Si bien hasta hace unos años se consideraba un arte menor el ser youtuber; es decir el tener un canal en YouTube, en los últimos años ha proliferado el número de youtubers, sobre todo desde que algunas universidades ofrecen títulos para profesionalizar a las personas interesadas en introducirse en este mundo.
Si bien al principio YouTube estaba orientado hacia el entretenimiento, en los últimos años se ha visto que tiene una mayor influencia de la que se pensaba. Videos realizados por amateurs o por especialistas están cada día teniendo una mayor influencia sobre los que los ven y comparten, y pueden llegar a acumular millones de visualizaciones.
Con el tiempo se ha ampliado el número de canales de YouTube y la especialidad de estos y con ello también se ha incrementado el número de seguidores.
Sobre todo, en los últimos años, hemos visto cómo han ido poco a poco incursionando los youtubers en el ámbito de la salud, aspecto que había quedado reservado casi para médicos y especialistas, pero en la pandemia actual parece que casi todo el mundo puede opinar, informar e incluso desinformar con respecto a la COVID-19 y sus consecuencias, porque haya leído, escuchado o piense al respecto, es capaz de compartir su opinión hacia los demás, con ello se evidencia la importancia que este canal está adquiriendo en cuanto al ámbito de la salud.
Este tipo de canal de divulgación es utilizado por los usuarios como medio de primera aproximación para resolver sus dudas en aspectos relacionados con la salud, si bien nadie acudiría a YouTube para el diagnóstico, siendo esto papel exclusivo del médico y el especialista, sí que se trata de recoger distintas impresiones e incluso opiniones, y es ahí donde los youtubers tienen una gran influencia. Pero la información que ofrecen estos profesionales de YouTube, que no necesariamente son profesionales de la salud, a veces deja mucho que desear, compartiendo información inexacta o no contrastada, confundiendo con ello al público.
Pongamos un ejemplo, con respecto a un canal de YouTube dedicado al maquillaje, en el que, en uno de sus vídeos, que ha llegado a tener millones de visitas, el youtuber explica cómo hacer para, con maquillaje, ocultar las evidencias de un maltrato.
Esto en sí no tendría mayor relevancia, si no fuera porque indirectamente está «ocultando» la problemática del maltrato, logrando invisibilizarlo gracias al maquillaje, en vez de ofrecer información útil para la víctima sobre cómo denunciar o qué pasos dar para que no se vuelva a repetir esa situación de maltrato, pero ¿qué papel juegan los youtubers en la salud mental?
Esto es precisamente lo que se ha tratado de responder con una investigación realizada desde la Facultad de Psicología, Universidad de Lausana junto con el Instituto de Investigación Idiap y el Politécnico Federal de Lausana (Suiza) cuyos resultados se acaban de publicar en la revista científica Methods in Psychology. En el artículo se señala la creciente influencia de YouTube como medio de difusión de opiniones, creencias e información, destacando la importancia de investigar este medio desde un punto de vista científico.
No se trata de aprender sobre lo que se dice en YouTube, sino de conocer cómo se produce la difusión de un comentario, opinión o información divulgada a través de este medio. Así y para estudiar el papel de los youtubers, en el artículo se propone separar su análisis en aspectos visuales y en el estilo. En el primer caso, se incluye la personalidad, el set de rodaje, y los elementos que aparecen; mientras que, en el segundo, se trata de la duración del vídeo, el tipo de emisión (offline o en directo) y la incorporación de imágenes, gráficos o animaciones acompañando al vídeo.
Igualmente, en este artículo se discuten los aspectos éticos relacionados con la comunicación de opiniones más o menos fundamentadas que puedan orientar positiva o negativamente a quien lo ve.
Con ello, el artículo concluye que el mayor impacto en la audiencia se produce cuando el youtuber habla en primera persona sobre sus experiencias pasadas, ya que ello da mayor credibilidad a lo que comparte.
Aunque el artículo no entra a evaluar el contenido de los mensajes compartidos, es evidente que hablar de salud, y sobre todo de salud mental, requiere de cierto nivel de conocimiento e incluso especialización, para no confundir a la audiencia.
Personalmente, considero que un buen profesional de la salud sería el más indicado para comentar y explicar estos aspectos, aunque a veces desconocen los medios de producir vídeos de YouTube con calidad y, por lo tanto, su mensaje no llega a demasiadas personas.
En consecuencia, cabría proponerse una especialización del profesional de la salud en este ámbito para que sean ellos los que comenten de primera mano lo que acontece en su trabajo de una forma amena y accesible para todos.