Alemania es la cuarta economía más grande del mundo, después de Estados Unidos, China y Japón. Con una superficie de 357.580 km2 (algo menor que la mitad de Chile) y con 84 millones de habitantes aproximadamente, tiene un ingreso per cápita de US$ 45.723,64 y una deuda pública en 2020 de 69,80% de su PIB. . Es el tercer mayor exportador del planeta, alcanzando ese mismo año a 1.207.545 millones de euros -equivalente al 35,86% del PIB- con una caída del 9,24% en relación con el año anterior. Alemania invierte sobre el 3% del PIB en investigación y desarrollo (2019), Chile menos del 0,4%. Si Alemania es algo más de cuatro veces más grande en población que Chile, lo es más de 15 veces en relación con el tamaño del PIB.
Desde 1949 hasta 1989, año de la unificación alemana, ha tenido solo siete jefes de Gobierno y ocho si sumamos Ángela Merkel. En el caso de Italia, por ejemplo, desde 1945 hasta hoy, llegan a 45. Ambos países tienen un régimen político basado en el sistema parlamentario. En Alemania, de acuerdo con cifras de 2019, los inmigrantes regulares llegaban al 15,79% de la población, equivalente a 13,1 millones de personas. De ellos el primer lugar lo ocupa Polonia, lo sigue Turquía y luego Rusia. Hasta el 2020 las autoridades esperaban la llegada de 3,6 millones de refugiados, principalmente desde el Medio Oriente, Afganistán y el norte de África. La canciller Angela Merkel ha gobernado 16 años consecutivamente a partir de 2005, y luego fue reelegida sucesivamente en tres oportunidades hasta las pasadas elecciones del 26 de septiembre, donde decidió no volver a postularse al cargo pese a contar con prácticamente el 70% de aprobación ciudadana.
Sin embargo, ello no fue suficiente para que la coalición social cristiana que representaba -conformada por la CDU y CSU de Baviera- pudiera vencer. La mayoría de los votos los obtuvo el Partido Social Demócrata (PSD), cuyo líder, Olaf Scholz, será probablemente el nuevo Canciller Federal, en un Gobierno de coalición acompañado por el Partido Verde (PV) y el Liberal (PL). Todo lo anterior está condicionado al éxito de las actuales negociaciones en curso entre los tres partidos. Scholz tiene a su favor el debilitamiento de la líder de los Verdes, Annalena Baerbock, así como del derrotado candidato para reemplazar a Merkel, Armin Laschet, quien deberá ser reemplazado como cabeza de la CDU.
A la solidez de la economía y estabilidad política junto a la práctica democrática y los principios de igualdad de la sociedad alemana, se suma la responsabilidad de los liderazgos y la estructura existente en las organizaciones que permiten la conformación de equipos técnicos especializados por áreas de trabajo. Ciertamente responden a las cúpulas políticas que son responsables de los programas presentados al electorado.
En esa etapa se encuentran actualmente las negociaciones tripartitas que probablemente conformarán la coalición de Gobierno. Más de 20 comisiones trabajan en la actualidad con cientos de personas buscando armonizar sus propuestas donde cada uno presenta algunos temas considerados en principio como intransables, pero que terminarán cediendo de manera de alcanzar el objetivo común que es gobernar en coalición. Si la preocupación principal de los Verdes son las emisiones, el ambiente o terminar con la velocidad sin límites que existen en las autopistas, los liberales se aferran al equilibrio fiscal, no subir los impuestos ni aumentar la deuda. El partido vencedor y que deberá encabezar la coalición, el SPD, debe jugar con habilidad sus cartas para no perder aliados ni el apoyo electoral luego de 16 años y el debilitamiento general de la izquierda alemana. Los desafíos son muchos, como construir 400 mil viviendas por año, la transición energética para una economía no contaminante y avanzar hacia una sociedad digital, donde Alemania tiene un gran retraso, lo que es difícil de entender en un país altamente desarrollado.
