Si algo te disgusta, mira hacia otro lado y camina. Todo pasará.
Me doy cuenta, tal vez tarde —deben pesar los años y aparecer las canas para ello— que cuando no asumes nada, te despojas de la culpa, te alejas de los posibles errores, haces más, necesitas menos y, simplemente, vives más.
Nadie es perfecto. Yo no soy perfecto. Lo asumo. Tampoco voy a intentar serlo, y menos a estas alturas de mi vida. Me he equivocado muchas veces, últimamente me lo recuerdan tal vez en exceso y no hace falta, lo reconozco yo. De las equivocaciones no se vive, pero sí se aprende.
He tratado de complacer a todo el mundo. Me preocupo por todo y por todos. No importa cómo he hecho las cosas porque siempre hay alguien que te lo recrimina. He tratado siempre de hacer lo correcto, aunque en ocasiones, pocas, he aprendido y llevado la cruz de lo incorrecto.
Siempre he tenido claras mis prioridades. He sido, y soy, demasiado ordenado, sistemático y programado. A veces, es cierto que es mejor dejarte llevar, porque el orden, también en ocasiones, confunde y te exige en exceso.
Trato de ayudar a todo el mundo y me suelo generar cargas indebidas. Tal vez sea época de ir descargando la mochila y vivir de la belleza del campo, el viento y la poesía, que es realmente lo que me apasiona. Esa paz interna tan esencial y necesaria.
Los únicos zapatos que podemos ocupar son los nuestros. Si nos ponemos unos zapatos de otro, lo normal es que nos hagan heridas. Deben ser ustedes mismos. Ser lo que otros quieren que sean, o agradar a otros con sus acciones, solo lleva al fracaso personal.
El ahora es el único momento que tenemos garantizado.
El mundo que vemos cambia si nosotros cambiamos. La percepción que tenemos de lo que nos rodea, es lo que nos hace vivir cada día de una manera maravillosa o como un desastre. Depende de nosotros.
No dejes que la vida te pase por encima sin vivir cada momento, ni que lo urgente te despiste de lo importante.
Todos, en mayor o menor medida, tenemos pensamientos. Mal va el que no piense. Esos pensamientos pueden ser positivos o negativos y, sin dudarlo, tanto unos como otros nos influyen. Nos influyen en nuestro estado de ánimo y nos influyen en nuestras decisiones y acciones.
¿Podemos cambiar nuestros pensamientos?
La Lección 284 del libro de ejercicios de Un Curso de Milagros nos dice:
Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor. Y hoy deseo ir más allá de las palabras y de todas mis reservas, y aceptar plenamente la verdad que reside en ellas (284 1: 7-8).
Puedo cambiar cualquier pensamiento que pueda pensar, es decir, todos.
Si el problema está dentro de mis pensamientos, puedo cambiar el problema porque la causa de los problemas está en mi mente.
En la vida existen malos y buenos momentos; también somos nosotros los que provocamos malos momentos, como si el estar bien, tranquilos, en calma, nos produjera cierta urticaria.
Nos asusta lo que no conocemos, pero también lo que no queremos conocer. A veces nos asusta la verdad y no la queremos ver.
La tristeza existe, negarla es una equivocación y excusa social. Parece que todos, sobre todo en estas fechas, debemos estar, obligatoriamente, contentos, sonrientes, exultantes de felicidad.
Junto con Portugal somos el país de la UE que más sedantes, ansiolíticos e hipnóticos consume habiendo aumentado un 15% desde el inicio de la pandemia.
Somos la décima potencia mundial en el consumo de antidepresivos.
Todo tiene un por qué. Somos incapaces de controlar nuestros pensamientos.
La mente nos domina con lo que, si son incapaces de dominar sus mentes, alguien que no sea ustedes podrá dominarla y dominarlos.
La tristeza no es un mal. La tristeza viene por muchos malos momentos que, a lo mejor, son incapaces de controlar o absorber; la tristeza viene también por muchas de esas preguntas que se hacen a las que son incapaces de responder. Encontrar la respuesta a los ¿cómo? y ¿por qué? no siempre es fácil.
Todo está en nuestra mente, sí.
Ser sensible emocionalmente no es ser frágil. Ser sensible es una cualidad, gran cualidad, diría, que hace vivir todo con mayor intensidad y profundidad. Hace que nos importe el estado y comportamiento de los demás incluso consigo mismos.
Ser frágil emocionalmente es ser incapaz de manejar las emociones internas y, entonces, es cuando aparece el miedo, la depresión y la ansiedad.
