro potencial de desarrollo en astronomía conlleva y ofrece la posibilidad de dar un salto en ciencia, educación, infraestructura, tecnologías para el uso de la información y su transferencia. Si nos anticipamos y permeamos toda la actividad científica y educativa en las nuevas tecnologías digitales, y fortalecemos la infraestructura tecnológica de fibra óptica y equipamiento para procesamiento de datos, podemos dar un salto estratégico.
La asociación público-privada. El desarrollo científico tecnológico necesario para progresar en nuevos campos debe involucrar, acuerdos nacionales e internacionales, con empresas, universidades, regiones y un gran esfuerzo educativo. La política internacional y la diplomacia deberán adentrarse de lleno en estos terrenos, y articularse con sus contrapartes nacionales.
Nuestra institucionalidad para acoger inversiones extranjeras y colocar productos nacionales en el exterior es insuficiente para la nueva etapa. Ahora estamos hablando de otra cosa, de una nueva fase que exige una capacidad operacional mucho mayor. Necesitamos observatorios internacionales público-privados, académicos y empresariales para investigar y anticipar los avances mundiales, explorar nuevas posibilidades, con empresas y centros de investigación, para articular nuevas alianzas y expandir la capacidad nacional en nuestras áreas prioritarias.
Prospectiva estrategia y nueva institucionalidad
Una de las limitaciones actuales es la carencia de una capacidad institucional para impulsar esta labor, en todo el territorio nacional, en cada región y en cada tema prioritario. Chile no posee ninguna instancia al más alto nivel de gobierno que coordine, promueva y apoye a múltiples unidades de estudio de futuro en los principales centros de decisión y de pensamiento. El ministerio de planificación chileno fue eliminado en 2011 y nada alternativo se ha creado para ejercer esta labor de consensuar objetivos de largo plazo, de análisis de escenarios, de elaboración de estrategias. Se requiere crear una instancia de gobierno con autonomía, que proponga metas que trasciendan los cortos periodos de cada gobierno y perduren, para dar frutos.
Los países desarrollados están acelerando la formación de instituciones capaces de llevar a cabo estas tareas, al más alto nivel de los gobiernos, para asesorar a los primeros ministros o presidentes, y también para conectar bien las estrategias de largo plazo con las políticas públicas del corto plazo. Para ello es necesario estructurar instituciones nuevas, que abarquen miradas largas y se ensamblen con las decisiones inmediatas, que actúen en paralelo, pero interconectadas. El buen gobierno supone visión compartida y capacidad de gestión.
En los últimos años, e impulsados por los retos que levanta la pandemia, en los países avanzados se han multiplicado los ejercicios de exploración de futuro y de estrategias alternativas. Algunos ejemplos son los trabajos pioneros de Finlandia, país que ha articulado el sistema más sofisticado; el fortalecimiento de los equipos de prospectiva de la Unión Europea, la creación de una vicepresidencia en la Comisión y grupos de alto nivel en el Parlamento europeo; la creación de una unidad junto al presidente del gobierno español y la elaboración de España 2050; la existencia en Francia del comisariado de Estrategia y la Prospectiva y la propuesta reciente Francia 2030; Además están las instituciones pioneras de Inglaterra, Australia, Canadá.
Sabemos menos de China, Rusia, Japón, y otros de Asia. Entre ellos, sin embargo, descuellan Singapur y la República de Corea. Todas estas referencias son de valor para los países latinoamericanos.
La política y el buen gobierno necesitan de la prospectiva
Ante la incertidumbre y complejidad crecientes, el ser humano y la sociedad deberán navegar en aguas procelosas. Habrá un enjambre de fenómenos y procesos interactuando: tecnológicos, digitales, comunicacionales, cambios climáticos, desigualdad, evolución de valores y comportamientos, pugna geopolítica entre China y Estados Unidos y sus implicaciones en el terreno militar. Entender estos fenómenos exige disponer de una capacidad muy superior de análisis multidisciplinario, científico, para simular su interacción, avizorar y anticipar, para estar mejor preparado.
Las experiencias de los países más avanzados demuestran que este trabajo y sus conclusiones deben informarse y debatirse con políticos, parlamentos, partidos, regiones, municipios, organismos internacionales. Es esencial proporcionar información y consultar con la opinión pública, organizaciones sociales y medios de comunicación.
La discusión actual sobre la difusión de la prospectiva estratégica, como modo de pensar, apunta a dotarla de un sentido práctico, de aplicación a la solución de crisis y de problemas álgidos y transversales que encara cada país o grupos de naciones.
Además, para incidir en la acción se deben efectuar amplias y continuas deliberaciones a distintos niveles de la sociedad, con temas y plazos definidos. Se debe transitar de propuestas técnicas, de expertos y altas autoridades, a propuestas ciudadanas; e integrar redes internacionales para la colaboración global. Por último, realizar esta labor implica entender que se trata de un proceso continuo. No se limita ni basta con elaborar documentos sin continuidad en la acción, que terminan en un cajón.
No será posible gobernar bien sin un renovado esfuerzo de debate y formación de hombres y mujeres de diversas edades, regiones, grupos socio económicos, étnicos, en la disciplina de pensar a plazo largo, en equipos interdisciplinarios, conectados con el mundo y con la sociedad civil de cada país. La búsqueda de consensos y acuerdos es el sostén de la democracia y de la gobernabilidad, indispensable para ejecutar transformaciones estratégicas. Y para ello se necesitan nuevas instituciones, y otorgarle la máxima prioridad política desde los más altos niveles de gobierno.