Una de las figuras más destacadas en el pensamiento cristiano, es el filósofo francés Emmanuel Mounier, máximo expositor del personalismo.
Emmanuel Mounier nació en Grenoble, Francia, el 1 de abril de 1905. Durante su juventud militó en la Acción Católica y en las Conferencias de San Vicente de Paúl.
Soy como una fuerza sosegada, dispuesta no para conquistar, sino para persuadir, no para atacar, sino para dar testimonio.
Durante tres años estudió filosofía con Jacques Chevalier, su gran maestro de toda la vida. En octubre de 1927, se instaló en París para continuar sus estudios; se puso en contacto con un grupo de jóvenes cristianos y buscó la colaboración de Jacques Maritain.
En 1930, colaboró en Le Rossau d’Or, una publicación dirigida por Maritain. Ese mismo año, hizo un trabajo en equipo con Georges Izard y Marcel Péguy; escribieron una obra titulada El Pensamiento de Charles Péguy. Él fue un admirador de Péguy por su autenticidad y «por la armonía imperturbable de una misma vida, entre el hombre que piensa y el hombre que actúa».
Para esa obra Mounier escribió el capítulo dedicado a «La visión del mundo y de los hombres»; Marcel Péguy el correspondiente al «Pensamiento político y social, y Georges Izard «El pensamiento religioso».
Después de la obra sobre Péguy, Mounier decidió seguir trabajando en equipo.
Mounier colaboró, en 1932, con el movimiento de maestras cristianas «Les Davidées», especialmente en su revista. Esa organización era dirigida por Jean Guitton y Mlle. Silve. En ese tiempo Mounier escribió: «Cuantas veces me he sentido dolorosamente dividido entre estas dos perspectivas: ser un hombre retraído, cuya obra no trascienda el papel donde se imprima, o: actuar y ser aprisionado en cuadros o partidos donde es preciso mentir, y sacrificarse a la agitación y a la elocuencia, que es un recogimiento precioso. He aquí en el primer plano donde se me ofrece la acción sin dañarme».
En la residencia de Jacques Maritain formó un grupo de jóvenes cristianos que decidieron dedicarse a la publicación de una revista. En ese grupo estaban Georges Izard y André Deléage. La revista debió llamarse inicialmente Univers, pero, a sugerencia de Mounier, se tituló Esprit (Espíritu).
La revista: Esprit
En una jornada de trabajo que se realizó del 16 al 23 de agosto de 1932, se planificó el formato y la línea de contenido de la revista, además decidieron lanzar un movimiento que se llamaría: «Tercera fuerza». El director de la revista Esprit era Mounier; ese sería el órgano oficial de la tendencia del personalismo, el jefe de redacción era Georges Izard.
«Tercera fuerza» era dirigida por Izard. Ambos grupos (la revista y el movimiento) tenían distintas formas de actuar, aunque era un trabajo de equipo.
Esprit se concibió como una revista que serviría a la investigación, como un laboratorio en busca de nuevas soluciones a los problemas de actualidad; mientras que «Tercera fuerza» era un movimiento para los asuntos políticos y sociales, con su propia estrategia y táctica, entre ambos debía existir una coherencia en el pensamiento y la acción.
Esprit se presentó desde el principio como una revista radical en sus planteamientos. No era una revista exclusivamente cristiana, estaba abierta a diversas tendencias en la búsqueda y la confrontación.
Esprit buscaba firmas jóvenes, caras nuevas dispuestas a impulsar la acción, que estuvieran en disposición de un entendimiento, partiendo del concepto de la sociedad, con la base fundamental de la persona humana. El primer número de la revista salió en octubre de 1932; el tema de esa edición era «La revolución será moral, o no será».
En marzo de 1933, en ocasión de la aparición del número seis de la revista mensual, su contenido fue tajante: «Ruptura entre el orden cristiano y el desorden establecido». Esa posición levantó muchas ronchas, aún entre sectores cristianos que propugnaban por una posición moderada; sin embargo, Esprit comenzaba a calar en sectores comprometidos, con grupos de jóvenes inconformes con la situación imperante.
Pero la posición de «Tercera fuerza» fue más lejos; consideraba que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, que debía hacerse primero la revolución colectiva en unidad con los comunistas y, luego, la revolución personalista.
Mounier tenía una posición distinta; no pensaba que fuera tan fácil un proceso revolucionario. Apoyado por Jacques Maritain, que tildó la posición de «Tercera fuerza» como una tontería, esta situación inició una confrontación interna.
En julio de 1933, se agudizaron las contradicciones ente la dirección de Esprit y la «Tercera fuerza». Georges Izard renunció como jefe de redacción de la revista, quedando Mounier solo en la dirección de Esprit.
«Tercera fuerza» se disolvió en 1934, al unirse al «Frente común», que dirigía Bergery; formaron un nuevo movimiento político llamado «Frente social». Mounier se abstuvo de formar parte de ese nuevo movimiento.
