Me baño cada día con agua fría. Una ducha que dura unos 3 minutos con un flujo de agua continuo. El agua fría en la medida que avanza el invierno es más helada en comparación con la temperatura del agua en el verano y la diferencia es de varios grados. ¿Por qué me baño con agua fría? Me lo pregunto siempre y las respuestas que doy: es para despertarme completamente y en este sentido puedo decir que funciona. Por otro lado, durante los primeros segundos el agua fría causa un choque térmico que pone el cuerpo en alerta. Mi respiración se corta, la sangre fluye hacia adentro, seguramente aumenta la presión sanguínea y se inician varios procesos fisiológicos.
El control de la temperatura del cuerpo se activa, aumentando el metabolismo, la grasa blanca se transforma en grasa marrón, donde la actividad mitocondrial es más alta y esto tiene consecuencias en el peso corpóreo. Un estudio ha demostrado que bañarse con agua a 14 grados hace aumentar el metabolismo 350%. El golpe inicial de agua fría activa al sistema inmunitario y aumenta, según datos obtenidos en varios experimentos, la producción de glóbulos blancos. La ducha de agua fría ayuda también el sistema cardiocirculatorio y muchos afirman que hace bien para reducir el estrés mediante una adaptación progresiva a los mismos choques térmicos.
Yo siento que la sangre fluye hacia mi cabeza y lentamente vuelvo a un ritmo de respiración menos agitado y más profundo. La temperatura del agua causa un cierto malestar, pero uno se habitúa rápidamente. El cuerpo reacciona fuertemente produciendo una serie de hormonas y entre ellas endorfinas, dopamina y noradrenalina. El ritmo de la respiración se altera y al salir de la ducha, se siente un estado de calma. El agua fría estimula el funcionamiento del sistema nervioso autónomo, en especial el sistema simpático, que controla nuestras reacciones de alerta y estrés. No sé si existen contraindicaciones fundadas, pero un choque térmico inesperado podría ser contraproducente para las personas con problemas cardiacos.
Muchos consideran esta práctica del agua fría como una manera, entre tantas, de fortalecer la voluntad, un aspecto importante en el paradigma estoico de los viejos romanos. Los beneficios que se mencionan incluyen también la piel, pues después de la ducha, inicia un fuerte flujo sanguíneo hacia la periferia, facilitando la capilarización y siendo así la piel luce más radiante. Además se habla de una reducción de la inflamación como un resultado de la modulación del sistema inmunitario y de una reducción de los dolores musculares, causados por la vasoconstricción seguida por una vasodilatación después de la ducha. Un reciente experimento en Holanda con 4 mil participantes divididos en 4 grupos, 3 de ellos se bañaban con agua fría. Uno por 30 segundos, el otro por 60 y el último por 90 segundos. El cuarto grupo continuaba bañándose con agua caliente como control. La conclusión fue que independientemente del tiempo, los que se bañaban con agua fría se enfermaban el 29% menos en relación al grupo de control.
Después de cada ducha, me visto y salgo a caminar por una hora y un poco más. La temperatura en este periodo del año puede ser de algunos grados bajo cero y esto en realidad no me afecta. Siento que mi temperatura corporal me protege y camino rápidamente. Tengo control sobre mis pensamientos y elijo siempre un tema para mi larga caminata. A menudo me concentro en mis experiencias personales y el paseo se transforme en autorreflexión. Además tengo una serie de temáticas que abordo con una cierta frecuencia como el aprender algo nuevo, la curiosidad y exploración, lo que significa ser humano, nuestra vulnerabilidad y también la felicidad, resiliencia y el miedo. Los paseos, en este periodo del año, se inician antes de que salga el sol y esto me permite apreciar las primeras luces del alba, seguir la llegada del día, de cómo todo se hace claro y durante los últimos minutos me preparo mentalmente para el nuevo día, sabiendo que mañana me espera una impostergable ducha fría.