Los Pemón tratan a los tepuyes con extremo respeto, evitan mirarlos, temen a quienes habitan su cima, los Mawariton. Mi amiga, la antropóloga venezolana Beatriz Bermúdez Rothe, me dice que los mawarí son fuerzas invisibles, energía que mana, fluye, le es propia a los elementos de la naturaleza, sobre todo de las corrientes de agua. El agua en la Gran Sabana pareciera originarse en los tepuyes, mesetas abruptas de arenisca y cuarcita, de paredes verticales y cimas relativamente planas, típicas del Sur del Orinoco, frecuentemente cubiertas de nubes.
Durante los 1960-1970, un forastero vivió en la solitaria e inhóspita cima del Auyantepui. Construyó una choza que el viento y la lluvia destruirían, mudándose entonces a una cueva, más cómoda y seca. Este intrépido personaje fue Alejandro Laime.
Aleksandrs «Alejandro» Laime, nació en Riga, Letonia, en un sector industrial con edificios de apartamentos ocupados por las familias de los trabajadores. Su padre era un modesto sastre, su madre se ocupaba del hogar.
Mi amigo Valdis Ābols, guionista del documental Aleksandrs Laime: Diamonds of Angel Falls, y una detallada biografía, aun sin publicar, me comenta que la entrevista más completa a Laime fue hecha por un reportero del periódico letón Laiks. Laime expresa que desde niño se sintió cautivado por historias de tierras lejanas. Trabajando como pastor en una granja, encontró varios libros en un ático. A partir de entonces, pasaba horas leyendo esas obras y estudiando sus mapas:
Mi mente se llenó de imágenes de la vida en la selva hasta tal punto que apenas quedaba espacio para nada más.
La Primera Guerra Mundial fue devastadora para Letonia, invadida por fuerzas alemanas primero, luego por la armada roja, recuperada después por las fuerzas conjuntas letona-alemanas. Estos eventos retrasaron la educación del infante quien terminaría su primaria en 1926, a los 15 años. Supuestamente, tiempo después iría a la escuela técnica estatal de Riga. En Venezuela, aseguraría haber estudiado en la Universidad de Letonia obteniendo el título de Ingeniero Civil.
Lo cierto es que, en agosto de 1926, recién terminada la primaria se emplea como grumete en un carguero que iba de Riga a Manchester. Su primera aventura a tierras lejanas. Luego de dos viajes renuncia, al no adaptarse a la disciplina del barco.
Comenzando 1929, entra como polizón en una nave con destino a Gante, Bélgica. Descubierto y bajo custodia, el capitán retiene su pasaporte. Se escapa, huye a París, luego a Marsella. Aborda un barco que lo lleva a Egipto. En El Cairo entra a una escuela para aprender el alifato, pero para el último trimestre del año ya está de vuelta en Riga.
Seguidamente va a África. Casi un año después regresa a su país. En 1933 se incorpora al servicio militar obligatorio letón. En 1935 es detenido en Suráfrica y deportado a Inglaterra. Escapa de la nave que lo lleva y regresa a Letonia.
En 1937 conoce a Janis «Jan» Paltins, otro aventurero. Compran un bote pensando navegar hasta India. Llegan a Gdynia, Polonia. Laime pierde interés y venden el bote, vaga por varios países europeos. Eventualmente, se une a las fuerzas antinacionalistas españolas junto con voluntarios suecos. Lucha en el frente de Teruel y al ser herido, es evacuado a Estocolmo. En Suecia obtiene pasaporte de refugiado y va a Holanda, donde es detenido al expirar dicho pasaporte. Las autoridades holandesas lo entregan al embajador letón, quien le ofrece apoyo para regresar a Riga. Laime no está interesado en regresar, la Segunda Guerra ha comenzado hace apenas unos días. Como buena parte de sus viajes y el posible regreso sería en bote, el mar Báltico es demasiado peligroso. Zarpa a Inglaterra. Tiempo después, comenzando 1940, está en Galveston, Texas, donde es contratado para trabajar en un carguero.
Su destino final será Venezuela, llegando a principios de 1940. Sin embargo, la documentación que confirma su llegada al país está fechada en 1944. Escogería quedarse en Venezuela porque:
…los rusos acababan de anexar Letonia, la tierra de mi nacimiento, y sentí que debía escapar de ese tipo de futuro. Queriendo llegar lo más lejos posible, me dirigí a Sudamérica.