Mounier es uno de los pensadores cristianos que trató con más profundidad el tema de la propiedad. En abril de 1934, apareció en Esprit un ensayo suyo titulado: «De la propiedad capitalista a la propiedad humana», que luego se convertiría en un libro. En ese mismo tiempo, apareció también «Revolución personalista y comunitaria», una obra que formó parte del ensayo anterior.
En octubre de 1936, apareció en la revista Esprit otro ensayo de Mounier titulado: «Manifiesto al servicio del personalismo», que sirvió de base para un nuevo libro con ese mismo título. Ahí, aparece un concepto sobre la sociedad.
Es un proceso cada vez más complejo. Los hombres dan nacimiento a sociedades que, desde la célula familiar, se abren a la comunidad universal.
Esprit continuó su posición radical, sus denuncias contra el «desorden establecido», eran directas. Se llegó a comentar hasta la amenaza de que la Iglesia podía condenar la revista. Mounier buscó la colaboración de Jacques Maritain, para defenderse de las acusaciones, juntos redactaron un informe al arzobispo de París, lo que presumiblemente impidió una condena doctrinal.
Los colaboradores de Esprit son hijos de la Iglesia; no quieren ser semicatólicos ni neocatólicos.
Reciben íntegramente el depósito de la fe y tratan de hacerse con ella de una manera cada vez más viva y rigurosa... Dentro de este espíritu de sumisión filial llevan a cabo una gran aventura.
No conciben en absoluto que, en ella, pueda ponerse en duda su fidelidad a la Iglesia; muy al contrario, la inspiración y la consagración solo la esperan de esta felicidad.
Sin embargo, la situación económica, el aislamiento de algunos sectores y los problemas internos provocaron la interrupción de la publicación de Esprit en 1938.
El personalismo
Suspendida la revista Esprit, Emmanuel Mounier se dedicó a escribir por su cuenta, partiendo de varios ensayos publicados en su revista, sin descuidar escribir artículos para otras publicaciones. En 1937, escribió un interesante artículo titulado «Anarquía y personalismo».
Lo que es de una forma u otra, propiedad, debe ser utilizado también en función de los valores personales. Porque la sociedad, con todo lo que posee y administra, está al servicio de la persona. No existe pues, según nuestra opinión, ni propiedad individual, ni propiedad colectiva en sentido absoluto. Toda propiedad es al mismo tiempo, aunque en proporciones diferentes, personal y social.
Mounier se distinguió exponiendo el personalismo. En muchas ocasiones se les pidió que definiera el concepto y su alcance; sobre esto escribió:
El personalismo es una filosofía, no es solamente una actitud. Es una filosofía, no un sistema. Si bien no huye de la sistematización. Pues conviene que haya orden en los pensamientos; conceptos, lógica, esquemas de unificación, no son solo útiles para fijar y comunicar un pensamiento que sin ello se disolvería en instituciones opacas y solitarias.
El personalismo parte de la persona. Hay diversas formas de expresar los criterios que se puede tener sobre la persona humana. En este sentido Mounier hizo una designación, que no es una descripción completa: «La persona es un ser espiritual constituido como tal por una especie de la subsistencia y de su independencia en su ser; conserva esta subsistencia por su adhesión a una jerarquía de valores adoptados libremente, asimilados y servidos a través de un comprometerse responsable y de una constante conversión».
En Mounier estaba siempre el compromiso con las cualidades fundamentes de la persona humana. El papel del Estado también fue elaborado por el personalismo, y Mounier explicó cuál consideraba que era su función:
El Estado es una comunidad espiritual, o persona colectiva en el estricto sentido de la palabra. No está sobre la patria, ni sobre la nación, ni —a mayor abundamiento— sobre las personas.
Es un instrumento al servicio de las sociedades, y a través de ella, con ellas si fuera preciso, al servicio de las personas. Instrumento artificial y subordinado, pero necesario.
Mounier se debatía frente al «desorden establecido», como calificaba la situación imperante, frente al peligro del social-nacionalismo de Hitler que amenazaba a toda Europa, y frente a un ambiente donde el comunismo tenía fuerza social, sindical y política.
El tema de los trabajadores era necesario afrontarlo. ¿Cuál era el criterio del personalismo frente a la clase trabajadora?
¿Debe el personalismo plantearse el problema global de la conquista de la clase obrera?
No: no se propone ni una acción de clase, ni una acción de masa. Pero debe conectar en el movimiento obrero...; y tiene la misión concreta de realizar con éxito la unión de los valores espirituales desprestigiados a sus ojos por el uso que ha hecho de ellos el mundo del dinero, y las auténticas riquezas, también espirituales, que en el alma popular se han consagrado más auténticos que en ningún otro lugar.
El hombre que resaltaba la primacía de la persona sobre todas las cosas de la tierra encontró en el destino una dura prueba dentro de su propia familia. Su hijita, Françoise, a los pocos meses de nacida tenía una enfermedad incurable, fue atacada de un choque le ocasionó una antivariólica, que le produjo encefalitis, y tuvo que vivir como un vegetal. Mounier se refirió a ella como una niña que tenía «un poco de vida, accidentada». Su vida interna se hizo turbulenta al tener que soportar esta situación y, al mismo tiempo, predicar el valor y la supremacía de la persona.