Es fácil caer en picado fruto de una dinámica de pensamientos negativos, sobre todo, cuando acumulamos varios y se encadena una sensación de caso existencial. Es como esa bola de nieve que dejamos rodar montaña abajo. Cuando llega al final, sin haber sido controlada ni detenida, la pequeña bola se ha convertido en una gran bola difícil de manejar.
Los pensamientos negativos son una pequeña cárcel creada por nosotros mismos. Liberarse, salir de esa prisión es tan simple como cambiar nuestra manera de pensar.
He abierto, al azar, ese libro que recomiendo tanto, que estudio y que me acompaña en mi camino, Un Curso de Milagros. Y digo al azar de una manera real y me ha llevado a las páginas 578/579, al Capítulo 24 del Texto, apartado VII entre el 2 y el 8 de sus párrafos.
Y me dice:
Hazte a ti mismo esta pregunta: ¿Puedes proteger la mente? El cuerpo sí, un poco, mas no del tiempo, sino temporalmente (4: 1-2).
No permitas que tus absurdas fantasías te atemoricen. Lo que es inmortal no puede ser atacado y lo que es temporal no tiene efectos (5: 3-4).
Cuando los pensamientos negativos los acompañen, obsérvenlos. Reflexionen. No busquen culpables externos, tampoco se culpen. Simplemente cámbienlos por pensamientos positivos, ustedes tienen el poder de hacerlo y de ello dependerá su fortaleza.
No tengan prisa, pero háganlo.
Todo necesita de lentitud. La vida necesita de lentitud. Conocer, saber, entender, pensar; las relaciones humanas y nuestra relación con la vida necesitan lentitud.
La prisa es una debilidad. La lentitud y la paciencia nos llevan a tomar las decisiones adecuadas; el impulso, la inmediatez, suelen provocar equivocación. Lo rápido, lo inmediato, busca de la productividad, el placer momentáneo, frente a la sabiduría.
Tomarse un tiempo no es perder el tiempo, su verdadero significado es ser dueño del tiempo.
Lo intenso procede de lo lento. La lentitud humaniza nuestra vida. La desconexión nos permite encontrarnos en nosotros.
Vivimos tan deprisa que pasamos de largo nuestra propia vida. No tenemos tiempo ni de conocernos.
¿Quién no porta en su currículo vitae cientos de equivocaciones y fracasos? Yo como el que más. De cada uno de esos fracasos se aprende una lección. En la mayoría está el impulso, la rapidez, la inmediatez. Llegaba a esta edad pensando viviría algo más tranquilo, pero parece que ni es ni será.
Llegará el día en el que el miedo de paso al sosiego, a la reflexión, la lentitud.
Esto pasará y algunos habrán aprendido que, más que poseer una «perra» en el banco, lo que vale es el calor de los suyos y, sobre todo, la experiencia de los mayores, esos que se han visto más expuestos, a estas alturas de sus vidas, a un virus letal.
Querer no por lo que se tiene, ni por lo que se es. Querer porque simplemente es, sin más interés. Eso es querer de verdad.
El amor entre las personas es lo más importante en el ser. Dar y recibir. Amor de padres e hijos, de familia, de parejas, de relaciones humanas. Amor que se convierte en solidaridad, en compasión. Amor lento.
Amor que esperanza. Amor para perdonar.
Perdonar a alguien por los males que ha cometido no es igual a disculparlo por sus actos. El perdón nos libera porque el perdón es amor.
Todos tenemos que reconciliarnos con nuestro pasado. Asumirlo.
El amor es paz.
La paz. Esa paz interna tan necesaria para vivir en equilibrio. La paz se consigue en el encuentro con uno mismo. En la consciencia del ahora.
Vivir en la espiritualidad. Para ello no necesitan estar en un monasterio. Simplemente necesitan ser conscientes. Estar en paz. Estar lentos.
Enfóquense en todo lo positivo, en vez de en lo negativo de la vida. No se dejen afectar por lo material, lo mental y emocional. Acepten lo que ocurre.
Sabiduría. Saber. Conocer. Sabiduría para descubrir lo que es importante y lo que es accesorio en la vida.
Entendamos que la vida es como un coche de alquiler. Por mucho que lo llenemos de extras, lo tendremos que devolver.
Paciencia. Lento.
De qué sirve ir rápido cuando todos sabemos que lo esencial, lo interesante, está en entretenerse, en contemplar, en el paseo, en disfrutar, en ser lentos.
¿Para qué las urgencias?
¿Para llegar antes? ¿A dónde?
¿Para hacer más? ¿Para qué?
¿Para ser más? ¿Sin ser?
Solo sabemos correr. Correr, gritar, chillar.
No te contentes con la idea de una felicidad futura. Eso no significa nada ni es tu justa recompensa. Pues hay causa para ser libre ahora (T-26. VIII. 9:1).