…en Venezuela el ambiente era más relajado que en Estados Unidos y otras partes del mundo, donde hay tanta burocracia por la que pasar. En Venezuela, me presenté a las autoridades y… me dejaron entrar…
En Venezuela, Laime consigue empleo gubernamental como topógrafo. Pronto entra a la Richmond Oil Company en Pedernales, en el Territorio Federal Delta Amacuro (hoy Estado Delta Amacuro). Aparentemente, en 1941 ve, desde el aire, el Auyantepui y el majestuoso Salto Ángel. Su vida cambia para siempre.
Decide ir a la zona, llegar al Salto Ángel. Hace su primer intento con un amigo colombiano, en 1945 o 1946, también busca oro o diamantes en la zona. Este primer intento fracasa, realizando otro al año siguiente, 1946 o 1947. Saldría solo, en bote, desde La Paragua. Luego de muchos días llegaría al lugar conocido hoy como Isla Ratón, continúa a pie hasta una enorme roca, luego llamada Mirador Laime. Camina hasta la enorme caída de agua:
…estaba al pie del Salto. Miré hacia arriba y luego me metí bajo el agua que caía, lavando el sucio del camino. Fue la ducha más refrescante y extraordinaria de mi vida.
Para 1948, Laime es reconocido experto del Auyantepui y alrededores. Ese noviembre, el piloto Art Jones, lo presenta a Ruth Robertson, en Caracas. Ella planificaba una expedición para fotografiar al Salto Ángel desde su base. Medir su altura era la segunda misión del proyecto. De hacerlo, con seguridad, los gastos en que incurriría le serían reembolsados por la National Geographic, con quienes había conversado. No la financiarían, pero de lograr su cometido, querían comprar su historia.
Es curioso que Laime no le haya comentado de su expedición en solitario al Salto Ángel, o posiblemente Robertson omitió el comentario al escribir su artículo de 1949 en National Geographic Magazine y en su libro de 1975, Churún Merú - The Tallest Angel. Robertson comenta que Laime le aseguró conocer una ruta que podría llevarlos hasta el Salto.
Meses antes de conocer a Ruth, Laime fue entrevistado en Ciudad Bolívar. Habló acerca de su solitaria expedición y su intención de establecer un campamento turístico cerca del Salto Ángel. Es más curioso, que Laime siempre le dio el crédito a Robertson de haber sido quien primero llegó al pie del Salto en la expedición que ambos lideraron en 1949.
Luego de esa expedición, Laime regresó a la región del Auyantepui, construyó albergues cerca de los rápidos de Mayupa para atender turistas. En 1950, Charlie Baughan lo invita a unírsele y establecer un campamento turístico frente a la laguna de Canaima. Algo no debe haber funcionado bien y poco tiempo después regresó a Mayupa.
En 1953, se casa con Vilma Foldāts (1927-2009), hermana del recordado amigo de caminatas por Rancho Grande y Guatopo, el reconocido orquideólogo letón-venezolano Ernesto Foldāts padre (1925-2003). Vilma, junto a la hija de su primer matrimonio, Ilze, y Alejandro vivirían en Ciudad Bolívar. Los esposos tendrían un hijo, Alex. La familia pasaría temporadas en Mayupa.
En 1954, Laime muda su campamento a Uruyén, más alejado de Canaima. En 1955 realiza una publicitada expedición a la cima del Auyantepui llegando hasta la avioneta «El Río Caroní» de Jimmie Angel, accidentada desde octubre de 1937. En 1956 integra la expedición multidisciplinaria con investigadores de la Universidad Central de Venezuela, que incluía a los entomólogos Francisco Fernández Yépez (1923-1986), venezolano, y al letón-venezolano Jānis Rācenis (1915-1980), así como a su cuñado Ernesto Foldāts y el germano-venezolano experto en zoológicos Pedro Trebbau (1929-2021), entre otros. El busto que colocarían sobre el Auyantepui fue cargado por Laime durante la mayor parte de la escalada.
En 1960, Vilma y sus hijos regresan a Caracas, y eventualmente a Estados Unidos. Durante esa y la siguiente década Laime viviría temporadas en la cima del Auyantepui. Durante una de sus estancias en la cima, vio unos curiosos animales de aproximadamente un metro, en los cuales pareció reconocer las características de un plesiosaurio. Informó del hallazgo a sus amigos. Intentó convencer a instituciones y científicos para subir a buscarlos y filmarlos. No sería sino hasta 1973, cuando haría público el asunto. En 1979 comentaría que posiblemente aquellos curiosos animales fueron los últimos en ser vistos.