En 1938, apareció un artículo titulado: «Breve tratado sobre la mística de izquierda».
Francia ocupada
En 1939, ante la situación política que vivía Europa, con el avance de la fuerza militar de Hitler, Mounier tuvo que entrar a la vida militar integrándose a «los Cazadores Alpinos». En esos momentos en que su patria estaba en peligro, debía demostrar en la acción su pensamiento. Sobre esta situación escribió: «Pacifistas y belicistas» y «Los cristianos ante el problema de la paz».
En la primavera de 1940, Hitler invadió Francia, la ocupó militarmente y se firmó un armisticio con los alemanes, que dividió a Francia en dos zonas: una ocupada y otra libre. El gobierno de Petain, instalado en Vichy, colaboró con los alemanes, mientras que el general Charles de Gaulle, desde Londres, pedía continuar la guerra y organiza la «Francia combatiente», además toma posesión de algunas colonias francesas.
Ante esta situación, Mounier se encuentra acorralado. Maritain se había ido al extranjero, Francia estaba ocupada. En 1940, Mounier es tomado prisionero por los nazis. Cuando es liberado, como respuesta, en el mes de julio reanuda la publicación de Esprit, para demostrar el sentido de la guerra, no solo en su brutalidad, sino con todos sus horrores; además para demostrar que el pacifismo debía ser superado con la resistencia activa.
Esprit retornó con el mismo contenido radical, ahora frente a los invasores de su país. Esta situación duró hasta el 25 de agosto de 1941, cuando es prohibida la publicación de la revista. En septiembre de 1941, Mounier va a la clandestinidad, sin embargo, él consideraba que desaparecer era un retroceso; era necesario combatir con la cara descubierta, era importante el objetivo de resistir con todas las fuerzas contra los invasores y el totalitarismo.
El 15 de enero de 1942, Mounier es hecho prisionero nuevamente por las fuerzas de ocupación. Esta vez es acusado de ser uno de los jefes del movimiento «Combate». El 21 de enero, es encarcelado en Clermont-Ferrand, donde es interrogado sobre su participación con los grupos de resistencia, luego es confinado en una prisión residencial.
El 29 de abril, es arrestado nuevamente, lo conducen a Vals. El 18 de junio, se declara en huelga de hambre y dura 12 días sin comer nada. En julio, es trasladado a la prisión de Saint Paul de Lyon; estando prisionero escribió: «Tratado del carácter», que fue publicado luego. Este ensayo estudia la esencia de la persona a través de la ciencia del hombre.
Del 19 al 26 de octubre de 1942, fue procesado el movimiento «Combate». Mounier sale libertado, después de estar seis meses en prisión. Ante la persecución, se fue nuevamente a la clandestinidad; con un nombre falso sale con su familia a Dieulefit, en la Drome, ahí pudo estar tranquilo durante algún tiempo, dedicándose a escribir: Piezas escogidas de Montelambert, Libertad bajo condición, El afrontamiento cristiano.
Cuando se produjo la liberación de Francia, Mounier vuelve a París. En diciembre de 1945, reaparece Esprit: «Ser comprometido, solidario, entre estos hombres, con esta historia».
En 1946 aparece su artículo «Debate en alta voz con el comunismo». El tiempo de postguerra fue muy complicado. Debía esclarecerse la situación presente, pero también el pasado: «El fin no justifica los medios; un fin espiritual no puede necesitar ontológicamente, ni legitimar moralmente medios que sean esencialmente antiespirituales».
En 1947, Mounier pública Introducción al existencialismo» y ¿Qué es el personalismo?.
Mounier consideraba que debía hacerse unidad de acción con diferentes grupos ideológicos, que los cristianos no debían estar aislados, ni trabajar solitariamente:
Los revolucionarios están al pie de la obra. Cuando ellos están al pie de la obra, hay que trabajar con ellos. No podemos permitirnos el lujo de hacer un trabajo a cincuenta o cien años de retraso.
Las últimas obras de Mounier
En 1948, Mounier escribió Despertar del África negra y, en 1949, El pequeño miedo del siglo XX, además, El personalismo, que es la esencia de su obra filosófica, donde expone sus criterios básicos.
En septiembre de 1949, Mounier sufre una crisis cardíaca, atribuida a la fatiga del exceso de trabajo. Superó esa etapa y siguió trabajando, dirigiendo la revista Esprit y escribiendo libros. Emmanuel Mounier murió de una crisis cardíaca el 22 de marzo de 1950.
De los datos que anotó en su diario se hizo un ensayo sobre «La cristiandad difunta», además dejó inéditos dos ensayos titulados: «La esperanza de los desesperados» y «Las certidumbres difíciles».
Mounier representa dentro del cristianismo social el promotor del personalismo y de la sociedad comunitaria. Su voz fue como una levadura que fermenta para formar hombres cristianos, capaces de reconstruir la sociedad, y que clama por la necesidad de un hombre nuevo y fuerte por la virtud de la fortaleza.