Bolsonaro hace su debut mundial sin Trump, y de la peor forma posible. Si sus absurdas declaraciones se camuflaron detrás de las de Trump, ahora completamente abierta.
En el primer encuentro, en los BRICS, Bolsonaro no encajó en un grupo integrado por naciones emergentes que, en un principio, pretenden construir un proyecto de mundo multipolar alternativo a la hegemonía norteamericana, pues su gobierno está absolutamente subordinado a Estados Unidos. La presencia de Bolsonaro fue tolerada, con plena consciencia de que es un gobierno de paso, sentimiento ahora fortalecido por la derrota de Trump.
Sin tener consciencia de su situación, Bolsonaro pronunció un discurso militar, mal leído, sobre la tarea de transmitir un mensaje a un bloque de líderes enemigos. Hizo a Brasil pasar vergüenza con su estupidez, que supone que los demás jefes de Estado desconocen la situación de la Amazonía y de los derechos humanos en Brasil.
No solo discrepaba de los otros jefes de Estado, sino que también apareció como alguien fuera del mundo, folclórico, alguien que no sabe cómo es el mundo hoy y menos el papel que debe jugar Brasil. Bolsonaro tuvo que aceptar el retiro del reclamo de un lugar para Brasil en el Consejo de Seguridad de la ONU, para poder firmar el documento final, totalmente en contradicción con su discurso.
Ante el cambio en el prestigioso papel que había tenido Brasil en décadas anteriores, incluso O Globo editorializó respecto al desmantelamiento de la Cancillería y la política del actual gobierno, que margina a Brasil en el mundo.
En la reunión del G-20, la vergüenza fue aún mayor —si podía ser peor. Bolsonaro envió un mensaje diciendo que el tiempo demostrará que tiene razón, pero no se quedó a participar del debate, donde podría haber sido interrogado y no ser capaz de responder. Esta es la misma razón por la que no acepta nunca las conferencias de prensa.
El tema del encuentro fue la pandemia y las condiciones para combatirla de manera coordinada. Como un negacionista, Bolsonaro recordó que hay también la preocupación en torno a la economía, como si él fuera el único jefe de Estado que supiera que, además de la pandemia, hay una crisis económica. Con ello, pretendía señalar que su gobierno no hizo nada sobre la pandemia debido a la preocupación de su gobierno con los 12 millones de desempleados que ya existían antes de esta, además de subestimar la lucha contra la pandemia, como siempre ha hecho su inspirado perdedor, que ahora se niega a aceptar la derrota.
Pero, consciente del escándalo internacional alrededor del asesinato perpetrado por los guardias de seguridad de Carrefour en contra de un ciudadano desarmado de Porto Alegre, se adelantó a dar su versión. No podría ser peor. Aplicó el esquema de que los problemas de Brasil se imponen de afuera hacia adentro, lo que resultó en la peor de las versiones:
Un país marcado por las discriminaciones raciales sería un país sin problemas de racismo, que solo nos afectan porque enemigos externos, molestos por el éxito de un gobierno tipo sui generis, los exportan, para provocar conflictos en un país que no debería tener conflictos.
Su discurso es parecido al de los militares en la época de la dictadura militar, de un país rodeado por el acoso del comunismo internacional, que podía entenderse en el clima de la guerra fría, por aberrante que fuera. Eso ahora parece aún más grotesco, con disculpas lamentables, que solo se pueden entender si recordamos que considera basura a quienes protestan contra la brutalidad de la acción de los guardias de seguridad.
Brasil pasó de ser un país de gran prestigio internacional durante los gobiernos del PT, con Lula proyectado como un gran estadista, a esa vergüenza a que las intervenciones de Bolsonaro lo han sometido. Si todavía hay un diplomático mínimamente digno en el Ministerio de Relaciones Exteriores, solo puede esconderse debajo de la mesa.
La única ventaja de tener el peor gobierno de nuestra historia es que es más fácil valorar los gobiernos que el país ha tenido anteriormente y poder superar este bochornoso momento con pocas medidas y poco tiempo.