A principios de los 90, en un par de expediciones organizadas por mi amigo Armando Michelangeli, presidente de la Fundación Terramar y en las cuales participamos varios investigadores, incluyendo al recordado veterinario y conservacionista Leslie Pantin (1939-2006), el mastozoólogo Ricardo Guerrero, el fisiólogo Fabian Michelangeli, el entomólogo John Lattke y mi persona, entre otros, logramos encontrar huevos y observar ejemplares adultos de una especie de Neusticurus, lagarto semiacuático cuyo tamaño máximo es similar al reportado por Laime. ¿Habrán sido ejemplares de esta especie los que realmente observó?
En 1965, el gobierno nacional lo lleva a la feria mundial en Nueva York, para promover el turismo en la Gran Sabana, Canaima y el Salto Ángel. Se reencontraría con la familia y sería reconocido por visitantes y prensa como la autoridad máxima sobre los secretos del «mundo perdido».
Durante los 1970, Laime deja atrás sus ideas de desarrollo turístico, y de alguna manera se convierte él mismo en una atracción. Investigadores y curiosos lo visitan con frecuencia. Laime relata otros misterios encontrados en el tepuy y alrededores, parte de una civilización preinca, pequeñas criaturas con forma humana cuyas huellas logró ver alguna vez.
Aunque guía grupos ocasionales, se desinteresa del turismo masivo liderado por las empresas turísticas de Canaima. Se encierra más en sí mismo, se muda al flanco izquierdo del Río Carrao, frente a Isla Orquídea.
El lugar se convierte en una especie de santuario. Construye una cabaña para él y otra para sus cientos de libros. Sembró frutales y cultivos estacionales. Aproximadamente cada mes, compra provisiones en Canaima. A fines de los 80 y tempranos 90, sus preocupaciones son filosóficas, busca el significado de la conciencia humana. Deja de leer, regala parte de sus libros, el resto lo convirtió en hoguera. Dicen que había comentado que pronto dejaría este plano terrenal; a mano tenía su vieja mochila de lona, lista para su última expedición. «Cuando llegue el momento, me iré … para allá arriba».
El 20 de marzo de 1994, Alejandro Laime llegó a Canaima a buscar provisiones. Habló con la esposa de Ramón Jiménez, preguntó por él. Fue hasta Wakü-Lodge a tomarse algo y conversar con Mary García… la muerte se lo llevó ese día, desprevenido.
…Al principio, los Mawariton vivían entre los Pemón, ahora están entre las piedras, en la selva, entre las nubes, de las que se dice son sus canoas. Muchas veces los vemos como nubarrones o como fuertes vendavales... Aunque el cuerpo de Alejandro Laime fue enterrado junto a otros pioneros de Canaima, cerca del aeropuerto, quisiera pensar que su espíritu inquieto se regocija hoy entre los Mawariton que pueblan el Auyantepui.
Notas
Ābols, V. (2010). Script for the documentary Alexander Laime’s Lost Paradise (Working Title) Draft 1. 20 pp.
Angel, K. (2019). Aleksandrs “Alejandro” Laime. En: Angel, K. 2019. Angel’s flight. The life of Jimmie Angel, American aviator, discoverer of Angel Falls. Eureka, California: Jimmie Angel Historical Project pp. 242–255.
Armellada, P. C. (1994). Tauron Panton. Cuentos y leyendas de los indios pemón I. Caracas: Biblioteca Venezolana de Cultura. Ediciones del Ministerio de Educación. Dirección de Cultura y Bellas Artes. Departamento de Publicaciones. 276 pp.
Cahill, T. (2012). Jaguars Ripped my Flesh. London: Black Swan Pub. 384 pp.
Carnicero, L. A. (2019). Alexander Laime, el ermitaño. Volar.
Lindorf, H. (2006). La expedición Universitaria a la meseta Auyán-Tepui, abril 1956. Acta Botanica Venezuelica. 29(1):177-188.
Nicholl, C. 1996. The creature in the map. EE. UU.: Random House. 352 pp.
Paltins, J. (1996). A small boat, An unfinished Dream. Ontario: Abbeyfield Publishers, Scarborough. 336 pp.
Stavro, A. 1999. Aleksandrs Laime un vina zelta upe. Riga: Apgads Jana Seta. 207 pp.