Todo ello requiere fuertes inversiones lo que lleva a la pregunta de cómo se financiarán estos ambiciosos planes. Lo más probable es que el nuevo Gobierno que nazca no se someta a las exigencias de Estados Unidos de aumentar al 2% el gasto en defensa, como lo exigió el expresidente Donald Trump a los países que conforman la alianza militar de la OTAN y en particular a Alemania. Por ello las negociaciones entre los tres partidos tomarán tiempo, porque además se debe considerar la opinión de los demócratas cristianos que obtuvieron la segunda mayoría en las elecciones pasadas y que han dejado en la memoria colectiva a Angela Merkel como una gran estadista. De ahí que las conversaciones avancen de manera lenta, cerrando los temas más simples de resolver y dejando para el final, con alternativas, los más complicados que serán finalmente resueltos por los jefes partidarios.
Gobernar, en general, nunca ha sido fácil en ningún país, pero lo es cada vez menos en sociedades abiertas, con la proliferación de redes sociales, la concentración de la riqueza y el aumento de la desigualdad. Se suma el terrorismo, las preguntas de cómo enfrentarlo, junto a la presión migratoria que ha dejado de ser el problema de un país y más bien uno de toda la Unión Europea (UE). Las proyecciones demográficas indican que el mundo llegará a 9 mil millones de habitantes en 2050 y que el continente africano doblará su población. Países como Nigeria aumentarán de 206 millones de habitantes en la actualidad, a 390 millones. Los centros de estudios en Europa saben hacia donde caminarán aquellos seres humanos marginados, sin educación ni trabajo y con hambre, al igual que aquellas víctimas de las guerras que han asolado y afectan a Irak, Siria, Yemen o Afganistán. Los habitantes de África representan hoy el 16% de la población mundial, es decir 1.200 millones que pasarían a 2.500 millones de seres humanos dentro de 29 años. Europa deberá enfrentar de manera conjunta el desafío de la realidad africana y para ello requiere de unidad, responsabilidad política y recursos, muchos miles de millones de euros para concretar de verdad lo que se ha dicho innumerables veces: una inversión masiva en ese continente que genere empleos y de dignidad a las personas. Los países europeos que colonizaron, esclavizaron y se enriquecieron con el tráfico humano y los recursos naturales, deberían ser quienes impulsen esta política.
En política exterior, Alemania es un país fundamental para fortalecer el proyecto europeo, pero también para intentar establecer una relación más equilibrada con los Estados Unidos, país al cual se ha subordinado la política exterior de la UE. Construir una política de defensa propia, es decir, fuera de la OTAN, es un tema del que se habla recurrentemente, pero parece muy difícil de materializar. Rusia sigue siendo vista como una amenaza real para algunos países y ahora se ha sumado China al escenario global, donde la UE queda cada vez más disminuida. Todo ello requiere unidad y conducción política en una UE que entre más se ha expandido más han aumentado sus divisiones. Ya no es solo el retiro del Reino Unido si no las cada vez más profundas divisiones con países como Polonia o Hungría.
Además, continúa en lista de espera el ingreso de Albania, Macedonia del Norte, Montenegro, Serbia junto a Bosnia Herzegovina y Kosovo, todos países europeos incluyendo a este último, que es una creación artificial impuesta por Estados Unidos y que no todos los miembros de la UE han reconocido. El caso de Turquía parece haber quedado fuera de cualquier posibilidad de ingreso para el corto o mediano plazo. Las secuelas de la última guerra en Europa, o guerra civil yugoslava que dejó 100 mil muertos, limpieza étnica y miles de desplazados, junto a los bombardeos a Belgrado por las fuerzas de la OTAN en 1999, es una herida abierta que no ha cicatrizado y donde la UE tiene responsabilidades. Vientos de guerra parecen amenazar la paz en la región de Kosovo debido a los intereses y complicidad de grandes potencias, así como la intolerancia del Gobierno serbio.
Los desafíos de Alemania en esta nueva etapa que comenzará donde aún persisten los efectos de la pandemia del Covid-19, las consecuencias económicas, las amenazas del terrorismo, las presiones de los inmigrantes en las fronteras, el escrutinio de la ciudadanía y las dificultades políticas de entendimiento entre sus miembros, obligan a una mirada global y de largo plazo. Alemania, junto a Francia e Italia principalmente, tienen la responsabilidad política de conducir 27 países en tiempos difíciles, por lo que la búsqueda de grandes acuerdos y coordinación entre ellos debería ser el ejemplo para los demás.